Fundación de Cabimas IV: Planteo urbano

5:47 Posted by Perro Senil.

Fundación de Cabimas IV: Planteo urbano


«Los 580» se empeñaron en la construcción de la capilla, debía ser de aproximadamente 11 metros de ancho por 24 de longitud, con altar mayor y secundario, presbiterio con gradas y pirlanas, nave central, púlpito, confesionario, pila bautismal, techo de tejas a dos aguas, con obra de carpintería de tijeras, tirantes y soleras, y paredes de bahareque anchas y vigas transversas entre muros, la edificación tendría de tres tercias de alto, con la puerta mayor de dos hojas y la puerta secundaria con aldabas. Todas las paredes encaladas.

Para el mes de mayo del año de 1818 ya estaba concluido el templo, pero no sólo estaba en el lugar esta edificación, tal y como lo prometieron estos pobladores construían otras casas. El Camino Real facilitó el inicio de las obras, puesto que esa vía sirvió para alinear las nuevas viviendas allí en “La Rosa”. La casa del cura la construyeron al lado de la Iglesia. Y el terreno dispuesto para la población fue despejado de malezas, abrojos y arboleda.

Fue crucial para esta fundación la donación de Don Calixto Nava, porque este vecino cedió  el terreno para la Capilla pública, y dotó a la Iglesia de suelos, bienes propios que llegaban por el frente hasta la playa y por el fondo hasta El Pedregal, sitio donde debía quedar el cementerio. Esa donación de tierras fue aceptada por Fray Ignacio Álvarez, siendo testigos de este aporte para la población los vecinos Ramón Borjas, Juan Bautista Neri y Juan Antonio Ochoa, todo se asentó en un pliego el 26 de diciembre de 1817. Y fue a partir de esa donación que echó a andar el proceso, que para el mes de mayo del año siguiente tendría ya gran adelanto.

Narra el Obispo el año de 1818 que “en mi transito para Trujillo, en mayo quede íntimamente convencido de la devoción y actividad de los fieles sus habitantes. La capilla es una pequeña iglesia ya acabada: Han hecho casa para el cura: concurrí a delinear las calles; y se hacen otras nuevas casas”. Todo permite suponer que cuando el Prelado colocó la primera piedra del templo el 25 de diciembre del año 1817, había dejado establecido, entonces, el área para la construcción de la Iglesia, dónde iría la plaza, y debió marcar las cuadras en el Camino Real donde se podían edificar viviendas, para que todo estuviese bien «ordenado».

Ahora en mayo del año de 1818, con toda la superficie destinada a la población libre de monte, el Obispo procede a delinear las calles de la planta original de la fundación. La plaza colindaba con la playa que daba al lago -era una excepción-, las instrucciones de las Leyes de Indias así lo recomendaba para las poblaciones costeras. La traza quedaba en cuadrícula, como lo disponía la Corona para sus ciudades, villas y lugares en América, que tienen esa disposición reticular con forma de damero desde Mendoza en Argentina hasta Caracas. En el sitio quedaba ahora la tarea de edificar con esa disposición regular y ordenada. La meta era el mes de octubre debido a un motivo religioso, por lo que las primeras bases de la población debían estar listas para el mes de septiembre. La fundación entraba en la recta final, llenando los requisitos contenidos en la “Recopilación de las Leyes de los Reinos de Indias”. La fundación era a la usanza española, era una fundación hispana. Fundar era ordenar bajo un paradigma que legitimaba las jerarquías y desigualdades de la época.

¿Cuál debe ser el planteo urbano que convenga en nuestros días para que Cabimas esté en los estándares de exigencias del siglo XXI y de una agenda de crear una nueva sociedad? Sólo con conocimiento histórico sobre el desarrollo del urbanismo como ciencia se podrá recorrer este nuevo laberinto con éxito, si  esos códigos no se decodifican Cabimas quedará esclavizada a los paradigmas realmente existentes del declinante siglo XX y mientras una época muere, no podrá nacer una nueva era. Este conglomerado debe ser convocado a enarbolar el lema de “Cabimas indómita y pletórica, por siempre” por quienes asuman ante los cambios una posición filosófica y científica, para que no sean cambios triviales sino vitales.  

La forma reticular dominó el diseño de las poblaciones que el Imperio español fundó a todo lo largo y ancho del continente americano -lo que ellos denominaban como Reinos de Indias-. El «orden» era el propósito paradigmático del diseño reticular, porque aquella época reposaba sobre los fundamentos aristotélicos que preconizaban “Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”, principio que creaba un orden. Aristóteles es el primer filósofo que utiliza la idea de las categorías, las emplea para clasificar la realidad, por ejemplo, en la nobleza existen categorías que crean una escala descendente: Monarca, Conde, Duque, Marques, Barón, Señor, Caballero, mediante las cuales la realidad social se  percibe como una jerarquía de diferentes, y que reúne a quienes ocupan la posición alta. La aplicación de esta filosofía llevó a una praxis, donde para guardar el orden se separan a quienes detentan esas categorías de quienes no tienen categoría, es decir, se apartan los desiguales, por ejemplo, la nobleza del común, donde estos últimos quedaban relegados en el espacio a los lugares reservados para la inferioridad. El ocupar en el espacio los lugares reservados para la superioridad, otorgaba reconocimientos y concesiones, lo que se traducía en privilegios y prerrogativas propios a la naturaleza nobiliaria. Los cambios de paradigma, entonces, implican un vuelco en la percepción de la realidad, lo que concede a quien la asume como su forma de pensar y concebir una mirada distinta, sí la concepción filosófica es revolucionaria, ésta puede orientar a una reorganización de la sociedad, de la humanidad y del mundo, y puede provocar una transformación del hombre. El paradigma que se utilice para refundar las ciudades, pueblos y aldeas tiene ese significado y esa importancia para este siglo XXI.     

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