Carson V: Pesadilla de excesos

8:46 Posted by Perro Senil.

La destrucción de los insectos no sólo es innecesaria, sino que es una pesadilla de excesos. Los insecticidas son venenos mortales y, por consiguiente, emponzoñan toda la vida. La muerte es una cosa horrible cuando es causada por una intoxicación, la alondra que surca el firmamento hace más grata la vida humana, y sin embargo su recompensa,  es que antes de expirar debido a esas sustancias letales pierde la coordinación muscular y no puede volar ni sostenerse, continua batiendo las alas y contrayendo las garras mientras está tendida de lado. Tiene el pico abierto y la respiración es difícil. De tal modo que este asunto de las fumigaciones para eliminar a los insectos es una cuestión que no sólo es científica sino moral. Al asentir a un acto que causa semejantes sufrimientos a una criatura viviente ¿quién entre nosotros no queda disminuido como ser humano? (Carson, 2001: 77, 87 y 88).

Millones de kilómetros han sido rociados en Norteamérica para librar los cultivos de los odiados insectos, trampa letal en la que también sucumbe la vida silvestre, el resultado ha sido la destrucción sobrecogedora de todos los animales y exponer al peligro a los seres humanos, expuestos a un innegable daño. Los ataques a gran escala desde el aire han escogido el aldrín, una de las sustancias más peligrosas, por el deseo de ahorrar dinero -el aldrín era el más barato- haciendo caso omiso de la naturaleza extremadamente venenosa de ese compuesto. El plan de uno de esos ataques a gran escala era el de acabar con el escarabajo que ataca la raíz del maíz (íd. 78/80).

Este escarabajo en su estado larvario ataca la raíz del maíz.

Como el producto penetra en el terreno, los escarabajos envenenados salen a la superficie, atrayendo mientras mueren a los pájaros insectívoros, los  cuales fueron virtualmente exterminados. Con posterioridad lombrices de tierra fueron halladas muertas en gran cantidad después de una abundante lluvia. Las aves que se bañaban  y bebían en los charcos fueron inevitablemente condenadas a muerte. Los pájaros que sobrevivieron probablemente quedaron estériles, en los nidos sus huevos no contenían ninguna cría. Las ardillas fueron virtualmente aniquiladas, las ratas almizcleras, conejos y zorras desaparecieron. En las granjas el noventa por ciento de los gatos cayeron víctimas, los gatos son extremadamente sensibles a los insecticidas de cualquier clase (íd. 82 y 83).

El aldrín es de 100 a 300 veces más tóxico que el DDT, no obstante, el escarabajo continúa su movimiento expansivo debido a esta ineficaz guerra química. Los estados donde este insecto tuvo su aparición (el escarabajo es un insecto importado) en los tiempos anteriores al invento de los insecticidas sintéticos, no sólo han superado la plaga, sino que han mantenido al insecto bajo limitación por medios que no han representado ninguna clase de amenaza a otras especies vivientes, en estos territorios pusieron en juego fuerzas naturales de contención que fueron efectivas (íd. 85).

Pero los que desean resultados inmediatos, cuesten lo que cuesten, seguirán usando los productos químicos contra este coleóptero, el cual no es tan amenazador como lo hace figurar la propaganda de los grupos de interés. El control químico necesita frecuentes y costosas repeticiones, con el expediente de que con la ejecución del plan (bajo el impulso de los empresarios y las autoridades) pudo observarse de que se habían producido enormes pérdidas de animales salvajes. Además, en estas áreas sometidas a esa ofensiva química o pesadilla de excesos, ya no surcan los pájaros los cielos ni se escucha su canto, hay silencio en vez del sonido de la vida. La cuestión es si alguna civilización puede desencadenar una guerra implacable contra los insectos sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho de llamarse civilización (íd. 82, 87).

 NOTA DE ACTUALIDAD TOMADA DE NATIONAL GEOGRAPHIC: La planta del maíz es capaz de solicitar auxilio de los nematodos benéficos cuando es atacada por las larvas del escarabajo, lo hace emitiendo en sus raíces un gas que atrae a los nematodos devoradores de larvas. Lo curioso de este descubrimiento es el terrible hallazgo de que, en aquellos plantíos donde se ha protegido durante años el cultivo mediante pulverizaciones químicas, estas plantas pierden esa maravillosa capacidad natural de hacerse «escuchar» por otro ser vivo para que acudan en su auxilio. Los científicos están intentando restituir esa defensa natural que en esos cultivos se ha perdido, es decir, están intentando que la planta vuelva a tener la facultad de llamar a los insectos que la pueden salvar de ese ataque, lo que es tanto como decir de que tengan de nuevo «su voz», la cual también enmudecieron los tratamientos químicos. La pesadilla de excesos silenció a los pájaros y a las plantas ¿silenciará a los defensores del planeta?
Rachel L. Carson. Primavera silenciosa. Editorial Crítica, Colección Drakontos, Barcelona. 2001 Páginas: 245

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