Revolución de la riqueza III: Antropofagia
De la antropofagia al gran viraje o giro entero
Alvin y Heidi Toffler hacen un recuento de la colosal historia
por la cual hemos transitado los humanos, dicen:
Los seres humanos llevan milenios produciendo riqueza. Lo
hemos logrado mediante la invención colectiva de «sistemas de riqueza». Es
la forma en la que se crea la riqueza. Con la domesticación
de animales, la caza y la recolección se creó un «sistema de supervivencia»
exitoso. Pero fue la capacidad para producir un excedente económico lo que hizo
posible el primer sistema de riqueza (Toffler, 2007: 47, 48).
El primer «sistema de riqueza» surgió al
plantar la primera semilla, introduciendo así una manera de crear riqueza. Se
instituyó una fiesta anual en honor de esa innovación. La invención de la
agricultura significó que, en los años buenos, el trabajo podía producir por
encima de la mera subsistencia. Y eso conllevó a establecerse en aldeas, y en
almacenar cosechas para los años malos (íd. 48).
Pero, con el tiempo se formaron
las élites dirigentes, que impusieron un control de todo o parte de dicho
excedente, surgiendo de ese poder un estado dinástico, donde la élite gozó del
lujo, los grandes palacios, los templos, las cortes, de arquitectos y magos, y
de artistas y músicos, mientras los campesinos pasaban hambre. La élite se hizo con las tierras, esclavos y
siervos (ídem). El hombre se engullía a los hombres.
La civilización agrícola creó «una
zona de prosperidad» que trajo consigo
una mayor división del trabajo, el intercambio y la pobreza extrema. Durante
largos siglos esta situación no cambió, en el siglo XIV Europa era castigada
por hambrunas cada tres o cinco años. Realidad que se extendió hasta entrado el
siglo XVII. Hamburgo perdió una cuarta parte de su población en 1565, Venecia,
una tercera parte en 1575/1577 y Nápoles, casi la mitad en 1656. En 1528, un
personaje llegó a afirmar: «Me comeré a mí mismo, y así moriré bien alimentado»
(íd. 49).
Los campesinos hambrientos
afluían a las ciudades, creando poblaciones «semimarginadas» y mendicidad
masiva. En nuestros días, esto mismo ocurre en gran parte del mundo del siglo
XXI (íd. 49, 50).
Un segundo sistema de riqueza,
la industrialización, empezó a emerger a finales del siglo XVII y mandó a lo
largo del tiempo una segunda ola de
transformación por buena parte del planeta. Las nuevas ideas fueron: producir
en fábricas, desarrollar el urbanismo, utilizar la energía fósil, la producción
en serie, la educación masiva, los medios de comunicación abarcantes y la
cultura de masas (íd. 50).
Los «modernizadores» se
convirtieron en las nuevas élites del «desarrollo». Se propició el auge, la
expansión de la riqueza más allá de los sueños. Pero, también apareció la
contaminación, el colonialismo y las guerras en una escala sin precedentes. No
obstante, la estandarización, la especialización, la sincronización, la
concentración, la centralización y la maximización de la economía de escala
crearon formas que crearon grandes expectativas en el género humano, estas fueron:
el capitalismo angloestadounidense, el comunismo del campo socialista, la «tercera
vía sueca», la variante japonesa, la versión coreana (íd. 51).
Hoy en día hay un mil doscientos
millones de personas, en una treintena de «países desarrollados», donde estas fronteras de
bienestar y la modernidad crean a la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo (OCDE), la cual pone en evidencia una zona rica (ídem), sacudida en
nuestros días por una crisis que se teme sea sistémica, infectada con el
creciente desempleo y donde la pérdida de un estándar de vida permite
que los gobiernos realicen una labor asistencialista con las empresas (!!!) -antropofagia actual-.
En medio de ese caos, la tercera
y más reciente ola de riqueza, lo que tiene de sorprendente es que está
convirtiendo en ideas viejas lo que hizo espectacular a la civilización
industrial, todas sus cualidades están siendo alteradas y tomando un nuevo
rumbo, y un nuevo contenido que modifica de modo radical el modo de producir y de
consumir. La tercera ola sustituye los factores tradicionales de la producción
industrial -tierra, mano de obra y capital- por el conocimiento cada vez más refinado y sutil.
La tercera ola de riqueza desmasifica la producción, los mercados y la sociedad
(ídem). Es un viraje que puede convertirse en un giro entero.
Esta última ola es un cambio
profundo y radical. Y se encuentra, por ejemplo, en China, India y Brasil
solapada con las otras dos olas. De tal modo que en esas sociedades se emplea
la primera civilización que hacía crecer las cosas, la segunda que fabricaba
cosas, y ahora emerge la tercera que se caracteriza por pensar, saber y
experimentar, para prestar servicios bajo modalidades totalmente nuevas que
modifican el papel de los individuos en el sistema (!!!). Sus consecuencias
económicas y culturales tal vez nos conduzcan a que la civilización abandone la
antropofagia. Los fundamentos subterráneos de los que depende el futuro están
apenas tomando forma, pero sus primeros indicios están mostrando fenómenos
totalmente inéditos y posibilidades que nunca fueron imaginadas (íd. 52 y 53).
Tal vez las nuevas fronteras de bienestar que los Toffler anuncian, erradiquen
las discriminaciones entre unos y otros, discriminaciones que condenan a
millones de hombres y mujeres a ser devorados por las despiadadas crisis
económicas, infames acontecimientos que se gestan para proteger a un sistema capaz
de producir ingente riqueza falaz, porque desgraciadamente esa segunda civilización es carnívora -caníbal-,
incontinente engulle hombres,
pueblos, sistemas, e incluso, amenaza al mismo planeta.
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