Carson XI: Oxidación

7:00 Posted by Perro Senil.

Las amenazas que se ciernen sobre un gigantesco universo invisible.


Podemos asomarnos al universo a través de un finísimo rayo de luz, donde nuestro foco en vez de contemplar las estrellas se va a concentrar en su extremo opuesto, es decir, en un mundo invisible pero igualmente de gigantesco, donde primero se captará el universo infinito de las células, para después fijar nuestra atención sobre los minúsculos tejidos de cada una de esas maravillas y, por último, posaremos la imaginación del intelecto sobre las moléculas que arman esos tejidos celulares. Viaje a través de los confines de ese universo que se realizará para maravillarnos de las reacciones que se producen en esas diminutas realidades que se visibilizan con la ciencia. Con esta aventura el objetivo es contemplar con éxtasis el funcionamiento de las células para producir la energía que es la indispensable condición de la vida (Carson,  2001: 158).

Ese extraordinario mecanismo que produce la energía se conoce como la oxidación, mecanismo que puede ser bloqueado, entorpecido y deformado por los productos químicos usados contra insectos, roedores y malezas. Afectando ese hecho gravemente a la salud, puesto que el funcionamiento de las células sobrepasa en importancia a los órganos vitales (como el asombroso y benevolente hígado), las células alcanzan ese alto logro gracias a ese efectivo y suave funcionamiento  de la oxidación que es la base de todo lo viviente (ídem).

Con la oxidación la célula cumple su función «quemadora» con sólo el moderado calor de la temperatura normal del cuerpo. Si cesara de arder «no habría corazón que latiera, ni  sensación que recorriera un nervio, ni pensamiento que iluminara el cerebro humano», como señala un avezado investigador químico. La transformación de la materia en energía en la célula es una de las maravillas de la Naturaleza. Grano por grano, molécula por molécula, el combustible de carbohidrato que utiliza la célula en forma de glucosa mueve esa rueda productora de energía, milagro controlado por una enzima que echa a andar minúsculos cambios químicos. Esta fábrica consume y desecha dióxido de carbono y agua, y en cada ciclo de su movimiento crea una molécula que está dispuesta a combinarse con nuevas moléculas que entren en esta cadena sin fin para empezar un nuevo ciclo. En este universo todo es de tamaño infinitesimal, pero lo que ocasiona mayor perplejidad, reside en que la mayor parte del trabajo de oxidación se realiza en esa fábrica microscópica dentro de un pequeño departamento que son los mitocondrios. Los mitocondrios son gránulos formados por delgados manojos de enzimas de gran variedad, incluidas las necesarias para el ciclo oxidativo. Aquí es donde se completa la oxidación, es aquí donde se sueltan enormes cantidades de energía  que van a: mover los poderosos músculos, echar a andar el laboratorio del hígado, excitar los magníficos nervios o estimular las exquisitas neuronas (íd. 160, 161).
Mitocondria. Un pequeño departamento dentro de la célula que funciona como una eficaz planta de energía limpia.

Esa energía que elabora la célula y que pone en movimiento el cuerpo en todos sus intersticios es conocida por los químicos con el nombre de  trifosfato de adenosina (ATP) y es, por cierto, la corriente universal que se encuentra en todos los organismos vivos, desde el microbio hasta el hombre.

Los espermatozoides, los óvulos y el resultado de la unión de ambos que es la fertilización,  está dentro de los procesos que echa a andar el ATP, porque el trifosfato de adenosina es lo que permite ese estallido de actividad que se transformará en rana, en pájaro o en niño. Pero para que tan explosivo proceso reproductivo se convierta en esas especies es preciso que el trifosfato de adenosina se duplique, lo cual se obtiene con la oxidación, de no ocurrir esto la célula genera calor pero no se produce el movimiento, la respiración continúa pero no se produce energía, entonces, las consecuencias pueden ser desastrosas y con el tiempo puede sobrevenir la muerte (íd. 161, 162). Proceso nefasto que explica, entre otras cosas, por qué los pájaros en las áreas fumigadas ponen en sus nidos huevos infértiles o sus criaturas nacen pero mueren con precocidad, ya que sus espermatozoides y sus óvulos han tenido carencias del trifosfato de adenosina, debido a que los testículos y los ovarios de estas aves han sido dañados por los plaguicidas. (íd. 164, 165)

¿Cómo puede darse la falta de duplicación del trifosfato de adenosina? Una causa son los productos químicos como los insecticidas, los venenos para roedores y los matamalezas, el roce de nuestro cuerpo con estos tóxicos puede poner a nuestro organismo bajo el poder que tienen esas  sustancias de separar la oxidación de la producción de energía (íd. 162), poder semejante sólo similar al de la radioactividad liberada por las bombas nucleares, las centrales atómicas y el uranio  empobrecido -utilizado en la guerra contra Irak -el uso de este último es la forma más maligna del pensamiento de toda la historia de la humanidad-.

Ahora bien, el importantísimo proceso de la oxidación no sólo se detiene por falta de esa fundamental duplicación, basta que sólo una de esas enzimas que actúan dentro de los mitocondrios sea destruida o debilitada para que la fábrica entera sufra grandes problemas. ¿Qué puede destruir o debilitar una de las enzimas que trabaja dentro de los mitocondrios? de nuevo tenemos las labor de zapa de los indeseables plaguicidas actuando, porque cuando estos agentes logran penetrar en el interior de las células, atacan sin piedad a esa valiosísimas gemas que son las enzimas ¿Qué consecuencias provoca ese daño? al quedar las enzimas afectadas (consultar: 183, 184), los invasores privan de oxígeno a las células y las consecuencias son dramáticas, porque al retener el oxígeno, las células buscando sobrevivir desesperadamente desatan una multiplicación de sí mismas al tomar una vía alterna (ver fermentación: 181, 182) que desata desgraciadamente un proceso patológico cancerígeno. Lo que se consideraba normal, bajo los efectos de esa guerra invisible que se produce en el interior de nuestros cuerpos, entonces, se monstrifica y la enfermedad suplanta a la salud (íd. 162, 163).
El Trifosfato de adenosina (ATP) está presente en esa corriente universal que energiza todos los organismos vivos que habitan este planeta, en la mitocondria el ATP es el reactor molecular que labora incansablemente para dotar de vitalidad a todos los cuerpos, no obstante, a pesar de esta crucial importancia, ese fino mecanismo perfeccionado durante dos mil millones de años por la Naturaleza en un arduo proceso evolutivo, el hombre moderno ha creado compuestos artificiales que entorpecen su hermosa tarea, quienes se dedican a fabricarlos y vencerlos se ven favorecidos de continuar con esa debacle devastadora, porque esos daños ocurren dentro de un mundo invisible -el interior de nuestros cuerpos-.   

En conclusión: Este gigantesco universo donde existen infinitos mundos invisibles y piezas infinitesimalmente muy pequeñas puede ser entorpecido, porque nuestra terquedad moderna del uso indiscriminado de plaguicidas no permite el normal funcionamiento de su complejísima estructura. Los plaguicidas cuando se esparcen en nuestro medio ambiente atacan con sus bombardeos indiscriminados estas fábricas de energía (células) y con ello provocan un caos en las ciudades (cuerpo de cualquier ser vivo), las principales estrategias bélicas de estos agentes invasivos son, primero, impedir la duplicación de los trifosfatos de adenosina y, segundo, atacar las enzimas que laboran dentro de los mitocondrios.

Guerra de las galaxias en universos diminutos.


Pero existe otro universo aún más importante que el que se acaba de recorrer mediante un finísimo rayo de luz (el interior del cuerpo). Para concebir la existencia de este otro universo, primero, se debe considerar la humanidad como un todo, segundo, aceptar que  es mucho más valiosa que la vida individual, porque en ella existe un valioso patrimonio que es la herencia genética, y la importancia de ésta se debe a que establece nuestra unión con el pasado o con el futuro. Ese precioso patrimonio es el otro universo, y sus dimensiones son superlativamente más diminutas que las mitocondriales.

Formados los humanos a través de largos eones de evolución, los genes no sólo nos hacen como  somos, sino que además sostienen lo que seremos en el futuro. No obstante, la importancia de ese portentosa realidad, los agentes fabricados por el hombre pueden causar el deterioro de ese invalorable reservorio genético, y con ello esa irrupción de agentes extraños amenaza no sólo a nuestra especie, sino que ese peligro es extensivo para todo lo viviente, el deterioro de los genes son considerados por las razones aludidas en «el último y más grande peligro para nuestra civilización» (íd. 165). (Ver Nota N°1 al final del texto).

Otra vez los productos químicos y la radiación están presentes para alterar la buena marcha del sistema vida, en este caso se trata de algo serio, es decir, cambiar el curso normal de la evolución, y derivar hacia las mutaciones que resultan malignas desde todo punto de vista. Lo primero, de lo que hay que tomar conciencia de la gravedad de los plaguicidas, es que los efectos perversos de la radiactividad sobre el organismo se hallan también incluidos en muchos productos químicos, razón por la cual se les ha denominado radio-miméticos. Muchos plaguicidas son radio-miméticos, y son temibles precisamente porque dañan el cromosoma, portador de los materiales hereditarios. La afectación de los cromosomas (romper el juego completo de cromosomas que preserva la integridad de cada raza y de cada especie) equivale en este otro más diminuto universo al daño de los juegos de enzimas en los mitocondrios que se explicó con anterioridad, lo único que en este caso el desastre es mayor, porque no sólo afecta a la presente generación, sino que se transmite vía genética a las sucesivas generaciones de los seres vivientes que son perjudicados por sus efectos invasivos (deriva apocalíptica del problema). El futuro se deforma en esta otra vertiente del desagradable y ya asqueante problema de los pretendidos «plaguicidas inocuos», los cuales usa la humanidad día a día en nuestro mundo sintético civilizado (íd. 165, 166).

Segundo. En este terrible caso -de esta otra guerra de las galaxias de universos diminutos- las células germinales son las que sufren este trágico drama contra la Naturaleza. El hombre, la amiba, la gigante sequoya, la simple célula de la fermentación  no puede seguir existiendo como son  si se perturba la mitosis para la cual está destinada la célula germinal. La división celular (mitosis), será alterada en detrimento  de la conformación del organismo y esta anormalidad será, además, transmitida a su descendencia. Por esta senda de horror la Tierra ya nunca sería la misma, puede llegar a ser habitada por extrañas criaturas que habrían sufrido  un sobrecogedor número de mutaciones, donde las deformaciones serían la principal característica de los sobrevivientes. Las tumoraciones y mongolismos serán en ese repelente futuro lo corriente, y los síndromes que afectan la estatura o producen severas deficiencias mentales se confundirán en criaturas donde el sexo no queda bien definido. Son estas anormalidades absurdas y deplorables sólo algunas de las nuevas realidades que reconfigurarán al planeta ya hoy en día bastante maltrecho, cosa que ineluctablemente ocurrirá sí seguimos impregnando el medioambiente con productos químicos radio-miméticos que afectan a los equipos de cromosomas que se construyeron en un proceso evolutivo de dos mil millones de años (eones: un eón equivale a mil millones de años o a un período paleontológico). ¿No resulta un precio demasiado alto por conseguir frutos sin gérmenes, habitaciones sin zancudos, moscas y chiripas, o cultivos donde las primaveras son silenciosas y el paisaje es un desierto verde? (Ver al final de texto el APENDICE).

Hay que obligar mediante las leyes a los fabricantes de sustancias químicas a financiar  experimentos, mediante los cuales se puedan conocer los efectos que sus productos pueden tener en los genes (íd. 164/171), pero para que este se materialice es preciso que la «conciencia» se convierta en una fuerza de redención indetenible. La «conciencia» como fuerza crucial de la historia es el atributo determinante del «hombre nuevo», quien tendrá por principio-guía  reconocer al universo como un mundo holístico (Holón).
Células germinales y cromosomas del ser humano, una infinitesimal parte de nuestro organismo sometido a un bombardeo bélico que ya lleva un siglo de declarado y sólo es noticia esa prolongada guerra devastadora para las revistas científicas o libros como "Primavera silenciosa".   

NOTA N°1:
El deterioro de los reservorios genéticos que se están llevando a cabo atacando a las células germinales y seleccionando como objetivos brutales a los cromosomas es un daño de proporciones descomunales a la economía del sistema vida, la crisis que se puede desatar es apocalíptica. La soberbia humana no tiene parangón y nos convierte en la peor plaga del planeta, en vez de ser la cúspide del proceso evolutivo nos transformamos en bichos al desarrollar históricamente un Modo de Vida que se guía por los intereses mercantilistas, sólo cambiando el curso histórico volveremos a ser una prodigiosa «Criatura amical» para este planeta que es un punto insignificante en el cosmos. La humildad es la realidad basal del paradigma correcto.

GLOSARIO
Amical: amistoso. Criatura amical es una criatura amistosa.
Basal: Es la base de una formación orgánica. La humildad es la base de que sostiene el ser de una criatura amical.

 NOTA IMPORTANTE:
Incomodísimo.com modifica los textos de los libros que reseña, para llevarlos al estilo agridulce del blog, mediante el cual se deja entrever las verdades incómodas y subversivas que estas obras contienen, que alientan los artículos-reseñas de este Blog. En el caso de “Primavera silenciosa” nuestros textos dejaron fuera, el estudio de casos que con gran detalle Rachel L. Carson va describiendo y explicando, deja a sí mismo fuera, por lo general, a las interesantísimas soluciones alternativas que Rachel L. Carson  registra para resolver esos problemas que la civilización de la modernidad ha creado para tragedia de nuestra querida Gea o Pachamama. De allí que el libro en sí es insustituible y su adquisición es un imperativo, porque “Primavera silenciosa” es un libro fundamental para ser un medioambientalista por convicción bien fundamentada. Sin «ciencia» no hay «conciencia holística» o conciencia ecológica. Con aprecio de su Jefe de Redacción, Perro Senil.

Este libro fue adquirido en el Mesón de Ofertas, si mal no recuerdo, por Bs. 15 o Bs. 18 en la Librería Europa, Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela.

Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos. Barcelona, España, 2001. Páginas: 255.

 APÉNDICE
Así concebía el imaginario medieval europeo, en los inicios de la conquista, a los habitantes del continente prodigioso que denominaban como «las Indias». Utopía al revés que puede ser realizada en el siglo XXI sí somos lo suficientemente estúpidos como para dejar que el cerebro del mercado decida por nosotros qué hacer con este planeta.

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