Marchena III: Superbísimos plumajes

7:58 Posted by Perro Senil.

Juan Marchena Fernández. Desde las tinieblas del olvido (Los Universos indígenas escondidos). Planeta, Venezuela. 2008. Páginas: 473.

“Arteros y nobles”

Dicen Alvin y Heide Toffler que la forma y la cantidad de riqueza que produce una sociedad tiene consecuencias ecológicas y culturales, y producen específicos estilos de vida. Si esto es cierto, tal aserto contrapone los estilos de vida de la Europa y la América en el siglo XVI, en uno el tipo de hombre que se perfiló era el “artero” en tiempo de paz, y en el otro  el tipo de humano era de carácter “noble” aún en las circunstancias más terribles. Marchena señala que esa era la síntesis que Castellanos testimonia como peregrino de este siglo XVI en este continente prodigioso, en su personal cotejamiento Don Juan de Castellanos, afirma que, ante una oprobiosa tiranía impuesta por las “malas acciones” de los “arteros” conquistadores, los indígenas contrapusieron la nobleza y el coraje, la belleza y la hidalguía de su rebelión. Posición para la cual aporta hechos, acontecimientos y eventos a todo lo largo de su profusa obra conocida como las Elegías, para que no quede duda de sus calificativos (Marchena, 2008: 194).

Castellanos como el primer etnólogo del mundo americano valora a aquellos bravos indígenas, pormenoriza de aquellos valientes guerreros, sus actitudes, sus armas, sus pinturas, sus “superbísimos plumajes”, y  refiere que estos atributos son elementos fundamentales de su cultura, en la que el honor y la valentía constituían elementos basales de sus conductas. Los cuales quedaron resaltados cuando sus universos se transformaron en rebelión (íd. 193 / 195).
Este etnólogo muestra que estas sociedades era un mundo que tenía sus lógicas, sus leyes, sus capacidades, sus normas, fueran guerreras, políticas, religiosas o sociales; en fin, insistió que ese universo contenía las normas de una civilidad incuestionable, contrapuesta en muchas ocasiones a la crueldad, el desatino, la falsedad y la traición de los españoles. Con lo cual, cuando narra los horrores de la guerra entre estos y los indígenas, no escatima la alabanza hacia los que lucharon por su libertad (íd. 194). Una “oprobiosa tiranía” provoco una lucha por la libertad, oponiéndose en esta horrorosa guerra dos conductas: una artera y otra noble. Pero la descripción de esa realidad va penetrando en otras intimidades donde las cualidades empiezan a asomar con gran fuerza y a apoderarse del escenario que antes dominaba un actor social disminuido y subestimado. Castellanos nos lleva a descubrir los universos indígenas escondidos.


“Virtudes y belleza corporal”
Al rescatar aquel universo valorando a sus hombres, mujeres, pueblos y sociedades Castellanos nos brinda un relato excepcional donde a las virtudes se sumaba la belleza corporal. Los indios cocinas del Cabo de la Vela eran de tan ligeras piernas y livianas / que son a las de ciervos muy vecinas; / Todos enjutos: altos y de color rojizo moreno, / tan diestros en la pesca y la caza / que no saben soltar tiro baldío. En la guajira los indios como cabras van saltando, / los arcos prestos y las flechas puestas, / con la grita que suelen cuando riendas / sueltan las rencillas y contiendas. De los indios Carora “Gente que nunca cubre tela / porque sus galas son, y gentileza / pintar las que le dio naturaleza”. O sobre los naturales del lago de Maracaibo: Ya digo no ponerles embarazo / las ropas sinuosas ni pendientes; / el viril miembro cubre calabazo. / A otros más de maure cubre partes impudentes, / y aunque desnudas todas las mujeres / vencen los más honestos pareceres, / porque debajo de la horcajadura / se ponen la que llaman pampanilla (íd. 195 / 200).

 Señala que la dignidad y el honor de estos pueblos indígenas merecen toda estimación. Resalta su ingenio y dignidad a los que relaciona con tesón “nación ingeniosa y bien vestida / honestísimas todas las mujeres. Sinceros y amorosos, como los naturales de las selvas del Orinoco “tan blanda cera / que della se hiciera cualquier cosa”. Dignos, gallardos, bien dispuestos. Y elegantes “De la costa del mar / las gentes que la tiene por asiento / son mucho que más que otras elegantes / son las mujeres por extremo bellas, / gentiles hombres todos los varones; / son ellos y ellas/ de nobles y apacibles condiciones / y su lenguaje es el caquetío”. Por la laguna de Maracaibo “Los naturales della son desnudos, / todas sus proporciones son muy bien hechas / alentados, fornidos y membrudos. / Hay gente limpia, de graciosa traza / y dados a la pesca y a la caza” (íd. 201 / 203).

“Se pueden mirar por maravilla”

Los adjetivos cobran en Castellanos un brillo especial cuando se refiere a la belleza de las mujeres indígenas. Son tan hermosas que no parecen terrenales, “de este suelo”, y al verlas los españoles quedaban “suspensos”, absortos, mudos / no sabré dibujaros su figura / por parecer más divina que humana; / no parecía cosa de este suelo; / y aquellas proporciones descubiertas / cadenas de potencias y sentidos / ablandaban los más duros corazones, /  teniéndola por cosa milagrosa. En las costas de Venezuela, “son mujeres de tanta hermosura / que se pueden mirar por maravilla; / trigueñas, altas, bien proporcionadas, / en habla y en meneos agraciadas (íd. 204, 205). Mujeres indígenas todas a las que Castellanos, aparte de la belleza, avecina lealtad heroica, lealtad de una madre o de esposa capaz del máximo sacrificio (íd. 208).
La inclinación de Castellanos hacia los indígenas queda de manifiesto reiteradas veces. Destaca su nobleza, valientes, fuertes y siempre listos a defender su tierra, “hombrazos”, poseedores de otras virtudes, consta ser sincera, / gente docible, noble y amorosa / hombrazos de valor y de prudencia / son ahidalgados / y guardan amistad si la prometen / prudentes en las cosas que acometen; / las mujeres gallardas / pulidas y en el traje más honestas (íd. 209, 210).


“Sabiduría y valentía”
Y junto con la nobleza y la sabiduría, su deseo de no rendirse, sino resistir. Castellanos explica y reitera que los indios no se dejaron dominar. Siempre combatieron, siempre lucharon por su libertad, pareciéndoles la gente más valiente del mundo “que pretenden hacernos sus esclavos / morir en miserables sujeciones. / Pues para refrenar la tiranía / de tan cudiciosísimos tiranos, es menester que os anden bien las manos / agora quiero yo la valentía / y muestren los valientes cuánto valen / anímense que va la razón de nuestra banda /… vengad vuestras injurias y denuestos (íd. 211, 212).     

Castellanos cuenta como los caribes en cierta ocasión amenazaban a los españoles, persiguiendo en sus rápidas canoas a los castellanos que huían remando lo más rápido que podían, y diciéndoles: “¡Ah barbudos! Seáis muy bien llegados / Días ha que tenemos deseados / encuentro desta caza deleitosa; / seréis en nuestra olla regalados, / veremos si tenéis carne sabrosa; / Ya vamos, suspendes remos un poco, / enmendaremos vuestro intento loco”. En la costa de Venezuela, cuando veían llegar a los españoles en los barcos, les gritaban para que desembarcasen: “Decían  y hacían muchos fieros / con gestos de cien mil bravosidades, / tiran por alto flechas los flecheros, / comienzan a gritar parcialidades, / a grande furia sus capitanes piden batalla / con bríos singulares / con sus acostumbradas valentías” “Son valientes desde el nacimiento, cualquier varón de aquesta tierra” (íd. 214, 215).
Valentía que no perdían ni aún en los peores trances. Melchor Velázquez amenaza con matar un indio que les ha ido llevando por los peores caminos, despoblados y sin comida. El indio les responde: “Tengo por acertados los engaños, / evitando los daños y los males / de nuestros naturales y parientes, / por no darlos a manos extranjeras. La muerte yo la pido, yo la quiero / contento, pues que muero sin ofensa Y por justa defensa de mi tierra” (íd. 222).

 “Superbísimos plumajes y, cuando no, untados de mara”

En el lago de Maracaibo atacaron a los españoles, porque sufrían en tiempo de paz reiteradas ásperas afrentas, eran tres mil indios gallardos y valientes a las espaldas puestos los carcajes y todos con superbísimos plumajes o con almetes.

Toda la tierra parecía que se les venía encima cuando los guerreros tocaban sus tambores y sonaban las caracolas, señal de que el ataque iba a comenzar. En el lago de Maracaibo: “Viendo los indios ya que sobre paces / usaban de tan ásperas afrentas / procuraban ordenar guerreras haces; / juntado de canoas muy capaces / un número de más de cuatrocientas, / y en ellas embarcaron estas gentes / tres mil indios gallardos y valientes. / Luego la gran caterva de salvajes / aprietan en las manos canaletes, / todos con superbísimos plumajes / joyas de oro, petos, brazaletes, / a las espaldas puestos los carcajes, / alguno asimismo con almetes [especie de casco], / daba la vista de este movimiento / temores con algún contentamiento” (íd. 225). Y cuando no eran “superbísimon plumajes”, joyas y otros atavíos, las pinturas de guerra daban a los indígenas un aspecto formidable: “Iba cualquiera de ellos muy untado / todo, hasta la parte más sujeta, / de bija, que es bitumen colorado, / también venían ellos / untados todos con resina/ o mara…” (íd. 284).


“Ilustrados versus Imponentes”
Para Incomodísimo.com no queda duda de que en las Elegías, Castellanos nos da a elegir entre estos varones de cabezas ilustradas que llegaron de Europa a imponer tiranías y estas sienes coronadas de superbísimos plumajes que en este continente se le resistieron como un universo en rebelión en defensa de su tierra y parientes. Marchena sabe hacia qué bando se inclina Castellanos, pues dice que él sabe que esta combinación de nobleza, valentía y belleza de los naturales de este continente prodigioso, los hace imponentes (íd. 224).

Castellanos, exponiendo una y otra vez estas razones en boca de los indígenas, insiste que su rebelión estaba amparada de toda justicia: “Servimos estas gentes extranjeras / a más andar nos vamos consumiendo / en minas y prolijas sementeras / y todos ellos andan repartiendo / nuestros campos, sabanas y riberas / aquello que aquí siempre poseímos / y donde nos criamos y nacimos /Por tanto, cada cual las manos haga prestas / échese dos carcaj a las cuestas, / aliste con furor el arco fuerte, / y mueran los enemigos mala muerte”.  (íd. 240).
Tocados de superbísimos plumajes, embijados, con adornos de oro, dotados de temibles armas, entre bocinas y tambores, aguerridos, nobles, dignos. Tal es la visión que Castellanos  arroja sobre estos indígenas en rebelión por la “justa defensa de mi tierra” como responde uno de ellos con dignidad a Melchor Velázquez (íd. 286). Por todas estas razones esgrimidas Marchena es enfático al afirmar que “no fueron pueblos vencidos ni derrotados; fueron pueblos aniquilados. Las Elegías así lo demuestran, verso a verso, palabra a palabra. Uno dominó, el otro resistió hasta el exterminio. Es historia de tumbas y de héroes, donde desaparece un mundo por la mano  de los ilustres varones de Occidente (ídem). Los imponentes no serán olvidados gracias a ese gran varón ilustre Don Juan de Castellanos, quien nos lego su testimonio en una de las obras literarias más interesantes del siglo XVI, pero para entregarnos esa fortuna debió encorvarse sobre su escritorio para rasgar el papel durante cuarenta años” (íd. 13, 20).

“Desde las tinieblas del olvido” es uno de los trabajos más arduos y más productivos realizados para estructurar la conciencia histórica de quienes, como aquel indio del relato de Castellanos, hemos de responder al conquistador de nuestros días: mi rebelión es por la justa defensa de mi tierra, y para evitar los daños y los males de los naturales y mis parientes.

CON ESTE ARTÍCULO/RESEÑA CULMINA LA PRESENTACIÓN DEL HERMOSO E INVALUABLE TRABAJO DEL CATEDRÁTICO JUAN MARCHENA FERNÁNDEZ.

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