Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (c)

6:23 Posted by Perro Senil.

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PRÓXIMO SABADO SE PUBLICARÁ: Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (d) (FIN)

Aprendiendo a medir se pudiese descubrir lo que podría ser un modo de vida exitoso
Cuando la burbuja estaba creciendo se inflaba el valor de las inversiones inmobiliarias así como los beneficios, las mediciones del PIB indicaban que todo iba de lo mejor, y se pensaba que el rendimiento de la economía era todo un éxito. Pero medir el PIB bajo esas condiciones no daba una imagen fidedigna de lo que estaba ocurriendo, la realidad era otra y no era de éxito sino de fracaso. La crisis pues demuestran lo muy distorsionados que pueden estar los precios del mercado, lo cual distorsiona la medición del rendimiento que se tiene en esa sociedad. Para medir el verdadero rendimiento se tienen que tomar otros aspectos en cuenta, porque aún sin la crisis, los precios de todos los bienes están distorsionados, ya que hemos tratado nuestra atmósfera y nuestra agua como si no tuviesen ningún valor, cuando de hecho son bienes escasos y en consecuencia alterarlos mediante las emisiones de carbono (contaminarlos) atenta contra su inapreciable valor. La distorsión del costo de cada mercancía concreta depende en consecuencia de la cantidad de «carbono» que implique su producción y no sólo de los componentes convencionales que se usan para producirla (Stiglitz, 2010: 329). La sociedad debe aprender a medir de la manera correcta su rendimiento para saber si está teniendo éxito o si está fracasando.

Un buen rendimiento es también un medio ambiente mejor. Nuestro crecimiento económico se ha basado demasiado en pedirle préstamos al futuro: hemos vivido por encima del potencial de nuestros medios, cuando la lógica nos indica que debemos actuar por debajo de ese potencial para no aniquilarlo. El resultado de ese error es el agotamiento de los recursos naturales y la degradación del medio ambiente, lo más odioso de esos préstamos a futuro es que son unas deudas que no se ven. Estamos empobreciendo a las futuras generaciones, pero nuestro indicador que es el PIB, no lo refleja (íd. 330).

El PIB como unidad de medida no mide el bienestar. EL PIB per cápita mide lo que gastamos en atención sanitaria, pero no su resultado, es decir, nuestro estado de salud, reflejado por ejemplo en la esperanza de vida. El PIB per cápita de Estados Unidos es aparentemente más alto que el de Francia o el del Reino Unido, pero nuestro sistema sanitario es menos eficiente. Gastamos mucho más para obtener resultados mucho peores (ídem).

El PIB puede incrementarse, pero a pesar de ese aumento a la mayoría le va peor, eso ocurre cuando las sociedades se vuelven menos igualitarias. Una tarta más grande no significa que todos obtengan un trozo mayor. En Estados Unidos en 2008 la renta promedio de las familias fue un 4 por ciento más baja que en el año 2000, aunque el PIB per cápita aumentó un 10 por ciento (ídem).

El objetivo de la producción social es aumentar el bienestar de los miembros de la sociedad. Nuestro sistema de medir no es bueno. Necesitamos indicadores que reflejen cómo le va al individuo medio, medir el promedio de ingresos es mejor que medir la renta per cápita. También hay que medir la sostenibilidad, es decir, tener en cuenta el agotamiento de recursos y el impacto sobre el medio ambiente, así como el endeudamiento (de los préstamos al futuro). O bien que reflejen la conectividad con los demás, como la educación y la salud, porque en esas mediciones los países escandinavos obtienen mejores resultados que los Estados Unidos, que bajo esos parámetros ocupa el decimotercer lugar. Hacer hincapié en esos valores –los que venimos comentando- ya es descubrir otra forma de plantearnos la orientación de nuestra economía y nuestra sociedad (íd. 330 y 331).

Derechos políticos pero también económicos
Los políticos, especialmente los de derechas, han prestado mucha atención a preocupaciones como garantizar los derechos de propiedad. Pero irónicamente muchos han declarado que la seguridad individual debería reducirse, recortando la Seguridad Social y la seguridad en el empleo para los ciudadanos de a pie, es irónico porque estaban perdiendo sus casas y empleos, cuando lo que debían eran conservar sus casas y sus trabajos. En esta recesión, 2.4 millones de personas han perdido su seguro de enfermedad porque han perdido su empleo. La mayor seguridad es lo que debiera implementarse, porque puede tener incluso un efecto positivo sobre el crecimiento. Los programas que ayudan a la gente a pasar de un empleo a otro contribuyen a que el talento humano se emplee mejor. Esto es lo que hay que hacer en vez de estar estableciendo una red de seguridad para las empresas ¿Por qué deberían los derechos de las empresas ser más importantes que los derechos económicos básicos de los individuos, como el derecho de acceso a la salud, a la vivienda, a la educación? ¿O el derecho a un mínimo nivel de seguridad? (íd 332 y 333).

Ésos son los temas básicos a los que todas las sociedades deben enfrentarse. Esos temas de derechos no nos vienen dados por Dios. Son construcciones sociales. Podemos pensar en ellos como parte del contrato social que rige nuestra convivencia. Entre los valores que deben ser sometidos a criterio de los ciudadanos están valores como el ocio, Estados Unidos no ha disfrutado de más ocio, lo que le correspondería si se toma en consideración lo que señalase Keynes hace setenta y cinco años cuando celebraba el hecho de que la humanidad, por primera vez en su historia, estaba a punto de liberarse del «problema económico», porque con los avances de la ciencia y la tecnología se lograrían cubrir las necesidades básicas con menos horas de trabajo a la semana. Lejos de esa predicción el número de horas trabajadas por familia de hecho se ha incrementado en un 26 por ciento durante los últimos treinta años, y esto ocurre porque el individuo requiere de mayores ingresos para tener dos coches en cada garaje, iPods en cada oreja, convertirse en obeso y ropa sin límites para darle salida a una producción orientada a crear una sociedad consumista, donde compramos y tiramos. Europa tomó un camino muy distinto. Lo normal son unas vacaciones de cinco semanas y a los europeos les horroriza pensar que nosotros, en general, sólo tenemos dos. La mayoría de los franceses no se cambiarían por la mayoría de los estadounidenses. La producción por hora de los franceses es superior a la de Estados Unidos, pero el francés medio trabaja menos horas al año y tiene menos ingresos, ellos no compran y tiran, ni tienen por ideal el superconsumismo, ellos valoran el derecho del ocio el cual puede ser particularmente muy importante para los millones de personas cuyo empleo les ofrece pocas satisfacciones inmediatas (íd. 333 y 334) por desempeñarse en trabajos tediosos que no estimulan la creatividad o al intelecto.

Deberíamos preguntarnos si éste es el camino que deberíamos escoger. Tal vez no seamos capaces de decir que estilo de vida es el mejor. Pero el estilo de vida americano no es sostenible. Hay otros que lo son más. Estados Unidos tendrá que cambiar, y deberá hacerlo de prisa (íd. 335).

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Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (b)

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Próximo miercoles se publicará: Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (c) 

Una sociedad responsable vela por las externalidades
Una nueva sociedad debe ser responsable, porque no es admisible que las compañías financieras u otras entidades digan que no son ellas las que deben decidir lo que está bien o lo que está mal. Un banco, sostienen, sólo tiene obligaciones con sus accionistas de prestar dinero si ello genera beneficios, no importa si a quien se le preste genera un producto adictivo que mata. Y prosiguen su descarga de responsabilidades al concluir que es el gobierno el que debe decidir lo que está bien o lo que está mal. Este razonamiento les permite salir del paso para no asumir responsabilidades, pero el asunto es más grave aún, mientras asumen esa actitud simultáneamente gastan grandes sumas tratando de conseguir que la legislación les permita dedicarse a esas prácticas donde pueden obtener más beneficios (Stiglitz, 2010: 326).

La economía sin querer, dio pie a esa falta de responsabilidad moral. Una lectura ingenua de Adam Smith pudo sugerir que eximía a los agentes del mercado de tener que plantearse cuestiones morales. Lejos estuvo Adam Smith de de sugerir tal monstruosidad. Con esa lectura torcida de este economista británico se pensó que no importaba si en persecución del interés propio se violara todo lo que es correcto, al fin y al cabo -piensan-, se conseguirá el bienestar de la sociedad gracias a la mano invisible del mercado. Pero es obvio que perseguir el propio interés con codicia no condujo a ese resultado, ni en este episodio de la crisis inmobiliaria ni en los escándalos anteriores que afectaron a Worldcom y a Enron (íd. 327).

Los banqueros persiguiendo sus intereses privados nos llevaron a desastrosas consecuencias sociales, y no generaron ningún bienestar social, ni siquiera el bienestar de los accionistas. Peor aún como el mundo está lleno de externalidades, entonces, la quiebra de un banco tiene potencialmente efectos desastrosos sobre otros; la quiebra del sistema bancario trae efectos devastadores sobre la economía, los contribuyentes, los trabajadores, los negocios y los propietarios de casas. La ejecución de una sola hipoteca hace bajar el valor de mercado de las casas vecinas, aumentando la probabilidad de que sus hipotecas también sean ejecutadas (ídem).

Las externalidades son pues de un enorme peso económico y éstas nos indican que la economía depende de la responsabilidad de todos. El modelo individualista del estadounidense rudo y aventurero, en el cual cada quien es responsable de sus propios éxitos o fracasos y, por el cual cada triunfador se embolsa el premio de sus esfuerzos es sólo un mito. «Un hombre no es una isla». Lo que hacemos tiene importantes efectos sobre los demás (son las externalidades de nuestras acciones); y si somos lo que somos es gracias, al menos en parte, a los esfuerzos de los demás (ídem). De la responsabilidad de todos es que depende de que los individuos alcancen retribuciones -premios- por sus esfuerzos.

«Yo sólo hacía mi trabajo» es un comportamiento irresponsable
A pesar de la devastadora crisis que se abalanzó sobre la sociedad estadounidense en los mercados financieros actuales, casi todo el mundo proclama su inocencia. Todos se limitaban a hacer su trabajo. Pero su trabajo consistía en explotar a otros o en vivir del resultado de esa explotación. A largo plazo la sociedad no puede funcionar bien si la gente no asume la responsabilidad de sus actos. «Yo sólo hacía mi trabajo» no puede ser un argumento para la defensa. La gente se ha venido apuntando los tantos de su éxitos, pero no se ha hecho responsable de sus fracasos, cuyos costos han tenido que pagar otros. En ese razonamiento los éxitos se deben a sus esfuerzos y los fracasos a fuerzas que no están bajo mi control, esta manera de pensar es de lo más irresponsable. En una sociedad capitalista el precio de un fracaso es la quiebra. En la sociedad japonesa, un consejero responsable de destruir a la empresa, poniendo a miles trabajadores en la calle, podría cometer haraquiri. En el Reino Unido, los consejeros dimitían cuando sus empresas quebraban. En Estados Unidos, los consejeros están luchando por mantener o aumentar sus primas lo cual es del todo escandaloso. Una sociedad de ese tipo -la estadounidense- no tiene justificación alguna (íd. 328).

Las empresas tienen que hacer algo más que simplemente maximizar su valor en el mercado. Y los individuos, dentro de las empresas, deben pensar más en lo que hacen y en las consecuencias que eso tiene para los demás. No pueden contentarse con decir que «simplemente» maximizan sus ingresos. Una sociedad responsable es inevitable para tener una nueva sociedad (íd. 329).

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Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (a)

6:01 Posted by Perro Senil.

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DÍA SÁBADO APARECERÁ: Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (b)

La quiebra de la confianza golpea a la sociedad estadounidense.
La crisis ha puesto al descubierto no solo los errores en el modelo económico, sino también los errores en nuestra sociedad. Fue demasiada gente la que se aprovechó de los demás, lo que revela que vamos en dirección contraria a una sociedad donde puede imperar la confianza. Hemos creado una sociedad en la que el interés materialista se impone al precepto moral, en la que no actuamos juntos como una comunidad para satisfacer las necesidades comunes, en donde un feroz individualismo ha llevado a la explotación de los individuos incautos y vulnerables por aquellos que tienen la oportunidad de hacerlo gracias a su talento. Y por esa vía hemos llegado al Gran fraude de comienzos del siglo XXI y con él a la Gran Recesión mundial de nuestros días. Se ha quebrado la confianza entre nosotros y sobre nosotros (Stiglitz, 2010: 321, 322).

Creando especuladores
Un mercado no regulado y un gobierno que tiene por política el asistencialismo corporativo han modelado nuestra economía, y al hacerlo, también nos han modelado a nosotros y a nuestra sociedad ¿Como nos han modelado es lo que queremos? ¿Qué tipo de sociedad queremos? (íd. 322). Porque cuando el tipo del impuesto que grava los beneficios de la especulaciones es más bajo que el que grava las rentas del trabajo, ¿no estamos con decisiones de ese tipo animando a los jóvenes a dedicarse a la especulación? Creemos que sí, porque -en efecto-se estaría valorando más la actividad especulativa que la productiva (íd. 323, 324). La economía pues modela a la sociedad y a los individuos y una nueva sociedad requiere, entonces, un Nuevo Capitalismo (íd. 322).

Los beneficios personales en correspondencia con el bienestar social
Nuestros mercados financieros asignaron mal el capital y esto creó la burbuja inmobiliaria, eso ya lo sabemos, pero este mercado no sólo asigna el capital a los sectores de la economía, también asigna el talento humano, y eso es muy importante porque es nuestro recurso más valioso, e interesa dónde esté asignado, es decir, importa si se asigna a aumentar la mejora de la economía y un mayor bienestar social o si se asigna a explotar a los más débiles y vulnerables como ocurrió en esta crisis. Interesa pues para crear una nueva sociedad responder ¿quiénes deben obtener los mayores ingresos?, los que trabajan para la innovación o los que trabajan para la especulación. Pero hay además cosas que son más importantes que los ingresos. Cuando era joven me pregunté qué quería ser de mayor. Mis padres me dijeron “El dinero no es importante. Nunca te dará felicidad. Usa el cerebro para ser útil a los demás. Eso es lo que te dará satisfacción”. Ese consejo me llevo a pensar como economista que los beneficios personales deben guardar proporción con los beneficios sociales que produzca tu actividad, en otras palabras, las retribuciones altas por el trabajo deben estar determinadas por la contribución que ese individuo hace para la mejora de la sociedad (íd. 322 y 323). Entonces se requiere de una sociedad que recompense con buenos ingresos a quienes más beneficio genere a la sociedad.

La equidad es la finalidad de la redistribución del ingreso
Dentro de la misma línea de razonamiento: Antes había un contrato social en lo tocante al reparto razonable de los gastos por sueldos y salarios. En las compañías, la paga del jefe solía ser cuarenta veces mayor que la del empleado medio -en Europa y Japón esa desigualdad no era tan grande como en los Estados Unidos- pero, cuando llegó la era de Margaret Tatcher y Ronald Reagan, esa equidad a lo americano fue remplazada por otro criterio: cuánto creían los propios ejecutivos que debían cobrar, y la desigualdad aumentó exponencialmente (íd. 323). Las retribuciones de los ejecutivos se han disparado, pasó de cuarenta veces a cientos o miles de veces más sin que se hayan vuelto ni más capacitados, ni más productivos, ni más escasos. Hay sencillamente a partir de una etapa de nuestra historia donde una mala redistribución del ingreso se hizo la norma y esto ocurrió a la par de la política de la desregulación y del asistencialismo corporativo que afectó dramáticamente a los trabajadores de los niveles inferiores -sus ingresos se estancaron o se degradaron- (íd. 292). Se han pervertido, pues, nuestros valores (íd. 323). En necesario recobrar la equidad y avanzar dentro de ella hacia las más grandes conquistas, para tener una sociedad donde el ideal de la igualdad permita mayor cohesión social.

Importan las decisiones que se tomen acerca de qué parte de los ingresos de la empresa irá a parar a los ejecutivos, a los accionistas, a los empleados y a los obreros, esa redistribución es significativa si es más equitativa o si es más injusta, porque de esto depende una sociedad más ferozmente individualista y más dividida, o bien una sociedad con mayor cohesión social, con un juego más limpio, donde todos juntos buscan resolver necesidades comunes, es decir, una sociedad nacional que se sienta y sea más como una comunidad (íd. 323).

La crisis moral no crea prosperidad económica
Recapitulando se puede decir que en Estados Unidos no sólo ocurrió, entonces, una crisis económica, existía aquí una crisis moral que marchó a la par de aquella. Y de esa búsqueda incansable de beneficios y la persecución del propio interés que se desató en esos años, hemos de considerar, que quizás no han creado la prosperidad que se esperaba, pero sí que ha contribuido a crear un déficit moral que nos precariza como sociedad. No es creíble que los creadores de hipotecas y los bancos de inversión no supieran que los productos que estaban emitiendo, adquiriendo y reempaquetando eran tóxicos y venenosos. En conclusión la nueva cultura financiera era la cultura del fraude (íd. 324). La ética debe caracterizar a la nueva sociedad.

Pero lo más difícil de perdonar en esta historia, es la depravación moral de explotar al sector de los estadounidenses pobres e incluso a los de la clase media, porque en esa carrera hacia el fondo lo que se observó es que se alcanzó la máxima depravación posible. Esa sociedad modelada por un mercado desregulado y un gobierno que practica el asistencialismo corporativo, es impensable que no deba ser cambiada por una nueva sociedad más equilibrada, por una sociedad no desquiciada por la avaricia y la codicia sin límites. Esa sociedad tiene que ser transformada porque lleva directo a la crisis en todos los órdenes. Los financieros sabían en esa sociedad inmoral que los altos beneficios a corto plazo (acompañados de elevadas comisiones) probablemente irían seguidos de grandes pérdidas, lo cual según sus contratos no afectaría sus bonos. Si ganar dinero era el principal objetivo en la vida, cualquier comportamiento para conseguirlo era aceptable. En todas los episodios de crisis la marca indeleble que se observa es una total falta de escrúpulos morales y, en esa historia, la lista de los financieros « faltos de ética» es larga (íd. 325). Se mire como se mire, nuestros bancos y nuestros banqueros, tanto antes como durante la crisis, no observaron las normas morales que hubiera cabido esperar, especialmente en lo tocante a la explotación de la gente corriente que les pedía créditos (íd. 326). La crisis moral llevó a grandes pérdidas económicas.

La falsa moral debe ser desterrada
La sociedad norteamericana vive la moral de las compañías tabaqueras. Según esa moral no hay nada malo en ellas porque no infringen la ley, cuando todo el mundo sabe que fabrican un producto adictivo que mata. Pero parece que la sociedad estadounidense está dispuesta a salir del paso y seguir adelante como si no supiese de esas cosas de fondo. Lo curioso de esto es que así como existe una jurisprudencia que legitima las actividades de las compañías tabaqueras, la verdad que hay detrás de esta legitimidad es que, la comunidad empresarial se gasta grandes sumas tratando de conseguir que la legislación les permita dedicarse a prácticas que en nada contribuyen al bienestar social ni al económico de la sociedad. La industria financiera trabajó mucho para frenar una legislación que evitase los créditos depredadores, se esforzaron para dinamitar leyes estatales de protección del consumidor y para asegurarse de que el gobierno federal no fuese eficaz a la hora de regular sus operaciones. Es esa vieja sociedad la que debe extinguirse, donde todo era correcto porque todo era legal y donde todo era aceptable porque se atenían a las normas light que fijaba el gobierno domesticado por las megaempresas dedicadas a defraudar a la gente corriente de esa sociedad (íd. 326).

La Gran Depravación versus la Gran Confianza
Un mercado que funcionó sin ningún escrúpulo moral, en consecuencia, no sólo provocó la abominable irrupción de un Gran fraude a nivel nacional y una aberrante crisis en la economía mundial, sino que trajo el enorme e incuantificable costo social de la pérdida total de confianza entre los elementos que hacen vida natural e institucional de este país, y en esas condiciones los límites entre la crisis moral y la crisis económica dejan de existir pues ambas se confunden en una gran depravación. Todo eso impone la necesidad de construir una Nueva Sociedad sobre la base de la confianza si se desea tener un futuro promisor, tal es el dilema actual en el que se debate el destino de los Estados Unidos de Norteamérica. Cambiar o declinar.

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Stiglitz VI: Explotando a los pobres (c)

6:38 Posted by Perro Senil.

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PRÓXIMO MIERCOLES: Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (a)

El costo de unos fallos: Un derroche sin paragón en la historia
Los fallos de las administraciones Bush y Obama figurarán entre los errores más costosos de un gobierno democrático moderno de todos los tiempos. En Estados Unidos, la magnitud de los avales y de los rescates se aproximó al 80 por ciento del PIB estadounidense, unos 12 billones de dólares. Pero además de las sumas anunciadas, se concedieron cientos de miles de millones de dólares en pagos encubiertos. Todo lo cual resultará muy costoso para los contribuyentes, además de exponerlos a un elevado riesgo. Es una donación enorme, pero queda oculto para los contribuyentes (íd. 150).

La intervención masiva de la administración de Bush y Obama con los rescates no se puede confundir con socialismo, porque según los chinos se supone que el socialismo se preocupa por la gente. El socialismo estilo norteamericano no hizo eso. Sólo fue una versión ampliada del asistencialismo corporativo americano. Todo el riesgo se trasladó al gobierno; la red de seguridad se amplió a las sociedades anónimas. Wall Street ha utilizado su poder y su dinero para comprar la desregulación, seguida rápidamente del rescate más generoso de la historia de la humanidad. Los contribuyentes corrientes tuvieron que soportar el grueso del costo del desplome del sector financiero, pero lo trágico de esta historia es que la estructura del sistema financiero ha empeorado (íd. 188 y 189).

Más desigualdad y mayor poder para Wall Street no lleva a ser más respetados
En Estados Unidos, ha habido demasiadas reglas dictadas por el sector financiero, y los árbitros han sido parciales. Que los resultados no hayan sido equitativos no debería sorprendernos. Había respuestas alternativas donde correrían menos riesgos los contribuyentes; bastaba que el gobierno a la mitad del partido no hubiese optado por una estrategia que implicaba donaciones sin precedentes al sector financiero (íd. 253). Al final, la única forma de controlar estos abusos de los políticos en cargos de gobierno o de estado son los procesos democráticos, pero la verdad sigue siendo que: el que paga manda. El sector financiero ha pagado a los dos partidos -el demócrata y el republicano- y se ha hecho con el mando. ¿Podemos esperar nosotros los ciudadanos de a pie que se aprueben unas regulaciones que acaben con los bancos más grandes y que eviten que los bancos sigan teniendo comportamientos excesivamente arriesgados? El reto es crear un Nuevo Capitalismo donde no se de la caída de los sueldos y el aumento del desempleo al tiempo que los bonos de los banqueros se incrementaban y se reforzaba la riqueza de las empresas extendiendo la red de seguridad para las compañías y reduciendo la de los ciudadanos corrientes. Un ambiente de amargura e indignación, de miedo y desconfianza, no es el mejor para emprender la larga y dura tarea de reconstrucción. Necesitamos una nueva serie de contratos sociales basados en la confianza entre todos los elementos de nuestra sociedad, entre los ciudadanos y el gobierno, y entre esta generación y las generaciones futuras (íd. 253 y 254).

La hegemonía económica estadounidense ya no será nunca más lo que era. Si Estados Unidos deseas tener el respeto de los demás, tendrá que ganárselo no sólo con palabras sino con hechos, tanto con su forma de actuar dentro de casa, incluido el trato que da a los más desfavorecidos, como por su forma de actuar en el exterior. La globalización ha significado una prosperidad sin precedentes para muchos, pero en lo que fue el año 2008 ayudó a transmitir la recesión estadounidense a otros países en todo el mundo, a aquellos que habían gestionado bien sus sistemas financieros y a aquellos que no lo habían hecho, los países que estaban más abiertos, más globalizados, fueron los más afectados. La ideología del libre mercado tuvo que ver con la rápida extensión de la crisis por todo el mundo. La crisis probablemente cambiará el orden económico mundial, incluido el equilibrio global del poder. Que se logre restituir la estabilidad y la prosperidad mundial depende de que se entienda mejor la economía. Y eso exige reformar no sólo la economía, sino las ciencias económicas (íd. 281 y 282). La depravación moral por la que los Estados Unidos están transitando conlleva, por parte del sector financiero, la explotación de los estadounidenses pobres, porque estas instituciones descubrieron que había dinero en la base de la pirámide e hicieron cuanto pudieron dentro de la ley ( y algunos incluso fuera de ella) para llevarse ese dinero a la cúspide (íd. 325). Pero, para Incomodísimo.com quien explota a sus pobres ha alcanzado ya los límites de su crecimiento, y lo que hace, lo ejecuta en medio de su panorama sin horizontes.

Hoy en día merece más respeto en el campo internacional Bostwna que los Estados Unidos, porque mientras que el sistema financiero estadounidense fue muy astuto a la hora de inventar la forma de explotar a los ciudadanos pobres, pero no fue capaz de inventar la forma de servirlos bien, en África un país exitoso como Botswana ha logrado que los bancos lleguen hasta los pueblos más pobres. En la parte más pobre de los Estados Unidos la gente pobre que recurre a las agencias financieras del barrio son en cambio explotadas a tasas de usura o, también se da el vergonzoso caso de que los estudiantes que reciben créditos, los reciben en condiciones que no pueden ser calificadas con otros términos que no sea el de corrupción (íd. 222 y 223). El sistema financiero pues actúa impunemente en los Estados Unidos de la manera más perversa, y leyes aprobadas les otorgan más poderes para sacar, por una parte, dinero sin medida de los prestatarios, y por la otra, les da más influencia para impedir el indulto de los pobres, en pocas palabras, muchas familias contrajeron deudas en servidumbre sangrante. La no justificación es creciente en este país especulativo, en este país las ganancias del capital están menos gravadas que los salarios (íd. 224 y 225) el resultado es que los Estados Unidos es una sociedad cada vez más desigual -más tercermundizada- como consecuencia de lo que viene sucediendo durante los últimos veinticinco años, donde de hecho el sistema económico no funciona demasiado bien para la mayoría de los estadounidenses o a algunos les iba bien, pero no al estadounidense medio (íd) 14). Y en los prolegómenos del 15 de septiembre de 1818 (15-S de 2008) la codicia asaltó a las peores conciencias de esa gran nación -el sector financiero- de proceder a asaltar el dinero que estaba en manos de los pobres (íd. 19). Los Estados Unidos han perdido el respeto del mundo por esa inescrupulosa y baja acción propia de bellacos.

Los Estados Unidos en manos de bellacos han traido por resultado la imagen de un país tercermundizado.

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Stiglitz VI: Explotando a los pobres (b)

6:52 Posted by Perro Senil.

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Redistribución de la riqueza con goteo hacia abajo
Para que se restablezca el consumo estadounidense total sobre una base sostenible, tendría que haber una gran redistribución de ingresos, desde las clases altas que pueden permitirse ahorrar hacia las clases bajas que gastan hasta el último centavo que reciben, en los segundos emergería cada dólar como consumo, lo cual estimularía la economía desde abajo, en los primeros la economía no recibiría el estimulo esperado. Entonces lo que se impone es gravar más a las clases altas y reducir los impuestos a las clases bajas para empezar a enderezar la dinámica económica. Además con esos impuestos -a los estadounidenses de elevados ingresos-, se podría financiar una expansión del gasto público, sobre todo en inversión, y la economía se expandiría (íd 111). Otra medida positiva hubiese sido, y es aún factible, que las familias permaneciesen en sus hogares en vez de abandonarlos como está ocurriendo, la clave para hacerlo sería reducir sus cuotas de pago, es decir, prolongar el período de la cuenta, proporcionarles ayuda con esos compromisos y bajarles los tipos de interés (íd. 137). En otras palabras hay que acabar con la ficción de que se les devolverá a los bancos toda la suma prestada a los compradores de viviendas. Desde el punto de vista social esto tiene sentido. Las ejecuciones de hipotecas son costosas para todo el mundo: para los bancos por los costos jurídicos y de otro tipo, para las familias y para la comunidad. Además, porque quienes vacían sus casas y pierden sus hogares habitualmente están furiosos. Por otra parte, las casas vacías se deterioran y degradan el vecindario al ser ocupadas ilegalmente (íd. 138).

En vez de redistribuir la riqueza el gobierno lo que hizo fue convertirse en un asegurador implícito de grandes pérdidas. Eso significa que los contribuyentes se hacen cargo de las pérdidas -depauperándose-, mientras que los bancos cosechan todas las ganancias, perdiendo todos al tener una sociedad más desigual y más vulnerable (íd. 139). Nadie, pues, sale ganando cuando se obliga a una familia propietaria de una vivienda a abandonarla -perder su hogar- (íd. 140). Pero el gobierno no quiso ver estas opciones, por lo contrario, Bush aprobó una Ley de Prevención del Abuso, esta consistía en poder embargar una cuarta parte de los salarios a las víctimas de la actividad predatoria de los bancos, Obama quería revocar esa dura ley que convertía a los de bajos sueldos en pobres si se les aplicaba ese instrumento jurídico, pero los bancos se opusieron tenazmente a esa pretensión del nuevo presidente y tuvieron éxito, era pues legítimo -en opinión de los banqueros tramposos y mentirosos que actuaron con engaños- rescatar a los bancos, pero no a los deudores porque se reduciría su moral al permitirles el impago (ídem). Lo ético para los banqueros es que estos deudores acaben pagando a los bancos por sus hipotecas trampas un 40 o 50 por ciento de sus ingresos (sin incluir los intereses por sus tarjetas de crédito, parte importante y significativa del Gran fraude), sacrificando todas las demás necesidades fundamentales y, corriendo el terrible riesgo que por una avería del coche o una enfermedad en la familia queden al borde del abismo (íd. 141). Mientras tanto el gobierno presta dinero a los bancos a unos tipos de interés muy bajos ¿Por qué no prestarlo a los propietarios de viviendas en dificultades? evitando así la perjudicial ejecución de la hipoteca y la desocupación de la vivienda. Si se hubiese prestado dinero a los propietarios de viviendas en vez de a los bancos se habrían recuperado los precios de los inmuebles y se hubiese mejorado las condiciones económicas del vecindario. Tal solución trae ventajas para todas las partes, salvo para los bancos que no reciben esos regalos de la administración pública (íd. 142). No queda duda de que la idea económica imperante es que la ayuda se le debe prestar a las empresas (goteo hacia abajo) porque estas son la parte más relevante de la economía ¿pero no son los compradores, las comunidades, los vecindarios, los contribuyentes, los ciudadanos corrientes quienes las sostienen?

El goteo hacia arriba es la solución y lo justo en una democracia
Los bancos han puesto en peligro toda la economía y se resisten ahora que el gobierno preste atención a sus víctimas (la lógica del goteo hacia arriba, es decir, ayudando a los de abajo se recupera la economía de los de arriba). El razonamiento, entonces, es que hay que reivindicar las idea de que hay que impedir que los bancos ganen dinero «fácil» a base de explotar a los estadounidenses pobres, la idea es que los bancos podrían y deberían volver a dedicarse a los negocios difíciles, que es lo que supuestamente deberían haber estado haciendo todo el tiempo, es decir, prestar dinero para ayudar a crear nuevas empresas y a expandir las existentes, y no explotar a los pobres (íd. 143). En vez de esto los bancos se dedicaron en crear ilusiones a los sectores de la población más precaria, la idea temeraria era que se convirtieran en propietarios de viviendas que estaban por encima de sus posibilidades, puesto que la banca tenía la solución con unas hipotecas innovadoras que harían posible se hiciesen de hermosos inmuebles -en muchos casos por primera vez-, efectivamente, se convirtieron en propietarios, pero por un período muy breve y con un costo muy alto. Un espejismo (íd. 143).

En vez del gobierno ayudar a este tipo de estadounidenses pobres a adquirir su vivienda, el gobierno en algunas localidades ayuda por lo contrario a los contribuyentes de rentas más altas a adquirir imponentes mansiones, dizque para estimular la industria de la construcción (ídem). Lo que se impone es la reducción de la subvención a los estadounidenses de rentas altas, y subvencionar a los estadounidenses más pobres, lo cual aumentaría la accesibilidad a la vivienda a muchos estadounidenses. Pero el sistema actual no es justo ni eficiente. Lo que significa que el precio efectivo de la vivienda es en realidad más alto para la gente pobre que para los ricos (íd. 144).

Hay medidas económicas de goteo hacia arriba que se justifican ampliamente -porque ayudar a los ciudadanos corrientes ayuda a los bancos-, en vez de medidas económicas de goteo hacia abajo, donde la esperanza se cifra de que ayudando suficientemente a los bancos, los propietarios de viviendas y el resto de la economías pueda conseguir cierto alivio. Obama ha mantenido el rumbo de la administración Bush y ha dirigido sus mayores esfuerzos a inundar con dinero a los bancos, y los resultados han sido que los problemas de los mercados hipotecarios han aumentado en vez de mitigarse, lo cual pronostica problemas graves en los próximos meses o años, y un país con una deuda nacional mucho mayor (íd. 146 y 147). Explotar a los pobres es la peor opción, el goteo hacia arriba es una alternativa justificada con amplitud en los Estados Unidos y en cualquier país de la tierra, por supuesto si lo que se propugna es la democracia y lo que se rechaza es la plutocracia.

Una vivienda espléndida es el sueño de las familias que viven en una democracia. En los Estados Unidos ese patrimonio lo han perdido y lo están perdiendo, es decir, la redistribución de los ingresos nacionales se han tornado en contra de su pueblo.

GLOSARIO

Plutocracia: Predominio de los ricos en un país, régimen político que favorece a los ricos en desmedro de las mayorías y, en especial, de los pobres.

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Stiglitz VI: Explotando a los pobres (a)

6:42 Posted by Perro Senil.

PRÓXIMO MIERCOLES: Stiglitz VI: Explotando a los pobres (b)

Bancos versus hogares
Cuando en los EE.UU. estalló la burbuja inmobiliaria los propietarios de viviendas se encontraron «sumergidos», porque los precios de las casas cayeron desde niveles estratosféricos y los propietarios debían más por sus hipotecas de lo que se valoraban sus viviendas. Así que perdían sus hogares y también los ahorros de sus vidas y sus sueños de futuro, porque una educación universitaria para sus hijos o una cómoda jubilación ahora era sólo un sueño de ilusos (Stiglitz, 2010: 31 y 32). La quiebra del sistema financiero afectó a todo el mundo: millones de propietarios de viviendas han perdido sus hogares, y algunos millones han visto desaparecer el valor de lo pagado por esas propiedades; comunidades enteras se han visto devastadas; los contribuyentes han tenido que hacerse cargo de la factura de las pérdidas de los bancos; y los trabajadores han perdido sus empleos. Los costos han sido soportados no sólo en Estados Unidos sino también en todo el mundo, por millones de personas que no obtenían ningún beneficio de la conducta de los bancos (íd. 46) Al final, a los bancos su propio artefacto les estallo en las manos: los instrumentos financieros que habían utilizado para explotar a los pobres se volvieron contra los mercados financieros y los echaron abajo (íd. 47).

La administración Bush se negó a ayudar a los propietarios de viviendas, se negó a ayudar a los desempleados y se negó a estimular la economía, Bush ignoró a los millones de hogares cuyas hipotecas iban a ejecutarse, si hubiese hecho esto y otras medidas la salud del sistema se hubiera restablecido, pero no, por lo contrario se centró en inyectar dinero a los bancos, quienes no restablecieron el crédito, fue algo parecido a hacer una transfusión masiva de sangre a un paciente que se está muriendo por una hemorragia interna (íd. 62). Es pues la historia del absurdo mayúsculo en una sociedad que para muchos era digna de emular.

Una de las ilusiones de los estadounidenses es la de poder enviar a sus hijos a la universidad, este derecho quedó cercenado por la brutalidad del Gran Fraude. En la fotografía la fachada de la prestigiosa Universidad de Harvard.

Ignorando a los necesitados y ayudando a los que ya tienen
Cuando Obama asume la presidencia se estaban ejecutando las hipotecas contra millones de hogares, y en muchas partes del país los precios inmobiliarios seguían bajando: Eso significaba que varios millones de hipotecas de viviendas estaban «sumergidas», es decir que las hipotecas tenían más valor que la vivienda (y que serían, en consecuencia, con alta probabilidad futuras ejecuciones). El desempleo iba en aumento, y cientos de miles de personas habían llegado al final de las prestaciones por desempleo, recientemente prorrogadas. Los estados se veían obligados a despedir trabajadores a medida que caían en picado los ingresos por impuestos (íd. 65).

Obama debería haber sabido que no se puede contentar a todo el mundo en medio de una importante guerra económica entre Wall Street y la gente de la calle. Los recursos son escasos, y el papel del gobierno consiste en hacer que la economía sea más eficiente, y en ayudar a los pobres y a aquellos que no pueden abrirse el camino por sí mismos. Nosotros recordábamos como en forma de subvenciones y privilegios fiscales en gobiernos pasados se efectuaban megapagos a las compañías estadounidenses haciendo asistencialismo corporativo, esos pagos ilógicos a las empresas hacían menos eficiente a la economía. Las redistribuciones iban en dirección equivocada, significaba que un dinero que tenía que ir a los estadounidenses pobres y a las inversiones de alta rentabilidad en infraestructuras y tecnología iba a parar en cambio a unas sociedades anónimas que ya eran ricas (íd. 70 y 71). Se ayudaba a los que ya tienen y se olvidaban a lo que requería verdaderamente de ayuda o de apoyo.

Los banqueros olvidaron que deberían ser ciudadanos responsables. No deberían depredar a los más pobres y a los más vulnerables. En medio de la codicia que se apoderó de la nación, no había nada que estuviera prohibido, ni siquiera explotar a los más débiles de nuestra sociedad (íd. 155).

La pobreza tiene un peculiar rostro en los Estados Unidos, es la de los propietarios que perdieron sus bienes inmuebles y muebles, su empleo y sus ilusiones, porque en su sociedad se ha impuesto un feroz individualismo, el fundamentalismo del mercado y un materialismo pragmático. 

Corriendo el riesgo de encolerizar a unos y enfurecer a otros
En la era de Bush el asistencialismo corporativo alcanzó nuevos máximos, las cantidades de lo que se gasto iba más allá de la imaginación de cualquier administración anterior. Bush extendió la red de seguridad corporativa desde los bancos comerciales a los bancos de inversión, y después a una compañía de seguros, empresas que también habían hecho todo lo posible para evitar pagar impuestos. Obama decidió mantener el rumbo fijado por el presidente Bush, corriendo el riesgo de encolerizar a la gente de la calle, porque lo que atenta contra la equidad amenaza en la misma medida a largo plazo la indispensable y necesaria cohesión social. Jugaba una estrategia, de que si lograba recuperar la economía rápido la gente podría perdonar la generosidad mostrada con Wall Street, pero corría el peligro de enfurecer incluso a muchos agentes de los mercados financieros, ya que verían que las políticas estaban guiadas por los grandes bancos elevados a la condición de privilegiados. El campo de juego pues, ya estaba inclinado a favor de esas megainstituciones, y parecía que estaba inclinado aún más, hacia las partes que, para empezar, habían causado los problemas (!!!) (íd. 71 y 72).

Gastar dinero en los bancos -el cual es escaso y puede que no sea suficiente-, sería a expensas de las otras prioridades que Obama tenía al frente (ídem). Pero en su equipo económico Obama nombró gente comprometida con el pasado y el asunto era que alguien tenía que cargar con las pérdidas ¿Iba a ser el contribuyente estadounidense o Wall Street? ¿Creerían los estadounidenses que el equipo estaba trabajando para ellos, o para Wall Street? Obama se puso del lado de los bancos, y se podría aducir que no tenía alternativas si quería salvar la economía. Pero los estadounidenses saben que había alternativas, alternativas que habrían dejado al país con un crédito restablecido, con una deuda menor y con una mayor sensación de juego limpio. Pero esas alternativas habrían dejado más empobrecidos a los accionistas y obligacionistas de los bancos y, el equipo de Obama no seleccionó esa opción, porque Obama estaba estrechamente vinculado a Wall Street (íd. 80/83).

De haber sido seleccionada las alternativas válidas, la opción habría sido, por ejemplo, compensar el déficit de los ingresos de los estados, pues estos habían caído a niveles no deseables por la crisis, pues ahora percibían menos ayuda federal y cobraban menos impuestos, lo que los obligaba a recortar los gastos y a despedir a docentes y enfermeras. Los recortes de los programas de los gobiernos estatales y locales golpearon a los pobres con especial dureza -víctimas inocentes de esta crisis-, mientras la administración de gobierno anunciaba con bombos y platillos su estímulo a la banca (íd. 102). Ese dinero habría tenido unos multiplicadores elevados si se hubiese destinado a la gente que más necesitaba ayuda, y también a inversiones productivas, avances tecnológicos e infraestructuras. Solo en septiembre de 2009, el empleo gubernamental disminuyó en 40.000 personas (íd. 103). La situación esta pues mala para los pobres y buena para las megaempresas, el balance entre encolerizados y contentos era de total asimetría.

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Stiglitz V: «El Gran Fraude» (c)

4:59 Posted by Perro Senil.

EXTENSIÓN DEL  PRESENTE ARTÍCULO: 3 páginas                                    

Ricos, aún quebrando. Y «ocultaras por encima de todas las cosas»
Los banqueros no sólo sabían que el banco sería rescatado si se metían en problemas, sino que sabían que seguirían siendo ricos incluso si se permitía que el banco quebrara. Y estaban en lo cierto. (íd. 119). Ese comportamiento tiene su explicación en la nueva cultura bancaria que se vive en los EE.UU., en los viejos tiempos los bancos ganaban por la diferencia entre el tipo de interés que recibían de los prestatarios y el interés que tenían que pagar a los depositantes, este margen no era salvajemente lucrativo. Pero encontraron una nueva forma de obtener beneficios: comisiones. Las comisiones las obtienen con los nuevos productos o «innovaciones», porque estaban diseñados precisamente para generar tantas comisiones como fuera posible, de las cuales el prestatario no era nunca plenamente consciente. Además, los productos (una plétora de malos productos como las hipotecas trampa, y con abundancia de mentiras e irregularidades por doquier íd 121 a 126) se elaboraron para eludir las restricciones normativas y contables que pudieran limitar el préstamo, lo que les permitió explotar a los pobres y arruinar a los que vivían el sueño americano, podían pues con esta nueva cultura portarse mal y peor aún, ocultar lo que estaba ocurriendo (íd. 121).

La gran cadena de marañas y engañifas. La teoría del tonto aún mayor
Una gran cadena se fue formando desde la Casa Blanca hasta las casas productoras de comisiones, y los mercados financieros se encargaron de crear una estructura de incentivos para mantener esa cadena en buen funcionamiento. Estos incentivos garantizaban que cada uno de los eslabones de esta cadena desempeñara con entusiasmo su papel en el gran engaño (íd. 128) La titulización puso en práctica la teoría del tonto aún mayor, lo que fue intoxicando todo el entramado mercantil que se fue erigiendo, (íd. 127 a 131) los magos de las finanzas habían creado una maraña tan complicada que desenredarla no era un problema fácil (íd. 134) comenzando por una mala contabilidad que no registraba las pérdidas (íd. 135).

Goteo hacia abajo en vez de goteo hacia arriba
La responsabilidad de la Casa Blanca es destacada en este barullo ignominioso, porque el gobierno se ha convertido en un asegurador implícito de grandes pérdidas (lo que hace aún más reacios a los bancos a reestructurar sus malas hipotecas). Eso significa que los contribuyentes (que son los que crean los fondos económicos del Estado) se hacen cargo de las pérdidas, mientras que los banqueros cosechan todas las ganancias (íd. 139). Es así como Obama en vez de ayudar a los ciudadanos corrientes, se dedica a ayudar a los bancos, esto es, lo que se denomina como goteo hacia abajo, es decir inundar con dinero a los bancos con la esperanza que de allí gotee hacia los que están abajo, inútil esfuerzo, lo que se ha conseguido es dejar al país con una deuda nacional mucho mayor que si hubieran adoptado enfoques alternativos (íd. 147).

Lo irónico de este asunto es que los banqueros que metieron al país en este caos deberían haber pagado por sus errores. Por el contrario, se fueron de rositas con miles de millones de dólares, gracias a la generosidad de Washington. En este gran fraude se concedieron cientos de miles de millones de dólares en pagos encubiertos al sector financiero al asumir el gobierno garantías de baja calidad y al comprar hipotecas tóxicas, transacciones que resultarán muy costosas para los contribuyentes y que, además, los expondrá a un elevado riesgo. Es una donación enorme, pero ésta queda oculta a los contribuyentes. Fueron verdaderos regalos a los banqueros y sus accionistas, fue un suministro de dinero mediante modalidades no transparentes, que ha causado una gran indignación nacional (íd. 150 y 151). A estas alturas, está claro que hay pocas posibilidades de que los contribuyentes recuperen lo que se le ha dado a los bancos, y ninguna posibilidad de que se les compense (íd. 152). La doctrina dominante en estos momentos en los EE.UU. es que los bancos son demasiado grandes como para dejarlos quebrar, y esto significa que si el banco está al borde de la quiebra, sólo hay una fuente de dinero para salvarlo: el contribuyente. Lo que no menciona esta doctrina es que esos bancos son muy caros para salvarlos y que son demasiado grandes para ser gestionados (íd. 158 y 154). El enfoque del cheque en blanco para salvar a los bancos tiene, pues, que ser rechazado (íd. 160).

Yo deseo su dinero para salvar unas instituciones no sólo muy caras sino, además, muy grandes para ser gestionadas con eficacia.
Dinero por basura y votos por dinero
El cheque en blanco llevaba la cifra de 700.000 millones de dólares, además, la estratagema para lograr su aprobación resultaba inconstitucional. Algo, pues, se estaba torciendo. Todo empezó con el intento de realizar los rescates de los bancos mediante formas «ocultas», es decir, a través de la Reserva federal, en vez de la aprobación del Congreso. Como el gobierno iba a comprar a los bancos los activos tóxicos sus críticos denominaron la operación con la expresión «dinero por basura», y el decreto fue rechazado por el Congreso, la operación oculta era tan infractora de la ley que si esto hubiese ocurrido en el Tercer Mundo el Banco Mundial habría suspendido toda ayuda al país que hubiese realizado tal tipo de operación. Sin embargo, el gobierno no cedió, tras la derrota, la administración Bush montó una subasta. Se le preguntó a cada uno de los congresistas cuánto dinero necesitaban en donaciones a sus distritos para que cambiaran sus votos. Treinta y dos demócratas y veintiséis republicanos que votaron «no» al decreto original cambiaron de bando y el decreto fue aprobado, la justificación: miedo a una catástrofe económica mundial si el cheque en blanco no se hacía efectivo (íd. 162/164). Cuando Obama asume la presidencia no corrige ese entuerto, sólo introdujo una ligera variación de la idea original de «dinero por basura», lo que hizo fue clasificar la basura, escoger la que tuviera algún valor y descargar toda la basura sobrante sobre el contribuyente. Las sociedades privadas pues, trasladaban al gobierno las pérdidas de las hipotecas malas y con las «buenas» ganaban mucho dinero (íd. 169). Como el gobierno absorbe las pérdidas, al mercado no le importa si los bancos lo están «engañando» al venderles sus activos de peor calidad. Esta es una relación «gana-gana-pierde»: los bancos ganan, los inversores ganan y los contribuyentes pierden. Es un acuerdo terrible para el contribuyente (íd 171).

El mercado en los Estados Unidos ha llegado hasta el Congreso. Allí se compran los votos de los representantes del pueblo.

El mundo ha cambiado y no volverá a ser el mismo, la democracia es un bien que no se puede extraviar.
Wall Street ha utilizado -en este Gran Fraude- su poder y su dinero para comprar la desregulación, seguida rápidamente del rescate más generoso en la historia de la humanidad (íd. 189). Lo que hizo pues el sector financiero favoreció a sus allegados -sus cómplices con un largo prontuario delictivo- , pero perjudicó la economía nacional, al país y al mundo, pero en especial defraudó a los contribuyentes estadounidenses y, con ello golpeó la democracia. Washington se ha inclinado por la gente de Wall Street y sus amiguetes para pilotar la recuperación, dándole a Wall Street unas cantidades de dinero que no se habrían atrevido a soñar ni los más corruptos dictadores de los países pobres. Tal nivel de corrupción hace de la democracia otra víctima de esta crisis que además de económica y social es también política, en los Estados Unidos hay un sistema de gobierno que ha permitido que Wall Street se haga las leyes a su medida, poniendo en peligro la economía mundial. El mundo ve hoy con más claridad que nunca como en Norteamérica hay continuas redistribuciones de riquezas a favor de la cúspide de la pirámide, claramente a expensas del ciudadano de a pie, ven además como a las instituciones que dejaron crecer la burbuja se les da más poder como recompensa por ese estruendoso fracaso. Como es obvio por esa vía piramidal se va hacia un régimen faraónico en vez de un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, porque la democracia no es inevitable, ésta se puede extraviar. Si bien la democracia es esencial para un mundo justo y próspero, los Estados Unidos con su mal comportamiento le están haciendo más daño a ese modo de convivencia que un régimen totalitario (íd. 271). El Gran Fraude desfalcó no sólo al capital económico, en especial, desfalco al capital político y social de los Estados Unidos. Con el Gran Fraude de los Estados Unidos la humanidad ha entrado con mal pie en el siglo XXI, si esa nación no corrige el rumbo tiempos difíciles esperan al planeta, porque ese país continuará siendo, a pesar de todo, la nación más rica y poderosa del globo. La crisis puede hacerse permanente si los Estados Unidos no enmiendan sus pasos hacia el precipicio.

Escultura del Presidente Abraham Lincoln, imponente personaje histórico quien definiese la democracia como el gobierno del pueblo, para el pueblo y del pueblo.

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Stiglitz V: «El Gran Fraude» (b)

5:50 Posted by Perro Senil.

EXTENSIÓN DEL ARTÍCULO: 2 páginas.                                  PRÓXIMO MIERCOLES: Stiglitz V: El Gran Fraude (c)

El Gran Fraude no se restringió a los EE.UU. se extendió al resto del mundo
La crisis se volvió global, una cuarta parte de las hipotecas estadounidenses había ido a parar al extranjero, las hipotecas tóxicas norteamericanas compradas por otros países permitieron que la situación no fuese peor para Los Estados Unidos, ellos pues exportaron buena parte de su recesión desconsideradamente hacia algunas zonas del planeta. Y esas naciones fueron defraudadas por Norteamérica, puesto que veían a esa gran nación como la tierra de la prosperidad, el auge y el progreso. Y se confiaron (íd 52). La realidad: Wall Street estaba disfrutando de beneficios récord, basados en la burbuja y a costa de los incautos propios y extraños (íd. 79) En cuanto a los propios, Obama en vez de proteger a los pequeños depositantes estadounidenses permitió, por lo contrario, que los activos tóxicos se compraran a precios excesivamente inflados (íd. 81). En otras palabras, en el viejo conflicto entre Wall Street y el resto del país, los bancos tenían una pistola apuntando a la cabeza del pueblo estadounidense. Wall Street utilizó en aquellos momentos angustiantes del colapso el temor, para sacarle a los contribuyentes estadounidenses enormes cantidades de dinero a través del gobierno para el rescate de los bancos (íd. 84). Todos cedieron al chantaje de los bancos, porque creían que los grandes bancos no podían quebrar, porque de ocurrir se hundirían los Estados Unidos, pero lo concreto es que los miles de millones de dólares que les dio el gobierno a esos entes financieros no se convirtieron en créditos o préstamos de dinero para estimular la economía, sino que los banqueros los convirtieron en dividendos y en primas escandalosas, para recompensarse por su pésima gestión del riesgo. Salían con los bolsillos llenos de dinero, porque habían ganado la apuesta de que no les dejarían quebrar, cuando en realidad existían otras alternativas a los rescates (íd. 85). La riqueza social de los estadounidenses se ha visto gravemente erosionada; el valor de lo pagado por sus viviendas era su principal activo, para algunos desapareció totalmente, para otros mermó enormemente -no es probable que los estadounidenses recuperen el nivel que tenían-, el sistema económico-político los defraudó, una economía apalancada por el endeudamiento creó un falso piso para el progreso en esa nación que para muchos era un paradigma a seguir (íd. 89).

El gran activo de los estadounidenses es la propiedad de sus viviendas, con la crisis inmobiliaria un número creciente la ha perdido o se les ha desvalorizado. "En Venta" (For Sale) es el  aviso que hoy en día está en el frente de este sueño americano que se esfuma debido a la codicia sin freno del gran capital.

El Gran Fraude del siglo XXI y el cuestionamiento planetario del modelo estadounidense.
Las intrigas y la forma de hacer negocios del sector hipotecario en Estados Unidos serán recordadas como el gran fraude de principios del siglo XXI. Tener un hogar en propiedad es elemento característico del sueño americano, ese sueño ha sido destruido. Los bancos empezaron a ofrecer hipotecas baratas y, muchas personas se apresuraron a cambiar de vivienda, suscribiendo hipotecas que no podían permitirse. ¿Por qué lo hicieron? porque las contrajeron con un tipo de interés bajo, pero en unas condiciones contractuales que rezaban de que el interés podía variar, y cuando subió perdieron hogar y capital. Las innovaciones del sector financiero, es decir, los productos que diseñaron para la venta y las argucias deshonestas que se emplearon para colocar la oferta hicieron posible este endeudamiento masivo (íd. 113).

Este desastre de la vivienda tuvo repercusiones a nivel nacional y en el extranjero. A través de la titulización, las hipotecas habían sido divididas en tramos, empaquetadas y reempaquetadas, y colocadas a todo tipo de bancos y de fondos de inversión por todas partes del planeta -infectando múltiples economías nacionales-. Cuando el castillo de naipes finalmente se vino abajo, se llevó consigo a algunas de las instituciones más venerables: Lehman Brothers, Bear Stearns y Merryl Lynch. Pero las dificultades no se detuvieron en las fronteras de Estados Unidos. Estas hipotecas titulizadas fueron vendidas por todo el mundo, como en Noruega, Bahréin, China e Indonesia, quienes quedaron conmocionados, porque habían confiado en falso en el modelo estadounidense (íd. 113). El modelo estaba podrido.

Este gigantesco toro de lidia es el símbolo de Merryl Lynch una empresa que presta servicios a los patrimonios de capital más ricos del mundo y tiene su presencia en más de 40 países del mundo. La escultura está situada frente a su sede en Nueva York.

La ceguera de los banqueros explotando a los pobres crea historias de terror y avaricia
Actualmente Estados Unidos se enfrenta a una tragedia social además de económica. En medio del caos que produjo el estallido de la burbuja inmobiliaria los bancos subastaban las casas de muchos estadounidenses aún cuando estaban al día con sus pagos, en medio de este drama se produjeron suicidios y rupturas matrimoniales. Millones de estadounidenses pobres han perdido o están perdiendo sus hogares, 2.3 millones sólo en 2008, en 2007 hubo ejecuciones de hipotecas contra casi 1.3 millones de propiedades y se pronostica que un total de 3.4 millones de propietarios de viviendas no lograrían pagar en 2009. Se espera que a muchos millones más les ejecuten sus hipotecas de aquí a 2012. Los bancos pusieron en peligro los ahorros de toda una vida de millones de personas, éstos están perdiendo sus sueños de un futuro mejor, de una educación para sus hijos, de una jubilación con un modesto desahogo. Paris Welch prestamista hipotecario de California le escribía a los reguladores en medio de aquella fiesta de las danzas de comisiones “Esperen una catástrofe, esperen ejecuciones de hipotecas, esperen historias de terror”, su pronóstico fue del todo acertado, un año después la implosión del mercado de la vivienda estallaba frente a la cara de todos desfigurándolos de por vida (íd. 115).

En última instancia, los instrumentos financieros que los bancos y los prestamistas emplearon para explotar a los pobres con su extrema avaricia fueron también la causa de su propia destrucción. Los extravagantes instrumentos (productos o innovaciones financieras) estaban diseñados para sacarle al prestatario todo el dinero posible (!!!). El proceso de titulización sostenía unas comisiones sin limite, estas comisiones sostenían unos beneficios sin precedentes y los beneficios sin precedentes generaban unas primas inauditas, y todo ello cegó a los banqueros (ídem). Puede que sospecharan que era demasiado bueno para ser cierto. Y lo era. Puede que sospecharan que era insostenible, y de ahí la premura para conseguir todo lo que pudieran lo más rápido posible, pero no quisieron imaginar y ser conscientes de todas la víctimas que propiciarían, y no lo quisieron ver porque muchos de estos banqueros y prestamistas han salido beneficiados de ese caos con millones de dólares, cientos de millones de dólares, nada moderó pues su avaricia, ni siquiera cuando ya desatada las hecatombe el gobierno aportó a los bancos dinero para recapitalizarse y asegurar el flujo de crédito, este dinero lo utilizaron los banqueros para pagarse a sí mismos primas de récord -¡por unas pérdidas récord que produjeron a millones de norteamericanos!-, en fin un verdadero sarao de tahúres y truhanes sin el menor escrúpulo en este Gran Fraude a los estadounidenses y a los habitantes de buena parte del resto del mundo (íd. 116).

El gobierno de Obama continuó la política de aportar a los bancos dinero para recapitalizarse y asegurar con ese apoyo el flujo de crédito que estos deben prestar como servicio a los estadounidenses, sin embargo el crédito no se restableció, el dinero se lo embolsillaron quienes ocupan los puestos claves de esas inmensas corporaciones, hay pues motivos para celebrar una animada fiesta entre los grandes financieros, ese es el escandaloso resultado del Gran Fraude. 

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Stiglitz V: «El Gran Fraude» (a)

5:55 Posted by Perro Senil.

EXTENSIÓN DEL ARTÍCULO: 2 páginas.

Ingresos en declive y «orgía de consumo» una combinación paranoica

El país más rico del mundo estaba viviendo por encima de sus posibilidades, y la fuerza del mundo dependía de ello. La economía global necesitaba un consumo en aumento permanente para crecer, pero ¿cómo podía conseguirlo cuando los ingresos de los estadounidenses llevaban tanto tiempo estancados? Los norteamericanos encontraron una ingeniosa solución: pedir prestado. Y vaya si pidieron prestado. El ahorro cayó a cero. En otras palabras se estaban endeudando profundamente: y endeudandose podían proseguir con su orgía de consumo y hacer caso omiso de sus ingresos en declive, para felicidad de los prestamistas (es decir, el sistema financiero) que disfrutaban de unos beneficios record basados en una comisiones cada vez mayores (Stiglitz, 2010: 32). Estados Unidos se convirtió para el mundo en el gran consumidor, es decir, en una locomotora que halaba todos los vagones del planeta. Pero eso no era sostenible (íd. 52).

Endeudarse fue la solución para consumir más y esto se convirtió en una burbuja inmobiliaria con casas hipotecadas, y con hogares amoblados con las tarjetas de crédito.

El 15 de septiembre se inicia el colapso de la economía al estilo norteamericano

El sistema financiero, entonces, empezó a crear productos sofisticados y complejos, para que todos sin excepción, incluyendo los pobres, se endeudasen, para ganar y ganar comisiones, generando una danza frenética de comisiones que terminó por volar en pedazos aquel sueño el 15 de septiembre del 2008 con la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers. La Gran Recesión empezaba, y aquello dejaba al 11 de septiembre de 2001 y su Word Trade Center como un pequeño percance de la vida cotidiana planetaria. También quedaba atrás el escándalo que trajo la ruptura de la burbuja tecnológica «punto-com» (hecho que ocurrió en el 2000 cuando las acciones de estas empresas cayeron un 78 por ciento entre 2000 y 2002, entrando en recesión los Estados Unidos desde el 2001), lo que aprovechó el presidente George W. Bush como excusa para bajarle los impuestos a los ricos (íd. 34). El 15 de septiembre los bancos y los banqueros habían llevado al mundo al borde de la ruina económica (íd. 159). El 15 de septiembre es la peor fecha, para la humanidad, de lo que va el siglo XXI. Salir del 15 de septiembre -superarlo- va a ser muy dificultoso y poco probable si no ocurre un gran viraje hacia otros modelos capitalistas como el escandinavo [el cual cita Stiglitz con frecuencia en su obra como un buen modelo].

Cuando algunas hipotecas sobre las viviendas empezaron a ser ejecutadas por el impago de la deuda y, esto se convirtió en una espiral infernal, el valor de las viviendas que venía en ascenso se desplomó, causando el estallido de la burbuja inmobiliaria. Esto causó la caída del precio de las acciones de las empresas involucradas en las ventas de casas y de aquellas relacionadas con el amoblamiento de las mismas.

 

Apostando con «hipotecas tóxicas»

En los prolegómenos del 2008 -es decir, los años que precedieron al 15 de septiembre de 2008- ocurió una nueva escalada de corrupción en las altas esferas norteamericanas para redistribuir la riqueza a favor del sector financiero más desarrollado, es así como en esos grandes bancos procedían a empaquetar y reeempaquetar hipotecas sobre viviendas de alto riesgo -la de los pobres- dándoles una alta calificación, la AAA, se basaba en una apuesta astuta: los bancos confiaban que a surgir problemas el gobierno les rescatarían, y estaban en lo cierto (íd 38). La marcha del Gran Fraude estaba en camino. Pero ¿Por qué corrían ese riesgo? porque al inventar las hipotecas tóxicas montaron una fiesta en la que se apuntaron todos los magnates del Wall Street, donde al parecer, sólo los directivos de las instituciones financieras salieron con los bolsillos llenos, esto es, mucho más ricos, mientras otros vieron como se esfumaban sus inversiones (íd. 42).

En medio de una fiesta nadie quiere oír verdades incómodas

¿No se habrían podido prever estos problemas? De hecho, muchos críticos lo habían hecho, pero sus terribles pronósticos eran una verdad incómoda: demasiada gente estaba ganando demasiado dinero como para oír tales advertencias. Yo preveía que la economía estadounidense iba a desplomarse, con consecuencias globales y, muchos otros lo pronosticaban, como George Soros, lo advirtieron reiteradamente. Pero quienes habían inflado la burbuja mantenían su fe en la capacidad autocorrectora de los mercados, en realidad querían fingir que la economía sólo estaba pasando por una perturbación, unos leves baches. Pero lo cierto era que la burbuja inmobiliaria que tenía que estallar era sólo un síntoma de una «enfermedad económica» más sistémica, todos querían creer que las viviendas no dejarían de subir de precio y que no perderían valor, pero ocurrió (íd. 50 y 51) y el 15 de septiembre derrumbó las torres de la gran banca por todas las grandes capitales financieras del planeta, el Gran Fraude cobraba un alto precio por tantos desmanes de estos sofisticados bellacos.

La onda de choque del estallido de la burbuja inmobiliario incendió y redujo a cenizas una parte significativa de los capitales de los grandes bancos del sistema financiero mundial, los cuales estaban involucrados en la danza de las comisiones del Gran Fraude.
PRÓXIMO Sábado y miercoles se publicará:
Stiglitz V: El Gran Fraude (b)
Stiglitz V: El Gran Fraude (c)
Luego se dará a conocer:
Stiglitz VI: Explotando a los pobres

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