El Bolívar del Cardenal: Mahoma

14:08 Posted by Perro Senil.

(El presente artículo es una versión corregida del artículo publicado el 23 de agosto de 2011)
(Revisión: 25 de agosto de 2011).
En el libro de Elías Pino Iturrieta(EPI) intitulado “El divino Bolívar” se dedica todo un capítulo al historiador purpurado José Humberto Quintero -querida figura del clero venezolano-,  debido a que este sagaz orador entre 1930 y 1980 pronunció memorables homilías en lugares disímiles pero solemnes, donde explicaba por qué “la historia que se desarrolla en Venezuela después de 1830 se transforma en el pago de una penitencia como castigo por haber desterrado el profeta” -con lo de profeta se refiere a Bolívar- (Pino, 2010: 169).  Señala EPI: “Con estos sermones que establecen una semejanza entre Bolívar y Mahoma” se explica lo que ocurre después de la Independencia, como un pasado vergonzoso.  Fallo fenomenal que ocurre, porque al endilgarle a Bolívar el carácter de una figura sobrehumana que todo lo permutaba en divino, entonces, todos los que le suceden son considerados como personajes intrascendentes, vanos, traidores, corruptos, personalistas, en una locución, protagonistas de una historia vergonzosa. Dice EPI que lo más lamentable es que ese parangón -otorgarle un carácter sobrehumano a Bolívar- no sólo lo establecen figuras clericales como la del Cardenal Quintero “A Bolívar los historiadores le han otorgado la categoría de profeta, Hércules (íd.  70, 108), semidios (íd. 72) y muchas otras loas de magnificencia que se pueden sintetizar en una: El divino Bolívar”.
El profeta Mahoma.
En “El divino Bolívar” Elías Pino Iturrieta funge como historiógrafo, es decir, comenta el trabajo que han realizado los historiadores, mediante el cual se les califica y critica. EPI en esta obra, asume esa tarea responsable y comprometedora, y entrega una pieza  que sólo tiene comparación con la colosal faena que ejecutó con maestría  el magnífico Germán Carrera Damas, cuando ese célebre académico empapó en sudor y sangre su capote, enfrentándose a esa bestia de vicios y virtudes como son nuestros furiosos y exquisitos relatos del pasado venezolano. EPI quiere poner la historiografía venezolana a derecho, al señalar en lance simultáneo que nuestra historia escerita, por una parte, falla al sobredimensionar a Bolívar y, por la otra, peca de inepta al subestimar  la historia que se pone en marcha en la postguerra, cuando otros hombres y mujeres ejercitan sus energías creadoras.
Esta llamada de atención comedida y condescendiente que hace el autor, EPI, no sólo es válida, también hay que recibirla  como lo que es: un anatema. Porque el resto del  siglo XIX y del siglo XX, por obra y gracia de una historiografía que sufrio el síndrome bolivariano, quedó reducido a un pasado ignominioso y, como tal, como una vergüenza, versión infame contra la cual reacciona Elías Pino Iturrieta con propiedad y con dignidad. Después de la muerte de Simón Bolívar se dan movimientos históricos muy relevantes que son subestimados. Los historiadores hablan del caudillismo, para denostar de ese nuevo trayecto histórico del acontecer nacional y continental, obviándose las grandes figuras y significativos movimientos sociales que se dan a luz en esa nueva época.

En segundo lugar, EPI, con su libro “El divino Bolívar”, también emula con éxito al gigantesco Germán Carrera Damas en esa obra con la cual, el maestro Carrera, sentó un precedente en nuestra historiografía venezolana, nos referimos a su libro “El Culto a Bolívar” (1969). Trabajo sobre la cual EPI dice “que se debe consultar con atención cuando los ojos quieren detenerse en las preces que el pueblo dirige a quien estiman como luz y salvación”, es decir, Bolívar "El Salvador" (id. 7). Conducta agradecida hacia el Libertador de parte de lops venezolanos, que EPI no cuestiona, pero si advierte con la sabiduría que da el trabajo sistemático y prolongado, “que hubo un hombre (Bolívar) antes de la canonización, con virtudes (…) pero con limitaciones que fatalmente confinan (…) independientemente de su estatura histórica y del rol desempeñado durante su paso” por este mundo (id. 253).

Todo ese cuestionamiento de Elías Pino Iturrieta a nuestra historia escrita la extiende EPI al Bolívar del Cardenal, donde el historiador Quintero lo asocia a Mahoma. Compáración que no puede  pasar por alto Incomodísimo.com.

Se impone averiguar qué fue lo que suscitó ese paralelismo entre el Libertador y el Profeta Mahoma que efectúa el historiador José Humberto Quintero. Incluiremos un esbozo de la vida de Mahoma donde el lector podrá verificar si existe o no un paralelo entre ambas figuras históricas. El propósito de este artículo es la de intentar reivindicar y desagraviar a ese querido historiador merideño el Príncipe de la Iglesia católica venezolana Don José Humberto Quintero. Porque la historia tiene muchas vías para permitir a sus lectores comprender mejor los personajes, Quintero sin duda alguna captó en Mahoma al personaje histórico capaz de imaginar la unión de pueblos, para crear con ellos grandes Estados, donde los hombres viviesen y luchasen bajo nuevos principios, es decir, tanto Mahoma como Bolívar soñaron con construir un nuevo mundo. Tal asociación entre Abu I-Qasim y  Simón es brillante y sorprendente, e Incomodísimo.com la juzga, en consecuencia, como un enorme acierto del merideño José Humberto quintero.  

José Humberto Quintero nació en Mucuchíes (1902/1984).

 Mahoma: el profeta guerrero creador del Gran Estado Árabe.

Abu I- Qasim Muhammad ibn Ábd Allah al Hashimi al Qurashi (Mahoma) es según la religión islámica un continuador de la tradición de los profetas que creó Dios para comunicarse con la humanidad. Tradición que se inició con Abraham y continuó con Moisés y Jesús, viniendo a continuación Muhammad (Mahoma) como mensajero del Único o Todopoderoso Allah. Abu I-Qasim era miembro de una de las tantas y numerosas tribus de lengua árabe, las cuales tenían por encrucijada de caminos la Meca donde levantaron su templo (Kaaba), recinto donde cada uno de los clanes colocaban a sus dioses, para visitarlos y orar cada vez que sus caravanas comerciales llegaban a esa ciudad cosmopolita. Mahoma comenzó su prédica del monoteísmo, trasgrediendo aquel consenso plural de credos, lo empezó a hacer después de su encuentro con el ángel Gabriel (año 610) y, esto como es de suponer le valió el rechazo de los jefes de las numerosas tribus e incluso entre los suyos propios -quienes poseían un gran prestigio entre todas las tribus, por ser los guardianes del templo, razón por la cual él acostumbraba retirarse de la ciudad de la Meca e ir a meditar a unas cuevas que estaban en las afueras, lugar donde tiene su encuentro con el enviado de Allah, el ángel Gabriel. A partir de entonces, sus seguidores y él empezaron a sufrir la persecución y, Mahoma con algunos de sus allegados decidieron por esos días peregrinar  hasta Jerusalén, donde Abu I-Qasim se comunicó con sus antecesores, es decir, con Jesús, Moisés y Abraham. Cuando retorna a la Meca su estadía se hizo insostenible y, en consecuencia, parte ahora hacia Medina -una ciudad en medio  de un gran oasis agrícola- donde ya contaba con numerosos adeptos. En esta metrópoli une a dos de las tribus que allí residen y establece que su lealtad la de él y la de ellos ya no es con su tribu -su país- sino con una nueva entidad que es el Islam -una gran nación unida por una creencia- y, tras esa idea, ejerce un liderazgo de intermediario para conciliar los conflictos entre tribus. En pro de esa labor mediadora, conciliadora y unificadora de todas aquellas tribus en una nueva patria, Mahoma procede a elaborar y presentar una Constitución  -que será conocida como la de Medina- a todos aquellos grupos (año 622). En esa Constitución de Medina se especifican los términos en que las tribus podrán vivir dentro del Estado del Islam (con un régimen de tolerancia para los practicantes de la religión de Abraham y de la religión de Jesús). Todos estos progresos que se daban en la ciudad de Medina trajo una ruidosa reacción de rechazo en la Meca contra los seguidores de Mahoma, pero ante ese estruendo las tribus empezaron a adherirse al bando de Mahoma y, la guerra fue inevitable, el año 624 los dos ejércitos chocaron en Badr, y a pesar de ser más reducido en número de soldados los que estaban con Muhammad -los musulmanes- ganaron la batalla, triunfo que sellarían después con otras campañas militares en tierras lejanas. Vinieron, entre tanto, alianzas familiares, mediante las cuales el Estado que creó Mahoma unió a aquellas tribus en una gran nación con aquellos lazos. Mahoma se instituyó como Regente y de los linajes que se fueron configurando producto de esas alianzas entre tribus, materializadas mediante matrimonios, salieron los Califas o líderes políticos del Estado en formación. Con la fortaleza de los musulmanes en todo aquel extenso territorio de la Arabia, en el año  628 Mahoma retorna como peregrino a la Meca que aún no había perdido su enorme poder. Será sólo hasta el año 630, que por fin se consolidó el Islam con una enorme victoria militar sobre aquella ciudad, y a partir de ese triunfo se produce el parte aguas, la Kaaba fue dedicada a Allah –el Único- expulsándose de ella las numerosas divinidades tribales. Había surgido el Islam -religión monoteista- y con él se produjeron grandes cambios, cambios que mostraban una nueva concepción de la sociabilidad, y que se evidencian en las medidas que se iban poniendo en ejecución, una de ellas es que una quinta parte de los bienes confiscados a los derrotados fue distribuido entre los más necesitados y los cuatro quintos restantes pasó a posesión de los combatientes, correspondiéndole a Muhammad sólo comer con frugalidad y vivir sólo con lo  necesario para cada día. Pero lo más extraordinario de este proceso de transformación, es que no se constituyó un gobierno, todo funcionaba con las relaciones personales establecida entre las diferentes tribus y los tratados sellados por todas las partes. El resultado de toda esa labor del profeta guerrero es que lo que antes era un territorio desmoronado entre muchas tribus, ahora era toda una vasta península integrada en un sólo Estado, lo cual ya se había alcanzado a materializar  para el año 632, es decir, a escasos ocho años de la Constitución de Medina. Décadas después esa nueva fuerza histórica que había emergido en Medina se había extendido a Persia, Egipto, Palestina, Siria, Armenia, Norte del África y, para el año 716 está instalada trayendo inmensos adelantos en la Península Ibérica, siendo sólo detenidos en su avance por la Europa Occidental a las puertas de Francia en la batalla de Poitiers el año 732. Ese hecho repartió la humanidad entre estas dos confesiones, es decir, musulmanes y cristianos. En el siglo X fue llevado el Islam a los Estados hindúes y con posterioridad el mensaje se extendió a gran parte de África y al sudeste de Asia. Hoy el Islam el credo de el Único es la fuerza político religiosa más dinámica del planeta y, provoca en todo el mundo desarrollado un estado de impotencia creciente y una perspectiva de gran incertidumbre en los Estados potencia de occidente. 



En la primer imagen el ángel San Gabriel se le aparece a Mohammed para convertirlo en el profeta de Allah.

En la imagen inferior una figura sobrehumana inspira en Bolívar su delirio sobre el Chimborazo.

En ambos casos se explica la grandeza de dos personajes históricos mediante la intermediación o intersección de figuras sobrenaturales que los escogen para realizar colosales misiones.

Bolívar y Mahoma, como personajes históricos, independientemente de esas perspectivas sobrenaturales, se propusieron realizar proyecto cíclopeos que entre sí guardan grandes semejanzas, al tener por finalidad unir a los pueblos para crear un gran Estado y crear en ellos sociedades bajo nuevos principios.

Esto llevó al sagaz historiador merideño Quintero a establecer un paralelismo entre estos dos grandes hombres de la historia universal.

De la lectura de la vida y obra de Mahoma el lector podrá sacar sus propias conclusiones sobre sí los proyectos que ambos hombres -Abu I-Qasim y Simón Bolívar- acariciaron, era el mismo sueño o no. 


Elías Pino Iturrieta. El divino Bolívar. Editorial ALFA, 2010. Caracas. Páginas: 269.


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