Anteo II El Coronel si tiene quien le siga

7:41 Posted by Perro Senil.

“En los años siguientes a la guerra nacional de independencia no hubo un día de paz en Venezuela” ( Brito, 2006: 105). Para los esclavos y campesinos la situación se torna confusa, creen haber conquistado la libertad, haber conseguido el derecho a la tierra y el respeto a su dignidad como soldados victoriosos y honrosos de actos sobresalientes en aquella prolongada y atroz lucha, y lo que observan es que los amos apoyados en las leyes y en sus fortunas “les pretenden regresar a una situación equivalente a la que caracteriza la Venezuela colonial. Los amos de la tierra reclaman la devolución de los esclavos” (id. 107).

“Los esclavos luchan por su libertad en la misma forma en que lo habían hecho en el contexto de la guerra de independencia, es decir, con las armas en la mano. Son numerosas las conspiraciones y rebeliones proyectadas por esclavos y manumisos con la cooperación de antiguos soldados republicanos, defraudados por los resultados negativos de la “ley de repartos de tierra” (id. 107)). “Las ciento treinta rebeliones, conspiraciones y “revoluciones” de esclavos ocurridas en 1830-1846, fueron acciones de significación local y regional” (id. 110).

“En 1831 el Secretario del Interior y Justicia informa sobre una “… revolución que se tramaba en Cumaná contra los blancos y propietarios” (id. 107). “En 1831 y 1832 ocurren “levantamientos de esclavos” en los Llanos. En 1833 se inicia “la causa seguida a los esclavos de la hacienda de La Urbina, en los Valles de Aragua”, por conspiración y rebelión, debido a que en la mencionada hacienda del Conde de Tovar, las autoridades descubren “una revolución tenebrosa, capitaneada por los esclavos siervos de la familia Tovar” (id. 109). En 1835, las autoridades de Valencia informan sobre “la conspiración de la gente de color, morenos y esclavos contra los amos y la raza blanca”. El el mismo año ocurren rebeliones de esclavos, con apoyo de gente libre en los Llanos… se destaca Policarpo Soto, antiguo arrendatario de la familia Mier y Terán, en los Valles de Aragua, y el esclavo Esteban Ponte, propiedad de la familia Ponte” (id. 109).

“En 1836, 1837, 1838 y 1839, nuevamente se registran conatos de “rebelión contra la legítima autoridad de los amosen los Llanos y en las plantaciones de los Valles Centrales de Venezuela. En 1840,el fenómeno de “conspiración y rebelión de esclavos” presenta un carácter general, pero de modo especial se destacan las ocurridas en “las cercanías de Coro” y Valles de Aragua (id. 109). En 1841, 1842 y 1843 los levantamientos se circunscriben a algunos Valles, Ocumare de la Costa y Choroní. En 1844, las rebeliones más importantes son por Barinas, “con la participación de peones y arrendatarios expulsados de sus tierras”. En 1845, conspiran los esclavos de Tucacas, Yaracuy, entre Chuao y Turmero… En 1846, las autoridades descubren los hilos “de un vasto levantamiento proyectado por los esclavos de la costa del Golfo Triste” (id. 109, 110).

Entre estas manifestaciones de rebeldía, resistencia y oposición armada destaca lo acontecido:

“En febrero de 1832 cuando ocurrió “la rebelión de los negros” de Angostura. El 15 de enero había tenido lugar un motín, contra las autoridades regionales, promovido por un Teniente, este movimiento fue debelado y reducidos a prisión sus inspiradores. En la noche del 23 al 24 de febrero ocurrió la rebelión de los esclavos, reclamando su libertad apoyados en las proclamas expedidas por el Libertador en 1816 –esto le confiere especial significación a este evento-. La insurrección empezó por los caleteros apoyados por algunos esclavos, “el objeto era tomar el parque de artillería”. Asaltaron el cuartel de la Ciudad de Angostura y se apoderaron de treinta y seis fusiles y 1.000 cartuchos. El movimiento fue aplastado “por oficiales y soldados veteranos con la cooperación de los civiles y notables de la localidad. Los jefes de esta rebelión fueron fusilados en la plaza pública, fueron Francisco Basanta, Bruno Basanta, José del Carmen Ferrán, Eusebio Contasti y Ezequiel Burmeister. Los “otros morenos más”, que no lograron huir fueron condenados a cinco años de presidio en Puerto Cabello, Maracaibo o La Guaira y a “separación perpetua de Guayana” (id. 107, 108).

“Son los esclavos que regresan de la independencia, con la condición “de soldados, clases y oficiales del Ejército Libertador”, hombres libres, ciudadanos de hecho y de derecho, y se encuentran en una singular situación de que los descendientes de sus antiguos amos los continúan considerando esclavos y los reclaman como tales apoyados en las leyes” (id. 110). La constitución no les concedía la condición de ciudadanos, las leyes favorecían a los amos y a los notables, la república que se estructuraba, en pocas palabras, no era para todos –como son las verdaderas repúblicas- sino sólo para los señores, era “una República Oligárquica y Señorial” (id. 114).



Obra de Ramón Muriedas colocada en Gijón, España, que representa una madre que ha perdido sus hijos en la lejanía y que el pueblo bautizó como “La Loca”, fue la primera escultura urbana con la cual contó esta población, la cual destaca por su gigantesco cuerpo, su vestido raido, el sufrido rostro, la cabeza despeinada y el cabello alocada por el viento que enmarca una mirada pérdida. Lo interesante es que, esta Madre, incomodó a algunos, los mandamases, y la quitaron, la escondieron, la suprimieron por denigrante, por diferente, por extraña y, tal vez, por plebeya, o sea que no la querían. Pero el pueblo en los años 90 la rehabilitó y hoy está en la bahía de Gijón frente al mar inmenso donde sus hijos se alejaron y fueron a dar a otros continentes dejándola allí a ella abandonada esperando enajenada que regresen a sus famélicos brazos. En incomodísimo.com suponemos que esta escultura nos ofrece una imagen tangible de lo que es la abrumadora realidad de la Venezuela del siglo XIX, donde se erige una república gigantesca, de vestido raido, de sufrido rostro, de cabeza despeinada, de cabello alocado por el viento huracanado de la guerra y con una intensa mirada perdida que causa la conmoción en las masas rústicas que ven como sus brazos famélicos se extienden en vano intentando abrazar a sus innúmeros hijos atrapados por la pobreza y la miseria.

Y esta situación propendió a un vasto bloque anti oligárquico, porque como dice el gran historiador Laureano Vallenilla Lanz:

“…los miserables, los proscritos de los goces sociales, los adeudados por el alto interés del capital y arruinados y perseguidos por las leyes de crédito, los militares sin pensión de retiro, los llaneros castigados ahora con la pena de azotes, los esclavos y manumisos que habían saboreado el goce de la libertad y hasta conquistado grados y honores en la guerra, perseguidos por sus amos con el apoyo de las autoridades; todos esos grupos sociales para quien la vida era un tormento, tenían que considerar como redentores a quienes les” (id. 113) llamaban a la insurrección.

Son pues estas las circunstancias que impregnan a Venezuela y, las que acompañarán en sus luchas al indio Francisco José Rangel y la que le llevará a conseguir en esa indoblegable empresa su clase con el grado de Coronel del Ejército del Pueblo, en sustancia, el Coronel si tiene quien le siga en esa aventura redentora que él dio inicio el 1° de Septiembre del año 1846, pero que se remonta como previo al año 1830, fecha en la cual se desata una ola de rebeliones, conspiraciones y revoluciones que hasta el  año 1846 acumularon ciento treinta acciones armadas contra un República que no daba respuestas a sus demandas de justicia.

Esta Republica Señorial ya desde el año de 1826 promulga una ley para enfrentarse a:

“… cierta clase de hombres desmoralizados hasta el extremo de atacar del modo más escandaloso la propiedad”, Ley que el año de 1834 se reformó para hacerla más punitiva, señalando que “los capitanes de gavillas sufrirán la pena del último suplicio, y los demás cómplices la de ciento cincuenta azotes distribuidos en tres porciones de quince en quince días, y diez años de presidio (id. 113).

Esta imputación de delito, según esta nefanda ley, como se hace obvió debía aplicarse para “el Coronel y sus seguidores”:

La insurrección campesina comienza el 1° de septiembre de 1846, con el alzamiento de Francisco José Rangel, al frente de trescientos peones, manumisos y esclavos de las haciendas Pacarigua y Manaure. Ocupa Güigüe, a los gritos de Viva Venezuela Libre, tierras y hombres libres, oligarcas temblad. En Güigüe detienen al Alcalde y al Secretario de la Alcaldía, a quienes libertan posteriormente a solicitud del cura de la Parroquia. Los campesinos y esclavos de las haciendas se incorporan a los insurrectos, en la madrugada del 3 de septiembre ocupan la hacienda Yuma propiedad de Ángel Quintero, el político en funciones de gobierno, más reaccionario de la República Oligárquica; los insurrectos libertan los esclavos, invitan a los peones a que se les incorporen, queman los títulos de propiedad y fusilan a los empleados de confianza de Ángel Quintero, y este salva la vida porque se encuentra en Valencia. Los propietarios de las haciendas cercanas huyen aterrorizados” (id. 118, 119). El Capitán Jorge Racamonte, militar al servicio de la República Oligárquica informa “que todo aquel territorio era enemigo, los puentes han sido destruidos para cortar las comunicaciones y estando en excursión llegó a sus oídos noticias de haberse visto pasar por allí, días antes, muchas partidas armadas camino del Valle de Manaure, que era, a lo que parecía, el punto de reunión de la gente de Rangel” (id 119).

Como es ya sabido “las masas rústicas” (id. 125) a los seis meses de aquella acometida audaz contra el orden habían convertido en “territorio enemigo” a medio territorio nacional y, los cabecillas del Ejército del Pueblo inspirado por sus capitanes se hacían más que acreedores de la pena del “último suplicio” según las leyes vigentes, es así como:

“El Coronel” el 14 de marzo del año 1847 fue detenido en Guambra por un traidor y desertor del Ejército del Pueblo y, a pesar de encontrarse medio muerto –“por estar gravemente herido y con una enfermedad mortal” (id.148)- fue terminado de ultimar a machetazos” conjuntamente con dos muchachos que le acompañaban. Francisco José Rangel fue decapitado y su cabeza puesta en salmuera y remitida a Caracas por órdenes del General José Antonio Páez y puesta en las manos del Presidente de la República el General José Tadeo Monagas” (id. 150). Aún retumba hoy en Guambra el grito de “libertad o muerte” (id. 155) que profirió El Coronel cuando le descargaban con furia aquellos machetazos por haber inspirado aquella sublevación popular “provocada por el deterioro de la situación de las masa trabajadoras y por incremento irrefrenable de su explotación por los hacendados, el crimen del que se hacían imputables, de acuerdo al veredicto histórico, en realidad era la de intentar reivindicar el reparto de la tierra y la total exterminación del Estado Oligárquico para formar parte de la república y tener patria” (id. 500, 501).

“La muerte de Francisco José Rangel constituyó el fin de la insurrección campesina en la Sierra, porque en otras regiones del país había sido liquidada desde octubre de 1846.” (id. 151). La insurrección campesina había jalonado del 1° de septiembre de 1846 hasta el 14 de marzo de 1847 un capítulo memorable que, hoy se ha olvidado puesto que la historiografía oficial los categoriza como “bandidaje” de antisociales e inadaptados, calificativo del cual gozó con amplitud y abundancia también el Libertador Simón Bolívar cuando se levantó en armas contra los realistas que tiranizaban a los venezolanos.

El corolario de este episodio es que los conservadores, es decir, la historia de la derecha venezolana, anota en su agenda histórica este nuevo y rotundo triunfo sobre la guerra campesina, la cual coronó con la decapitación de El Coronel Francisco José Rangel y luego, firme y decidida afianzó esa victoria con:

“la política represiva llamada por el pueblo “la paz de los patíbulos”. Fusilaban sin fórmula de juicio en los campos, y en los Tribunales de Justicia condenaban a muerte, no sólo a quienes caían prisioneros luchando con las armas en la mano –porque hay que recordar que en esta República de los Selectos un hubo un día de paz-, sino a cualquier ciudadano de simpatías con los revolucionarios” (id. 151, 154).

En esta labor “pacificadora” para imponer el control y el orden de los poderosos sobre los débiles colaboraron con gran acierto y en primera plana:

“los historiadores reaccionarios que se deleitan en presentar a Rangel como un monstruo, silencian que tanto él como los peones que le acompañaban habían sido expulsados de las tierras que cultivaban por los geófagos y del local de votación en las elecciones donde estos iban a votar contra los conservadores” (id. 95).

Pero para el pueblo humilde y las masas rústicas, para los propietarios arruinados por los usureros, para los generales independentistas cotizudos que no participaron de aquellas felonías, para los revolucionarios europeos que se sumaron y unieron a estas luchas populares, para los esclavos, manumisos, indígenas, tenderos y artesanos, para los comerciantes rurales y traficantes de ganado, para los pobres citadinos, para los habitantes de caseríos y aldeas, para los doctores y profesionales asqueados de tanta traición y de tanta ambición desmedida e injusticia violadora, en vez de ser El Monstruo era más bien El Coronel, pero éste a diferencia del de Gabo sí tenía quien le escribiera, es decir, consiguió que al cabo de los años historiadores como Federico Brito Figueroa lo hayan sacado del ostracismo y hayan narrado su digna y noble entrega a quienes clamaban, porque alguien se compadeciese de aquella vida de tormento -como la calificó el sensible historiador Laureano Vallenilla Lanz- que estaban sufriendo, y en consecuencia se solidarizase con sus legítimos anhelos de contar con una República Democrática que les acogiese con derechos de ser ciudadanos y tener acceso a la tierra y a un trato no tiránico.

Historiador, sociólogo, escritor y periodista Vallenilla Lanz (1870 – 1936)

Para Vallenilla, Páez encarnaba las fuerzas brutales. Dos de sus hermanos que estuvieron presos en el Castillo San Carlos de Maracaibo fueron liberados por el  General Cipriano Castro. Fue cónsul de Venezuela en Amsterdam, Holanda y en Santander, España, bajo el gobierno del General Cipriano Castro, en 1931 es ministro plenipontenciario de Venezuela en Francia y Suiza cuando ya gobierna el General Juan Vicente Gómez. Es autor de impactantes trabajos de la historiografía venezolana, sin embargo, estuvieron inéditos durante largo tiempo.

Incomodísimo.com pues recomienda “Tiempo de Ezequiel Zamora” en la cual Federico Brito Figueroa hace este acto de justicia con el Coronel Francisco José Rangel Precursor de la Guerra Social en la Venezuela decimonónica, este libro nos entrega una historia distinta a la que nos enseñaron en los liceos.

GLOSARIO

Nefando: Algo indigno, torpe de lo cual no se puede hablar sin repugnancia u horror.
Gabo: Diminutivo o mote cariñoso que se ha popularizado para referirse al escritor Gabriel García Márquez autor, entre otras obras, de "El Coronel no tiene quien le escriba".

Incomodísimo.com es del parecer que se deben divulgar con un profundo sentido de valoración los distintos trabajos historiográficos correspondientes a diferentes corrientes del pensamiento, porque la democracia activa y dinámica es antes que nada una confrontación de ideas para generar cultura y porque la libertad es antes que todo la capacidad y el deber de debatir y polemizar con argumentos bien fundados y respaldados no sólo con un arduo trabajo de investigación sino, además, con una desgastadora pasión que consume la vida del genuino humanista. Incomodisimo.com, en consecuencia, repugna el monolitismo intelectual característico de muchas publicaciones que no superan el carácter propagandístico propio de subcultura de nuestros hueros partidos políticos, de ahí que seguirá reseñando libros donde se alcanza una visión y clarividencia como guía del conocimiento sin tener miramiento por sus tendencias políticas, lo que nos impulsa es intentar recoger lo que de valioso cada autor dice en su investigación y en su orientación política y filosófica o por lo menos llamar la atención sobre su respetable trabajo.

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