Marchena II: Universos indígenas

22:11 Posted by Perro Senil.

MES DE SEPTIEMBRE DEDICADO A LA FUNDACIÓN DE CABIMAS EN INCOMODÍSIMO.COM


Juan Marchena Fernández. Desde las tinieblas del olvido (Los universos indígenas escondidos). Planeta, Venezuela. Páginas: 473.

Altas culturas y culturas impactantes

Comenta Marchena que la mirada de Don Juan de Castellanos es la del que encuentra en los universos indígenas un sentido propio que tiene sentido en sí mismo, dotado de circunstancias específicas que constituyen un orden natural netamente americano. Y agrega: Castellanos aclara, explica, razona sobre el por qué de las cosas; por qué eran así, funcionaban así, se comportaban de ese modo. Al fin y al cabo cuando escribe es un hombre de la tierra, un americano, por decisión propia. Cuando deja el testimonio de aquel mundo; y de su pérdida se lamenta: “los pocos baquianos que vivimos / todas aquestas cosas contemplamos / y recordándonos de lo que vimos / y como nada queda que veamos, / con gran dolor gemimos y lloramos”. Recordar le sirve para dejar testimonio, su testimonio (Marchena, 2008: 287, 288).

El catedrático Juan Marchena Fernández nos lleva de la mano por la obra titulada “Elegías de varones ilustrados de Indias” escrita por Don Juan de Castellanos. Esta labor la realiza Marchena con una magistralía impresionante por lo ciclópeo del arduo trabajo emprendido, la sabiduría que demanda y la muestra de erudición que requiere esa desafiante tarea.
Castellanos fue testigo del esplendor de las altas culturas, sus versos están plenos de referencias magníficas sobre la historia de aquellas sociedades. No es menos detallista ni se muestra menos impactado al referirnos la vida, las ciudades, las costumbres de los pueblos de la costa, de Paria, de los llanos, del “alaguna” de Maracaibo, del río Orinoco. No está dispuesto a considerar aquellos pueblos como bárbaros, para él, aquellas sociedades tienen sus normas, sus leyes, sus “policías” [Acepción: de orden y norma, “Vivir en policía” era vivir en orden, bajo normas], sus ritos, sus ceremonias, sus sistemas de autoridades, su “comunicación” y su “comercio”. Poseen sistemas similares a la escritura mediante jeroglíficos, historian las cosas sucedidas, mediante señales hieroglíficas y en mantas, y en cosas esculpidas, o en la cerámica. Castellanos admira su cultura material, sus viviendas, sus ciudades, sus templos (íd. 288, 289).

Don Juan de Castellanos autor del poema más extenso de la lengua española, la cual le llevó cuarenta años de labor continua. Su historia la llevó a esta forma literaria para alcanzar las verdades ocultas que sus contemporáneos no pudieron ver o no quisieron expresar. Y que él registra para evitar olvidos en las nuevas generaciones. Marchena guía por los senderos de las Elegías desde las tinieblas del olvido que Castellanos despejó, suplantando la visión difusa por una iluminación cenital que casi encandila por su asombrosa claridad.
El principal signo de civilización de aquellas sociedades era el importante grado de urbanización que poseían, Castellanos la enfoca mostrando un poblamiento que tanto en su existencia citadina como la aldeana es de prosperidad: “ansí las ciudades como las aldeas; / es gran provincia próspera, pujante, / de sal y bastimentos abundante”. Las ciudades eran siempre mágicas. Regiones pobladas de ciudades, como las tierras y ríos de Guayana, ciudades levantadas tras gruesas empalizadas, algunas de ellas hechas con árboles plantados tan próximos unos de otros que formaban una infranqueable muralla vegetal y natural. “No hallareis ancón ni seno vacío / de prepotentes pueblos y lugares / Tienen las más insignes poblaciones / en unas mesas llanas asentadas / debajo de los mamones / plantados por hileras ordenadas, / árboles de hermosas proporciones /Su vista da grandísimo contento Por montes, por sabanas, por oteros, / hierve la gente como hormigueros, / tierra de bendición, tierra sanía / desde Trinidad hasta los Caracas / En Tacarigua, que es un lago / tienen jardines, huertas y vergeles” (íd. 291 / 293).

Las descripciones de estas poblaciones se van intercalando en el texto -Elegías de los varones ilustres de Indias-: Lugar es deleitoso y extendido / con grandes plazas, calles y carreras, / por todas partes bien fortalecido / casas de armas, arcos reservados / Casas llenas de todos bastimentos, / generosas despensas y cocinas, / bodegas de bebidas peregrinas / de maíz y de piñas singulares” (íd. 293). “En un buhío tenían grandes atambores / Estaban estas casas en la vega / del río, que tenían cultivada / con crecidas labranzas” (íd. 294). Aguas arriba, por los llanos, hallan “cuatro pueblos dentro de la montaña / fortalecidos dentro de palenques. De otras poblaciones, sobreelevadas en el terreno “para protegerse de la crecida de los ríos / y los campos inundan avenidas, / viven en barbacoas bien compuestas / encima de los árboles tejidas” (íd. 294). Por la zona de Coro, también las poblaciones se hallaban encerradas en palenques” de palos gruesos, altos, bien hincados / apretados y muy fortalecidos” (ídem).
En el lago de Maracaibo, las viviendas son palafítica: “Dentro tienen los indios su cultura / de casas fuertemente fabricadas. / Son estas barbacoas soberados / para su defensión ingeniosos. / Allí tienen tugurios bien formados / y viven regalados y viciosos / agua les es refugio y es abrigo; / allí hacen mercado, ponen tiendas / y contratan sus bienes y haciendas. / Debajo de las cuales hay canoas / o navíos que tienen bien diputados / y se sirven en todos menesteres” (íd. 295). Estas casas del “alaguna” son en gran número / que causaban de lejos bella vista / y antes del dicho pueblo grande trecho / los rodea palenque muy bien hecho” (ídem).

Narra Don Juan de escarpadas poblaciones, enlazadas mediante caminos enlosados. “Lugares cuyas alturas se sube por escaleras, / escalones van hechos a manos, insuperables cuestas / que no pueden subir los pies humanos / de lajas grandes, anchas, bien compuestas / y en parte prolijísimas calzadas / no faltas de grandeza y de primores / y en los remates de ellas y recuestos / hay poderosos mármoles enhiestos” [monolitos rituales] (íd. 297).
En otra parte dice: En ese valle, las ciudades abundaban “de gente, curiosas la cultura / casas pajizas, pero de buen arte / que de caneyes grandes es la planta”; “Ciudad pajiza pero bien fundada / en una de sus plazas enlosada / y su hechura va triangulada / por cada parte cien pasos de frente, / y en las tres puntas, tres grandes caneyes, / moradas y aposentos de sus reyes / do suelen morar muchos de cosuno / eran pues estos tres de las esquinas / del rey, hijos, mujer y concubinas” (íd. 298). Y en una región de una gran cultura agrícola, las viviendas se hallaban dispersas entre los cultivos: “las casas todas bien aderezadas / con gran copia de huertas de frutales / maravillosamente cultivadas / grandísimas labranzas de yucales / y otras raíces de ellos estimadas, / que suelen ser regalos de personas. / Asiento limpio por cualquier vías, / campiñas espaciosas por los lados, / todas sus partes rasas y sanías / purísimos los aires templados” (ídem).

Cuenta Castellanos de habitantes que “vivían en el aire”, ciudades arbóreas, divididas por “barrios” (en función de lo tupido del bosque) y con viviendas fuertemente protegidas con mamparos de madera, troneras y escalas para subir “Tenían casas fabricadas / encima de los árboles fundadas / sobre fortalecidos soberados, / con vigas bien compuestas y trabadas / tienen pertrechos para su defensa / armas ofensivas / tienen una escala / amanera de puente levadizo / aquella fortaleza inexpugnable” (íd. 299).
Cuando no muestra estos portentos de poblamiento desconcertante, entonces, habla de provincias colmada de poblados, cuyas viviendas de palma le llaman la atención por lo bien dispuestas que se hallaban y el orden que establecían “casas de vistosa compostura / un pueblo de cien casas populosas / cuyos confines, campos y repechos / tenían buena copia de culturas” (ídem.). Describe una zona donde “habían treinta mil casas pobladas, /a dos y a tres vecinos cada una / de manera que la provincia toda / era manantial de naturales”; contaban  con un complejo sistema de canales de riego “porque los moradores curiosos / tenían regadías heredades / por acequias antiguas, y cursadas” (íd. 301). En donde la magnificencia es lo resaltante cuenta de palacios, señores, sirvientes, murallas y demás cosas portentosas (íd. 302 / 305).

Por lo que Marchena muestra y comenta es que no eran pues, pueblos bárbaros, era una vía civilizatoria encaminada en dirección distinta a la del Viejo continente, por desgracia aquel mundo mercantilista, cambiará el curso que seguía el Nuevo mundo y no pudimos saber cuáles pudieran haber sido sus desarrollos históricos hacia el que se avanzaba por ruta propia.
Caminos, templos, deidades y el gran Toy
Marchena señala que con Castellanos se sabe que las ciudades, pueblos, regiones, provincias, se hallaban enlazadas y conectadas mediante una compleja red de caminos, que Castellanos valora al narrar la cantidad de intercambios que se establecían incluso a larga distancia. Caminos no sólo en las alturas, sino incluso en los llanos “en tiempo de aguas anegada / do vieron prolijísima calzada / que fue de más de cien leguas duradera / con señales de antiguas poblaciones / y de labranzas viejos camellones” (íd. 306). Y se sabe muchas otras cosas:

Metales, caracoles, esmeraldas, coca, moluscos, sal, son trajinados entre regiones a veces a larga distancia (íd. 361). Entre las sabanas del interior y la costa circularon diversos y nutridos contingentes de productos (íd. 362). Los tejidos servían para los intercambios en la costa de Venezuela. “Ferias y mercados celebran / en partes señaladas “ (íd. 363). 
Esta red de caminos necesitaba de multitud de puentes, esparcidos por la geografía. Los indígenas escalas para remontar las laderas más empinadas. Lo siguiente que llama la atención a los conquistadores son sus templos: donde, se suponía hallar abultados tesoros. Pero Castellanos, lo que le llama la atención es su religiosidad (íd. 306 / 308). Es decir, muestra los caminos del espíritu de estas culturas impactantes. La naturaleza y sus manifestaciones eran objetos de veneración “reverencian a las sierras, / a las lagunas, fuentes y a los ríos, / a cuevas, a quebradas, a peñascos / y a plantas donde hacen sus ofrendas” (íd. 309). Y de transformaciones dicen “haber entrellos grandes hechiceros, / algunos de los cuales se convierten / en leones y tigres cuando quieren” (íd. 310).

Los templos y santuarios son indagados por toda la geografía en las Elegías: Orinoco arriba buscaban los españoles la “casa del sol” Hacia el país de los “timotos”, supieron de un templo, en la ciudad de Escuque “donde diversas gentes acudían, / y parecíales ser necesario / el descubrir aqueste santuario / Icaque se decía, y era diosa / que de bulto tenían retractarla / en casa de tres naves  espaciosa / de grandes y menores frecuentada. / Hacíasele fiesta generosa / (a tiempos y por días señalada) / donde sacrificaban gentes vivas / o de sus naturales o cautiva. El gran sacerdote de estos ministerios / entonces era Toy, gran hechicero, / el cual interpretaba los misterios / y sucesos de tiempo venidero” (íd. 311, 312). Castellanos describe la magnificiencia de la ciudad de Escuque con su prosa: “Las casas de grandeza tan pujante, / tantas y por tal orden y concierto / que no se vido cosa semejante / en cuanto por allí se ha descubierto” (íd). Escuque era lugar sagrado, era huaca para el universo indígena (ídem).
En la Guajira, buscaban otro templo donde se decía había un ídolo de gran valor “del ídolo de oro gran noticia” (íd. 313). Castellanos explica que en realidad, estos ídolos eran adorados no por sí mismos sino por lo que representaban, sus diferentes deidades, del mismo modo que los cristianos hacían con sus imágenes “saben que sus ídolos no tienen / poder para les dar lo que le piden / siendo como son obras de sus manos” (íd. 317).

En conclusión: Los universos indígenas no corresponden al opuesto semántico de la civilización europea, es decir, la barbarie, no, eran culturas muy complejas y muy completas con un alto grado de civilidad, como nos convence Don Juan de Castellanos. La tarea de Juan Marchena Fernández fue la de aflorar, mediante el extenso testimonio de ese baquiano de la crónica americana como lo fue Don Juan de Castellanos, los universos indígenas que ese ilustrado peregrino admiró sin reservas y salvó de que quedasen olvidadas en su gran dimensión e intensidad con sus inigualables Elegías. De no ser por Marchena esta obra no estuviese siendo tomada en cuenta como el testimonio sentido de uno de los primeros americanos, Castellanos salvó del olvido las sociedades que fueron destruidas y a los hombres y mujeres que con nobleza terrífica defendieron sus universos, es lo que nos señala desde su cátedra Juan Marchena Fernández en este libro excepcional “Desde las tinieblas del olvido (Los universos indígenas escondidos)”.

0 comentarios:

Publicar un comentario

INSTRUCCIONES:
1.- Escriba en el recuadro su comentario.
2.- En "Comentar Como" seleccione Anonimo si no tiene cuenta de correo electronico de las opciones allí ofrecidas.
3.- Siga las demás instrucciones.