Revolución de la riqueza VI: Explosión
Artículo de 4 páginas de extensión.
Nos hacen polvo de tanto trabajo y de paso les invitamos a un «almuerzo gratis»
“La revolución de la riqueza” nos empuja por un derrotero
inimaginado. Ese descomunal trabajo pronostica estallidos que cambiarán la faz
del mundo que habitamos. Heidi y Alvin exponen ese sorpresivo asunto en su
libro visionario, dicen:
Dentro del prosumo se presenta una situación explosiva
(Toffler, 2007: 247), esta situación la provoca el tercer trabajo o trabajo
extra (íd. 243, 246). Al desempeñar tres trabajos, no hay que extrañarse de que
acabemos hechos polvo (íd. 246). Ese tercer trabajo es un tercer empleo, por el
cual no se percibe remuneración alguna (íd. 242). El tercer empleo es
dramático, deja sin empleo a quienes desempeñaban ese trabajo (íd. 242). La
situación explosiva está planteada, porque al convertirse en un estímulo para
las empresas la externalización de sus costes laborales (íd. 244), nuevos
segmentos de la economía se convertirán en una amenaza para los trabajadores (íd.
246). Doble peligro, porque recarga con nuevas tareas a quienes ya están hechos
polvo por tanto trabajo y, peor aún, puede convertir en polvo fuentes de
trabajo, dejando a los que allí estaban ocupados sin trabajo.
El primer empleo es nuestra puerta para ingresar en la
economía monetaria (recibir un salario) y el segundo empleo es el trabajo
voluntario que entregamos a la comunidad o a la familia, por el cual no se
percibe remuneración alguna, pero además de esos dos empleos hay otro, al que muchos
de nosotros nos hallamos sometidos, es el tercer empleo. Este consiste en un trabajo
extra que realizamos y que al hacerlo libramos de costes laborables a las
empresas, son por ejemplo, aquellos servicios que ofrecen esas empresas,
mediante los cuales el cliente hace, pongamos por caso, sus operaciones
bancarias manipulando un cajero automático o un ordenador, sin recibir por ese
tiempo de esfuerzo físico e intelectual un pago de la entidad bancaria por
trabajar como cajero no remunerado (íd. 241, 242).
Una sociedad que trata al ser humano como un homo económicus
(concepto utilizado por la escuela neoclásica de economía para modelizar el
comportamiento humano) nos retrotrae a la domesticación de la especie, esto es,
los bancos nos entrenan para que les prestemos un servicio no remunerado y ni
siquiera nos sirven el almuerzo por esa labor, como sí hacen los invidentes con
sus perros lazarillos, que no reciben un salario, pero si un apetitoso hueso y
algunas delicias gastronómicas de sus amos. Nos ponen a trabajar a cambio de nada.
En Estados Unidos, los clientes de todos los bancos llevaron
a cabo en 2002 casi catorce mil millones de transacciones en cajeros
automáticos, eso suma un tiempo de trabajo cuantioso -impago- por parte del colectivo
que realizó esas operaciones y, significó la pérdida de doscientos mil puestos
de trabajo, es decir, cajeros humanos a quienes su empleo se convirtió en polvo
(íd. 243, 244). Esa misma fórmula aplica cuando los clientes, consumidores, o
abonadores de acrecencias utilizan la red para reservar un vuelo sin utilizar
la agencia de viajes, o adquirir un objeto mediante compras online o pagar el
abono de un servicio o “bajar” por medio de internet el instructivo de un
aparato que, luego tendrá que imprimir en el dispositivo de su PC y, además, utilizando
una resma papel que no la compró esa empresa, librándose de este modo la
empresa de todos esos gastos. Las empresas astutas descubren por doquier formas
más ingeniosas de externalizar el trabajo porque esto incrementa su plusvalía (íd.
244).
Ese fenómeno debería impulsar a la baja de los precios y a
compensar a la sociedad por toda esa acumulación de trabajo impago que está
desempeñando sin remuneración alguna. Las empresas no pueden estar recibiendo
por parte de sus clientes «almuerzos gratuitos», es decir, sus clientes las están haciendo más
rentables al permitirles externalizar
cada vez más trabajo y librarse de más empleados -pero esa situación es cada
vez más explosiva- (íd. 245, 257).
Hace falta un nuevo contrato social, vamos
hacia una sustracción del poder del comercio y de la industria, vamos hacia un «giro entero»
Esos beneficios adicionales no pertenecen a las empresas sino
a sus clientes -y estos no los reciben-. Son los clientes quienes prestan el servicio, sin las debidas contraprestaciones por parte
de esas organizaciones. Hace falta un nuevo contrato social, porque los precios
deben ser distintos en la medida de que ese modelo avance para crear empresas
virtuales. Debe rubricarse un nuevo contrato social entre el sector privado y
la sociedad en su conjunto, porque las empresas le están consumiendo su tiempo,
y esto lleva a cuestiones neurálgicas y explosivas ¿En un futuro próximo a quién
pertenecerán las empresas virtuales, al cliente prosumidor o al antiguo
propietario empleador? ¿Qué establecerá el
contrato social para estos casos? [íd. 266/268] La respuesta puede
causar una explosión. Lo significativo de este cambio que se avizora es que
ahora hay una tendencia en movimiento, la cual está conduciendo en la otra
vertiente del problema al montaje de «armas de destrucción de los
mercados» (!!!), es decir, la opción «descomercializar» se está haciendo
posible (íd. 268).
Esa opción de «descomercializar» puede llegar
a afectar a las tiendas,
las agencias de viajes, los bancos, los servicios públicos, puesto que los
consumidores al asumir esas tareas como prosumidores pueden ir prescindiendo de
sus servicios. Las “empresas.com” ya han prescindido del mercado bursátil para
financiarse. Por otra parte, esa tendencia tecnológica que hace innecesario al
comerciante apunta mediante los últimos avances a que los clientes también
fabriquen sus artículos [fabber íd.
273], es decir, que mediante un mínimo de entrenamiento y con la adquisición de
tecnologías avanzadas se pueda llegar a convertir en fabricante lo cual amplia
el radio de acción de las transformaciones que están en marcha (íd. 246,
271/273). El prosumidor se puede transformar en inversor y hacer cosas, y al
hacer cosas como fabber va a sustraer ese poder a quienes antes lo
poseían, los industriales (íd. 250). La
sustracción de poder apunta hacia un giro entero.
La evolución de la especie formó el homo faber (el que trabaja y crea riqueza). Ese avance se constituyó en un punto
crucial en la evolución del hombre y de
la sociedad, el homo faber era un auténtico prosumidor. Con la evolución de las sociedades históricas el hombre devino en trabajador asalariado. Ese cambio ocurrió con la segunda ola de la riqueza. Pero el
trabajo asalariado no es eterno. Con la tercera ola de la riqueza, la riqueza revolucionaria está restituyendo al homo faber pero en su versión actual como prosumidor fabber. La
humanidad, actuando en consuno, puede acabar con ese actor social anodino que es la clase obrera, y alcanzar la plenitud humana.
Vamos hacia grandes proyectos transformadores
impulsados por la sociedad del conocimiento que, dejará atrás al «desarrollo» como un estadio
primitivo que alcanzó una pequeña porción de la humanidad
El poder de los prosumidores puede ir más allá, porque a
medida que las herramientas de investigación se hacen más pequeñas, baratas,
inteligentes y potentes y que sus poseedores entran en nuevos campos, ese
activo de capital, bienes de equipo, son la base para crear una plataforma para
grandes proyectos transformadores, esto lo pueden realizar los prosumidores al
integrar sus centenares de miles de ordenadores en función de respaldar ideas
beneficiosas para la humanidad, porque con ese superordenador se aportan
millones de años de tiempo procesado con ese modelo denominado SETI, porque
cuentan con esa fusión digital con un equipo humano planetario capaz y efectivo
para provocar cambios liberadores (íd. 261, 264).
Una piedra tallada como esta que se ve en la
imagen permitió la aventura ascendente de la especie humana sobre el
planeta. Esta pieza fue elaborada por el homo faber, a partir de ella las
ideas, imágenes y símbolos crearán un mundo interior en el ser humano. Las
herramientas que hoy el hombre está desarrollando van a tener consecuencias
semejantes, si los prosumidores las sustraen del poder de quienes hoy las
poseen para su beneficio particular. El futuro puede retrotraernos a estadios
involutivos o, en su defecto, elevarnos a la condición de ángeles -que hasta el
presente sólo han existido en la imaginación religiosa-. El «Cielo» la perfecta utopía, puede
convertirse en una realidad histórica si construimos la «sociedad del conocimiento» a partir de la riqueza
revolucionaria.
Por otra parte la nanotecnología puede crear un mundo sin
basura y de un metabolismo proactivo, y esta puede llegar a ser una realidad si
los prosumidores construyen la plataforma global para provocar la auténtica
revolución que dé al traste con las estructuras ineficientes que sostienen el
mundo actual en una crisis permanente. La nanotecnología ofrece la posibilidad de crear una economía
futura drásticamente modificada, si los prosumidores la sustraen del poder de
quienes hoy la poseen. Para que esta
tendencia cobre fuerza será necesaria una conciencia avanzada que ya da hoy
abundantes evidencias de estar en marcha, no queda duda que ésta subvierte la
historia actual al propender a efectuar cambios en la dirección en que marcha
la humanidad (íd. 273/275).
{El movimiento de los indignados en la actualidad es una evidencia indescartable de que esta conciencia avanzada esta tomando forma. Para obtener información sobre los indignados de Nueva York consulta a CommonDreams.org en internet (tiene traducciones al español de sus documentos)}.
Se avanza hacia una nueva sociedad con la presente revolución
de la riqueza, porque se emplea el poder del conocimiento cada vez más de un
modo intensivo. El tercer trabajo se puede realizar al convertirnos en seres
humanos capaces de desempeñar muchos oficios. Hoy está emergiendo la
diversificación de la capacitación o la concreción del trabajador universal,
que nos permite integrarnos a la estructura económica que sostiene a la
sociedad. La división del trabajo puede llegar a ser superada con estos
fundamentos revolucionarios de la economía, podremos ser vendedores, empleados,
obreros, funcionarios, educadores [íd. 255], políticos, empresarios,
programadores [íd. 253, 254, 265] bajo esta revolución de la riqueza basada en
el conocimiento. Después de todo parece que alguien por allí tenía razón, al
decir que no era una utopía la posibilidad de que emergiera un nuevo estadio de
la historia, sino que era una certeza científica y dialéctica. Todo apunta a un
futuro donde la riqueza se entenderá como un todo [íd. 250]. La riqueza unidimensional tiene sus días
contados. La riqueza holística se está apoderando del espacio económico paso a
paso, esto es un cambio estructural profundo que irá produciendo fisuras.
El trabajo voluntario, solidario, no remunerado,
proactivo, sinérgico, prosumidor puede llegar a ser uno de los mayores
proyectos de la historia de la humanidad (íd. 256) y puede llegar a expulsar al
trabajo remunerado de la faz de la tierra y con él a la economía monetaria, la
cual será suplantada por la economía del conocimiento (ídem). Ninguna de las fuerzas represivas y coactivas
que existen hoy pueden detener la aparición del conocimiento avanzado como un
factor de cambio (íd. 275). El conocimiento avanzado, sustancia de la revolución
de la riqueza, dejará -después de todo- en la prehistoria al mal denominado hoy
«mundo desarrollado» o Primer mundo.
Alvin y Heidi Toffler. La revolución de la riqueza. Editorial Mondadori, DEBATE. Caracas, 2007. Páginas: 651.
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