Memoricidio: Abya-Ayala III

9:07 Posted by Perro Senil.

Dominio sobre la memoria

Increpa Báez a quienes pretenden ejercer el ejercicio de historiadores su tendencia a escribir párrafos sesgados para ocultar la magnitud del desastre cultural sufrido durante siglos de saqueo económico en este continente (íd. 31). Denunciando este valiente autor que el continuum de ese proceso no se ha detenido ni por un momento a lo largo de los siglos, pues los colonizadores se siguen llevando hasta el día de hoy, el oro, la plata, el cobre, el carbón, el aluminio, también el hierro, el gas y el petróleo de Abya-Ayala (íd. 31), y agrega a esa lista de materias primas una que es motivo de su indignación, señala que entre 1999 y 2005 persistieron sin desmayo en robarse las piezas de arte del patrimonio arqueológico abya-ayalano, destacándo el dato de que diez mil cuatrocientos ochenta y cinco sitios arqueológicos -sólo en México- fueron expoliados durante ese corto número de años (íd. 26).

Museo del Oro, Bogotá. Cultura Muisca.

Tampoco concibe Báez que los historiadores no tomen en cuenta como prioridad el contrarrestar lo que el Concilio de Lima se propuso ejecutar cuando el año de 1583 ordenó la destrucción de la memoria escrita de los incas (íd. 38). Báez actuando como historiador no sólo trata el saqueo cultural de América Latina como un hecho delictivo, tal como en efecto lo califica, sino que como buen ensayista histórico va a lo que subyace bajo ese hecho abominable, al señalar que la élite de cada imperio histórico ha reconocido que la supremacía sobre los subordinados no puede sostenerse por la fuerza de las armas, se requiere la imposición de lo que los romanos denominaban damnatio memoriae (íd. 54), es decir, el dominio sobre la memoria, de allí que la memoria debe ser un objetivo militar (íd. 57). Dentro de ese contexto bélico veamos los partes de guerra cuando la memoria debe ser el objetivo a ser atacado.

Las fronteras del Imperio de Roma impusieron el damnatio memoriae.

Los taínos fueron exterminados, no podían sobrevivir, porque era imposible que perdiesen sus memoria histórica, porque ellos al no tener escritura se transmitían sus conocimientos por medio de la música, tenían a sus boicios que instruían a los jóvenes sobre las cosas, el origen y la sucesión de los acontecimientos, así como sobre las ilustres hazañas en la paz y la guerra de sus antepasados y todo, además, lo expresaban en versos o areítos que cantan acompañándolo con danzas al son de sus atabales, era pues imprescindible aniquilarlos, porque era imposible acabar con su memoria que impregnaba todo lo esencial de ellos como seres humanos (íd. 61, 62).

Cultura Taína.

Con los aztecas los españoles consideraron como crucial para su dominio la desaparición de los escritos que preparaban los tlamatinime, porque allí estaban sus conocimientos expresados con pinturas (su palabra tlacuilolitzli significaba escribir y pintar) y estos conocimientos versaban sobre diferentes campos del saber que constituían sus visiones magnificentes del mundo tangible e intangible y, también esos códices se cantaban en los centros superiores de formación, donde a los jóvenes aprendices se les enseñaba a hablar bien, es decir, a expresarse en prosa. Era también pues necesario destruir a estos aztecas para enfrentar tan sui generis sabiduría, pero eran tantos y tan necesarios para que hiciesen el trabajo manual que, entonces, el memoricidio se convirtió en la quema de bibliotecas (íd. 67, 68). De esa labor piromaníaca -la de quemar los códices- se encargo fray Juan de Zumárraga quien entregó a la hoguera las librerías de los aztecas. De las cuales sólo la de Tezcocco, ciudad que era según Báez su Atenas, se levantaba una tan alta como una montaña, a esta biblioteca pues la sacaron, de aquel aposento que era el archivo general de los papeles de la casa real de Nezahualpiltzintli, para entregarla a la hoguera(íd. 69).

A los exploradores, exterminadores e incendiarios les hicieron estatuas y pinturas, odas y crónicas y, les fueron otorgados títulos y propiedades para que nunca fueran olvidados, para que no se perdiese su memoria. A fray Juan de Zumárraga se le exalta en las crónicas del imperio hispano, y Báez somete a consideración de los historiadores esta apología a ese personaje. A Zumárraga la crónica le endilga haber introducido la imprenta en México y le señala como el creador de la primera biblioteca pública de México, para de este modo ocultar lo que la historia a descubierto sobre su actuación destructora del patrimonio cultural de esa civilización que ya fue descrito al final del párrafo anterior (íd. 70). Báez también presenta dentro del mismo orden de ideas a la obra de fray Diego de Landa que de modo similar hizo lo mismo que Zumárraga, pero ahora entre los mayas, citando al propio Landa, Báez nos muestra lo que fue su actuación histórica:

Hallámosle gran número de libros, se los quemamos todos, lo cual les dio mucha pena.

Posteriormente Landa, señala Báez, fue nombrado segundo obispo de Yucatán y las crónicas lo han exaltado como un gran estudioso de la cultura maya, sin explicar por supuesto por qué llego a interesarse por ese aspecto de los mayas (íd. 76).

La memoria persistente

Fernando Báez increpa a los historiadores.

Pero también es célebre que, desde aquellos lejanos tiempos, ya habían quienes desde la perspectiva histórica estaban interesados en mostrar una proyección más ajustada con lo que verdaderamente estaba ocurriendo, Báez para los efectos recurre a los contenidos del libro conocido como Chilam Balam en él se puede leer:

los españoles enseñaron el miedo; y vinieron a marchitar las flores, en los dioses que llegaron aquí no había alto conocimiento, ni sagrado lenguaje, ni divina enseñanza vinieron a ¡Castrar el Sol! Eso fue a lo que vinieron a hacer aquí los extranjeros. Y sus hijos reciben su amargura (íd. 78).

También se registra en esa memorable obra -Chilam Balam- que:

Hubo un tiempo loco en el cual entraron en nuestra historia los sacerdotes católicos, tiempo en el que entró la tristeza, entró en nosotros el cristianismo, época en la cual llegó el dios verdadero que fue el principio de la miseria nuestra, el principio del tributo, el principio de la limosna, tiempo en el que salió la discordia, las peleas con armas de fuego, la esclavitud por las deudas, la continua reyerta, el principio del padecimiento (íd. 88).

El Chilam Balam son los libros que escribieron los descendientes de los mayas por allá en el siglo XVII y se traduce como "El que es boca", es decir, el Jaguar que profetiza.

Báez para dar ánimo a los historiadores vacilantes ante estos dilemas que plantea la tarea de estudiar los procesos históricos bajo una perspectiva profunda -en este caso la poética de la historia- cita a Ernesto Cardenal, quien escribió:

Algún día nos daremos cuenta de que la poesía más grande de América es la de nuestros indios. La mejor poesía pertenece a tribus de las espesas selvas del Amazonas o del Orinoco” (íd. 87).


Pero si ese estímulo no funciona con estos profesionales, entonces, Báez recurre a sensibilizarlos mediante la escrutadora objetividad que otorga la ciencia al registrar cómo eran los libros de los incas. Señala Báez que los libros en esta civilización eran conocidos con el nombre de quipus, objetos estos que por su forma no tienen la más mínima similitud con lo que son los libros convencionales, pero que al igual que los códices fueron también destruidos para efectos del dominio de la memoria. Sobre estas obras, únicas en su género, Báez cita a Charles C. Mann quien al valorarlas dice que:

son los documentos escritos en tres dimensiones más antiguos del mundo y son los únicos que emplean un sistema de información codificada como los que se emplean hoy en el lenguaje informático, ellos se estructuran con un código binario.

Báez agrega a lo dicho que los quipus eran libros de lectura táctil, donde el color representaba acciones, y que para ser leídos se debía tomar en cuenta varias cosas como: si lo escrito estaba en lana o algodón, el tipo de torsión de los hilos del tejido, la manera que estaba anudado a la cuerda principal las secundarias, la dirección del nudo, el número cifrado de los nudos y si la numeración estaba en sistema decimal o no (íd. 81).

Quipu inca.

Lo único que tenemos claro los historiadores de Abya-Ayala es que lejos estamos de acatar lo que el Concilio de Lima de 1583 ordenó, es decir, la destrucción de la memoria –memoricidio- de nuestras sociedades aborígenes, ni mucho menos secundar lo que en 1782, Carlos III manifestó al preocuparse por la memoria indígena, sobre la cual ordenó:

ir desterrando poco a poco todo lo que recuerde la antigüedad y gentilismo de los indios, pero con cuidadosa política y de forma que no adviertan, con igual cuidado y política debe procederse para la extinción de sus trajes, las pinturas, representaciones, funciones e instrumentos que promuevan su memoria pues ésta promueve la rebelión (íd. 82).

Como historiadores emulamos a Báez, es decir, nos inclinamos a hacer todo lo contrario de lo que Carlos III ordenaba, sin dejar de valorar, por supuesto, las observaciones honestas y válidas que se pueden hacer sobre estos hechos o sus personajes desde la otra acera. Porque ese proceso histórico fue de tal intensidad, que se justifica todo tipo de premisas para investigarlo y esclarecerlo. Tan intenso fue que Bernardino de Sahagún, señaló:

Fueron hasta tal punto pisoteados y destruidos ellos y toda su sociedad que no les quedó ya ninguna apariencia de lo que eran antaño (íd. 43).

Fray Bernardino de Sahagún, un memorable y eximio sacerdote como Las Casas.
Escribe la Historia General de las cosas de la Nueva España, invierte treinta años en este trabajo, pero su obra es monumental y consta de numerosos libros y algunos de ellos como el Códice Florentino que consta de doce libros, escribía en látin, español y nahualt.

Es pues tarea de los historiadores recuperar o por lo menos intentarlo estos asuntos de cómo eran «en antaño» aquellos cultores, de unas civilizaciones que experimentaban Modos de Vida distintos, mediante las cuales se buscaba una salida histórica deseable a los problemas de los seres humanos. Como epílogo propicio es oportuno, entonces, recordar cómo eran aquellos habitantes abya-ayalanos en antaño y, baste para ello con señalar que, el teatro indígena componían comedias y tragedias, y éstas según los hispanos era de cosas graves y honestas e, indican esos testimonios que concedían a ellas gran importancia, porque tenían zonas especiales en sus palacios para estas representaciones teatrales (íd. 124). Abya-Ayala apenas hoy se está descubriendo y es tarea de los historiadores actuales no ocultarla, como si lo hicieron los descendientes de Colón después de paradójicamente haberse maravillado con lo ignoto, lo que es en apariencia inexplicable, por supuesto, si no se toma en cuenta que esos zafios vieron la oportunidad de saquear a lo que un alemán llamó como América.


Ernesto Cardenal uno de los grandes poetas y escritores de la America Nuestra.
Es uno de los protagonistas de la corriente de la teología de la liberación.
Es sacerdote católico y fue nominado para el Nóbel de Literatura.
Es premio Iberoamericano de poesía Pablo Neruda edición 2009.

Fue condenado por el Papa Juan Pablo II como apóstata.

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