Marchena I: Historia terrífica

7:30 Posted by Perro Senil.

Juan Marchena Fernández. Desde las tinieblas del olvido (Los universos indígenas escondidos). Planeta, Venezuela. 2008. Páginas: 473.

Ambos hacen la guerra y esclavizan, pero no se semejan


Marchena se refiere a la conquista de América en el siglo XVI como historia terrífica, en la que los verdaderos protagonistas fueron la demencia, la crueldad, la desmesura y la inhumanidad, un tiempo de guerra brutal y desalmada. Sangriento drama en el que, hasta hoy, perviven los fantasmas del pasado (Marchena, 2008: 12).

Historia terrífica narrada por un conquistador y escritor Don Juan de Castellanos mediante 113.609 versos en sus “Elegías de varones ilustres de Indias” una de las denuncias más terribles contra ese tiempo de fuego y hierro que destruyó y arrasó un universo de culturas y sociedades en todo el continente americano, muchas de las cuales no conocemos por sus nombres y menos por sus hombres y mujeres (íd. 11, 13).

En este articulo mediante el cual se reseña el libro de Marchena sobre esa voluminosa obra de aterrador contenido, se pretende contrastar aquella sociedad -la española- con la que aquí estaba palpitando en cada rescoldo de esta geografía prodigiosa -las sociedades amerindias-, para los efectos, se parte de la premisa de que ambas practicaron la esclavitud, pero mientras que para una el fin era crear ricos, para la otra era una lógica que respetaba el principio de la equidad, es decir, donde se aplicaba al cautivo el precepto justo de «tu eres mío, luego lo mío será tuyo». 
Este era el rostro de nuestras sociedades caribanas, extendidas tumultuosas por el área del Caribe y por nuestro continente sudamericano. Su rostro era igual al del invasor, pero su rostro interno era absolutamente distinto, porque pertenecían a mundos que marchaban en dirección contrapuesta.

Las sociedades comunales aborígenes caribanas, guaraníes e incaicas fueron arrasadas por una historia terrífica que dinamizó la lógica brutal de la civilización mercantilista europea.

Durante dos años Juan de Castellanos –autor de las Elegías- siguió el mismo camino de aventuras que los demás conquistadores: saltar de isla en isla en el Caribe intentando hallar alguna que rindiese sustanciosos réditos, entendiendo por tales los obtenidos con el pillaje, el robo y el secuestro. En los años siguientes participó en el negocio de  «rescatar indios», que consistía en organizar reiteradas razzias sobre los pueblos costeros colombianos y venezolanos, capturar a golpe de chafarote, palo y espadazos a grupos de nativos -hombres, mujeres y niños- que, una vez encadenados marcados a fuego y embarcados, venderían como esclavos en islas antillanas que habían quedado por sus acciones despobladas. Allí los compradores de estas mercancías las pondrían a trabajar en las minas, los cañaverales o en sus estancias. Por supuesto que los que se resistieran recibirían crueles miramientos, a punta de lanza, ballesta o arcabuz (íd. 28, 154).

Castellanos estuvo en Coro, a la Guajira llego en 1544, allí procreó a su hija Jerónima (íd. 31, 32). Cuando el negocio de las perlas declinó participo en diversas “entradas” por las costas y el interior. En 1554 lo conseguimos en Cartagena (fundada doce años antes), tenía 32 años y llevaba 15 en América. En Cartagena abandona su vida de aventurero y hombre de armas, y decide ordenarse como sacerdote. Empieza, entonces, su labor crítica y ácida con la sociedad que emerge (íd. 35, 36). En 1561, abandona su cargo de Tesorero de la Catedral,  y marcha al interior como encargado del curato de Tamalameque, donde la sociedad local lo acusa de hereje por estar denunciando el maltrato de los indígenas (íd. 38). En 1562 es el cura párroco de Tunja, tiene 40 años de edad, allí se dedicará hasta sus ochenta años a narrar en “versos castellanos”  lo que vivió, lo que vio, lo que oyó, lo que sintió,  desde que pisó tierras americanas, “el discurso de mi vida” (íd. 39, 40). Castellanos muere en 1606 a los 85 años de edad (íd. 84).

En este discurso de su vida Castellanos muestra verdades incómodas, por lo que las Elegías fueron mal recibidas en España, e ignoradas con la sutileza del silencio (íd. 42). Su obra no fue publicada, fue víctima de censuras y de trapacerías, y su laberinto no fue visibilizado por quienes la comentaron. Marchena la estudia y busca el secreto que causó la repulsa y, encuentra en ella los mundos indígenas, revalorizados, enaltecidos, descritos y detallados. Y con luminosidad Juan Marchena Fernández dictamina: Este es el “joyel” que guarda la liturgia de escorpiones que conforma aparentemente las Elegías (íd. 87).

Castellanos narra que cuando a los naturales no los convertían en objeto de venta, entonces, en las mismas costas de tierra firme, en Cubagua o la Guajira, hundieron estos aventureros a los indios en la prosperísima riqueza de placeres. Y explica que esta nueva fuente de réditos consistía en extraer perlas del fondo del mar, donde yacían los ostiales. Se les obligaba a sumergirse una y otra vez, a profundidades de vértigo, en busca de las ostras perleras dormidas en los fondos de los arrecifes; indígenas que eran arrojados al agua con una piedra atada a la cintura, y a los que sólo izaban a la superficie cuando lograban hacerse con la pieza. Riqueza que transformada en fortuna era dilapidada en una noche entre los brazos de atractivas esclavas que ganaban para sus dueños lo que a puro pulmón los indios habían obtenido reventándose (íd. 29). Agotada dicha fuente se dedicaron después a entradas tierra adentro, donde en sus correrías continuarían sus pillajes, robos y secuestros en los negocios de mayor afrenta (íd. 35).

El resultado de estos desmanes fue la fundación de ciudades, como Cartagena, donde la apariencia, la pompa y el boato eran excusas y procuras para ocultar tanta sangre como habían costado la conquista de aquella región, así como para enjugar los sudores de los miles de indios esclavos que habían convertido aquel puerto en un pavoroso mercado de impiedad de una sociedad de arribistas y cambistas (íd. 36, 37).

Decenas de miles de naturales fueron así esclavizados sacándolos “Con grillos, con cadenas o tramojos”, los españoles tenían en esto su principal negocio. Pero a veces los propios indios los entregaban: “Que también entre indios se hacían asaltos, mataban, abrasaban, destruían, traían vivos; y aquellos vendían” (íd. 156, 157). Y es sobre este asunto es que el discurrir, se hace interesante, pues si de esclavitud se trata ¿eran ambos mundos semejantes? o el historiador avezado debe dar cuenta que una cosa era el Viejo mundo y otra el Mundo nuevo.

Castellanos no duda en aclarar este peliagudo asunto, nos dice que la esclavitud también existía entre los naturales, y que estaba regida por normas muy similares a las europeas: “Tienen esclavos para sus servicios de gente que en la guerra se cautiva, los cuales hacen rústicos oficios …Pero muerto su amo, como viva, es el esclavo del caudal entero y de mujer e hijos heredero” (íd. 355) garantizando  así la estabilidad de aquel universo basado en el principio de la equidad.

Entonces una cosa es la esclavitud bajo las leyes mercantilistas que tiende a arruinar a naciones enteras y, otra cosa es la esclavitud de las sociedades aldeanas igualitarias, como las de los superbísimos caribes, en la cual el interés común es la ley que predomina sobre los intereses particulares. Don Juan de Castellanos quien rinde testimonio de esas realidades sí vio la diferencia, en este sentido, siendo cronista alcanzó la perspectiva de un historiador avezado. La moraleja es que lo similar no debe engañar al que es cauto e imparcial testigo, en especial si se trata de la historia terrífica que destruyó los universos indígenas, para crear con nuestros indios reventados una Europa espléndida.
Los pueblos de lengua Caribe fueron el más importante obstáculo humano que se opuso a la conquista del imperio hispano al norte del continente sudamericano, sus pueblos por esa pertinaz y feroz resistencia son vituperados monstruosamente, en especial, por quienes hacen del paradigma civilizatorio europeo -ilustrado y moderno- un modelo de vida que se cree predestinado a ser impuesto universalmente. En la imagen se representa la extensión de los pueblos de lengua Caribe o karib, como se nota era un imperio.
Incomodisimo.com recomienda la lectura de esta obra de Juan Marchena Fernández como fuente de la historia de ese período, la cual va a lomo de las sociedades aborígenes, desde antes del arribo de los europeos hasta el momento terrífico de la aniquilación, suceso que se desata furioso bajo la acción esclavista que aquellos trajeron a estas tierras.
En lás siguientes reseñas nos acercaremos a nuestros suelos para empaparnos con ese torrente de datos donde se describe, comprende y explica a los actores sociales del universo escondido que latía con formidable pulsión en el Lago de Maracaibo, Coro, la Guajira y costas de Venezuela. Con esas verdades incómodas queremos salirle al paso a esa historiografía que menosprecia a nuestras sociedades originarias, para los efectos nos dejaremos guiar por ese baquiano y peregrino llamado Don Juan de Castellanos, uno de los primeros americanos y uno de los primeros etnólogos, antropólogos e historiadores que se formaron en medio de aquella mayúscula catastrofe -la aniquilación de los universos indígenas-. Hay que estudiar ese nuevo estadio de la historia portentosa (siglo XVI) de este continente prodigioso, para infundir alma a la la ideología de la dignidad que ha de impregnar a quienes viven, trabajan y combaten en defensa de estas tierras maravillosas, para iniciar ese camino la obra de Marchena es un invaluable.
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