¡FELIZ NAVIDAD?

8:45 Posted by Perro Senil.

Galería de imágenes del Niño Jesús 

en la Era Absurda

La Navidad o Natividad se celebra en los pueblos de confesión católica con motivo al nacimiento de un niño de nombre Jesús.

Por consenso, en estos días, se acostumbra a desear ¡Feliz Navidad! a todos aquellos a los cuales nos aproximamos, no importando si es una persona que conocemos o no, sencillamente sonreímos y le deseamos ¡Feliz Navidad!

Pero estos días, también son de tiempo de reflexión, puesto que llegamos al final de un ciclo solar, es decir, un tiempo de 365 días que dividimos en:

Tiempo en el cual debemos de preparar un terreno -desbrozarlo, sanearlo y roturarlo-,

tiempo para sembrar en el suelo las semillas que seleccionamos como las mejores,

tiempo de realizar el arduo trabajo de cuidar el plantío para que este crezca sano y madure,

y finalmente

tiempo de efectuar la tarea de cosechar lo que sembramos, es decir, de recoger el fruto de lo que se plantó.

El final del ciclo solar es muy importante si lo que se cosechó nos llena de orgullo y satisfacción, y si es así es:

Tiempo de celebración, de fiesta, de comensalía y de cánticos de alegría.

Pero también es tiempo de prever, porque empieza un nuevo ciclo solar donde se debe:

Programar lo que deseamos, anhelamos y queremos obtener este nuevo año.

Para el Blog Incomodísimo, página virtual dedicada a lo que no es ni frívolo, ni banal, ni superficial… sino a lo significativo, trascendente y redentor, estos días nos deben hacer reflexionar.

Las siguientes imágenes deben hacernos meditar sobre
¿Qué fue lo que las naciones del mundo sembraron durante el año 2010?

¿Feliz Navidad para esta madre?:


¿O para este niño?:


Son ellos y ellas los que nos escrutan con sus mentes llenas de signos:
Porque ellos y ellas carecen de agua potable:
Porque ellos cohabitan con el hambre más atroz y con un mundo impasible ante su miseria:
Son afortunados si poseen un rancho miserable:
Son afortunados si nosotros les permitimos acceder a las sobras de nuestras mesas:
¿Sabemos hasta donde es extrema y grave su situación? :
Lo que sabemos es que los poderosos (las diez potencias) no se niegan a alimentarlos, vestirlos y ¡poner en sus manos instrumentos que valen muchos millones de dólares!
y colocar en sus almas odio,
si de lo que se trata es de que peleen sus guerras
para apoderarse de los diamantes, oro, uranio, petróleo, maderas... de sus continentes:
Estos son los lugares donde los infantes son reclutados
 para combatir en las guerras
(en otros sitios los niños son terroristas
y en otros son asesinos que hacen masacres en sus colegios y escuelas):

Comensalía enfermiza en diez potencias y,
desnudez y tristeza en tres continentes:
Es la guerra abierta, pública y desvergonzada contra las madres
 de los niños Jesús de nuestra Era Absurda:
Es la guerra de hambre contra esos niños Jesús que sonríen a pesar de su tragedia,
porque alguien lo levantó en brazos con cariño
 y se llenan de esperanza de que serán rescatados:
O se aferran con afecto a un hermanito que los ama y los protege:

Y si lloran, pues, es porque el dolor del hambre que sufren es prolongado e interminable:
Lloran en Asia:
Sienten estupor en América Latina cuando las lluvias arrasan sus aldeas y sus siembras:
Cada uno de ellos sea africano, asiático o latinoamericano
 es nuestro vástago, nuestra sangre y nuestra tragedia,
sea negro, amarillo, mestizo o blanquito:
En síntesis, nos planteamos una inquietud legítima y profundamente humana,
una interrogante existencial y ética ¿Podemos pensar? :
Que el niño Jesús de nuestros días está feliz:

No, no lo creemos, creemos que Él está sollozando,
aún cuando Él sea siempre esplendente.


Entonces, cabe preguntar:

¿Al final de este ciclo solar que tenemos? :

¿Tiempo de regocijo?

o

¿Tiempo de congoja?

En Incomodísimo.com creemos que NINGUNO DE LOS DOS porque

Como buenos sembradores hemos de saber:

Que es tiempo de reflexionar, porque creemos que no supimos seleccionar la mejor semilla para el año 2010.

Es pues, entonces, tiempo de programar lo que anhelamos, deseamos y queremos para el año 2011.

Y es tiempo de barrer toda esa basura -genocidio infantil- que hemos arrojado sobre nuestro hogar: La Tierra.


¡¡¡ Perro Senil los quiere mucho !!!


SOLO JUNTOS Y PRÓXIMOS SEREMOS HUMANIDAD
Y EN RAZÓN DE ESA IDEA ESPLENDENTE:
¡Feliz Navidad!

RECOMIENDE ESTE ENLACE A SUS AMISTADES: incomodisimo.blogspot.com  

Gula europea: Abya-Ayala IV

9:26 Posted by Perro Senil.

ALERTA
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Jared Diamond. El Tercer Chimpancé
Antonio Navalón. Paren el mundo.
Francis Wheen. La Historia de El Capital.
Jeffrey Sachs. Economía para un planeta abarrotado
Arnoldo José Gabaldón. Desarrollo Sustentable La Salida de A.L.

Obras espectaculares que recomienda el Blog Incomodísimo

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Alimentando el capital

En 1785 el conde de Aranda suplicaba al conde de Floridablanca que exprimiera al máximo a las colonias del llamado Nuevo Mundo, esto se entiende, porque la metrópoli sufría una crisis económica, pero también sufría al constatar que en este asalto hamponil a este vasto territorio de valiosos recursos ya participaban también los ingleses, italianos, franceses, alemanes, portugueses y holandeses (íd. 33).

Conde de Floridablanca ministro y consejero de Carlos III de España.

Esos hampones van a fundar con su expoliación extracontinental instituciones inéditas en Europa, como es la banca que hará operativo al sistema capitalista en ciernes. Báez no hace apología de ese hecho histórico, por lo contrario, trae a colación al dramaturgo Bertolt Brecht, quien no distinguía en nada, a un asaltante de un banco de un fundador de un banco, opinión que se comparte con plenitud en Incomodísimo, porque como bien lo indica el mismo Báez sólo del territorio del Brasil salieron novecientas ochenta toneladas de oro entre 1691 y 1850 hacia el Viejo Continente (íd. 33) para alimentar al capital europeo que apenas empezaba a balbucear y ya se estaba tragando a un continente. Fue necesario pues, que el capital devorase un continente para que tuviera la fuerza de fundar bancos, pero esto no causa asombro sino estupor, porque quiere decir que tal deposición es decepcionante si se juzga el volumen de lo que se ingirió.

Bertolt Brecht es uno de los dramaturgos más grandes después de William Shakespeare. 

La historia europea impresiona, pero Báez señala el secreto de tanta grandeza cuando señala que Inglaterra financió sus guerras contra Napoleón Bonaparte con lo que obtenía en sus plantaciones de azúcar en el Caribe, la cual era de tal magnitud que aquel esfuerzo bélico no representó para la Corona británica un sacrificio, pues sólo bastó un 10% de esos ingresos caribeños para costear a sus ejércitos en aquel enfrentamiento (íd. 33). El capital que Europa dedicaba a su constante batallar para dirimir las rivalidades entre sus coronas imperiales fue obtenido con el dolor y muerte de millones de africanos expoliados en esas plantaciones. Lo trágico de ese hecho es como denuncia Báez consternado de que “Ninguna de las ganancias de estas actividades económicas contribuyó al desarrollo de los países donde se encontraban y en cambió enriqueció a una decena de potencias” (íd. 34), por lo contrario, dice el mismo Báez, hoy en día nuestros países más bien le adeudan a la banca europea ochocientos mil millones de dólares (íd. 35).

El hombre africano y avañé fue predado por el hombre antropófago europeo.

Así como el Caribe fue el escenario del dolor y muerte de los negros para sostener las guerras contra Napoleón Bonaparte, o los mismos negros fueron víctimas para que Brasil enviase a Europa novecientas ochenta toneladas de oro, del un modo similar la populosa sociedad indígena de México pagó un alto precio para alimentar el insaciable impúber capital europeo, el genocidio en este territorio conocido como la Nueva España fue de grandes proporciones, en el año 1500 México poseía una población de veinticinco millones de habitantes, y estos entre 1519 y 1605 se redujeron a sólo un millón, tragedia humana sin precedentes (íd. 25). Lo mismo fue en el Perú, allí redujeron de seis millones de indígenas a un millón entre 1532 y 1628, pueblos enteros se volvieron sombras (íd. 29). Durante la conquista, una minoría de soldados, pues, exterminó a una población de setenta a cien millones de indios en Abya-Ayala para alimentar al capital que no se detenía para tomar respiro. Mientras los capitalistas europeos se devoraban este continente los conquistadores hispanos crearon en Abya-Ayala harenes donde sometieron a niñas de edades comprendidas entre 12 y 14 años en medio de aquel confuso panorama de esta tragedia universal (íd. 37).
"Canibalismo social" de Salvador Dalí.

Según Báez acá en Abya-Ayala el 90% de los nativos incas murió por las epidemias de viruela, tifus, difteria y sarampión que se sucedieron desde 1529, porque los conquistadores usaron con premeditación a los enfermos que traían para diezmar a los indígenas, pues era esta la única vía para poder quitarles el territorio ahíto de recursos muy valiosos, el capital exigía vampirescamente, en consecuencia, su sangre a borbollones (íd. 39, 40). Este genocidio de los nativos mediante una feroz conquista y un trabajo desesperante en el Caribe, llevó al padre religioso Las Casas a elaborar su doctrina lacasiana, esta consistía primero en una descripción sensibilizadora en la cual el relato mostraba el exterminio implacable a la que se veían sometidas estas poblaciones, lo que hacía indispensable solicitar piedad a los reyes para con estos súbditos, y una vez obtenida esa conmiseración real, el segundo paso era solicitar autorización para importar a los habitantes del continente africano, porque según esta doctrina inspirada en Cristo el Redentor éstos negros eran más fuertes que los nativos de estas tierras y, en consecuencia, generarían mayores beneficios al poder aplicarlos a explotaciones donde los nativos no ofrecían ningún rendimiento económico, ideas que como es de suponer recibieron acogida en los monarcas interesados en obtener mayores riquezas de estas colonias, así pues concedieron la gracia de otorgar el permiso para que se pudiese efectuar la compra de las piezas negras en el Nuevo Mundo y, esto como es de suponer puso pronto en práctica una bestial cacería humana en Senegal, Guinea, Gambia, Cabo Verde, Sierra Leona, Congo, Ángola, Benín y Mozambique, llevada a cabo por traficantes portugueses e ingleses, con participación de franceses, suecos y daneses, quienes transportaron quince millones de víctimas, de los cuales seis millones murieron en la travesía debido a que se debían bajar sus costos al máximo para de este modo obtener inmensos beneficios, y allí no terminaba el sacrificio, de los sobrevivientes se sabe por cifras espeluznantes que muchos fallecieron por fatiga en los trabajos a los cuales fueron destinados en el Nuevo Mundo (íd. 40), es decir, el gran hecho de toda esta historia es uno sólo: el capital europeo fue alimentado a partir de esa nueva dinámica histórica extracontinental con carne humana de América y África, y esto como es obvio cambió al mundo, convirtiéndose en uno de los sucesos más trascendentes de la historia universal de ese entonces, el capital entraba a la historia como un Modo de Vida insaciable o un Modo de Producción que en esencia representa la máxima expresión que puede tener el pecado de la gula.


Los pecados Kapitales:

Gula
Avaricia
Soberbia
Lujuria
Explotación
Antropofagia
Mendacidad

NUEVO LIBRO EN LOS PRÓXIMOS DÍAS
EL BLOG CUMPLE UN AÑO
Y LO CELEBRA CON ENTREGAS ESPECIALES
FUERA DE LOS TRADICIONALES SÁBADOS

FELIZ FIN DE CICLO SOLAR

Memoricidio: Abya-Ayala III

9:07 Posted by Perro Senil.

Dominio sobre la memoria

Increpa Báez a quienes pretenden ejercer el ejercicio de historiadores su tendencia a escribir párrafos sesgados para ocultar la magnitud del desastre cultural sufrido durante siglos de saqueo económico en este continente (íd. 31). Denunciando este valiente autor que el continuum de ese proceso no se ha detenido ni por un momento a lo largo de los siglos, pues los colonizadores se siguen llevando hasta el día de hoy, el oro, la plata, el cobre, el carbón, el aluminio, también el hierro, el gas y el petróleo de Abya-Ayala (íd. 31), y agrega a esa lista de materias primas una que es motivo de su indignación, señala que entre 1999 y 2005 persistieron sin desmayo en robarse las piezas de arte del patrimonio arqueológico abya-ayalano, destacándo el dato de que diez mil cuatrocientos ochenta y cinco sitios arqueológicos -sólo en México- fueron expoliados durante ese corto número de años (íd. 26).

Museo del Oro, Bogotá. Cultura Muisca.

Tampoco concibe Báez que los historiadores no tomen en cuenta como prioridad el contrarrestar lo que el Concilio de Lima se propuso ejecutar cuando el año de 1583 ordenó la destrucción de la memoria escrita de los incas (íd. 38). Báez actuando como historiador no sólo trata el saqueo cultural de América Latina como un hecho delictivo, tal como en efecto lo califica, sino que como buen ensayista histórico va a lo que subyace bajo ese hecho abominable, al señalar que la élite de cada imperio histórico ha reconocido que la supremacía sobre los subordinados no puede sostenerse por la fuerza de las armas, se requiere la imposición de lo que los romanos denominaban damnatio memoriae (íd. 54), es decir, el dominio sobre la memoria, de allí que la memoria debe ser un objetivo militar (íd. 57). Dentro de ese contexto bélico veamos los partes de guerra cuando la memoria debe ser el objetivo a ser atacado.

Las fronteras del Imperio de Roma impusieron el damnatio memoriae.

Los taínos fueron exterminados, no podían sobrevivir, porque era imposible que perdiesen sus memoria histórica, porque ellos al no tener escritura se transmitían sus conocimientos por medio de la música, tenían a sus boicios que instruían a los jóvenes sobre las cosas, el origen y la sucesión de los acontecimientos, así como sobre las ilustres hazañas en la paz y la guerra de sus antepasados y todo, además, lo expresaban en versos o areítos que cantan acompañándolo con danzas al son de sus atabales, era pues imprescindible aniquilarlos, porque era imposible acabar con su memoria que impregnaba todo lo esencial de ellos como seres humanos (íd. 61, 62).

Cultura Taína.

Con los aztecas los españoles consideraron como crucial para su dominio la desaparición de los escritos que preparaban los tlamatinime, porque allí estaban sus conocimientos expresados con pinturas (su palabra tlacuilolitzli significaba escribir y pintar) y estos conocimientos versaban sobre diferentes campos del saber que constituían sus visiones magnificentes del mundo tangible e intangible y, también esos códices se cantaban en los centros superiores de formación, donde a los jóvenes aprendices se les enseñaba a hablar bien, es decir, a expresarse en prosa. Era también pues necesario destruir a estos aztecas para enfrentar tan sui generis sabiduría, pero eran tantos y tan necesarios para que hiciesen el trabajo manual que, entonces, el memoricidio se convirtió en la quema de bibliotecas (íd. 67, 68). De esa labor piromaníaca -la de quemar los códices- se encargo fray Juan de Zumárraga quien entregó a la hoguera las librerías de los aztecas. De las cuales sólo la de Tezcocco, ciudad que era según Báez su Atenas, se levantaba una tan alta como una montaña, a esta biblioteca pues la sacaron, de aquel aposento que era el archivo general de los papeles de la casa real de Nezahualpiltzintli, para entregarla a la hoguera(íd. 69).

A los exploradores, exterminadores e incendiarios les hicieron estatuas y pinturas, odas y crónicas y, les fueron otorgados títulos y propiedades para que nunca fueran olvidados, para que no se perdiese su memoria. A fray Juan de Zumárraga se le exalta en las crónicas del imperio hispano, y Báez somete a consideración de los historiadores esta apología a ese personaje. A Zumárraga la crónica le endilga haber introducido la imprenta en México y le señala como el creador de la primera biblioteca pública de México, para de este modo ocultar lo que la historia a descubierto sobre su actuación destructora del patrimonio cultural de esa civilización que ya fue descrito al final del párrafo anterior (íd. 70). Báez también presenta dentro del mismo orden de ideas a la obra de fray Diego de Landa que de modo similar hizo lo mismo que Zumárraga, pero ahora entre los mayas, citando al propio Landa, Báez nos muestra lo que fue su actuación histórica:

Hallámosle gran número de libros, se los quemamos todos, lo cual les dio mucha pena.

Posteriormente Landa, señala Báez, fue nombrado segundo obispo de Yucatán y las crónicas lo han exaltado como un gran estudioso de la cultura maya, sin explicar por supuesto por qué llego a interesarse por ese aspecto de los mayas (íd. 76).

La memoria persistente

Fernando Báez increpa a los historiadores.

Pero también es célebre que, desde aquellos lejanos tiempos, ya habían quienes desde la perspectiva histórica estaban interesados en mostrar una proyección más ajustada con lo que verdaderamente estaba ocurriendo, Báez para los efectos recurre a los contenidos del libro conocido como Chilam Balam en él se puede leer:

los españoles enseñaron el miedo; y vinieron a marchitar las flores, en los dioses que llegaron aquí no había alto conocimiento, ni sagrado lenguaje, ni divina enseñanza vinieron a ¡Castrar el Sol! Eso fue a lo que vinieron a hacer aquí los extranjeros. Y sus hijos reciben su amargura (íd. 78).

También se registra en esa memorable obra -Chilam Balam- que:

Hubo un tiempo loco en el cual entraron en nuestra historia los sacerdotes católicos, tiempo en el que entró la tristeza, entró en nosotros el cristianismo, época en la cual llegó el dios verdadero que fue el principio de la miseria nuestra, el principio del tributo, el principio de la limosna, tiempo en el que salió la discordia, las peleas con armas de fuego, la esclavitud por las deudas, la continua reyerta, el principio del padecimiento (íd. 88).

El Chilam Balam son los libros que escribieron los descendientes de los mayas por allá en el siglo XVII y se traduce como "El que es boca", es decir, el Jaguar que profetiza.

Báez para dar ánimo a los historiadores vacilantes ante estos dilemas que plantea la tarea de estudiar los procesos históricos bajo una perspectiva profunda -en este caso la poética de la historia- cita a Ernesto Cardenal, quien escribió:

Algún día nos daremos cuenta de que la poesía más grande de América es la de nuestros indios. La mejor poesía pertenece a tribus de las espesas selvas del Amazonas o del Orinoco” (íd. 87).


Pero si ese estímulo no funciona con estos profesionales, entonces, Báez recurre a sensibilizarlos mediante la escrutadora objetividad que otorga la ciencia al registrar cómo eran los libros de los incas. Señala Báez que los libros en esta civilización eran conocidos con el nombre de quipus, objetos estos que por su forma no tienen la más mínima similitud con lo que son los libros convencionales, pero que al igual que los códices fueron también destruidos para efectos del dominio de la memoria. Sobre estas obras, únicas en su género, Báez cita a Charles C. Mann quien al valorarlas dice que:

son los documentos escritos en tres dimensiones más antiguos del mundo y son los únicos que emplean un sistema de información codificada como los que se emplean hoy en el lenguaje informático, ellos se estructuran con un código binario.

Báez agrega a lo dicho que los quipus eran libros de lectura táctil, donde el color representaba acciones, y que para ser leídos se debía tomar en cuenta varias cosas como: si lo escrito estaba en lana o algodón, el tipo de torsión de los hilos del tejido, la manera que estaba anudado a la cuerda principal las secundarias, la dirección del nudo, el número cifrado de los nudos y si la numeración estaba en sistema decimal o no (íd. 81).

Quipu inca.

Lo único que tenemos claro los historiadores de Abya-Ayala es que lejos estamos de acatar lo que el Concilio de Lima de 1583 ordenó, es decir, la destrucción de la memoria –memoricidio- de nuestras sociedades aborígenes, ni mucho menos secundar lo que en 1782, Carlos III manifestó al preocuparse por la memoria indígena, sobre la cual ordenó:

ir desterrando poco a poco todo lo que recuerde la antigüedad y gentilismo de los indios, pero con cuidadosa política y de forma que no adviertan, con igual cuidado y política debe procederse para la extinción de sus trajes, las pinturas, representaciones, funciones e instrumentos que promuevan su memoria pues ésta promueve la rebelión (íd. 82).

Como historiadores emulamos a Báez, es decir, nos inclinamos a hacer todo lo contrario de lo que Carlos III ordenaba, sin dejar de valorar, por supuesto, las observaciones honestas y válidas que se pueden hacer sobre estos hechos o sus personajes desde la otra acera. Porque ese proceso histórico fue de tal intensidad, que se justifica todo tipo de premisas para investigarlo y esclarecerlo. Tan intenso fue que Bernardino de Sahagún, señaló:

Fueron hasta tal punto pisoteados y destruidos ellos y toda su sociedad que no les quedó ya ninguna apariencia de lo que eran antaño (íd. 43).

Fray Bernardino de Sahagún, un memorable y eximio sacerdote como Las Casas.
Escribe la Historia General de las cosas de la Nueva España, invierte treinta años en este trabajo, pero su obra es monumental y consta de numerosos libros y algunos de ellos como el Códice Florentino que consta de doce libros, escribía en látin, español y nahualt.

Es pues tarea de los historiadores recuperar o por lo menos intentarlo estos asuntos de cómo eran «en antaño» aquellos cultores, de unas civilizaciones que experimentaban Modos de Vida distintos, mediante las cuales se buscaba una salida histórica deseable a los problemas de los seres humanos. Como epílogo propicio es oportuno, entonces, recordar cómo eran aquellos habitantes abya-ayalanos en antaño y, baste para ello con señalar que, el teatro indígena componían comedias y tragedias, y éstas según los hispanos era de cosas graves y honestas e, indican esos testimonios que concedían a ellas gran importancia, porque tenían zonas especiales en sus palacios para estas representaciones teatrales (íd. 124). Abya-Ayala apenas hoy se está descubriendo y es tarea de los historiadores actuales no ocultarla, como si lo hicieron los descendientes de Colón después de paradójicamente haberse maravillado con lo ignoto, lo que es en apariencia inexplicable, por supuesto, si no se toma en cuenta que esos zafios vieron la oportunidad de saquear a lo que un alemán llamó como América.


Ernesto Cardenal uno de los grandes poetas y escritores de la America Nuestra.
Es uno de los protagonistas de la corriente de la teología de la liberación.
Es sacerdote católico y fue nominado para el Nóbel de Literatura.
Es premio Iberoamericano de poesía Pablo Neruda edición 2009.

Fue condenado por el Papa Juan Pablo II como apóstata.

Idólatras: Abya-Ayala II

16:40 Posted by Perro Senil.

ESPERE ABYA-AYALA III Y IV LOS PRÓXIMOS DÍAS Y LUEGO NUEVOS LIBROS EN ENTREGA ESPECIAL PORQUE SE CIERRA ESTE CICLO SOLAR Y SE CUMPLE UN AÑO DEL BLOG Incomodísimo.

Una guerra religiosa

La lucha contra la idolatría permitió declarar una guerra religiosa contra las sociedades de Abya-ayala, lo que lleva a Báez a declarar que la conquista poseía todas las características de una cruzada. Esta guerra religiosa fue una renovación del atroz anatema bíblico, no sólo porque todo el arte religioso nativo fue sometido a la hoguera, sino porque fue tan fanática la extirpación cultural que se pretendía que se vigilara lo que soñaban los indios -como propuso el fraile Diego Durán- (Báez, 2008: 42).

Con niños sanos es que soñaban los indígenas abya-ayalanos o avañé. Los frailes, por lo contrario, tenían un mundo onírico plagado de demonios.

La guerra religiosa fue promovida por la religión cristiana, la llamaron evangelización, su catequesis fue la intimidación. Este  conflicto tuvo en la Inquisición o Santo Oficio la política de amedrentamiento a los indígenas, el cual cobró la forma de tortura y hoguera para los que se negasen a recibir la doctrina católica (íd. 89). El Santo Oficio, por ejemplo, inspiró a los franciscanos, quienes fueron furibundos iconoclastas en México, ellos desde 1525 ordenan sin tapujos el asesinato de los sacerdotes de los cultos nativos, y se dedicaron a atemorizar a los indígenas con el fuego del infierno. Los franciscanos estaban convencidos de que debían exterminar a los idólatras, y no sólo le hicieron la guerra sino que, además, destruyeron sus objetos religiosos y prohibieron a los artistas volver a pintar o esculpir sus símbolos. Ante la imposibilidad de quemar los dioses de piedra ordenaron enterrar sus estatuas, y ante la imposibilidad de impedir que continuasen creyendo en sus divinidades recurrieron a aplicar la atrocidad de la pena del garrote, que era sobrecogedora ya que se aplicaba para desgarrar a la víctima internamente y luego procedían a asesinarlo en medio de aquellos inmensos dolores viscerales (íd. 95, 97).

A estas piezas de barro temían quienes creían que el primer hombre hecho por Jehová fue construido con lodo, paradójico a toda luces.
Lo írónico es que, a quienes creaban estas figuras de barro los clérigos que leían el Génesis les denominaban idólatras. 

Los frailes ordenaron sepultar o destruir los templos de los indígenas (íd. 114) o a reutilizar sus piedras para construir iglesias cristianas, pero todo esto fue en vano, es célebre el caso de Carlos Ahuaxpitzatzin, nieto de un rey poeta, quien dijo refiriéndose al Dios católico:

¿Qué verdad es esa divinidad? Quizá es nada: aquí tenemos “Pater Noster”, y “Ave María”, credo, salve Regina, artículos y mandamientos ¿por ventura fenece aquí todo? no hay más que hacer…

Es decir, ¿Eso es todo? entonces, ¡es nada! Carlos -por supuesto, por haber expresado lo que pensaba sobre esta religión- fue estrangulado después de haber sufrido el suplicio del garrote, ese fue su castigo por haber proferido esa osada burla, en la que analizaba a lo que se puede reducir la enseñanza y la práctica litúrgica de esa confesión (íd. 97).

Estrangulamiento de Atahualpa.

La guerra religiosa fue inclemente y demandó un enorme esfuerzo por parte de los soldados, civiles y clérigos que en ella se involucraron, pero no fue exitosa. En Lima el clérigo Cristóbal Albornoz quemó miles de estatuas, destruyo miles de huacas, condeno miles de personas, quemó numerosas momias o malquis, no obstante, fue tal la resistencia por parte de los nativos que se adoraban la ceniza de lo quemado (íd. 98). Más aún, ante la desaparición de los templos y de las representación de sus divinidades, algunos caciques optaron por transformarse en sus propios ídolos, se convirtieron así en hombres-dioses que oficiaban, curaban y actuaban sobre los elementos y que recibían los honores de los indígenas, honores que antes recibían los dioses de piedra (íd. 95).

En esta imagen se representa a un indígena yanomami sobre la superficie de un paisaje desolado, pero bajo sus pies se prolongan unas raíces vigorosas, profundas y enrevesadas que nos revelan su poderosa y rica cultura, la cual está oculta para quienes son admiradores incondicionales de la civilización moderna.

Esta guerra fue un verdadero desastre, tanto que los mismos españoles la consideraron como una tragedia, sobre ella Las Casas le negó la dimensión incluso de gesta bélica al servicio de Dios, dijo:

Lo que llaman conquistas, no son sino invasiones violentas de crueles tiranos, condenadas no sólo por la ley de Dios, sino además por todas las leyes humanas, son estragos y crueldades, matanzas e destrucciones, despoblaciones, robos, violencias e tiranías (íd. 106).

Esta guerra religiosa, encabezada por el Santo Oficio, aplicó un esquema de reducción cultural, lo cual se tradujo en la aniquilación lingüística, la prohibición de la música, danzas y cantos de estas culturas e incluso el anatema se extendió a la interrupción de la producción artística, porque ésta última podía promover -como ninguna otra expresión- a los símbolos de la cultura que debía desaparecer. Otra institución que debe ser recordada es la encomienda, pues ésta tenía un carácter exterminador, ya que al negar los modelos de economía y sociedad de los indígenas los ilegitimaba y los condenaba a ser olvidados (íd. 83). La encomienda logró aniquilar pueblos enteros, ella condenó a los indígenas a la esclavitud más miserable y, en este sentido, los sometió a una muerte prematura. Lo irónico de esta horrorosa institución es que fue fundada el 27 de diciembre de 1512, es decir, en medio del ambiente católico de la celebración del nacimiento del Dios cristiano, lo cual causa consternación, pues, Báez no duda en catalogar esa infame creación de la encomienda como algo similar a un campo de concentración nazi, porque legitimaba el trabajo forzoso de los indios.

En la encomienda hay un contrato entre el encomendero y los Reyes católicos, el colono en contraprestación de esa generosa gracia real que le legitimaba la exacción de los indígenas, se comprometía a pagar un tributo a la Corona. Pero lo que más indigna de ese instrumento de explotación de la población de Abya-ayala es que, esos enunciados toman la forma jurídica de leyes justas por converger con la evangelización, ya que concedía al colono el poder de ejercer la tutela del indígena para hacer de ellos buenos cristianos, lo que permitió la legitimación de esa atrocidad (!!!) (íd. 107).

La encomienda a su vez tenía un precedente en el Requerimiento, texto que se leía a los indios, y donde se les pedía reconocer como sus superiores a los padres religiosos, y en consecuencia también a los señores, al Rey, a la Reina y, por supuesto, al Papa. La Iglesia en este documento quedaba colocada como señora del universo mundo, de allí que por esa divina razón, explicaba el requerimiento a los aborígenes, fue que el Papa tenía la autoridad para entregar sus tierras a los Monarcas hispano-portugueses, quien a su vez se las concedieron a sus súbditos europeos. Se requería pues a los indios que, consintieran con este orden de cosas y de ideas, para lo cual se encargaba, como soldados de Dios, a los clérigos para que ellos se lo declaren y prediquen a los indios, y si así lo reconocen los indígenas, pues bien, pero si no lo consintiesen, entonces les amenazaban en los siguientes términos:

nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas partes y maneras que pudiéramos y os sujetaremos al yugo y os haremos esclavos y os tomaremos vuestros bienes y os haremos todos los males y daños que pudiéramos (íd. 108).

No contentos con esta injusta guerra encabezada por los soldados de Dios, los europeos crearon una sociedad cada vez más jerárquica, más desigual, más discriminadora y más racista, cosa que fue cada vez más horrenda con el paso del tiempo pues, fue surgiendo una sociedad de estamentos separados por etnias, es decir, una sociedad donde deben estar separados los seres humanos por su condición de negros, indios, mulatos, mestizos, pardos, zambos… Yesta segregación se justificaba por una pretendida impureza de sangre, concepto profundamente religioso para la época, puesto que según la teología católica los negros eran los descendientes de Cam, es decir, los camitas condenados por Noe a engendrar esclavos (íd. 111, 112). Los españoles pues en esta guerra religiosa al igual que los racistas de todas las épocas de la historia [(aquí está el remoto origen de la teoría nazista, la cual sólo circunstancialmente está asociada a los alemanes hitleristas, porque la realidad es que es una concepción propia del eurocentrismo y, en este sentido, es una manera generalizada entre los europeos el de concebir a sus etnias como superiores frente a los demás pueblos del planeta)], prohibieron a los nativos y demás grupos impuros a vivir dentro de la urbe, y les ordenaron a habitar en miserables chozas lejos de su vista, es así como surgen las ciudades opulentas de los españoles en pleno territorio abya-ayalano, ciudades a las cuales aún hoy en pleno siglo XXI les seguimos celebrando sus efemérides fundacionales (íd. 114).

Esta guerra fue ganada por los padres religiosos en miles de escaramuzas, escarceos y batallas mediante la Inquisición, la Encomienda, el Requerimiento y los Estamentos, pero los sometidos no dejaron de ser rebeldes, es célebre el caso de los habitantes de la isla Cubagua, explotados por los buscadores de perlas, muchos de ellos se mantenían bajo el agua hasta perder la conciencia y se amarraban piedras para nunca volver a la superficie donde estaban los católicos (íd. 38). Y esto nos recuerda al cacique Huatey, quien murió no sin pedir que: le evitaran ir al cielo prometido por los cristianos, para no encontrarse con los frailes que lo torturaron (íd. 32).
Cacique Huatey que se trasladó de "La Española" a Cuba para continuar peleando contra quienes adoraban el oro, y quien les decía a sus combatientes taínos mostrándoles ese metal:
"Por esto pelean y por esto matan, este es el Dios que los españoles adoran".
Lo triste es que el catolicismo como institución clerical mantiene hasta el día de hoy esa idolatría por el oro hasta en los retablos de las iglesias.

ESPERE ABY-AYALA III Y IV EN LOS PRÓXIMOS DÍAS Y DESPUÉS NUEVOS LIBROS EN ENTREGAS ESPECIALES DEBIDO A QUE SE CIERRA ESTE CICLO SOLAR Y SE CELEBRA UN AÑO DEL BLOG Incomodísimo.

1492: Abya-Ayala I

17:30 Posted by Perro Senil.

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Fernando Báez es autor de un bestseller mundial, traductor de obras de Aristóteles, ensayista, novelista, poeta, colaborador de la prensa en dieciocho países, conferencista de los ámbitos universitarios, su trabajo ha sido traducido en doce idiomas y ha recibido el Premio Internacional Vintila Horia, el Premio Nacional del Libro en Brasil y el Premio Nacional de Cultura en Venezuela, además, tiene el honor de haber sido declarado persona no grata por el gobierno de Estados Unidos.

En este delirante libro de Fernando Báez, el anti mito pasa a protagonizar el relato histórico de lo que sucedió en América Latina a partir del desembarco de seres humanos en estas tierras el año de 1492, provenientes de ese pequeño rincón del mundo denominado Europa . Báez recoge algo sobrecogedor cuando señala que

Los españoles, derrotados por el esplendor prehispánico, intentaron anular la cultura sometida mediante la acción de arrasar ciento de edificaciones y, se ocuparon de eliminar miles de muestras de arte religioso y aniquilar los antiguos libros de estas culturas maravillosas (Báez, 2008: 25)

Béz nos recuerda las impresiones encandiladas de uno de estos viajeros del Viejo  Continente, Bernal Díaz del Castillo, quien apuntaba en sus escritos sobre México:

Nos quedamos admirados parecía un encantamiento… y no es de maravillar porque hay mucho que ponderar: ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas, como veíamos (íd. 60).

De allí en adelante página tras página de las 408 folios que constituyen este trabajo de Báez se va recopilando una crónica sobre esos sentimientos encontrados que causan estupor, porque al adjetivo  esplendor jamás debiese secundarlo los verbos destructivos: anular, arrasar, eliminar, aniquilar, es decir, es inconcebible que descubrir lleve a ocultar y mucho menos si lo que se descubre maravilla. Los conquistadores pues pretendieron ocultar todo lo que les maravillaba de este continente, entendiendo por ocultar, palabra cargada de enorme significado, el sinnúmero de acciones desesperadas para desaparecer las evidencias de una riqueza que abruma y turba a quien la descubre, porque esa pletórica realidad deslegitima con flagrancia superlativa su invasión y conquista, o más aún su derecho a apropiación o saqueo ilegítimos, injustos y destructivos. Dicho esto, se puede entender la carga histórica del título que le confiere Báez a su nueva publicación: El saqueo cultural de América Latina.

Con el presente artículo "1492 Abya-Ayala" se le pone un apéndice a la anterior entrega de tres célebres libros, publicaciones donde se constató que, este territorio, además, del manido nombre de América ha recibido las denominaciones de Indias, Fusang, Beni, Karivana, y ahora -con esta nueva publicación- se agrega el de Abya-Ayala, sobre el que Fernando Báez tiene algo que decir y lo dice después de mostrar su mudo terror por lo que va descubriendo con su investigación:

Mientras investigaba estos datos (etnocidio, transculturación y memoricidio) -dice el autor-, mudo de terror, en las bibliotecas de tres continentes, comprendí que la rapiña sin embargo, no había sido exclusivamente económica; que el genocidio no se restringió a la masacre; que peor que el robo de materias primas fue la destrucción cultural o etnocidio; que cada asesinato proporcionó excusas para aniquilar con más fuerza los símbolos de las víctimas; que cada nuevo atropello demandó una transculturación más acelerada que se tradujo en la más vil desnaturalización y descertificación de la memoria histórica; no fue pues suficiente la extracción y usufructo, sino que se aplicó la exclusión, discriminación, desprecio y rechazo cultural. La transculturación o sustitución de la memoria de América Latina se ejecutó con perfidia… Hasta el nombre del continente fue arrebatado (íd 42).

Portada del libro de Fernando Báez, 408 páginas, valor Bs. 22.

Equívoco que ya se ha encargado páginas antes de aclarar, en su detallado informe impregnado de bálsamo de dignidad, cuando señala con precisión la articulación de la toponimia original con las civilizaciones autóctonas:

Entendí que era primordial indagar en la historia de América Latina, la Abya-Ayala de los aborígenes.

La historia que Báez narra registra como primordial, entonces, el aberrante hecho de la aniquilación de los símbolos de las víctimas, aberrante porque se ejecutó con un desprecio y un rechazo cultural tan enervante que hasta el nombre del continente fue arrebatado y se impuso el de las “Indias”, el “Nuevo Mundo”, la “Vera Cruz” y “América” perdiéndose los nombres que las civilizaciones centroamericanas o andinas empleaban para su continente como fue y es el de Abya-Ayala (íd. 41).

La renominación del territorio se realizó para apropiárse del continente, pero esto sólo fue la coronación del abominable proceso delictivo que echaron adelante con la peor saña, porque aquel proceso de arrebatar la riqueza cultural para depauperar a estos pueblos de todo su patrimonio incluyó la extinción de mil lenguas preexistentes de un total de mil seiscientas cincuenta lenguas que se hablaban con anterioridad. La intensa gravedad de ese suceso consiste en que los seis idiomas importados no poseen los significantes lingüísticos que poseían los términos empleados por las civilizaciones aborígenes, desapareciendo pues con ellos la profunda y amplia sabiduría que condensaban en cada una de sus palabras volatilizadas por una transculturación incompleta, parcial y depauperada (íd. 43).

Dice Báez que procedieron a reducir el número de lenguas al mínimo posible y se aseguró la introducción del castellano, porque se advirtió el papel que las lenguas indígenas podían tener de modo activo en el retorno de los cultos nativos, el castellano pues devoró, por ejemplo, el náhualt y se formó a los niños en el rechazo de la cultura de sus padres (íd. 102). Incluso la música, el canto y la danza fueron prohibidos, pues con ellos hacían sus rituales para comunicarse con lo sagrado (íd. 118, 119). Lo religioso fue la justificación de este ocultamiento, pues siempre se recurrió al argumento falso de que lo que obligaba a esta labor destructiva era la de combatir la idolatría, cuando la realidad era que aquellas maravillas que “veíamos, eran para nos cosas nunca oídas, ni aún soñadas”, que debían ser “anuladas, arrasada, eliminadas y aniquiladas” para romper el “encantamiento que nos produce su admiración”, en pocas palabras aquel “esplendor” que se había descubierto en estas civilizaciones allende del océano debía ser “ocultado” para siempre. De aquí en adelante, en consecuencia, no se debía saber, sospechar o intuir que en este hemisferio había existido Abya-Ayala. Pero fracasaron en ese malsano objetivo, porque los pensadores críticos que estudian la historia de América Látina descubrieron esa verdad incomodísima y desestabilizadora, por supuesto, para los católicos (cultura judeo-cristiana), ilustrados, modernos y occidentales. Dentro de esa categoría de pensadores incómodos se inscribe Fernando Báez y su delirante libro “El saqueo cultural de América Latina”.

ESTE LIBRO FUE ADQUIRIDO EN LA LIBRERÍA CULTURAL, C.C. Costa Verde, por el valor de Bs. 22. Publicado en colección DEBATE, edición 2008, 408 páginas.

Sobre esta trastocadora publicación en los próximos días aparecerán nuevos artículos incomodísimos.