Carson XII: Ironía y malignidad

8:21 Posted by Perro Senil.

Los agentes químicos del cáncer  se han atrincherado en nuestro mundo por doble ironía, la primera,  mediante la búsqueda del hombre de un género de vida mejor y más fácil, la segunda, porque es irónico que por falta de conocimiento sobre este tema la fabricación y venta de tales productos se reconozcan públicamente como importantes para la economía y el modo de vivir, cuando la realidad verdadera es que generan dolor con su pandemia de límites intolerantes -uno de cada cuatro norteamericanos muere de cáncer o ataca a dos de cada tres familias [íd. 175]- (Carson, 2001: 189, 190). Problema sanitario que arroja sobre las víctimas, sus familiares, las empresas y el gobierno gastos que en su totalidad son inmensos, razón por la cual inclinan la balanza a pérdidas en vez de ganancias en las cuentas nacionales, no así para quienes fabrican esas sustancias y para quienes la venden en un mercado de muerte.

Enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla, el paludismo se han erradicado gracias a estos adelantos tecnológicos, el control de las ratas ha creado un entorno más limpio en las ciudades y ha protegido las cosechas, muchos bichos que causan enormes pérdidas en las plantaciones o ganadería han sido controlados, y muchos nuevos materiales, fármacos y productos (como son, por ejemplo, los plásticos, medicinas y productos aislantes [íd. 184]) en la que participan esos compuestos, hacen más cómodo y versátil este mundo. Pero de esos productos, algunos, pueden causar cáncer por repetidos contactos con la piel, por inhalaciones o por ingestión. Esos productos químicos peligrosos han penetrado en la intimidad de todo el mundo… hasta de las criaturas por nacer. Tumores cancerígenos se empiezan a formar en plena gestación. Esta situación con los niños es perturbadora. Hace veinticinco años, el cáncer en la infancia era una rareza. Hoy mueren de cáncer más infantes que de ninguna otra enfermedad. Los hospitales para atender los niños con cáncer están empezando a ser establecidos debido a lo alarmante de esta situación (íd. 174, 175). Los tejidos en rápido crecimiento de un niño presentan las condiciones más adecuadas para el desarrollo de células malignas (íd. 184)

Seis plaguicidas  están clasificados como cancerígenos, la lista se prolonga si añadimos los causantes de leucemia, y aún pueden adicionarse más si incluimos los que causan este flagelo de modo indirecto. (Otros se convierten en cancerígenos al combinarse con otro producto químico o al entrar en interacción  con un agente físico [íd. 186, 187]). Lo monstruoso de esta realidad es que los fabricantes insisten en pedir que se acepten como «inofensivos» y soliciten un techo de tolerancia por ejemplo de 1 micrón por gramo para el elemento cancerígeno participante en la fórmula del producto (íd. 175, 177). Pero repetidas y pequeñas dosis de cualquier carcinógeno son más peligrosas que una dosis alta, esta última puede matar las células, mientras que las dosis pequeñas permiten una tasa de sobrevivencia, células que a pesar de quedar vivas quedan con daños que las pueden convertir en cancerosas  (íd. 182).

El problema es escabroso. Los efectos por lo general de los modernos herbicidas, fungicidas, insecticidas, raticidas y repelentes pueden requerir una parte considerable de la vida de la víctima para alcanzar el punto en que se manifiestan los síntomas clínicos. Se ha demostrado que se requieren de quince a treinta años, incluso más, para que se presenten ciertos cánceres. Una excepción es la leucemia, poco tiempo después del contacto, por ejemplo tres años, ha brotado ese cáncer linfático para sumar una nueva víctima a la escandalosa cifra que ya se registra de esta frecuente causa de muerte la cual va en franco incremento (íd. 178, 179). También es preocupante como algunos de los productos químicos carcinógenos  pueden crear células cancerosas dormidas, células en las que una irreversible malignidad quedará amodorrada, largo tiempo sin descubrir, hasta que finalmente, se convierten en cáncer declarado (íd. 183).

El descubrimiento de la ciencia moderna es la existencia de un «mar de cancerígenos», hallazgo desalentador cuando creíamos que se progresaba y se avanzaba hacia el bienestar, es decir, un mundo mejor y más fácil, la realidad es que los cancerígenos hoy impregnan nuestro ambiente afectando a dos de cada tres familias y a uno de cada cuatro habitantes (íd. 188). En este «gran negocio» algunos se han transformado en magnates y viven en un mundo no sólo mejor y más fácil, disfrutan un «mundo de lujo» sin parangón en la historia que contrasta con el dolor que causa la pérdida de vidas humanas, en especial de niños, así como de pérdidas por altos costos para la sociedad, el Estado y el medio ambiente causado por la enfermedad maligna del cáncer, pérdidas que no se incluyen en las cuentas nacionales para proteger a «los malignos» de este relato.
La lista de los productos que contienen cancerígenos han de ser publicadas y deben ser actualizadas a partir de los nuevos hallazgos, del mismo modo, los productos que contengan estos compuestos letales deben llevar una etiqueta de alerta sobre esa circunstancia nefasta.

Las medidas de sentido común para conseguir la resolución del problema del cáncer es obvia, son aquellas que dicta la prevención, es la dorada oportunidad de prevenir la que deber ser ejecutada como la matriz principal de la acción, una gran proporción de las sustancias químicas cancerígenas pueden ser retiradas del mercado, porque estas no constituyen necesidad perentoria, con su eliminación, el lastre total de los cancerígenos sería radicalmente aligerado, y su amenaza quedaría muy mitigada, la prevención es una necesidad imperativa, porque hay que garantizar simplemente un mundo sano para las generaciones que están por nacer. En vez de eso se están gastando cifras astronómicas para conseguir la cura del cáncer, llevada a cabo mediante vastos programas, pero esta vía lo único que está preservando es la presencia de estos productos en los estantes de ventas al público y, por encima de ese apestoso hecho, está creando nuevos grandes negocios que tienen como base la existencia del mercado de la muerte. En honor a la sindéresis,  la prevención es la solución exitosa, al mismo tiempo que se busca la curación como tarea indescartable, es decir, concibiendo a esta última como el complemento indudable para las medidas preventivas (íd. 188/190).

Es irónico que los plaguicidas y herbicidas que se han ganado un sitial destacado  en el podio del deshonor en la historia contemporánea por sus aparatosos fracasos, se conviertan  en locomotoras económicas en este mundo al revés, cuando su papel protagónico como actor de este escenario es la del «Maligno».

En Taringa.net se informa sobre la presencia de una sustancia cancerígena en productos de gran consumo: Sustancia cancerígena en productos de Pepsi y Coca Cola:

México, DF. La organización El Poder del Consumidor (EPC) denunció que la Coca Cola y Pepsi Cola son fabricadas con una combinación de azúcar con amonio y sulfitos, conocido como “caramelo cuatro” que contiene “un reconocido potencial cancerígeno“.

Explicó que el amonio y los sulfitos generan dos componentes químicos el 2-metilimidazol y el 4-metilimidazol, que provocan cáncer de pulmón, hígado y tumores de tiroides, según investigaciones científicas realizadas en Estados Unidos con modelos animales de laboratorio.
EPC exigió que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) prohíba el uso de amoniaco y amonio -sulfito en los colorantes color caramelo de la misma manera como en Estados Unidos lo solicitó el Centro de Ciencias para el Interés Público (Center of Science in the Public Interest) a la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA).

Incomodisimo.com piensa que el "Listado de productos tóxicos y cancerígenos" crece y crece a medida que las investigaciones cobran intensidad y coraje, es irónico que a pesar de estas advertencias públicas las instituciones del estado permanezcan indiferentes y las sustancias malignas circulen libremente provocando sus víctimas infantiles.
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