Fundación hispana V: Poblaciones ordenadas (a)

8:14 Posted by Perro Senil.


Fundación hispana V: Poblaciones ordenadas (a)


«Orden social señorial»


En su aspecto morfológico estas poblaciones presentaban a la vista una disposición urbana donde imperaba la regularidad, es decir, el orden. Ese «orden físico» se prestó para la distribución de los solares de la población guardando un «orden social». En ese sentido los solares privilegiados del poblado se reservaban para «los principales», lo que convertía al contorno de la plaza en el «escenario del poder». Al interior del templo ese orden social se repetía, se ubicaba a los feligreses del mismo modo que se distribuían en la población, es decir, los lugares privilegiados estaban reservados para «los principales».

Las desigualdades sociales construían el espacio en el pueblo y en el templo. Otra forma de enfatizar la superioridad de los principales era mediante el factor religiosidad. Como el Camino Real creaba un eje simbólico entre la Cruz y la Capilla, a sus lados iban el templo, las instituciones y los vecinos de prosapia, entre ellos los fundadores del pueblo que gozaban de gran mérito. Con estas disposiciones espaciales se pretendía imponer la jerarquía, considerada por ellos como el «orden perfecto», es decir, el que replicaba al que existía en el «Cielo» (Dios, Serafines, Querubines, Arcángeles, Ángeles, Santos). 

El concepto de «orden» en nuestra cultura tiene ese legado hispano, es decir, el  «orden» se connota como el acatamiento de las normas y el respeto al lugar que las cosas o personas deben ocupar en las reuniones. El «orden» configura objetos, cosas y personas en el espacio siguiendo un determinado modelo político. Esa manera de organizar la realidad fue pensada por los Doctores de la Iglesia católica y los Consejeros reales, y convertida en un régimen político que penetraba por todos los intersticios de la sociedad y era aceptado por todos sus miembros. Fundar era entronizar el orden monárquico en la configuración de un poblamiento, era imponerle una forma jerárquica a la sociedad local, era un acto político.

Dentro de la iglesia ese orden reservaba en los actos religiosos los lugares de honor para los “vecinos de solar conocido”, es decir para «los Don», «los de la plaza», los de «las grandes familias» y para las autoridades. Ellos eran “el espectáculo de la superioridad”, eran quienes ostentaban  los cargos parroquiales y las distinciones con Títulos. Ellos hacían  alarde de abolengo, linaje o prosapia, en síntesis pretendían «blasón». Dentro de ese orden de ideas imperantes, entonces, los «Notables» se consideraban los dueños del pueblo, el pueblo era de ellos, y gozaban de consenso entre los pobladores como tales, eran «los Señores», tenían señorío. Esos privilegios se legitimaban con los lugares que ocupaban en el «espacio sagrado», es decir,  en el templo y, del mismo modo, en el contorno de la plaza o en el Camino Real.

El arte de la época divulgó esa ideología. En este cuadro se presenta a un Jesús rodeado de ángeles, santos, monarcas, papas y figuras bíblicas, están recibiendo el alma de un aristócrata, su cuerpo yacente -abajo en la tierra- está rodeado de nobles, santos y sacerdotes. Esta obra se conoce con el nombre de "El entierro del Conde de Orgaz".  

La fundación del pueblo, como resultado de esa ideología, creaba un modelo de «orden social discriminatorio», su propósito era separar los vecinos de «calidad» de «los del común», estos últimos debían quedar relegados a los suburbios. La violación de las jerarquías en el Antiguo Régimen, en consecuencia, fue considerada por las autoridades civiles y eclesiásticas como “escándalos públicos” u ofensas al honor.

El pueblo parroquial y cristiano se fundaba para que  «los vecinos», es decir, los propietarios, dejasen de estar viviendo en un espacio irregular, esto es, en el campo, su lugar no debería estar en las rancherías, aldeas o caseríos donde imperaba el desorden, lo cual se consideraba como barbarie, tales sitios eran el no-lugar. El «lugar» era donde se fundaba establecimiento regular, porque allí la vida social y económica se veía favorecida por la presencia de las instituciones políticas, religiosas y mercantiles, es decir, «el lugar» era el escenario reservado para «los principales». Y desde el espacio ordenado dominan el espacio del desorden -control del campo por la ciudad-. 

Dentro del poblamiento diseminado que iba desde Puntica de Piedras hasta Punta Benítez, entonces, surgió un hito entre 1816 y 1818 que estableció una ruptura en su proceso histórico: Se erigió en La Rosa, en la medianía del poblamiento, una «población ordenada» que va ser nominada como la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Cabimas, con ese hecho trascendente la etapa del «desorden» quedaba superada en el acontecer de este poblamiento.
La costa de  Cabimas iba desde Puntica de Piedras hasta Punta Benítez, entre los sitios  de Punta Icotea y el de Punta Gorda quedaba La Rosa, espacio que fue meticulosamente preparado por el obispo Lasso y el fraile Álvarez para el establecimiento de un «orden social» de tipo señorial. La Misión de San Antonio aparece en Punta de Piedras, donde fue fundada como «pueblo de indios» o "pueblo de misión", con posterioridad este pueblo fue mudado a Puntica de Piedras, donde fue elevada a la condición de «pueblo de doctrina» -fundación que, por cierto, lo legitima como población provincial-.

Corolario: En la fundación de Cabimas un orden social señorial propio del Antiguo Régimen fue «consagrado» desde aquella reunión que se efectuó en Punta Gorda aquel aquel 26 de junio del año 1816. Reunión que en este Breviario se denominó como “El Pacto”. Este pacto realizado por "los de calidad" se estableció para dejar a "los comunes" en el «no-lugar» (campo) y mudar a las minorías propietarias a «el lugar» (pueblo), es decir, la élite dominante utilizó el espacio para reivindicar la existencia de una jerarquía social. Pero una élite emergente se abrió paso en medio del movimiento de Independencia -que estremecía a todo el continente-, y hombres como Basilio Borjas desordenaron ese espacio recién construido, para erigir en él una nueva «cadena de mando».
"El entierro del Conde de Orgaz"
Este es un cuadro que muestra el «señorío» que dominaba la vida social de la España medieval. En este cuadro se observa el orden jerárquico que existía en el Cielo/Tierra. Esta pintura tiene dos planos. En el plano superior se representa el Cielo, donde la figura cimera es Jesucristo, con su corte de ángeles, más allá en el entorno, figuran las almas de los grandes monarcas, papas, doctores de la iglesia católica, apóstoles, santos y personajes de la Biblia. En el plano inferior, el terrestre, están los máximos representantes de la nobleza de la ciudad de Toledo, España, donde están presentes civiles y eclesiásticos vestidos de gala negra como lo disponía Carlos I como símbolo de dignidad. La escena es la del interior de un templo y representa una misa de difuntos, el fallecido es el “Conde” de Orgaz (Don Gonzalo Ruiz, quien era un «Señor» de la sociedad toledana). El cuadro narra el descenso de su cuerpo al sepulcro y la ascensión de su alma al cielo, donde la Virgen María y San Juan Bautista interceden ante Cristo por él, para que sea recibido, Jesús le concede la gracia e indica a San Pedro que le abra las puertas para que ingrese a su Reino. El templo, como resulta obvio, sirve de pasaje entre el mundo terrenal y el mundo celestial, la iglesia es un «espacio sagrado» y, como tal, es el lugar para ascender al Cielo. La Nobleza ingresa, por supuesto, en ese mundo sobrenatural con toda la pompa y solemnidad requerida para su «calidad. Por lo que no sorprende que en esta obra aparezca en el Cielo el Rey Felipe II y el Papa Sixto V que no habían aún fallecido, sino que estaban en sus plenas facultades de gobierno aquí en la tierra, lo cual nos indica como el cuadro de un modo extremo reserva los lugares más privilegiados para los miembros más encumbrados de la iglesia y del estado, respetando así la superioridad divina que le asignaba aquella sociedad absolutista al Papa y al Monarca. Contra esa concepción del «señorío» llevada a los terrenos teológicos, irrumpió una época revolucionaria la cual, por supuesto, sólo tuvo éxitos parciales para las conquistas sociales.
Esta impresionante obra pictórica fue realizada por el Greco (Domenicus Teotokópoulus) quien llegó a Madrid el año de 1577. Como es obvio, esa concepción de la sociedad y sus creencias expresada en esa obra artística, permite comprender el trasfondo ideológico de las fundaciones hispanas en el continente americano y, sobre todo, la importancia del acto fundacional para el orden social que se establecía. El orden que se establecía en la tierra, dentro de la población y en el interior del templo, preparaba para el orden que se conseguirían en el Reino de Dios, en otras palabras, la ciudad terrenal era sólo un tránsito hacia la Ciudad de Dios (Ciudad que concibió el filósofo, teólogo y político Agustín de Hipona, entre el año 413 y 426, quien es considerado Padre de la iglesia latina y Santo católico). Este San Agustín, así como San Esteban (primer mártir del cristianismo) aparecen, por obra de un milagro, en este cuadro al lado del cadáver del Señor de Orgaz y entre la selecta nobleza que asiste al entierro. Son obvias las conclusiones en todo este asunto.

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