Revolución de la riqueza II: Fronteras de bienestar
A los Toffler les ha traído problemas meterse con los
ecologistas, no sólo lo hacen, se deleitan molestándolos. Incomodísimo.com cree
que para extraer de la exposición que ellos hacen en su libro el mensaje oculto,
no hay que sucumbir por pecar de susceptibles (molestarse), sería equivalente a
darnos el lujo de la veleidad, la época que se vive demanda, de quienes están a
favor de los cambios deseables, saber más (condición determinante), porque lo
que se desea es construir la sociedad del conocimiento (las ideas son la riqueza revolucionaria y,
esta riqueza es la que crea esa nueva sociedad). Suponemos que lo que Heidi y Alvin retan, es
a no construir fronteras pensamentales, para poder impactar
el futuro con contundencia efectiva. Lo hacen con los economistas,
sometiéndolos a una cruel burla. Tampoco adulan a los capitalistas, por lo
contrario, muestran su limitada inteligencia. Desafían a todos a reflexionar
sobre problemáticas simples pero explosivas, como cuando dicen que la cuestión
fundamental es resolver ¿quién tiene la riqueza? y ¿para qué sirve?, porque
afrontando ese hecho tan simple y tan llano se llega a los asuntos de fondo. Los
Toffler presentan a los analistas la existencia de fronteras que pueden ser
falsas, e invitan a reflexionar a partir de ese supuesto sobre cosas de fondo
que, los ecologistas, economistas y capitalistas se niegan a colocar en la
agenda de sus asuntos críticos, pues se enfrascan en estar hasta el cuello
metidos en sus trincheras.
El siglo XX se caracterizó por una fiera confrontación ideológica.
El quid del asunto es, que con la reciedumbre del combate en cada bando
terminó por asumir posiciones que se defienden a ultranza, donde no se puede
ceder ni una pulgada en lo que se consideran posiciones fundamentales,
creándose fronteras mentales. El resultado es que los combatientes se autoimponen
límites al pensamiento, para lograr la construcción de identidad que suma nuevos soldados. El peligro está, en que esas fronteras no pueden
ser abandonadas ni un instante por los que pertenecen a esa trinchera. Si se está en contra de
los experimentos transgénicos, por ejemplo, no se cede, porque ceder un ápice
en esa posición implica inconsistencia principista, quien lo haga debe pasar a la trinchera opuesta, porque ya no
es bien visto en la propia. Estas actitudes atentan contra los pensadores
críticos -kritische denker- que están en las filas. El pensamiento dialéctico y holístico no puede ser colocado a un lado. Todo hay que repensarlo cuando se construye una sociedad del conocimiento.
En “La revolución de la riqueza” leemos reflexiones irónicas
que incomodan a los ecologistas (1), economistas (2) y capitalistas (3). El valor de estas reflexiones es que nos invitan a pensar sobre algunas cosas sólo en apariencia futiles:
1. Crear más riqueza no se considera bueno, puede ser
contrario a la naturaleza. Los ecologistas predican al «consumismo»
como una maldición para el planeta. Sin embargo la riqueza importa cuando se
trata de quién no la tiene y a qué propósito sirve (Toffler, 2007: 41).
2. La riqueza importa porque es
una acumulación de posibilidades. La salud es una forma de la riqueza, otra
realización de ese bien es una familia fuerte y afectuosa o ser respetado,
aunque estas formas de la riqueza tal vez no encaje con los cálculos de los
economistas. La riqueza puede significar tener lo que dictan las necesidades
subjetivas del ser humano y allí ninguna cantidad basta (ídem). En la riqueza objetiva la cantidad importa, en especial, para los pobres.
3. Entre los pobres, las cosas
que quieren tener pueden ser menos subjetivas, un puñado de arroz puede ser una
riqueza. Entre los capitalistas, por lo contrario, la riqueza es sinónimo de
dinero, la riqueza es su expresión simbólica de dinero, porque es la mercancía
que sabiéndola invertir le produce más dinero (íd. 41, 42). Es un mundo absurdo.
Los Toffler muestran -en los
ítems anteriores- los límites que se quieren imponer a la riqueza por parte de cada una de las parcialidades del
conocimiento, en consecuencia, ellos invitan a repensar la riqueza, y en especial a hacer
un esfuerzo crítico para buscar su fundamento primordial y sus más importantes repercusiones.
Proponen nuevas premisas:
1. No obstante, la riqueza tiene
su más pleno sentido en el deseo, así ha sido la riqueza desde sus orígenes. La
riqueza es el bien que satisface a plenitud al ser humano, como un toque de
belleza o una pequeña oleada de placer, porque estas satisfacciones
proporcionan bienestar. La riqueza es hija del deseo (íd. 42).
2. El deseo se legitima cuando colma a la sociedad de
felicidad y de virtud. Y precisamente los sistemas políticos que las sociedades
eligen se organizan en torno a la gestión del deseo (íd. 43). El deseo endereza al mundo al revés.
3. El quid del asunto, es para qué propósito se va a crear la
riqueza y cómo se ha de gestionar esa nueva riqueza.
4. Porque está claro que el sistema de riqueza basado en
producir objetos y servicios -propios de una sociedad industrial- está siendo
desplazado (!!!) por un sistema de riqueza que tiene por base la producción de
conocimientos que traerá una nueva civilización (íd. 39, 40) Ésta civilización debe estar en
capacidad de modificar profundamente el concepto de trabajo (!!!) (íd. 33, 34) y
crear una sociedad radicalmente distinta (íd. 34, 35).
Las consejas que se recogen a partir de esos conceptos nos
pueden llevar a grandes expectativas (a) o a un gran colapso (b), para evitar
la segunda opción hay que desarrollar una conciencia avanzada, es decir,
derrumbar las fronteras pensamentales que han construido las parcialidades del conocimiento (c):
a) Una «nueva economía» puede estar a punto de nacer, si intervenimos en esa realización
colocando los cambios sobre los fundamentos correctos, es posible que la «nueva
economía» sirva de
cimiento a un «sistema» donde
la humanidad coloque la producción de riqueza sobre aquellos deseos que crean
fronteras de bienestar ilimitados. Capital que no se deprecia y que por lo tanto erradica las crisis ecvonómicas y crea un auge espiritual estico y estético.
b) Pero los intercambios económicos que hoy predominan, resisten
esa transformación deseable, apuntan en otra dirección, y pretenden burlar el
inexorable destino que los Toffler señalan que está emergiendo en medio de este gran forcejeo
histórico (que nos obligó a cavar trincheras). En otras palabras, las fuerzas del anti-cambio pretenden mantener la
tendencia de engullir hombres, pueblos, sistemas, e incluso, al mismo planeta
hasta llegar a una crisis sistémica por esa vía antropófaga. Prolongando el
estado de pavor y pánico que hoy están causando.
c) La riqueza falaz -la caníbal- se opone feraz a la riqueza
revolucionaria, hay que decidir en qué bando nos ubicaremos. La fuerza de «trabajo abrumadora» debe desarrollar todo su inmenso poderío
para dar un «giro entero» al
curso de los acontecimientos. La conciencia avanzada nos permite salir de las trincheras a campo abierto.
Incomodísimo.com observa en la actualidad «el movimiento de los indignados», quienes al unísono afrontan en el
mundo entero a la abominable «tendencia antropófaga» que, como cíclopes atroces están alucinadamente engullendo
a sus propios pueblos y que como desquiciados turbulentos destrozan al planeta. Es el tiempo de la búsqueda de
las fronteras del bienestar, es tiempo de construir una sociedad del conocimiento,
es tiempo de una nueva gestión del deseo que eclosione la plenitud humana, es tiempo de indignarse y abandonar las trincheras.
Alvin y Heidi Toffler. La revolución de la riqueza. Editorial Random/Mondadori. Colección DEBATE, Caracas, Venezuela, 2007. Páginas: 651.
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