Carson I: Biocidas

6:51 Posted by Perro Senil.

El nombre oculto: Biocidas


El concepto de crímenes de lesa humanidad remite a las masacres cometidas contra grupos humanos no beligerantes, a estos asesinatos calificados como brutales se deben agregar las guerras con una alta proporción en la baja de civiles. Con todo y lo grave de esas violaciones, cabe catalogar como más bestiales las que van dirigidas contra las plagas insectiles, pero que tienen efectos devastadores contra todo el sistema vida, es decir, aquellos productos que Rachel Carson, en su libro “Primavera silenciosa”, califica como biocidas.
La aparición de este libro fue decisivo para la aparición de un movimiento medioambiental bien apertrechado para librar las luchas contra los contaminadores del planeta. Hoy en pleno desarrollo del siglo XXI esta obra tiene más vigencia que cuando fue publicado.

Sentencia Rachel Carson que el hombre ha desarrollado un poder para alterar la naturaleza de su mundo, y no sólo lo incrementa, sino que además alarma por la contaminación que arroja sobre todo lo que sostiene a la vida, inundándola con materias letales que han sido elaboradas por desgracia con el conocimiento de la ciencia química, que aplicada a la producción resulta tan siniestra como la radioactividad de origen nuclear (Carson, 2001: 19).

Rachel Carson zoologa y bióloga.

Esta autora excepcional dice que se necesitaron cientos de millones de años para engendrar el actual sistema vida, lo que quiere decir que sólo con el tiempo la naturaleza alcanza sus equilibrios y sus ajustes vitales, el tiempo es en este orden de ideas entonces el ingrediente esencial; pero en el mundo moderno no hay tiempo. Los nuevos productos químicos que se elaboran en los laboratorios de productos sintéticos salen sin fin, y el cuerpo del hombre y de los animales necesitan adaptarse a estos productos, pero estos productos lamentablemente están fuera de los límites del experimento biológico, lo que nos indica que no hay disponibilidad de tiempo para la necesidad de sostenerse en esta nueva situación (íd. 20).

Dentro de esa situación sin vías de escape, Rachel Carson apunta sobre un asunto neurálgico de extrema gravedad: Una importante parte de esos productos químicos el hombre los emplea para una guerra contra la naturaleza, es decir, para matar insectos, destruir malezas, exterminar roedores y reducir aquellos organismos que en el lenguaje moderno son calificados de «plagas», pero que en el momento de desatar su poder mortífero victimiza también los organismos «buenos». Y concluye que estos venenos son inadecuados para todo ser viviente, de allí que no deberían llamarse «insecticidas», sino «biocidas» (ídem).

Guerra química contra el  sistema vida


Agregando la autora que esta guerra química contra los enemigos del agricultor potencia una violencia contradictoria, puesto que se puede revertir contra el ser humano que la declara contra lo que le resulta molesto, la paradoja es que esta acción para librarse de lo que le resulta incómodo puede alterar el propósito del germen humano, ya que la química como las radiaciones puede proporcionar transformaciones genéticas indeseables. Del mismo modo, señala a autora, es una ironía que las pulverizaciones químicas utilizadas en los sembradíos contamine todo lo que le rodea y, que esto ocurra cuando se están obteniendo grandes excedentes agrícolas, es decir, una superproducción (íd. 21).

Esta guerra química librada contra las «plagas» señala Rachel Carson es hija de la Segunda Guerra Mundial donde se crearon agentes químicos para el combate contra los ejércitos enemigos y, se descubrió que también eran letales contra los insectos y otros organismos. Es así como saldrán al mercado productos como malation, paration, dieldrín, aldrín, endrínaminotriazol como agentes de la muerte a ser empleados en el campo, medios urbanos y en ambientes domésticos (íd. 27, 32, 41).

La polución es generalizada, estos venenos ponzoñosos se encuentran virtualmente en todas partes, están en la mayoría de los sistemas fluviales o en las corrientes subterráneas, y según los entendidos en esta materia es casi imposible  localizar a seres libres de tal contaminación, y por esa tragedia universalizada están ahora almacenados en el cuerpo de la mayoría de los humanos y se encuentran en la leche de las madres (íd. 25).

Una vez que han penetrado en el cuerpo, explica Rachel Carson, esos venenos se depositan en órganos ricos en sustancias grasas, donde puede llegar a una altísima concentración, combinándose con la creciente carga de productos químicos que el cuerpo recibirá constantemente, y nadie conoce todavía las impredecibles consecuencias de esta mezcla al azar. El problema está en que las toxinas pueden dormir largo tiempo en el organismo y hacerse manifiestas años después en un oscuro desorden, pudiendo ocurrir su aparición en períodos de debilidad física, cuando el cuerpo echa mano de sus reservas de grasa (íd. 27/33). Todo este proceso  hace que tales productos sean una nueva y devastadora arma en la guerra del hombre contra su propia especie (íd. 35).

La creencia de que estos insecticidas, matamalezas y exterminadores de pequeños roedores son «seguros» (mito de la inocuidad de estos productos), dice Rachel Carson, puede tener desastrosos resultados, porque son precisamente los que están clasificados como de toxicidad relativamente baja los que a la larga tienen tendencia a causar tumores malignos, o bien producir modificaciones en los genes, o en su defecto provocar la esterilización y disminuir los nacimientos vivos en un gran número de animales. Nada puede pues, justificar estos productos sintéticos, el envenenamiento que generan en el medio ambiente es un hecho innegable, los biocidas son virulentamente letales y la humanidad debe disparar las alarmas en su nivel máximo, porque esa producción que ha creado enormes corporaciones con fabulosas ganancias multimillonarias proyectan una sombra amenazadora sobre el futuro del sistema vida asentado en el planeta Tierra (íd. 32, 33, 39, 41). Es necesario y urgente recurrir a métodos alternos de control de plagas que ya existen y desarrollar otros, y utilizar con gran cautela productos químicos nuevos muy selectivos. Para incomodísimo.com firmar la paz con la naturaleza supera la actual barbarie y nos hace verdaderos seres civilizados.

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos. Barcelona. 2001. Páginas: 255. 

Adquirido en el mesón de ofertas de la Librería Europa, Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela.

0 comentarios:

Publicar un comentario

INSTRUCCIONES:
1.- Escriba en el recuadro su comentario.
2.- En "Comentar Como" seleccione Anonimo si no tiene cuenta de correo electronico de las opciones allí ofrecidas.
3.- Siga las demás instrucciones.