Carson XV: Vastas fuerzas

6:38 Posted by Perro Senil.

Nos encontramos ahora en una encrucijada. Los caminos no son igualmente bellos. El que hemos estado siguiendo decepciona, porque las innovaciones que por él se obtienen nos conducen a un desastre. El otro recodo, camino «poco frecuentado», es nuestra única oportunidad para alcanzar la conservación de nuestra tierra (Carson, 2001: 213).

No podemos aceptar continuar por la senda de disparates, en la que la conseja es de que llenemos nuestro mundo de productos químicos venenosos. Para contrarrestar esa vía y el poder que ésta ha desarrollado se debe construir una vasta fuerza con el esfuerzo de aquellos especialistas que representan diversos terrenos del campo de la biología: entomólogos, patólogos, geneticistas, fisiólogos, bioquímicos, ecólogos, todos los cuales están vertiendo sus conocimientos e inspiración creadora en una nueva ciencia del control biológico (ídem). Con este río caudaloso de conocimientos se puede echar a andar una «conciencia» que nos permita transitar la «otra vía». Las vastas fuerzas de la naturaleza pueden trabajar en consuno con el hombre para construir un mundo amical.

Con esa ciencia del control biológico se está ensayando soluciones espectaculares como la «esterilización de los machos», mediante la cual la propia especie insectil se encarga de reducir su número, logrando que el bicho deje de ser una plaga. Para poner en práctica esta idea se construyó una «fábrica de moscas», encargada de criar artificialmente a estos insectos, la empresa así concebida es formidable por sus resultados, el número de huevos hueros en las posturas de las hembras saltó reduciendo la población que infectaba las heridas del ganado y causaba enormes gastos, los machos estériles hicieron una gran labor (íd. 215, 216). Pero si estas soluciones se implementan, los grandes fabricantes de insecticidas van a estar de muy mal humor, moviendo activamente sus lobbys en las esferas del gobierno. El Estado debe sustituir en esta tarea a estas empresas, pues las soluciones avizoradas a largo plazo restituyen los equilibrios económicos del sistema vida y la relación armoniosa entre el hombre moderno y la naturaleza eónica. Un mundo de ganancias-ganancias es necesario.

También se han ingeniado los científicos para elaborar un alimento que al ser consumido por ciertos insectos los hace estériles, pero todo esto se debe realizar con gran cautela para no obtener peores males de los que se obtienen con los insecticidas. Algunos de los quimioesterilizantes podrían alterar cromosomas y producir mutaciones impredecibles o ser cancerígenos. Todo esto nos indica que el mayor descubrimiento consiste en demostrar que estos nuevos productos sean verdaderamente inocuos  (íd. 217, 218).

Los propios insectos producen variedad de venenos y repelentes, así como sustancias que atraen a los de su propia especie. Esas secreciones se están estudiando y empezando a utilizar para el control biológico. Con las sustancias atractivas se están elaborando trampas que dan un gran resultado porque son muy selectivas las víctimas, es un auténtico cebo. Incluso el aroma que invita a un apareamiento está llevando a los insectos a intentar la cópula con los objetos que han sido rociados con esa sustancia olorosa (conocida por los científicos con el término de espejuelo), creándose así hembras espurias con objetos inanimados (íd. 218, 219).

El sonido también puede ser una advertencia o una atracción. Esos sonidos ultrasónicos sirven para alejar la plaga o para acercarla a un enrejado donde mueren. Un ruido puede constituirse en un agente de destrucción directa, matar, por ejemplo, las larvas de mosquito. Todos estos experimentos son los primeros pasos hacia conceptos totalmente nuevos de control insectil, con ellos las vastas fuerzas de la naturaleza trabajan en consuno con el hombre para lograr un equilibrio sano (íd. 220, 221).

El problema es que: “Los estudios de control biológico no están bien dotados… por la sencilla razón de que no prometen a nadie la fortuna que puede hacerse en la industria química. Se dejan para el Estado y para las agencias federales, donde los sueldos son deprimentes” (íd. 200).

Los insectos son dañados no sólo por virus y bacterias, sino también por hongos, protozoos, gusanos microscópicos y otros seres procedentes del mundo invisible (íd. 221). La importación de insectos exterminadores de un insecto plaga ha resultado también de gran éxito (por costos y efectividad), resultado después revertido cuando se sustituye esa solución por el empleo de insecticidas (id. 223). Ese es un vasto arsenal de armas (ver 224/227) que la naturaleza utiliza como resultado de un experimento complejo de control llevado a cabo a través de dos largos eones de tiempo evolutivo.

El insecto forma parte de un extenso tejido de vida [lo que Incomodisimo.com ha venido refiriendo a lo largo de estas reseñas como «sistema vida»] que en su totalidad necesita ser tomado en cuenta. Esa totalidad se está suplantando por terrenos agrícolas modernos que no se parecen en nada a lo concebido por la naturaleza (íd. 224; ver Nota N° 1). Ese terreno artificioso es el propicio y justo para vender los productos industriales. En vez de ese mundo depauperado que crea paradójicamente fabulosas fortunas, es necesario volver a incrementar los pájaros (íd. 224), para que se erradique el silencio que la Era de los Venenos provocó en las primaveras.
Esta imagen permite ilustrar la siguiente idea: Las vastas fuerzas de la naturaleza son energía pura y, debemos reconocer, que su mayor expresión visible en nuestro planeta de esa verdad cuántica es la primavera:
La Naturaleza puede perder su mundo silvestre, el colorido de la belleza de ese universo puede ser condenado al ostracismo, de ocurrir esa nefanda expulsión el hombre quedaría con un escenario desnaturalizado sin jardines. Esto ocurrirá indefectiblemente en este siglo sí la inconsistencia del ser humano permite que los agroindustriales en sus desafueros  sustituyan los mundos silvestres (selvas, bosques, praderas…) por una «agricultura desertizante»:

La primavera puede desaparecer sobre la faz de la tierra.

NOTA N° 1
Los terrenos dedicados a la agricultura moderna son el resultado de la labor de una «ciencia primitiva» que Rachel L. Carson no duda en catalogar como propia de la Edad de Piedra de la ciencia (íd. 227).



CON ESTE ARTÍCULO CULMINA LA RESEÑA DE ESTA OBRA QUE ES LA BIBLIA DE CABECERA DE TODO MEDIOAMBIENTALISTA CON CONCIENCIA HOLÍSTICA. Incomodisimo.com CUMPLE UNA VEZ MÁS CON EL DEBER DE AFLORAR VERDADES INCÓMODAS DE LIBROS QUE HACEN ÉPOCA.

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos, Barcelona, España. 2001.

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Carson XIV: Insectos «duros»

7:20 Posted by Perro Senil.

La Era de los Venenos dio por resultado a la Era de la Resistencia. Los productos químicos producían aquí y allá razas de insectos que podían sobrevivir a las pulverizaciones y fumigaciones químicas. Y de buenas a primeras, el insecto se hizo refractario; era más difícil de matar. Muchos millares de acres de hermosos huertos fueron destrozados  por los insectos ahora indiferentes a las rociadas. Los insectos que poseen un arma de defensa y contraataque contra la agresión química  inauguraron la nueva Era de la Resistencia (Carson, 2001: 203, 204).

Antes de 1945 sólo alrededor de una docena de especies eran conocidos por haber desarrollado resistencia a algunos de los insecticidas, la resistencia empezó un meteórico aumento que alcanzó el alarmante nivel de 137 en 1960, y esto ocurrió bajo la aparición de sustancias más tóxicas y nuevos métodos de aplicación (íd. 204).

Los insectos enemigos se han robustecido precisamente con los ataques de los técnicos agrícolas, quienes ponen todas sus esperanzas  en el desarrollo de esa estrategia basada en venenos. No sólo los cultivos pueden afrontar las consecuencias de sus fracasos, sino también la propagación de enfermedades que afectan al hombre. Ese último tipo de insecto se ha hecho «fantásticamente abundante» (íd. 205, 206).

Los que sobreviven al ataque químico son los insectos «duros», lo terrible de esto es que después de unas cuantas generaciones, en vez de una mezcla de insectos fuertes y débiles, sale una población compuesta enteramente por ejemplares resistentes. Esto obliga a lanzar un nuevo insecticida y el costo del control de los insectos por medio de estos productos va creciendo rápidamente [lo cual incide en el alza de los precios de los alimentos producidos por la industria agroquímica y agro mecánica]. Las generaciones de insectos se renuevan en cosa de días y semanas (íd. 209/211).

En experimentos controlados se han colocado chinches sobre tela impregnada con insecticida, vivieron hasta un mes; pusieron huevos y las crías resultantes crecieron y prosperaron (íd. 210). Con el mosquito de la malaria se observó que los adultos estaban resistiendo en gran número bajo los puentes de las carreteras, edificios de las afueras, alcantarillas y follajes, aunque no se les veía en casas y establos donde se había fumigado, a los pocos meses podían posarse en paredes rociadas (íd. 207).

Rachel L. Carson es incisiva al respecto, dice: La vida debemos reverenciarla incluso aunque tengamos que luchar contra ella… Armas como los insecticidas  son prueba de un conocimiento insuficiente y una muestra de innecesaria de fuerza bruta. La humildad se impone; no hay motivo para que los científicos se ensoberbezcan al intentar guiar el proceso de la naturaleza (íd. 212).
La mosca doméstica siempre nos recordará la fortaleza de los seres vivos, mientras más y nuevos venenos aerosoles van formando parte imprescindible de nuestros hogares y ciudades, y nuestro entorno tóxico se hace cotidiano y normal, la mosca doméstica pervive al igual que otras plagas propias de la vida urbana y moderna sin dar muestra de desaparecer de la escena. Hemos alcanzado la curva óptima entre la oferta y la demanda, el aerosol no debe faltar en tu compra, para que estos insectos no se adueñen de vuestro ambiente, es decir, la amenaza debe persistir para que las ventas no decaigan, el precio de tal equilibrio mercantil es algo peor que el remedio: el veneno invisible que compramos todas las semanas y año tras año está sobre todos los objetos que tu y los tuyos manipulan en vuestros hogares, y pasa al medio  ambiente como un torrente asesino. ¿Existen otros medios de control de plagas que no sean químicos sino biológicos? Respuesta: a todo lo largo de “Primavera silenciosa” Rachel L. Carson va describiendo y explicando esos métodos y productos no contaminantes, más económicos y más permanentes. En los textos de Incomodísimo.com sólo uno que otro es mencionado, la adquisición de esta obra es insustituible si queremos estar verdaderamente informados.

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos, Barcelona, España. 2001.

Carson XIII: Creando plagas

7:17 Posted by Perro Senil.

En el mundo de los insectos ocurren las cosas más improbables, dentro de su ámbito incluso se produce lo imposible. Por un proceso de selección genética lo «imposible» está sucediendo, los insectos están desarrollando familias resistentes a los productos químicos. Y por paradójico que parezca, los plaguicidas están convirtiendo a insectos que aparecían en sólo un número insignificante en muy numerosos, es decir, en una plaga (Carson, 2001: 191).
Monsanto es una de las empresas que aparecen en la "Lista Negra" de Greenpeace. Se dedica a la producción de agroquímicos y transgénicos. Se autodenomina como "Fitosanitaria", eufemismo que suplanta el vocablo de fabricante de «venenos».
Los plaguicidas debilitan la resistencia del ambiente, es decir, el poder que tiene la naturaleza para limitar a las especies, cuando esto ocurre algunos insectos muestran la capacidad explosiva que tienen para reproducirse. Las leyes naturales limitan, por ejemplo, al salmón, cada hembra de salmón pone varios millones de huevos, sólo sobrevive hasta la edad adulta el promedio necesario para sustituir a sus padres. Algo semejante ocurre con el resto de los animales y es patente con las plantas. La naturaleza crea un equilibrio y ese equilibrio es roto con la intervención invasiva del hombre de la Era de los Venenos (íd. 192, 193). El insecticida con el cual se ataca el gorgojo araña acaba también con la mariquita, el moscardón del agua y varias lagartijas que controlan el número de los gorgojos, como el gorgojo vive en colonias éstas se dispersan cuando son atacadas y se mudan de lugar, al hacerlo encuentran que sus enemigos han sido aniquilados y disponen ahora de más espacio para su especie y más comida, entonces, su poder de destrucción de las cosechas se incrementa. En consecuencia el daño a la economía del hombre y a la economía de la naturaleza es enorme, los insecticidas infligen graves pérdidas a la naturaleza puesto que esta para lograr los equilibrios debió tener descomunales gastos de energía (íd. 196, 197).
Empresas como estas apuntalan la Era de los Venenos.
Las industrias crean problemas de resistencia entre los insectos, la solución que ofrecen los técnicos de estas empresas es aumentar la variedad, el número y la potencia de los insecticidas (íd. 195). El resultado de estos patéticos esfuerzos es cada vez más «catastrófico», porque al tratar de eliminar un insecto, desencadenan el azote de otro mucho más destructor (íd. 197, 198).
La Bayer es otra de las gigantes que inciden en las grandes pérdidas económicas para la humanidad y la naturaleza. Conjuntamente con la Monsanto, la Syngenta, la Dow y la BASF forman el quinteto de las plaguicidas que pretenden crear un planeta estéril, donde las industrias de productos sintéticos consiguen su mercado ideal.

La solución de restituir a la naturaleza su poder controlador y de llevarlo a cabo utilizando sus estrategias, sus mecanismos y recursos se aleja de nuestro accionar ¿Cómo puede ser esto? Las más importantes fábricas de productos químicos están vertiendo dinero a chorros en las universidades para financiar las investigaciones de insecticidas. Esto crea interés entre los estudiantes graduados y atractivos cargos en las empresas. Los estudios de control biológico, por otra parte, no están tan bien dotados… por la sencilla razón de que no prometen la fortuna que puede hacerse en la industria química. ¿Podemos esperar que los entomólogos comerciales muerdan la mano de quienes les dan de comer? No ¿qué crédito podemos dar a sus aseveraciones de que los insecticidas son inofensivos? Ninguno. Lo que cierto es que no han resuelto el problema del control insectil. La rosada perspectiva falló al ponerse en práctica. De un modo u otro los insectos persistieron (el más célebre es el de la mosca doméstica, de la cual podemos esperar mutaciones indeseables), y en algunos casos reaparecieron causando daños mayores a los que se habían dado en tres lustros. Vamos de una crisis a otra. El fuerte aliado que tenemos en la naturaleza continúa siendo menospreciado y subestimado. Hay que usar al máximo el control biológico y el mínimo de los insecticidas. Los resultados con esta fórmula es una buena producción y a un precio mucho más bajo (íd. 199/202). Pero la reacción de los fabricantes y vendedores de productos agroquímicos ante esa actitud inteligente, la de restituir el equilibrio que la naturaleza es capaz de imprimir en la relación entre sus criaturas, es tóxica.
El Informe Greenpeace fustiga a estas empresas de dimensiones monstruosas:
Rachel L. Carson es clara en su posición, dice: Debemos cambiar nuestro modo de pensar, abandonar la actitud de superioridad humana y admitir que en muchos casos encontramos, en el medio ambiente natural, el medio de limitar las colonias de seres nocivos de un modo más económico que el aplicado por nuestras soberbias industrias (íd. 202).

Para incomodísimo.com la reflexión que subyace a este magnífico libro –“Primavera silenciosa”- es que: La humildad aunada a la conciencia ecológica y a la batalla global por un mundo sano permitirá descubrir y vivir el universo Holón. Mientras tanto lo que vemos ante nuestros ojos es paradójico, las gigantes de los insecticidas están creando plagas.

LIBRO RECOMENDADO:

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos, Barcelona, España. 2001.

Incomodísimo.com recogió noticia de un reciente Informe Greenpeace:

Greenpeace señala que hay diferencias en el impacto que los productos de las grandes empresas dedicadas a producir fitosanitarios (Monsanto, Syngenta, Bayer, Dow, Basf) pueden tener en la salud humana o el medio ambiente, aunque “ninguna está libre”.

Según el ranking, Monsanto tiene la mayor proporción de pesticidas dañinos, con un 60 por ciento, pero debido a que su cuota de mercado es más reducida, los riesgos son inferiores a los que entrañan las producciones de Bayer o de Syngenta.
Bayer y Syngenta venden “muchos más pesticidas al año” que las otras tres, según el informe de Greenpeace.

La empresa con menos “puntuación negativa” de las cinco sería Dow, aunque el 39 por ciento de su producción sea, según Greenpeace, sustancias incluidas dentro de una “lista negra”, el mismo porcentaje que Syngenta.

Por productos, según Greenpeace, Bayer tiene el mayor porcentaje de insecticidas con sustancias potencialmente peligrosas (74 por ciento), al igual que Monsanto en herbicidas (90 por ciento) y BASF en fungicidas (80 por ciento).

Greenpeace ha manifestado que esta clasificación “prueba lo tóxicos que son aún los negocios de los pesticidas de las compañías líderes del mercado”.

Carson XII: Ironía y malignidad

8:21 Posted by Perro Senil.

Los agentes químicos del cáncer  se han atrincherado en nuestro mundo por doble ironía, la primera,  mediante la búsqueda del hombre de un género de vida mejor y más fácil, la segunda, porque es irónico que por falta de conocimiento sobre este tema la fabricación y venta de tales productos se reconozcan públicamente como importantes para la economía y el modo de vivir, cuando la realidad verdadera es que generan dolor con su pandemia de límites intolerantes -uno de cada cuatro norteamericanos muere de cáncer o ataca a dos de cada tres familias [íd. 175]- (Carson, 2001: 189, 190). Problema sanitario que arroja sobre las víctimas, sus familiares, las empresas y el gobierno gastos que en su totalidad son inmensos, razón por la cual inclinan la balanza a pérdidas en vez de ganancias en las cuentas nacionales, no así para quienes fabrican esas sustancias y para quienes la venden en un mercado de muerte.

Enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla, el paludismo se han erradicado gracias a estos adelantos tecnológicos, el control de las ratas ha creado un entorno más limpio en las ciudades y ha protegido las cosechas, muchos bichos que causan enormes pérdidas en las plantaciones o ganadería han sido controlados, y muchos nuevos materiales, fármacos y productos (como son, por ejemplo, los plásticos, medicinas y productos aislantes [íd. 184]) en la que participan esos compuestos, hacen más cómodo y versátil este mundo. Pero de esos productos, algunos, pueden causar cáncer por repetidos contactos con la piel, por inhalaciones o por ingestión. Esos productos químicos peligrosos han penetrado en la intimidad de todo el mundo… hasta de las criaturas por nacer. Tumores cancerígenos se empiezan a formar en plena gestación. Esta situación con los niños es perturbadora. Hace veinticinco años, el cáncer en la infancia era una rareza. Hoy mueren de cáncer más infantes que de ninguna otra enfermedad. Los hospitales para atender los niños con cáncer están empezando a ser establecidos debido a lo alarmante de esta situación (íd. 174, 175). Los tejidos en rápido crecimiento de un niño presentan las condiciones más adecuadas para el desarrollo de células malignas (íd. 184)

Seis plaguicidas  están clasificados como cancerígenos, la lista se prolonga si añadimos los causantes de leucemia, y aún pueden adicionarse más si incluimos los que causan este flagelo de modo indirecto. (Otros se convierten en cancerígenos al combinarse con otro producto químico o al entrar en interacción  con un agente físico [íd. 186, 187]). Lo monstruoso de esta realidad es que los fabricantes insisten en pedir que se acepten como «inofensivos» y soliciten un techo de tolerancia por ejemplo de 1 micrón por gramo para el elemento cancerígeno participante en la fórmula del producto (íd. 175, 177). Pero repetidas y pequeñas dosis de cualquier carcinógeno son más peligrosas que una dosis alta, esta última puede matar las células, mientras que las dosis pequeñas permiten una tasa de sobrevivencia, células que a pesar de quedar vivas quedan con daños que las pueden convertir en cancerosas  (íd. 182).

El problema es escabroso. Los efectos por lo general de los modernos herbicidas, fungicidas, insecticidas, raticidas y repelentes pueden requerir una parte considerable de la vida de la víctima para alcanzar el punto en que se manifiestan los síntomas clínicos. Se ha demostrado que se requieren de quince a treinta años, incluso más, para que se presenten ciertos cánceres. Una excepción es la leucemia, poco tiempo después del contacto, por ejemplo tres años, ha brotado ese cáncer linfático para sumar una nueva víctima a la escandalosa cifra que ya se registra de esta frecuente causa de muerte la cual va en franco incremento (íd. 178, 179). También es preocupante como algunos de los productos químicos carcinógenos  pueden crear células cancerosas dormidas, células en las que una irreversible malignidad quedará amodorrada, largo tiempo sin descubrir, hasta que finalmente, se convierten en cáncer declarado (íd. 183).

El descubrimiento de la ciencia moderna es la existencia de un «mar de cancerígenos», hallazgo desalentador cuando creíamos que se progresaba y se avanzaba hacia el bienestar, es decir, un mundo mejor y más fácil, la realidad es que los cancerígenos hoy impregnan nuestro ambiente afectando a dos de cada tres familias y a uno de cada cuatro habitantes (íd. 188). En este «gran negocio» algunos se han transformado en magnates y viven en un mundo no sólo mejor y más fácil, disfrutan un «mundo de lujo» sin parangón en la historia que contrasta con el dolor que causa la pérdida de vidas humanas, en especial de niños, así como de pérdidas por altos costos para la sociedad, el Estado y el medio ambiente causado por la enfermedad maligna del cáncer, pérdidas que no se incluyen en las cuentas nacionales para proteger a «los malignos» de este relato.
La lista de los productos que contienen cancerígenos han de ser publicadas y deben ser actualizadas a partir de los nuevos hallazgos, del mismo modo, los productos que contengan estos compuestos letales deben llevar una etiqueta de alerta sobre esa circunstancia nefasta.

Las medidas de sentido común para conseguir la resolución del problema del cáncer es obvia, son aquellas que dicta la prevención, es la dorada oportunidad de prevenir la que deber ser ejecutada como la matriz principal de la acción, una gran proporción de las sustancias químicas cancerígenas pueden ser retiradas del mercado, porque estas no constituyen necesidad perentoria, con su eliminación, el lastre total de los cancerígenos sería radicalmente aligerado, y su amenaza quedaría muy mitigada, la prevención es una necesidad imperativa, porque hay que garantizar simplemente un mundo sano para las generaciones que están por nacer. En vez de eso se están gastando cifras astronómicas para conseguir la cura del cáncer, llevada a cabo mediante vastos programas, pero esta vía lo único que está preservando es la presencia de estos productos en los estantes de ventas al público y, por encima de ese apestoso hecho, está creando nuevos grandes negocios que tienen como base la existencia del mercado de la muerte. En honor a la sindéresis,  la prevención es la solución exitosa, al mismo tiempo que se busca la curación como tarea indescartable, es decir, concibiendo a esta última como el complemento indudable para las medidas preventivas (íd. 188/190).

Es irónico que los plaguicidas y herbicidas que se han ganado un sitial destacado  en el podio del deshonor en la historia contemporánea por sus aparatosos fracasos, se conviertan  en locomotoras económicas en este mundo al revés, cuando su papel protagónico como actor de este escenario es la del «Maligno».

En Taringa.net se informa sobre la presencia de una sustancia cancerígena en productos de gran consumo: Sustancia cancerígena en productos de Pepsi y Coca Cola:

México, DF. La organización El Poder del Consumidor (EPC) denunció que la Coca Cola y Pepsi Cola son fabricadas con una combinación de azúcar con amonio y sulfitos, conocido como “caramelo cuatro” que contiene “un reconocido potencial cancerígeno“.

Explicó que el amonio y los sulfitos generan dos componentes químicos el 2-metilimidazol y el 4-metilimidazol, que provocan cáncer de pulmón, hígado y tumores de tiroides, según investigaciones científicas realizadas en Estados Unidos con modelos animales de laboratorio.
EPC exigió que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) prohíba el uso de amoniaco y amonio -sulfito en los colorantes color caramelo de la misma manera como en Estados Unidos lo solicitó el Centro de Ciencias para el Interés Público (Center of Science in the Public Interest) a la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA).

Incomodisimo.com piensa que el "Listado de productos tóxicos y cancerígenos" crece y crece a medida que las investigaciones cobran intensidad y coraje, es irónico que a pesar de estas advertencias públicas las instituciones del estado permanezcan indiferentes y las sustancias malignas circulen libremente provocando sus víctimas infantiles.
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Carson XI: Oxidación

7:00 Posted by Perro Senil.

Las amenazas que se ciernen sobre un gigantesco universo invisible.


Podemos asomarnos al universo a través de un finísimo rayo de luz, donde nuestro foco en vez de contemplar las estrellas se va a concentrar en su extremo opuesto, es decir, en un mundo invisible pero igualmente de gigantesco, donde primero se captará el universo infinito de las células, para después fijar nuestra atención sobre los minúsculos tejidos de cada una de esas maravillas y, por último, posaremos la imaginación del intelecto sobre las moléculas que arman esos tejidos celulares. Viaje a través de los confines de ese universo que se realizará para maravillarnos de las reacciones que se producen en esas diminutas realidades que se visibilizan con la ciencia. Con esta aventura el objetivo es contemplar con éxtasis el funcionamiento de las células para producir la energía que es la indispensable condición de la vida (Carson,  2001: 158).

Ese extraordinario mecanismo que produce la energía se conoce como la oxidación, mecanismo que puede ser bloqueado, entorpecido y deformado por los productos químicos usados contra insectos, roedores y malezas. Afectando ese hecho gravemente a la salud, puesto que el funcionamiento de las células sobrepasa en importancia a los órganos vitales (como el asombroso y benevolente hígado), las células alcanzan ese alto logro gracias a ese efectivo y suave funcionamiento  de la oxidación que es la base de todo lo viviente (ídem).

Con la oxidación la célula cumple su función «quemadora» con sólo el moderado calor de la temperatura normal del cuerpo. Si cesara de arder «no habría corazón que latiera, ni  sensación que recorriera un nervio, ni pensamiento que iluminara el cerebro humano», como señala un avezado investigador químico. La transformación de la materia en energía en la célula es una de las maravillas de la Naturaleza. Grano por grano, molécula por molécula, el combustible de carbohidrato que utiliza la célula en forma de glucosa mueve esa rueda productora de energía, milagro controlado por una enzima que echa a andar minúsculos cambios químicos. Esta fábrica consume y desecha dióxido de carbono y agua, y en cada ciclo de su movimiento crea una molécula que está dispuesta a combinarse con nuevas moléculas que entren en esta cadena sin fin para empezar un nuevo ciclo. En este universo todo es de tamaño infinitesimal, pero lo que ocasiona mayor perplejidad, reside en que la mayor parte del trabajo de oxidación se realiza en esa fábrica microscópica dentro de un pequeño departamento que son los mitocondrios. Los mitocondrios son gránulos formados por delgados manojos de enzimas de gran variedad, incluidas las necesarias para el ciclo oxidativo. Aquí es donde se completa la oxidación, es aquí donde se sueltan enormes cantidades de energía  que van a: mover los poderosos músculos, echar a andar el laboratorio del hígado, excitar los magníficos nervios o estimular las exquisitas neuronas (íd. 160, 161).
Mitocondria. Un pequeño departamento dentro de la célula que funciona como una eficaz planta de energía limpia.

Esa energía que elabora la célula y que pone en movimiento el cuerpo en todos sus intersticios es conocida por los químicos con el nombre de  trifosfato de adenosina (ATP) y es, por cierto, la corriente universal que se encuentra en todos los organismos vivos, desde el microbio hasta el hombre.

Los espermatozoides, los óvulos y el resultado de la unión de ambos que es la fertilización,  está dentro de los procesos que echa a andar el ATP, porque el trifosfato de adenosina es lo que permite ese estallido de actividad que se transformará en rana, en pájaro o en niño. Pero para que tan explosivo proceso reproductivo se convierta en esas especies es preciso que el trifosfato de adenosina se duplique, lo cual se obtiene con la oxidación, de no ocurrir esto la célula genera calor pero no se produce el movimiento, la respiración continúa pero no se produce energía, entonces, las consecuencias pueden ser desastrosas y con el tiempo puede sobrevenir la muerte (íd. 161, 162). Proceso nefasto que explica, entre otras cosas, por qué los pájaros en las áreas fumigadas ponen en sus nidos huevos infértiles o sus criaturas nacen pero mueren con precocidad, ya que sus espermatozoides y sus óvulos han tenido carencias del trifosfato de adenosina, debido a que los testículos y los ovarios de estas aves han sido dañados por los plaguicidas. (íd. 164, 165)

¿Cómo puede darse la falta de duplicación del trifosfato de adenosina? Una causa son los productos químicos como los insecticidas, los venenos para roedores y los matamalezas, el roce de nuestro cuerpo con estos tóxicos puede poner a nuestro organismo bajo el poder que tienen esas  sustancias de separar la oxidación de la producción de energía (íd. 162), poder semejante sólo similar al de la radioactividad liberada por las bombas nucleares, las centrales atómicas y el uranio  empobrecido -utilizado en la guerra contra Irak -el uso de este último es la forma más maligna del pensamiento de toda la historia de la humanidad-.

Ahora bien, el importantísimo proceso de la oxidación no sólo se detiene por falta de esa fundamental duplicación, basta que sólo una de esas enzimas que actúan dentro de los mitocondrios sea destruida o debilitada para que la fábrica entera sufra grandes problemas. ¿Qué puede destruir o debilitar una de las enzimas que trabaja dentro de los mitocondrios? de nuevo tenemos las labor de zapa de los indeseables plaguicidas actuando, porque cuando estos agentes logran penetrar en el interior de las células, atacan sin piedad a esa valiosísimas gemas que son las enzimas ¿Qué consecuencias provoca ese daño? al quedar las enzimas afectadas (consultar: 183, 184), los invasores privan de oxígeno a las células y las consecuencias son dramáticas, porque al retener el oxígeno, las células buscando sobrevivir desesperadamente desatan una multiplicación de sí mismas al tomar una vía alterna (ver fermentación: 181, 182) que desata desgraciadamente un proceso patológico cancerígeno. Lo que se consideraba normal, bajo los efectos de esa guerra invisible que se produce en el interior de nuestros cuerpos, entonces, se monstrifica y la enfermedad suplanta a la salud (íd. 162, 163).
El Trifosfato de adenosina (ATP) está presente en esa corriente universal que energiza todos los organismos vivos que habitan este planeta, en la mitocondria el ATP es el reactor molecular que labora incansablemente para dotar de vitalidad a todos los cuerpos, no obstante, a pesar de esta crucial importancia, ese fino mecanismo perfeccionado durante dos mil millones de años por la Naturaleza en un arduo proceso evolutivo, el hombre moderno ha creado compuestos artificiales que entorpecen su hermosa tarea, quienes se dedican a fabricarlos y vencerlos se ven favorecidos de continuar con esa debacle devastadora, porque esos daños ocurren dentro de un mundo invisible -el interior de nuestros cuerpos-.   

En conclusión: Este gigantesco universo donde existen infinitos mundos invisibles y piezas infinitesimalmente muy pequeñas puede ser entorpecido, porque nuestra terquedad moderna del uso indiscriminado de plaguicidas no permite el normal funcionamiento de su complejísima estructura. Los plaguicidas cuando se esparcen en nuestro medio ambiente atacan con sus bombardeos indiscriminados estas fábricas de energía (células) y con ello provocan un caos en las ciudades (cuerpo de cualquier ser vivo), las principales estrategias bélicas de estos agentes invasivos son, primero, impedir la duplicación de los trifosfatos de adenosina y, segundo, atacar las enzimas que laboran dentro de los mitocondrios.

Guerra de las galaxias en universos diminutos.


Pero existe otro universo aún más importante que el que se acaba de recorrer mediante un finísimo rayo de luz (el interior del cuerpo). Para concebir la existencia de este otro universo, primero, se debe considerar la humanidad como un todo, segundo, aceptar que  es mucho más valiosa que la vida individual, porque en ella existe un valioso patrimonio que es la herencia genética, y la importancia de ésta se debe a que establece nuestra unión con el pasado o con el futuro. Ese precioso patrimonio es el otro universo, y sus dimensiones son superlativamente más diminutas que las mitocondriales.

Formados los humanos a través de largos eones de evolución, los genes no sólo nos hacen como  somos, sino que además sostienen lo que seremos en el futuro. No obstante, la importancia de ese portentosa realidad, los agentes fabricados por el hombre pueden causar el deterioro de ese invalorable reservorio genético, y con ello esa irrupción de agentes extraños amenaza no sólo a nuestra especie, sino que ese peligro es extensivo para todo lo viviente, el deterioro de los genes son considerados por las razones aludidas en «el último y más grande peligro para nuestra civilización» (íd. 165). (Ver Nota N°1 al final del texto).

Otra vez los productos químicos y la radiación están presentes para alterar la buena marcha del sistema vida, en este caso se trata de algo serio, es decir, cambiar el curso normal de la evolución, y derivar hacia las mutaciones que resultan malignas desde todo punto de vista. Lo primero, de lo que hay que tomar conciencia de la gravedad de los plaguicidas, es que los efectos perversos de la radiactividad sobre el organismo se hallan también incluidos en muchos productos químicos, razón por la cual se les ha denominado radio-miméticos. Muchos plaguicidas son radio-miméticos, y son temibles precisamente porque dañan el cromosoma, portador de los materiales hereditarios. La afectación de los cromosomas (romper el juego completo de cromosomas que preserva la integridad de cada raza y de cada especie) equivale en este otro más diminuto universo al daño de los juegos de enzimas en los mitocondrios que se explicó con anterioridad, lo único que en este caso el desastre es mayor, porque no sólo afecta a la presente generación, sino que se transmite vía genética a las sucesivas generaciones de los seres vivientes que son perjudicados por sus efectos invasivos (deriva apocalíptica del problema). El futuro se deforma en esta otra vertiente del desagradable y ya asqueante problema de los pretendidos «plaguicidas inocuos», los cuales usa la humanidad día a día en nuestro mundo sintético civilizado (íd. 165, 166).

Segundo. En este terrible caso -de esta otra guerra de las galaxias de universos diminutos- las células germinales son las que sufren este trágico drama contra la Naturaleza. El hombre, la amiba, la gigante sequoya, la simple célula de la fermentación  no puede seguir existiendo como son  si se perturba la mitosis para la cual está destinada la célula germinal. La división celular (mitosis), será alterada en detrimento  de la conformación del organismo y esta anormalidad será, además, transmitida a su descendencia. Por esta senda de horror la Tierra ya nunca sería la misma, puede llegar a ser habitada por extrañas criaturas que habrían sufrido  un sobrecogedor número de mutaciones, donde las deformaciones serían la principal característica de los sobrevivientes. Las tumoraciones y mongolismos serán en ese repelente futuro lo corriente, y los síndromes que afectan la estatura o producen severas deficiencias mentales se confundirán en criaturas donde el sexo no queda bien definido. Son estas anormalidades absurdas y deplorables sólo algunas de las nuevas realidades que reconfigurarán al planeta ya hoy en día bastante maltrecho, cosa que ineluctablemente ocurrirá sí seguimos impregnando el medioambiente con productos químicos radio-miméticos que afectan a los equipos de cromosomas que se construyeron en un proceso evolutivo de dos mil millones de años (eones: un eón equivale a mil millones de años o a un período paleontológico). ¿No resulta un precio demasiado alto por conseguir frutos sin gérmenes, habitaciones sin zancudos, moscas y chiripas, o cultivos donde las primaveras son silenciosas y el paisaje es un desierto verde? (Ver al final de texto el APENDICE).

Hay que obligar mediante las leyes a los fabricantes de sustancias químicas a financiar  experimentos, mediante los cuales se puedan conocer los efectos que sus productos pueden tener en los genes (íd. 164/171), pero para que este se materialice es preciso que la «conciencia» se convierta en una fuerza de redención indetenible. La «conciencia» como fuerza crucial de la historia es el atributo determinante del «hombre nuevo», quien tendrá por principio-guía  reconocer al universo como un mundo holístico (Holón).
Células germinales y cromosomas del ser humano, una infinitesimal parte de nuestro organismo sometido a un bombardeo bélico que ya lleva un siglo de declarado y sólo es noticia esa prolongada guerra devastadora para las revistas científicas o libros como "Primavera silenciosa".   

NOTA N°1:
El deterioro de los reservorios genéticos que se están llevando a cabo atacando a las células germinales y seleccionando como objetivos brutales a los cromosomas es un daño de proporciones descomunales a la economía del sistema vida, la crisis que se puede desatar es apocalíptica. La soberbia humana no tiene parangón y nos convierte en la peor plaga del planeta, en vez de ser la cúspide del proceso evolutivo nos transformamos en bichos al desarrollar históricamente un Modo de Vida que se guía por los intereses mercantilistas, sólo cambiando el curso histórico volveremos a ser una prodigiosa «Criatura amical» para este planeta que es un punto insignificante en el cosmos. La humildad es la realidad basal del paradigma correcto.

GLOSARIO
Amical: amistoso. Criatura amical es una criatura amistosa.
Basal: Es la base de una formación orgánica. La humildad es la base de que sostiene el ser de una criatura amical.

 NOTA IMPORTANTE:
Incomodísimo.com modifica los textos de los libros que reseña, para llevarlos al estilo agridulce del blog, mediante el cual se deja entrever las verdades incómodas y subversivas que estas obras contienen, que alientan los artículos-reseñas de este Blog. En el caso de “Primavera silenciosa” nuestros textos dejaron fuera, el estudio de casos que con gran detalle Rachel L. Carson va describiendo y explicando, deja a sí mismo fuera, por lo general, a las interesantísimas soluciones alternativas que Rachel L. Carson  registra para resolver esos problemas que la civilización de la modernidad ha creado para tragedia de nuestra querida Gea o Pachamama. De allí que el libro en sí es insustituible y su adquisición es un imperativo, porque “Primavera silenciosa” es un libro fundamental para ser un medioambientalista por convicción bien fundamentada. Sin «ciencia» no hay «conciencia holística» o conciencia ecológica. Con aprecio de su Jefe de Redacción, Perro Senil.

Este libro fue adquirido en el Mesón de Ofertas, si mal no recuerdo, por Bs. 15 o Bs. 18 en la Librería Europa, Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela.

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos. Barcelona, España, 2001. Páginas: 255.

 APÉNDICE
Así concebía el imaginario medieval europeo, en los inicios de la conquista, a los habitantes del continente prodigioso que denominaban como «las Indias». Utopía al revés que puede ser realizada en el siglo XXI sí somos lo suficientemente estúpidos como para dejar que el cerebro del mercado decida por nosotros qué hacer con este planeta.

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Carson X: Mundo invisible

5:47 Posted by Perro Senil.

La Era industrial ha crecido para inundar nuestro medio ambiente de serios problemas sanitarios. Otras clases de  peligros aparecieron con el moderno sistema de vida, la radioactividad, las sustancias químicas y los plaguicidas. Su presencia lanza una sombra siniestra y amenazadora. Contaminan el mantillo, el agua y los alimentos, tienen el poder de dejar yerma la tierra. Es algo trágico cómo se absorben en los organismos vivos pequeñas cantidades de veneno de un modo invisible, es el anuncio de futuros desastres. (Carson,2001: 151, 152).

Los peores enemigos de la salud, los químicos perjudiciales, penetran los cuerpos sin que estos puedan percibirlos. Ya no se trata de cómo contaminan los suelos, los ríos o el aire, ahora el asunto no es el mundo que nos rodea, sino se trata del mundo invisible que está dentro de nosotros, es decir, nuestros tejidos, nuestros órganos, el interior de nuestras células. Se trata de la ecología del universo que conforma nuestra totalidad como ser vivo atacada del mismo modo que lo hace sobre el mantillo (íd. 152).

Las grasas del cuerpo, el tejido adiposo, se constituye en el lugar donde se acumulan los insecticidas, cuando se adelgaza por alguna enfermedad, la misma se complica, porque esos venenos pasan al torrente sanguíneo. Lo primero que se afecta es el hígado, órgano que preside distintas actividades vitales, entre otras proporciona la bilis para la digestión de las grasas y, está profundamente implicado en el metabolismo de los principales elementos alimenticios, como el azúcar, las proteínas, el plasma sanguíneo. El hígado nivela el colesterol, las hormonas masculinas y femeninas, ayuda a almacenar las vitaminas. Sin un hígado funcionando bien el cuerpo queda indefenso ante los venenos, porque con sus funciones los convierte en inocuos. Pero al hígado dañado lo pueden dañar los plaguicidas -venenos muy peligrosos- y enferma de hepatitis o de cirrosis. Estos mismos químicos afectan también el sistema nervioso, atacando el cerebelo y el cortex, lo cual traerá cansancio, pesadez, dolor de los miembros, estado mental angustioso, extrema irritabilidad, temblores, aversión al trabajo y sensación de incapacidad intelectual (íd. 153/155).

La guerra contra los insectos se vuelca contra nosotros mismos cuando el control de las plagas reposa sobre los insecticidas químicos, uno de ellos es el dieldrín, éste puede traer pérdida de la memoria, insomnio, pesadillas y hasta la locura. Otro son los fosfatos orgánicos que tienen la capacidad de producir efectos perniciosos en el tejido nervioso y desordenes mentales. Y esto sin describir los síntomas terríficos de un envenenamiento por entrar en contacto las manos o los ojos o el aparato digestivo con estos productos tóxicos que rodean nuestras vidas en el lugar de trabajo o en los hogares. La destrucción temporal de los insectos mediante los plaguicidas trae un precio muy alto para nuestro íntimo y vulnerable mundo invisible -el interior de nuestro cuerpo- (íd. 157, 158).   
El control de plagas mediante insecticidas crea un entorno limpio de plagas, pero desgraciadamente un mundo invisible contaminado y envenenandose micrón a micrón durante toda la vida. El desarrollo de la ciencia del control de la naturaleza debe recibir un apoyo irrestricto, para conseguir con urgencia medios y métodos alternos ecológicamente sanos para limitar los bichos A ese plan se oponen los intereses de los fabricantes de plaguicidas que con sus aerosoles, espirales, plaquitas y líquidos obtienen fortunas considerables. Los movimientos medioambientalistas, en consecuencia, deben constituirse en una fuerza combativa que contrarreste con eficacia a quienes están creando las pandemias modernas. 
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Carson IX: Balumba

5:50 Posted by Perro Senil.

El ciudadano está rodeado de productos mortales y mantiene contacto con ellos a pequeña escala, día tras día, año tras año. Ese vínculo con peligrosos productos químicos, puede sernos desastroso. Cada uno de esos roces con esos tentáculos de contaminación contribuye al progresivo envenenamiento por acumulación (Carson, 2001: 141).
Se rocían las casas con insecticidas corrientes para uso doméstico, el uso de los venenos en la cocina se ha hecho, mediante una balumba de propaganda, en atractivo. Se nos dice que no es dañino ni huele a nada. La jardinería también suscita a los insecticidas a ingresar a nuestros hogares, en este caso, no son sólo muy peligrosos como los domésticos, son supervenenos (íd. 142).



Al mercado ingresan un río incesante de nuevos preparados, para aplicarlos en la ropa o en la piel como repelentes, ceras garantizadas que matará a cualquier insecto que pase por encima, otros productos químicos venenosos están incorporados a pinturas o son un componente en los nuevos materiales sintéticos (íd. 142, 143).
En los alimentos que ingerimos en restaurantes están presentes esos productos -los análisis realizados a los alimentos han dado positivo- promovidos por la balumba de propaganda que  señala que es imprescindible su uso. Además, antes de recibir sus dosis de insecticidas en esos locales, esos  venenos ya vienen incorporados en las carnes  y en todos los productos derivados de la grasa animal, están en la mantequilla, quesos y productos lácteos, pues contienen fuertes residuos de esos químicos indeseables. El  Departamento de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos calificó este hecho de «muy descorazonador» (íd. 143/145).
Esos resultados positivos -sobre alimentos contaminados- alarman, porque los análisis realizados en las fuentes proveedoras de ingesta alimenticia señalan sobrecogedoras violaciones de las normas de seguridad en el empleo y uso de estos insecticidas, por ejemplo, los hortelanos aplicaban dosis superiores a las indicadas en las instrucciones de los productos y abusaban en el número de insecticidas aplicados, también ocurren contaminaciones por accidente que impregnan los alimentos ¿Pero nos protege el gobierno de semejantes cosas? No (íd. 146).

Las autoridades de sanidad permiten una pizca de veneno en nuestros alimentos -un poco de éste, un poco de aquel-, el nivel de tolerancia pasa por alto el amontonamiento de productos químicos de diferentes procedencias, por consiguiente no tiene significado hablar de «inocuidad». Se está autorizando la contaminación pública de la comida, al consumidor le dan el veneno sin miramientos (íd. 146/148).

La educación del público para que no acepte ninguna cantidad de residuos químicos, pasa por reglamentar la balumba de propaganda que hace atractivos a los insecticidas y como de uso imprescindible. El consumidor debe conocer la verdadera naturaleza de estos productos y su larga lista de víctimas. Estos productos que se ofrecen a la venta en las tiendas y supermercados son parte importante de un arsenal que cada día es más vasto de armas contra los comensales. Quienes lo compran tienen el derecho de saber el daño que causan al medio ambiente y esto se logra incorporando esa información en sus etiquetas y en los sketch publicitarios (íd. 148, 149). Estamos en el derecho de saber cuándo el alimento que adquirimos proviene de una localidad libre de venenos.  

GLOSARIO
Balumba: conjunto desordenado y excesivo de cosas.

Sketch: pieza breve, escena o historieta que se transmite por televisión.

Los insecticidas pasan por productos «caseros», «hogareños» y «familiares» en la balumba de propaganda con la cual somos bombardeados en la televisión y, no simplemente como lo que son: «Veneno» que no sólo causan víctimas entre las plagas, sino también sobre todos los seres vivos.

Carson VIII: Gran Negocio

7:10 Posted by Perro Senil.

En los Estados Unidos las pulverizaciones aéreas son una «pasmosa lluvia de muerte» que se lanza sin discernimiento desde el aire sobre bosques, plantíos y ciudades. Son millones de acres de terrenos sometidos a campañas masivas. Operaciones basadas en una enorme exageración de la necesidad de las mismas (Carson, 2001: 127).

Estos programas no alcanzan a realizar sus propósitos. Es el caso de la polilla egipcia, esta permanece en Estados Unidos desde hace cosa de un siglo. Pero es en el siglo XX que la guerra total del Departamento de Agricultura contra este insecto empezó a escala ambiciosa (íd. 128). Rociaron huertos y granjas, lagos y marjales, también los suburbios. El malestar causado trajo las quejas de los ciudadanos que llegaron incluso hasta los tribunales (íd. 129).

Las pérdidas por estas lluvias de muerte fue cuantiosa, pero los contratos concertados con una firma fuera del Estado, sin dirección y sin el requisito legal de registrarla libró a los empresarios encargados de la fumigación de las querellas judiciales por los daños infringidos a los ciudadanos y a la Naturaleza. Un testimonio del destrozo decía «Es una cosa verdaderamente angustiosa eso de pasar por un jardín en mayo y no oír un zumbido de abeja» (íd. 131).

 El balance del «gran negocio» es que sus promotores obtuvieron enormes ingresos, pero la polilla egipcia reapareció después de ser aplicado este desastroso programa, la dispendiosa operación le salió cara a los contribuyentes, en realidad no había servido de nada (ídem).

El Departamento después de este fracaso se olvidó de la polilla y se embarcó  en otro plan más ambicioso, esta vez prometían el «descaste» de la hormiga roja. Un insecto que no estaba en la lista de plagas, pero que los burócratas lo describían como un azote y un asesino de pájaros, ganado y hombres, emprendiendo una de las campañas publicitarias más notables de su historia. En la propaganda cinematográfica se montaron escenas horrorosas, la hormiga roja fue descrita como seria amenaza a la agricultura y vida silvestre. Además su picadura era inminentemente peligrosa para la salud humana- Nueve estados del sur debían ser pulverizados, para lo cual ganaron el apoyo en el Congreso (íd. 132, 133).

En edificios como este -Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica- se someten los programas que van a ser aplicados en la nación, es probable que estas campañas de fumigación contra la polilla egipcia y las hormigas rojas fueron aprobadas, porque se esperaba librar a los EE.UU. de unas serias amenazas insectiles, pero también porque por sus costos, escala e involucramiento de diferentes actores del mercado sería un estímulo para la economía norteamericana, es decir, ayudaría a registrar tasas de crecimiento del producto interno bruto. El asunto es que esas campañas las pagan los contribuyentes y estos al contrario de aquellos actores del mercado en vez de resultar beneficiados resultaron perjudicados, porque al contaminar el medio ambiente se desvaloriza el patrimonio público, lo cual es lo mismo que empobrecerse mientras aquellos se enriquecen. El problema del siglo XXI es que sí se traslada esa agricultura industrial y química con las transnacionales del alimento hacia Nuestra América, se llegue a ver  actuar en nuestros Congresos o Asambleas nacionales a quienes propongan a las cámaras deliberantes esas masivas fumigaciones contra las “plagas” insectiles, que enriquecen a unos pocos y depauperan a todo un colectivo.

Los datos estadísticos y científicos recabados de diferentes fuentes, incluidos los informes del mismo Departamento de Agricultura y de la Sociedad Entomológica, no respaldaban las aseveraciones alarmistas, por lo contrario  señalaban: «los daños en las plantas son raros en general», «no se ha recibido ningún informe de destrucción de ganado». Y en cuanto a la incidencia en la salud humana, se registraba que sólo se había producido una muerte de un individuo sensible a la picadura de insectos, en contraste, en sólo un año las picaduras de abejas y avispas habían provocado 353 decesos, sin que a nadie se le haya ocurrido la propuesta de «descastar» a estas especies (íd. 133).

El «gran negocio» de combatir a las hormigas rojas paradójicamente produjo los resultados nefastos que se le endilgaban al insecto, los venenos utilizados en esta campaña crearon verdaderas devastaciones en la vida silvestre y la muerte de aves de corral, así como infligieron pérdidas a la ganadería y problemas serios en otras bestezuelas domésticas como cerdos y cabras. Entre los pájaros las estadísticas negativas son sobrecogedoras. Esta situación sólo se produjo en terrenos tratados contra las hormigas rojas ¿qué hay del ganado de leche que pasta en esas tierras? ¿Acaso se tomaron o no precauciones para proteger a nuestros niños que toman leche de esas vaquerías? la respuesta es negativa (íd. 134/137).

Este programa del Departamento de Agricultura en la práctica era más caro, más perjudicial y menos eficaz que otros métodos de control alternos. No sólo no se destruyeron de un modo permanente las hormigas rojas, sino que al combatirlas se eliminaron colateralmente a las especies predadoras de insectos, lo cual provocó el resurgimiento impetuoso de insectos destructores de cultivos. Ahora hay más que nunca terrenos infestados que cuando se inició el programa (íd. 139). Irónicamente los métodos alternos tienen un gran defecto en una economía mercantilizada, no poseen la enorme ventaja de constituir una extraordinaria oportunidad de concretar un «gran negocio».

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