Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (a)

6:01 Posted by Perro Senil.

EXTENSIÖN DEL PRESENTE ARTÍCULO: 3 páginas.
DÍA SÁBADO APARECERÁ: Stiglitz VII: Una Nueva Sociedad (b)

La quiebra de la confianza golpea a la sociedad estadounidense.
La crisis ha puesto al descubierto no solo los errores en el modelo económico, sino también los errores en nuestra sociedad. Fue demasiada gente la que se aprovechó de los demás, lo que revela que vamos en dirección contraria a una sociedad donde puede imperar la confianza. Hemos creado una sociedad en la que el interés materialista se impone al precepto moral, en la que no actuamos juntos como una comunidad para satisfacer las necesidades comunes, en donde un feroz individualismo ha llevado a la explotación de los individuos incautos y vulnerables por aquellos que tienen la oportunidad de hacerlo gracias a su talento. Y por esa vía hemos llegado al Gran fraude de comienzos del siglo XXI y con él a la Gran Recesión mundial de nuestros días. Se ha quebrado la confianza entre nosotros y sobre nosotros (Stiglitz, 2010: 321, 322).

Creando especuladores
Un mercado no regulado y un gobierno que tiene por política el asistencialismo corporativo han modelado nuestra economía, y al hacerlo, también nos han modelado a nosotros y a nuestra sociedad ¿Como nos han modelado es lo que queremos? ¿Qué tipo de sociedad queremos? (íd. 322). Porque cuando el tipo del impuesto que grava los beneficios de la especulaciones es más bajo que el que grava las rentas del trabajo, ¿no estamos con decisiones de ese tipo animando a los jóvenes a dedicarse a la especulación? Creemos que sí, porque -en efecto-se estaría valorando más la actividad especulativa que la productiva (íd. 323, 324). La economía pues modela a la sociedad y a los individuos y una nueva sociedad requiere, entonces, un Nuevo Capitalismo (íd. 322).

Los beneficios personales en correspondencia con el bienestar social
Nuestros mercados financieros asignaron mal el capital y esto creó la burbuja inmobiliaria, eso ya lo sabemos, pero este mercado no sólo asigna el capital a los sectores de la economía, también asigna el talento humano, y eso es muy importante porque es nuestro recurso más valioso, e interesa dónde esté asignado, es decir, importa si se asigna a aumentar la mejora de la economía y un mayor bienestar social o si se asigna a explotar a los más débiles y vulnerables como ocurrió en esta crisis. Interesa pues para crear una nueva sociedad responder ¿quiénes deben obtener los mayores ingresos?, los que trabajan para la innovación o los que trabajan para la especulación. Pero hay además cosas que son más importantes que los ingresos. Cuando era joven me pregunté qué quería ser de mayor. Mis padres me dijeron “El dinero no es importante. Nunca te dará felicidad. Usa el cerebro para ser útil a los demás. Eso es lo que te dará satisfacción”. Ese consejo me llevo a pensar como economista que los beneficios personales deben guardar proporción con los beneficios sociales que produzca tu actividad, en otras palabras, las retribuciones altas por el trabajo deben estar determinadas por la contribución que ese individuo hace para la mejora de la sociedad (íd. 322 y 323). Entonces se requiere de una sociedad que recompense con buenos ingresos a quienes más beneficio genere a la sociedad.

La equidad es la finalidad de la redistribución del ingreso
Dentro de la misma línea de razonamiento: Antes había un contrato social en lo tocante al reparto razonable de los gastos por sueldos y salarios. En las compañías, la paga del jefe solía ser cuarenta veces mayor que la del empleado medio -en Europa y Japón esa desigualdad no era tan grande como en los Estados Unidos- pero, cuando llegó la era de Margaret Tatcher y Ronald Reagan, esa equidad a lo americano fue remplazada por otro criterio: cuánto creían los propios ejecutivos que debían cobrar, y la desigualdad aumentó exponencialmente (íd. 323). Las retribuciones de los ejecutivos se han disparado, pasó de cuarenta veces a cientos o miles de veces más sin que se hayan vuelto ni más capacitados, ni más productivos, ni más escasos. Hay sencillamente a partir de una etapa de nuestra historia donde una mala redistribución del ingreso se hizo la norma y esto ocurrió a la par de la política de la desregulación y del asistencialismo corporativo que afectó dramáticamente a los trabajadores de los niveles inferiores -sus ingresos se estancaron o se degradaron- (íd. 292). Se han pervertido, pues, nuestros valores (íd. 323). En necesario recobrar la equidad y avanzar dentro de ella hacia las más grandes conquistas, para tener una sociedad donde el ideal de la igualdad permita mayor cohesión social.

Importan las decisiones que se tomen acerca de qué parte de los ingresos de la empresa irá a parar a los ejecutivos, a los accionistas, a los empleados y a los obreros, esa redistribución es significativa si es más equitativa o si es más injusta, porque de esto depende una sociedad más ferozmente individualista y más dividida, o bien una sociedad con mayor cohesión social, con un juego más limpio, donde todos juntos buscan resolver necesidades comunes, es decir, una sociedad nacional que se sienta y sea más como una comunidad (íd. 323).

La crisis moral no crea prosperidad económica
Recapitulando se puede decir que en Estados Unidos no sólo ocurrió, entonces, una crisis económica, existía aquí una crisis moral que marchó a la par de aquella. Y de esa búsqueda incansable de beneficios y la persecución del propio interés que se desató en esos años, hemos de considerar, que quizás no han creado la prosperidad que se esperaba, pero sí que ha contribuido a crear un déficit moral que nos precariza como sociedad. No es creíble que los creadores de hipotecas y los bancos de inversión no supieran que los productos que estaban emitiendo, adquiriendo y reempaquetando eran tóxicos y venenosos. En conclusión la nueva cultura financiera era la cultura del fraude (íd. 324). La ética debe caracterizar a la nueva sociedad.

Pero lo más difícil de perdonar en esta historia, es la depravación moral de explotar al sector de los estadounidenses pobres e incluso a los de la clase media, porque en esa carrera hacia el fondo lo que se observó es que se alcanzó la máxima depravación posible. Esa sociedad modelada por un mercado desregulado y un gobierno que practica el asistencialismo corporativo, es impensable que no deba ser cambiada por una nueva sociedad más equilibrada, por una sociedad no desquiciada por la avaricia y la codicia sin límites. Esa sociedad tiene que ser transformada porque lleva directo a la crisis en todos los órdenes. Los financieros sabían en esa sociedad inmoral que los altos beneficios a corto plazo (acompañados de elevadas comisiones) probablemente irían seguidos de grandes pérdidas, lo cual según sus contratos no afectaría sus bonos. Si ganar dinero era el principal objetivo en la vida, cualquier comportamiento para conseguirlo era aceptable. En todas los episodios de crisis la marca indeleble que se observa es una total falta de escrúpulos morales y, en esa historia, la lista de los financieros « faltos de ética» es larga (íd. 325). Se mire como se mire, nuestros bancos y nuestros banqueros, tanto antes como durante la crisis, no observaron las normas morales que hubiera cabido esperar, especialmente en lo tocante a la explotación de la gente corriente que les pedía créditos (íd. 326). La crisis moral llevó a grandes pérdidas económicas.

La falsa moral debe ser desterrada
La sociedad norteamericana vive la moral de las compañías tabaqueras. Según esa moral no hay nada malo en ellas porque no infringen la ley, cuando todo el mundo sabe que fabrican un producto adictivo que mata. Pero parece que la sociedad estadounidense está dispuesta a salir del paso y seguir adelante como si no supiese de esas cosas de fondo. Lo curioso de esto es que así como existe una jurisprudencia que legitima las actividades de las compañías tabaqueras, la verdad que hay detrás de esta legitimidad es que, la comunidad empresarial se gasta grandes sumas tratando de conseguir que la legislación les permita dedicarse a prácticas que en nada contribuyen al bienestar social ni al económico de la sociedad. La industria financiera trabajó mucho para frenar una legislación que evitase los créditos depredadores, se esforzaron para dinamitar leyes estatales de protección del consumidor y para asegurarse de que el gobierno federal no fuese eficaz a la hora de regular sus operaciones. Es esa vieja sociedad la que debe extinguirse, donde todo era correcto porque todo era legal y donde todo era aceptable porque se atenían a las normas light que fijaba el gobierno domesticado por las megaempresas dedicadas a defraudar a la gente corriente de esa sociedad (íd. 326).

La Gran Depravación versus la Gran Confianza
Un mercado que funcionó sin ningún escrúpulo moral, en consecuencia, no sólo provocó la abominable irrupción de un Gran fraude a nivel nacional y una aberrante crisis en la economía mundial, sino que trajo el enorme e incuantificable costo social de la pérdida total de confianza entre los elementos que hacen vida natural e institucional de este país, y en esas condiciones los límites entre la crisis moral y la crisis económica dejan de existir pues ambas se confunden en una gran depravación. Todo eso impone la necesidad de construir una Nueva Sociedad sobre la base de la confianza si se desea tener un futuro promisor, tal es el dilema actual en el que se debate el destino de los Estados Unidos de Norteamérica. Cambiar o declinar.

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