“1000” II: Beni

18:50 Posted by Perro Senil.

UN "NUEVO MUNDO" QUE NO ES EL CONVENCIONAL

Los olmecas son la primera civilización tecnológicamente compleja del hemisferio. Pero no nos interesan a pesar de sus inmensos montículos, donde erigían sus hermosos templos y en los alrededores de ellos sus colosales cabezas y todo su complejo conjunto de ciudades, no nos interesan, como tampoco nos interesan los grandes logros de los incas o los mayas o los aztecas o los zapotecas o los toltecas o los omaguas o los tiahuanaqueños, esas son civilizaciones convencionales y como tales son seguros colapsos. No nos interesan con todo y que ellas, por ejemplo, en Mesoamérica llegaron a inventar unas docena de sistemas de escritura diferentes o establecieron redes comerciales muy extensas o registraron las órbitas de los planetas o crearon los calendarios más exactos de su época o realizaron la hazaña intelectual de la invención del cero o relataron en sus libros plegados la historia de sus pueblos (Mann, 2007: 40). Así hayan acumulado una colección ciudades y de reinos como los mayas, quienes podían exhibir hasta setenta urbes, porque con todo y la sofisticada cultura que poseían, sin embargo ingresaron en una edad en la que sus ciudades se vaciaron al igual que sus campos circundantes convirtiéndose sus territorios en tierras abandonadas. No nos interesan (íd. 47).

Nos interesa es la cultura de los pueblos que marcaron otro camino, que crearon paisajes autosostenibles que no existían sobre el planeta y que establecieron una relación metabólica proactiva y sinérgica con la naturaleza, lo cual si es muy importante, y más importante aún que como sociedades marcaron un paradigma que difería del de aquellas grandes culturas, porque no conducía a tensiones y confrontaciones autodestructivas entre sus integrantes, es decir, las que mostraron una salida «normal» al desarrollo histórico. Esto si nos interesa. Nos interesan las civilizaciones no convencionales, es decir, las que erigían un "Nuevo Mundo".

Porque este continente es sorpresivo, no sólo ha desarrollado una panoplia de civilizaciones, sino que hasta él han llegado civilizaciones muy exitosas como, la china, la europea, la norteamericana, la japonesa y la rusa, pero ninguna de ellas es «normal».

En “1421” llegó una que estaba haciendo agua por todos sus costados, en “1492” llegó otra destruyendo la panoplia de civilizaciones que estaban experimentando diversas fórmulas de modos de vida. Lo que llamaron, además, como el Nuevo Mundo no era tal, era sólo un continente desconocido o ignoto y exhuberante. El Nuevo Mundo, en el verdadero sentido de esa locución, escasamente empieza a ser descubierto en nuestros días y, de eso se trata este maravilloso libro de Charles C. Mann titulado “1491 Una Nueva Historia de las Américas Antes de Colón”.

Portada del Libro de Charles C. Mann.

Mann muestra las diferentes capas de civilizaciones que habían estado formando en este continente desde tiempos remotos hasta 1491, pero ninguna de esas impresionantes culturas son en realidad interesantes, la mayoría de ellas son como las del Viejo Mundo, son civilizaciones con grandes progresos que hacen historia y sientan extraordinarios precedentes pero que están destinadas a colapsar, sólo interesa, pues, entre ellas, aquellas que empezaban a crear en realidad un Nuevo Mundo en este continente en el sentido literal de la locución, es decir, aquellas que dentro de la historia de las civilizaciones de la historia universal dan la impresión de que califican como «normales». ¿Qué se quiere decir con «normales»? De eso trata este artículo, es decir, de mostrar unas fórmulas modélicas que agradan estéticamente y atraen por sus resultados sociales, ecológicos y ambientales de esencia ética, en una palabra, fórmulas modélicas prometedoras.

El Beni abre ese capítulo esperanzador para la historia universal del ser humano.

UNA PANOPLIA DE CIVILIZACIONES

“Lo más importante es que en el año 1000 d.C.
los indios habían ampliado las revoluciones neolíticas hasta el punto
de crear una panoplia de civilizaciones diversas por todo el hemisferio” (íd. 41).

BENI O BOLIVIA

El avión despegó un día en que hacía un frío sorprendente, bajo nosotros se extendía el Beni una provincia boliviana del tamaño de los estados norteamericanos de Illinois e Indiana juntos y, además, casi tan llana como ellas. Tierra que durante una mitad del año está tapizada con una lámina de agua que proviene de las altas montañas andinas, tierras donde empieza la cuenca del Amazonas, y donde el resto del año ocurre la suplantación del intenso verdor por algo que sólo puede ser comparado con un desierto. En esta llanura habita gente que nunca ha visto a los occidentales armados con cámaras fotográficas. Y los occidentales nunca habían visto tampoco un paisaje como este, que cuenta con incontables islas de boscaje con forma de círculos casi perfectos y que, además, para sorpresa se alzan unos veinte metros sobre el nivel del suelo de aquella inmensa llanura.

Provincia amazónica del Beni, Bolivia.

Estos bosquecillos están defendidos de las acometidas del agua en tiempo de lluvias gracias a las tecnologías locales que se aplicaron en su construcción, además, no están aislados, se comunican unos a otros mediante calzadas rectas con largos de cuatro o cinco kilómetros. Es un paisaje de más de ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados construido por una cultura tecnológicamente muy avanzada de hace más de un millar de años, en la cual no hace presencia visible las características clásicas de una civilización tal y como las reconocemos (íd. 19, 20).

En el Beni, en el año 1000, se está ante una civilización que no es la convencional. Y que sólo en nuestros días los antropólogos, geógrafos y arqueólogos están develando ante la mirada atónita de los historiadores (íd. 20).

Se trata de un lugar en el que existe un estado natural que no es el resultado de la acción evolutiva de la naturaleza, sino que es producto del intelecto del hombre, donde los bosquecillos conforman ecosistemas ricos como sistemas ecológicos, tal es el Beni (íd. 22).

Carreteras, puentes, canales, diques, pantanos, montículos, terrenos de cultivo elevados, canchas de juego y redes en zigzag de arcilla con fines piscícolas, hablan de un esfuerzo de una sociedad altamente estructurada dedicada a construir un paisaje antropogénico donde pudiesen vivir colectividades humanas en un estado natural que no es el original, que no es el prístino, sino que se trata de una nueva combinación de elementos que convirtieron un área inhóspita en una zona bondadosa para el poblamiento humano (íd. 21, 22, 24, 28, 30).

El Beni pues no es obra de la naturaleza, es un paisaje creado por el hombre sólo posible mediante la posesión de una alta cultura, sobre la cual la opinión de quienes saben acerca de estas cosas es “lo más apasionante que se ha dado en el Amazonas y en las zonas colindantes, lo más importante que se haya visto en toda Sudamérica” (íd. 30).

El Beni hace mil años estaba en auge, pero sus orígenes se remontan a más de tres mil años. Es una sociedad fundada por los ancestros del pueblo de lengua arahuaca llamados ahora Mojo o Bauré que creó uno de los entornos naturales más amplios, más extraños, y de mayor riqueza ecológica que jamás se hayan dado en el planeta (íd. 30). Es decir, el Beni llevó a la naturaleza a un estadio más alto, tal es el fenómeno que allí se presencia y, nos es el caso único en este mundo nuestro americano, existen unos cuatro casos célebres que hacen posible que lo «normal» no sea un accidente en este espacio histórico americano sino una fuerza con un inmenso impulso renovador.

Este pueblo de Beni, con sus vías de transporte y comunicación, con sus aldeas y localidades espaciosas, ordenadas y defendidas, que según algunos autores pudo haber reunido en su conglomerado un millón de personas con largas túnicas de algodón y pesados ornamentos en las muñecas y en el cuello, dejaron para la posteridad un terreno donde el bosque es el sueño de un conservador en cuanto a lo que se refiere a la riqueza de las especies hasta hoy en día allí preservadas. Lo curioso es que la variedad de especies es lo que precisamente caracteriza a una buena porción del Amazonas, pero con la peculiaridad de que resulta incómoda para la permanencia del hombre en ellos. Aquí en el Beni las especies fueron seleccionadas, las que en su conjunto ecológicamente es un tesoro concebido y ejecutado bajo criterios de los seres humanos que conocían profundamente lo que les rodeaba. El paisaje de Beni es pues, según los entendidos, una de las mayores obras de arte de la humanidad, una obra de arte que apenas está empezando a salir a la luz (íd. 30, 31). El Beni es un caso modélico en la historia universal.


Beni

Muchos cambios han ocurrido en el mundo contemporáneo, y estos son los que han permitido que se pueda empezar a hacer visible lo que el hombre logró en el Beni. Uno de esos cambios corresponde a los historiadores, estos tendían a identificar la historia más con la nación que con las culturas, las religiones o las formas de vida, y de pronto están empezando a percibir “que las más tenues manchas que se veían entre las estrellas de la Vía Lactea eran en realidad galaxias muy remotas”. Entendiendo por «estrellas» a los aztecas, mayas o incas y sus impresionantes ciudades como Tenochtitlán, el Cuzco, Machu-pichu, Chichen Itzá (íd. 48), Monte Albán (ídem), Cahokia (íd. 339/354, 414), Teotihuacán(íd. 43), Huari (Wari) (íd. 44, 102,304, 313, 314), Tiahuanaco (íd. 102, 308), Chan Chan (íd. 317), Pachamac, Cajamarca (íd. 318) y Calakmul (íd. 357/371) y, por «galaxias muy remotas» los casos modélicos como el de la civilización de Beni, teniendo claro que no es la única en este continente, existen otras galaxias remotas que corresponden a interesantes versiones del mismo modelo de Beni -un paradigma basado en una relación metabólica establecida entre el hombre y la naturaleza que tiene por resultado un incremento del beneficio entre todos los integrantes del sistema- que vamos traer a colación en este artículo de incomodísimo.com para deleite de los lectocuriosos, y que están recogidas en el extraordinario libro de Mann (íd. 34).

En fin con el trabajo que ha publicado Charles C. Mann se está frente a: “Una nueva panorámica de las Américas que ha comenzado a emerger” (íd. 35). El arte del paisajismo asociado a estrechos criterios ecologistas, medio ambientales y profundamente societales erigió en este espacio histórico un Nuevo Mundo que ya existía para el año 1000, a esa realidad la vamos a reconocer con el nombre de Beni. El Nuevo Mundo es Beni, no es la geografía exhuberante que impresionó a los europeos, no es el conjunto de civilizaciones monumentales que ellos destruyeron, no es el continente geográfico ignorado por sus exploradores del mar océano, es este Nuevo Mundo que constituye casos modélicos para la humanidad entera.


Charles C. Mann.

Los otros tres casos modélicos que corresponden a ese paradigma que aflora en Beni, paradigma impregnado de expectativas, se presentarán en las líneas siguientes.

HUARICANGA O PERÚ

En Perú, a finales de los noventa, han encontrado la ciudad más antigua que se conoce en las Américas (íd. 238). No lejos de allí, entre dicha excavación y el Valle de la Fortaleza hay numerosos montículos de 6 a 15 metros de altura y hasta setenta de largo, nadie los había excavado porque no parecían albergar objetos valiosos. Esa antigua ciudad está en la zona que se conoce por Norte Chico, la cual alberga los restos de más o menos veinticinco ciudades, una de ellas la han denominado Huaricanga. Toda la zona posee muestras de la arquitectura pública más antigua de la tierra (íd. 239).

Huaricanga alberga un templo en forma de U de unos 45 metros de largo y 18 de alto, con una plaza hundida entre ambos brazos y una escalera que sube hasta la plataforma, en sus días se contaba entre los edificios más grandes del mundo (íd. 240).

Para ubicar a Huaricanga en la historia universal es necesario recordar que las fuentes primigenias de la civilización humana son la del valle del Tigris y Eufrates (Irak) o civilización Sumeria, la del delta del Nilo, la del valle del Indo (Pakistán), la del valle de Huang (conocida como la del río Amarillo) y, además de estas surgidas en otras latitudes, está en nuestro continente como fuerntes primigenias de la civilización humana las de Mesoamérica, en la cual la más destacada y la más antigua es la olmeca y, ahora se ha de incluir la de Huaricanga que no ha salido a la luz sino hasta el actual siglo XXI (íd. 241). En la civilización de Huaricanga entre el 3200 y el 2500 a.C. se erigieron edificaciones públicas a gran escala en, al menos, siete asentamientos situados a lo largo de la costa peruana, entre ellos está el templo de Huaricanga. Cuando los habitantes de Norte Chico estaban edificando aquellas ciudades, en la tierra sólo existía otro complejo urbano más: Sumeria (íd. 242). Por lo cual se está frente a algo sorprendente.

En algún momento anterior al 3500 a.C. algo muy fuera de lo ordinario sucedió en Norte Chico. Porque considerando los fenómenos urbanos a escala mundial, el florecimiento que se produjo en Norte Chico era inesperado, porque todas las civilizaciones que se conocen surgieron en graneros fértiles, soleados, irrigados y con subsuelos ricos en abono que permitieron el surgimiento de una agricultura intensiva, a partir de la cual surge el proceso civilizatorio en cuestión. El litoral peruano, por lo contrario, es yermo, nuboso, desprovisto de lluvia, climáticamente inestable y agronómicamente imposible, es pues, el último lugar a seleccionar para edificar nada. No obstante, allí en aquel yermo levantaron algo grande y espectacular. Es sorprendente pues encontrar allí veinticinco grandes yacimientos ceremoniales o residenciales, es algo extraordinario y excepcional (íd. 246, 247).


Y Huaricanga no es una excepción, como ella existen otros fenómenos urbanos en esa región que impactan porque no corresponden ni a lugar ni época. Es así como en la primera investigación arqueológica a gran escala trabajó en una zona denominada Aspero en la desembocadura del río Supe, allí encontraron un edificio con multitud de habitaciones pero sin rastro de alfarería, el desconcierto fue grande, no supieron que pensar. En Aspero había media docena de montículos, algunos de cuatro metros y medio de altura, eran artificiales, plataformas de una cultura avanzada que no corresponde con la época (íd. 247/249).

Las dataciones de Aspero y de otros yacimientos en sus alrededores han arrojado fechas de 3000 a.C, 4900 a.C. y 2600 a.C. En el Caral a veintidós kilómetros hay un montículo -entre seis- que tiene 18 metros de altura y 152 de lado, entre las obras hay dos plazas ceremoniales redondas y hundidas, grandes edificios de piedras con apartamentos residenciales. En Fortaleza hallaron «centros urbanos» de arquitectura monumental, estructuras ceremoniales y arquitectura residencial. En aquella costa hubo habitantes desde el 9210 a.C. y su ciudad más antigua es Huaricanga del 3500 a.C. (íd. 249).
Obras ceremoniales del Caral.

Otras ciudades son Caballete del 3100 a.C., Porvenir y Upaca del 2700 a.C., veinticinco en total que no pueden competir en tamaño con las de Sumeria pero que en su conjunto si eran mayores a las de aquella célebre civilización (íd. 250). ¿Qué ha ocurrido aquí para que existiese este estallido urbano en un medio que en nada se parece al que necesita el fenómeno urbano para emerger?
Norte Chico sorprende con sus ciudades pero más aún como organización política, porque para construir aquellas obras se requería de un gobierno centralizado y de una dirigencia de prestigio e influencia para convencer a los súbditos de realizar aquellos trabajos pesados, allí pues se inventó, al igual que en Sumeria y en Mesoamérica, la institución del gobierno. En todas las demás civilizaciones esta institución o bien fue heredada o bien fue tomada a préstamo, la idea no surgió de ellos mismos. Pero en Norte Chico no tenían de donde tomarla a préstamo, tuvieron que inventarla y, con ella pudieron construir un mundo que sin gobierno no era posible estructurar , esto como es obvio, genera mayor estupor (íd. 250).

Pero aquí viene lo más extraordinario de Río Chico. Los gobiernos por lo general surgen para protegerse de los vecinos que se convierten en una amenaza para aquellos grandes adelantos y, en Norte Chico, se da el caso de que las veinticinco ciudades no poseen murallas defensivas, no están ubicadas en lugares estratégicos, no aparecen en ellas restos humanos con señales que hagan sospechar guerras, no aparecen pues evidencias de la necesidad de violencia institucional, es decir, la que ejerce un Estado, parece más bien, en opinión de los arqueólogos que el fundamento del poder lo constituyó algo inédito: el bienestar colectivo, económico y espiritual evitó la existencia de enemigos (íd 252). Norte Chico pues no corresponde a las civilizaciones convencionales que han surgido en la historia universal, es una civilización inédita, Huaricanga es pues un Modo de vida excepcional que se reprodujo en Norte Chico creando un Nuevo Mundo o un caso modélico paradigmático y esperanzador como el de Beni. ¿Cómo se gestó ese proceso inédito y no convencional?

La gente de Norte Chico aprendió a irrigar las tierras y moldearon el paisaje para hacerlo más apropiado para los propósitos agrícolas. Construyeron pues acequias y canales y su producto más importante fue el algodón. El algodón es probable que haya sido domesticado en la desembocadura del Amazonas, algunas de sus variedades tenían tonos rosas, azules o amarillos, en Norte Chico era un elemento clave del comercio regional. Otro hecho peculiar se dio en Aspero, allí pescaban cantidades ingentes de anchoas y sardinas, en Caral, Huaricanga y las otras poblaciones producían fruta y verduras, intercambiaban pues cosechas del mar por cosechas de la tierra, donde el algodón de las tierras del interior se convertían en textiles y en redes de pescar y, como el algodón es muy útil, fácil de conservar y se puede almacenar se convirtió en medio de cambio (moneda) y en elemento de estatus social, en Norte Chico pues gobernaba el «Rey Algodón» (íd. 252, 253). ¿Y qué otras particularidades se presentan además en ese modo económico complementario?

En Norte Chico no se ven artes visuales, no hay esculturas, ni tallas, ni bajo relieves, las pinturas y dibujos prácticamente no existen y los interiores de las edificaciones carecen de adornos, lo que nos indica que no existía una sociedad jerárquica en la cual los que estaban arriba necesitasen un disfraz de poderosos dioses que requiriesen infundir temor para conseguir obediencia mediante un inmenso poder de violencia institucional, lo que hay son obras que hablan del poder de aquellas gentes para construirse un mundo donde podían vivir en paz en base a un arduo trabajo y una gran inventiva (íd. 253).

Aspero por su actividad económica se convirtió en nuestros días el centro de una disputa intelectual en torno a los fundamentos marítimos de la civilización andina –esto la sacaba de la norma general del esquema civilizatorio universal- o la MFAC (the maritime foundatios of Andean civilization). Aspero según la MFAC era un centro pesquero que aprovechaba la corriente fría de Humboldt y, según esta hipótesis, esa actividad había servido para crear la civilización andina, la pesca pues, pudo haber sido el fundamento de esta civilización y esto era como lanzar ladrillos a las ventanas de la arqueología, la cual en su teoría indica que las civilizaciones surgen de zonas agrícola, y además ésta debe alcanzar una capacidad intensiva con un producto básico como son los cereales –maíz, arroz, trigo-. Aspero, por lo contrario, no agrícola y, su producto básico eran las anchoas y las sardinas, se salía pues del esquema convencional del desarrollo histórico que habían seguido todas las civilizaciones, se salía del cauce tradicional, era una civilización inédita (íd. 254).

La historia de las civilizaciones seguían un esquema: las sociedades recolectoras desarrollan la agricultura y a continuación sobreviene una explosión demográfica; la sociedad crece, se estructura y se estratifica, de manera que en la cumbre terminan por estar como soberanos los clérigos y en la base de la sociedad quedan los campesinos con sus cultivos; construyendo los primeros mediante esa mano de obra numerosa ciudades cada vez más impresionantes para mantener su estatus de superiores, hasta que llegan las guerras y los conflictos a las puertas de sus civilizaciones para destruir aquella edificación política. Tal es la historia más o menos de Mesopotamia, Egipto, India y China, donde la agricultura fue la piedra angular de aquellas sociedades complejas. Si MFAC es una hipótesis correcta, existe la posibilidad de otra historia y de una definición de civilización muy distinta (íd. 254).

Según la MFAC el océano increíblemente rico fue un factor decisivo para crear una sociedad jerárquica distinta y una historia que seguía otro curso. Las abundantes proteínas permitieron que en la desembocadura del río Supe surgiesen diecisiete poblaciones, es decir, ocurre una explosión demográfica, entre ellas Aspero, y a partir de esa amplia población residente fue posible que sus siembras de algodón fueron trasladadas cada vez más al interior del territorio donde existían más ventajas para su cultivo. Norte Chico pues, como todas las demás sociedades complejas, se basaba en la agricultura, aunque no en la alimentaria, el algodón no es comestible, lo cual es una interesante peculiaridad. El mismo esquema de desarrollo ocurrió a lo largo de todo el litoral en esa región del Perú, es decir, en las desembocaduras de los ríos Huaurua, Pativilca y Fortaleza, porque cuatro valles fluviales conforman lo que se denomina como Norte Chico (íd. 247, 255)

Aspero es sustancialmente más antiguo de lo que se piensa, y podría obtener el título de ciudad más antigua del mundo y convertirse en la cuna de la civilización humana –lo mismo ocurre con el Caral y Huaricanga, compiten por ese título- (íd. 256). Allí en Norte Chico se erigieron cacicazgos donde los gobernantes eran dioses benignos -dioses que no amenazan con tormentos eternos a quienes no les obedecen-, inducían por lo contrario a sus seguidores mediante una combinación de ideología, carisma y recursos, recompensando los esfuerzos colectivos con festines, en los cuales los restos eran arrojados en el montículo que estaban construyendo, incorporando así la celebración a la construcción, el clero constituía pues una administración central de aquellas obras públicas donde se erigían templos que no separaban los dioses de los intereses de la comunidad, sino que se fundían con ella en un proyecto conjunto y, es este inmenso logro lo que en realidad interesa de este caso modélico (íd. 256).

Norte Chico tuvo una divinidad (2280/2180 a.C.) que perduró hasta los incas (que surgen muy posteriormente), es el Dios de la Vara que se transmutó en el Viracocha de los incas, lo que indica que esta cultura inspiró las nuevas sociedades que en Perú fueron emergiendo con el tiempo debido a su prestigio, su Dios no pereció al ser suplantada una sociedad por otra, persistió por su carga positiva obtenida desde sus orígenes.


Viracocha.

Durante los cuatro mil años siguientes, la extensa civilización andina que se extendía a lo largo de toda esta cordillera, sólo se vio influida por una única importación fundamental venida del exterior: el maíz, más tarde llega el tabaco que venía de la Amazonía (íd. 258, 259). Pero estos aportes llegaron cuando el algodón, las anchoas y las sardinas, el Dios Vara, la arquitectura monumental y la sociedad jerárquica amical ya habían erigido una civilización modélica en Norte Chico, en Huaricanga, Aspero y el Caral –por sólo mencionar sus ciudades de data más antigua-. La remota data de esta civilización peculiar dentro de la panoplia de civilizaciones que existían el año 1000 hacen de Norte Chico un Viejo Mundo (íd. 256, 235, 241) como Mesopotamia, pero un Nuevo Mundo por su forma inédita de gobierno y la hermosa y racional complementariedad de su economía. Huaricanga es un pasado expectante.

MARAJÓ O LA AMAZONÍA

Paraiso ilusorio.

En todas las mitologías, incluyendo la judaica, se entiende por jardín un huerto en el cual el ser humano alcanza un estado de felicidad plena, es decir, en una palabra, un lugar que por proveer alimentación con abundancia y deleite por la calidad y diversidad de sus frutos el hombre bautizó con el vocablo especial y extraordinario como un paraíso. La Amazonía en su estado prístino no es tal cosa, es inhospitalaria, la vida extrema que allí se produce crea una exuberancia de una densidad e intensidad amenazante. El desafío que representó para los grupos humanos ese medio fue gigantesco y aparentemente condenaba al fracaso por los retos infranqueables que planteaba. Esperar que allí el hombre pues, controlase a la naturaleza e instalase un huerto parecía destinado al más lamentable frustración. Aquello pues que a la vista parece un Paraíso, era sólo una falsa ilusión de quien no conoce a ese gigante.


Amazonas Selva

Desierto húmedo.

Según los biólogos la Amazonía aún cuando es excepcionalmente diversa y hermosa, su exuberante cubierta vegetal es una máscara que cubre una base empobrecida. Esa base es el suelo pobre de la región, además, éste es muy ácido y prácticamente carece de nutrientes esenciales, de allí que aquella jungla la denominen estos edafólogos como un «desierto húmedo» (íd. 380, 382). Entonces ¿por qué existe allí tanta vida?


Límites de la Amazonía.

Media Amazonía está cubierta por árboles que, con sus ramas forman varios pisos bióticos, cubierta de enredaderas, escarabajos de tamaño de mariposas y mariposas del tamaño de pájaros, esta selva no se sustenta de ese suelo rojo, sino de los desechos de vegetación que cubren el suelo. De esa capa de hojas en descomposición se desprende el carbón y el nitrógeno que un sistema hipereficiente de raíces hundidas en aquellos detritos absorbe (íd. 380, 382). La jungla pues posee una fabulosa vitalidad, pero esta pende de un hilo, porque en el trópico las lluvias son frecuentes y abundantes, de tal modo que si el hombre tumba unos árboles y queda un claro en la selva durante un tiempo prolongado, este pierde su capa de detritos y aquel suelo rojo por la acción del agua y el sol se convierte en un ladrillo donde no nace ninguna planta (íd. 382).


Amazonas bajo la sequía


Suelo muy vulnerable y precario.

Desierto humano.

Los agricultores amazónicos pues, se encuentran frente a unas limitaciones que les impiden despejar áreas extensas, lo que se observa en ese territorio es que los indios deben despejar pequeñas zonas y han de abandonar esa parcela al poco tiempo para darle tiempo de recuperarse, esto como es obvio va a impedir la formación de una población populosa, por lo cual se deduce que la presencia humana en vez de ser densa debe ser, lo contrario, escasa, por lo que la Amazonía está condenada también a ser un «desierto humano» (íd. 382).

Lo que se sabe es pues que cambiando de parcela en parcela los indios logran vivir de la selva sin destruir los ecosistemas. Según esa creencia, esa antigua forma de vida ha sobrevivido en ese difícil medio hasta el día de hoy sin haber vivido cambio alguno ni en sus medios de producción ni en su forma social y, así debe mantenerse, porque de ello depende una armonía flexible y equilibrada entre los grupos humanos y la jungla (íd. 383). Pero las calamidades que se ciernen sobre los habitantes de la Amazonía son aún más graves de los que ya se han señalado, aquella región está bajo los efectos de una «catástrofe» como es el cambio climático producido por el Niño, el cual produce intensas sequías que pueden causar incendios pavorosos. La reducción de recursos en estos casos es crucial debido a que desaparece la floración de lo cual depende la reproducción del ecosistema. Como es lógico suponer, aquellas concentraciones de población que se pudiese haber logrado en uno o dos siglos, en esas condiciones deben de disgregarse y disminuir , lo cual impide que lleguen los asentamientos a ser populosos y en razón de esto tengan que surgir mejores formas de organizarse (íd. 384).

Pero a lo largo de los milenios de establecimiento en la Amazonía, los indígenas podían recuperar su población de aquellas terribles sequías en aquellas inmensidades, pero entonces, ocurre que se dan cada trescientos o quinientos años los mega-Niño que vuelve a reducir sus integrantes e impedir la formación de poblaciones densas. Es un medio pues que está en contra de todo adelanto, donde resulta imposible practicar una agricultura permanente o lograr alcanzar una concentración demográfica, allí o el hombre hace entrar en desequilibrio el ecosistema o la naturaleza hace desestabilizar las sociedades humanas, mucho menos es posible una agricultura intensiva que destruiría en menos de una década la capacidad reproductiva de la naturaleza y que sería la única que podría hacer emerger una alta cultura y con ello una civilización (íd. 384).

Estado primitivo.

La Amazonía pues no parece propicia para formar una población agrícola permanente ni populosa, porque todas sus características hacen más bien prever una sociedad de cazadores-recolectores desbrozadores, es decir, practicantes de una agricultura primitiva que tala pequeñas parcelas, somete a fuego la vegetación arrancada y con aquella ceniza fertiliza la tierra pobre de nutrientes, logrando así que ésta sustente dentro de un tiempo muy breve lo que allí se plante (íd. 384). Parece pues condenada a ser primitiva de manera permanente y tener que recurrir a las actividades económicas más elementales para sobrevivir como son la caza y la recolección. ¿Es cierto, entonces, que allí los grupos culturales primitivos conviven con una naturaleza virgen? ¿Es cierto, entonces, que aquella selva no debe ser intervenida por el hombre porque de ocurrir sobrevendría una catástrofe ecológica? ¿El único medioambiente posible allí, entonces, es el inhóspito, es decir, no apropiado para que el hombre alcance una alta cultura, una civilización? ¿Es la Amazonía un callejón sin salida? ¿Ese medio, es entonces, un medio que no es propicio para que el hombre avance?

Marajó.

Betty Megger fue una arqueóloga que le dedicó veinte años de su vida a este tipo de incertidumbres que se ciernen sobre la Amazonía o más bien fue quien planteo aquellas terribles preguntas a partir de la determinante medioambiental que allí se observa. Megger introdujo en su analisis las condiciones del suelo, el fenómeno del Niño, la capacidad de recuperación de la capas de vegetación y concluyó que sólo a lo largo de miles de años los grupos humanos que se desenvolvían en esa zona pudieron percibir que la agricultura tenía que resignarse al desbroce y que los seres humanos para sobrevivir deberían mantenerse dentro de los estrechos marcos de la caza y la recolección. La determinante de la naturaleza en la Amazonía era arrolladora.


Megger

Y para demostrar su vaticinio determinista Megger presentó el caso Marajó, una sociedad sofisticada que existió entre el 800 y el 1400 a.C. ubicada en la isla de Marajó, una isla del tamaño de Nueva Jersey que queda en medio del río Amazonas. Allí encontró los restos de una alta cultura, la cerámica son piezas de gran tamaño y es famosa por sus dibujos y representaciones. La existencia de esta cerámica indica una población sedentaria y lo intrincado de sus dibujos y la maestría con la cuales está realizado su arte demuestra una vida compleja. Es decir Marajó contrariaba la tesis de que en la Amazonía no podía surgir una alta cultura.

Sin embargo, aquel éxito señala Megger no fue permanente, Marajó decayó y fue absorbida por el modo de vida generalizado que ella había señalado como el propio de la Amazonía, es decir, un Modo de Vida primitivo. Según la arqueóloga Megger la sobreexplotación que los marajonadanos habían impuesto al medio les había permitido erigir una alta cultura, pero la naturaleza determinó a la larga que aquello no era sostenible y dio fin a aquel ensayo condenado a ser fallido.

Según los estudiosos aquel caso se había dado porque los métodos que los marajodanos emplearon para hacer producir la selva no fueron desarrollados en la región, los marajodanos no eran una tribu amazónica, fue la escisión de una cultura sofisticada de los Andes, primos de los huaris o los tihuanacos, quienes sucedieron a los Beni en aquel territorio boliviano (sobre esos dos grupos se puede consultar: 102, 304, 313, 314; 102, 308). Esos grupos provenientes de Bolivia lograron afianzarse en el Amazonas durante un cierto tiempo y luego fueron decayendo porque su desarrollo resultó a largo plazo no sostenible, es decir, se había fracasado de nuevo ante las condiciones objetivas de aquella feraz naturaleza según lo afirmaba Betty Magger.

Betty Megger explica que la cultura autóctona que se fue gestando en aquel medio tan inhóspito a lo largo de los siglos fue creando con sus ensayos y errores tabúes, los cuales sirvieron para garantizar la sobrevivencia en aquel vasto territorio, así pues, tras alcanzar un comportamiento ajustado a aquella naturaleza podrían formar parte de la Amazonía aquellos que estuviesen en de mantener aquel entorno en su estado natural prístino, es decir, sin crear paisajes humanos. Según esta teoría ese nivel de cultura óptimo que se alcanzó era el de cazadores, recolectores y desbrozadores, y se debió alcanzar en el plazo de unos dos milenios, dándose por descartado que en la Amazonía el hombre pudiese erigir un huerto o paraíso como el que se desarrollo en Mesopotamia.

Tala y quema

El trabajo de la Megger fue publicado con el título Amazonía: hombre y cultura en un paraíso ilusorio –al cual los especialistas lo refieren sencillamente como la teoría del Paraiso ilusorio-. El trabajo causó un gran impacto, porque aquel medio ambiente fabuloso, exuberante y avasallante se consideraba un paraíso terrenal y, con esta publicación se mostraba otra realidad, era un medio donde la vida pendía de un hilo, un medio muy vulnerable, un ambiente inhóspito que no podía ser intervenido por la mano del hombre porque era muy frágil. Paraíso ilusorio se convirtió pues en un sinónimo de un lugar donde las limitaciones que la naturaleza le impone al hombre, lo condenan a un estado primitivo, en el cual éste debe abandonar los sitios muy reducidos donde cultivan (mediante la tala y quema: desbroce) una vez que le ha ganado algo a la tierra durante unos breves años. Según esta teoría, entonces, en aquellas selvas no es posible que la cultura humana cree huertos o jardines, es decir, paraísos reales o, en términos históricos, de que allí surjan civilizaciones (íd. 382/387).
Portada del libro "Paraiso Ilusorio" de Betty Magger.

El Desbroce: un mito.

Los descubrimientos de la arqueóloga Anna Roosevelt en el Amazonas apuntaron en otra dirección de la que Betty Megger señaló en Paraiso ilusorio. Se ha podido establecer ahora que la agricultura de tala y quema –desbroce- no es antigua en ese territorio, por lo contrario, es reciente, «es una intrusión moderna» originada en los regalos a los indígenas de herramientas de metal, hachas y machetes, por parte de los misioneros que se compadecen de sus condiciones miserables a partir de la colonización hispanolusitana. En nuestros días los indios disminuidos en número y acosados por los geófagos han recurrido a medios expeditos como la tala y quema, la cual convierte la biomasa en humo, esto como es lógico utilizado sin miramientos puede erradicar la selva y crear pastizales, que son el umbral de lo que dentro de unas décadas será un desierto, mientras tanto estos pastizales favorecen a los ganaderos instalados en las modernas ciudades brasileñas. El desbroce que mantenía un equilibrio entre los indígenas desde tiempos inmemoriales y la jungla es un mito, las técnicas agrícolas de los indios son, por mucho, más avanzadas incluso que las modernas que ha desarrollado la ciencia agronómica y lejos están las que ellos inventaron de producir una deforestación y de arruinar el medioambiente (íd. 396, 397).


Anne Roosevelt

La cultura amazónica es de una antigüedad pasmosa

Después de que Roosevelt diera al traste con el mito del Modo de Vida basado en el desbroce, prestó atención a una cueva de pinturas rupestres, pero no interesada por las pictografías realizadas por los grupos humanos que allí habitaron, sino que su interés se concentró en el suelo de la caverna, fue raspando los sedimentos y con cada centímetro que se excavaba se iba alejando en el tiempo, de una capa de vestigios humanos se pasaba a otra capa más profunda, iba pues de una cultura a otra más lejana en el tiempo y, tras esa pista terminó por llegar a unos trece mil años de antigüedad, es decir, más o menos a igualarse en el tiempo a la cultura que servía de referencia en todo el continente para establecer lo más antiguo, la cultura Clovis de la América del norte (íd. 392, 393).

Es una cultura ecológica

Lo que querría decir que quienes allí fueron habitando a lo largo de ese tiempo supieron conservar el medio ambiente, porque lo asombroso es que tras tan larga ocupación lo que era de esperar era el deterioro de la selva, por lo contrario, allí lo que existe después de tantos siglos de ocupación humana es una jungla vigorosa, y eso indicaba que lo que hacían en aquel lugar debió ser ecológicamente sostenible (íd. 396, 397). Era pues una cultura ecológica lo que allí se debió desarrollar durante esos milenios.

Es una cultura racional y artística

La diferencia entre Clovis y Pedra Pintada es que la cultura Clovis se caracteriza por las puntas de sus proyectiles de piedra, cazaban animales grandes, mientras que los habitantes de las cuevas de Pedra Pintada, por lo contrario, recogían frutas, y pescaban mil quinientas especies fluviales y dejaban sus huellas pictográficas en aquellas cuevas. Los primeros pobladores de las cuevas sólo las abandonaron al cabo de 1.200 años, pero mientras estuvieron allí hicieron un uso racional de los recursos y dejaron una impronta artística en su lugar mágico la Caverna de Pedra Pintada.


Pedra Pintada

En vez de retrogradar dan un salto a la cultura alfarera

Las cuevas volvieron a ser habitadas por el 6000 a.C. probablemente cuando las crecidas del río obligaban a los nuevos habitantes a buscar refugio en aquellas partes elevadas, pero en esta ocasión sus usuarios se diferenciaban de los antiguos, porque estos usaban cuencos de cerámica que cuando se dató resultó la más antigua de las Américas (íd. 393). De la cerámica se deduce la sedentaridad del grupo, lo cual reafirma el aserto de que disponían de una tecnología ingeniosa para no agotar la tierra pues aún permaneciendo en el lugar no lo estropearon.

Derrota de la física de las gotas de agua

Uno de los afluentes del río Amazonas es el Tapajós, en la estación de lluvias su cauce crece y se inundan sus márgenes, por lo que puede alcanzar un ancho de veinticuatro kilómetros en la zona cercana a Santarém, al retirarse en la estación seca deja una capa rica de sedimentos, aspecto este que favorece la vida del lugar. En la otra orilla hay unos salientes que corresponden al escudo guayanes que llega hasta el borde del río, estos riscos se pueden elevar sobre la superficie unos ciento cincuenta metros de altura (íd. 388). En esos cerros hay cuevas y muchas de ellas están cubiertas de pictogramas, una de esas es la ya célebre Caverna de Pedra Pintada, cueva de pinturas rupestres que llamó la atención de los arqueólogos, pero entre quienes vinieron de diferentes lugares del mundo, había un naturalista que no se interesó por lo que había en la caverna sino por lo que vio afuera, unas palmeras. Estas palmeras vendrían a tener un profundo significado en la implantación exitosa de los grupos humanos en la región (íd. 389)

La Amazonía padece padece un grave problema: La física de las gotas de agua, porque este fenómeno es uno de los constreñimientos ecológicos de los suelos tropicales. Las lluvias torrenciales de la Amazonía golpean con sus gotas los centímetros superiores del suelo hasta convertirlos en lodo líquido en el que los nutrientes se lixivian y son arrastrados por las escorrentías hacia los cursos de agua. En la jungla que no se ha talado, la cubierta vegetal debilita la energía gravitatoria de las gotas de lluvia y disminuye ese fenómeno físico. Pero esto condiciona la ocupación del hombre a no intervenir a la naturaleza, es decir, a dejarla en su estado virgen, prístino u original, en otras palabras los hombres que habitan ese medio ambiente no pueden intentar superar su estado primitivo, porque su uso del suelo es muy limitado, de tal manera que su agricultura tiene que ser muy modesta. Pero esto lo contraría lo que se observaba en Solimöes, es decir, el territorio de Solimöes (íd. 400).

Es aquí donde aquella observación realizada, no dentro de la Caverna de Pedra Pintada, sino en sus adyacencias, donde un naturalista llamó la atención sobre la existencia de unas palmeras conocidas como pejibayes podían llevar a un descubrimiento realmente apasionante (íd. 389). Este fue el nuevo objeto de investigación de Anna Roosevelt, la presencia de los pejibayes en las adyacencias de la cueva de las pinturas rupestres llamo su atención, porque infirió que si los pejibayes son muy apreciados por los grupos de indígenas, éstas podían haber sido propagados deliberadamente por ellos en los sitios que habitaban, y de esa idea pasó a otra, había que observar la flora donde el hombre había tenido estadía prolongada y diferenciar ese entorno natural de aquel en el que el hombre no había tenido presencia (íd. 400). Y lo que se obtuvo de ese estudio fue que el entorno natural donde el hombre había tenido presencia prolongada un 50% de las plantas características de ese lugar eran aprovechables por el hombre, mientras que donde no tenía presencia sólo era del 20% cuando más, esto fue sorprendente, pues para los ojos de los occidentales allí no veían sino una selva intrincada, una jungla, un territorio virgen y sin embargo allí existía un huerto creado por el hombre.


Pejibaye

Con esta nueva perspectiva de la realidad era posible, entonces, señalar que los primeros habitantes del Amazonas evitaron el dilema de si desbrozar o no desbrozar, no se plantearon las cosas así, ya sabían por las experiencias fallidas que el desbroce era negativo y que la opción de no desbrozar tampoco era una solución, y lo que hicieron fue suplantar la cubierta vegetal virgen por una cubierta vegetal selectiva, es decir, incorporar árboles y/o plantas que les fuesen beneficiosas sin erradicar del todo las propias del lugar, es decir, evitaron debilitar el escudo que la flora opone al fenómeno de la física de las gotas del agua.

La respuesta que Anna Roosevelt da a la pregunta ¿qué era lo que hacían para no destruir el delicado equilibrio de aquella naturaleza tropical? Fue: hacían paisajismo ecológico. Y todo se inició con lo que llamó la atención de aquel naturalista en la Caverna do Pedra Pintada, puesto que captó una palmera muy relacionada con la presencia humana, lo que permitió al agudo sentido de la investigadora Roosevelt inferir que podía ser un factor introducido en el medio por el hombre. Así como el pejibaye los indígenas disponían en su inventario de 138 especies de interés para los grupos humanos, entre las cuales estaban, por ejemplo, el níspero y otros frutales, las palma de aceite, las nueces y la mandioca, es decir, podían enriquecer el medio natural con una biodiversidad apropiada al establecimiento de aldeas que, de este modo ya no tendría limitaciones que le impidiesen su desarrollo cultural, podrían pues superar el estado primitivo y aspirar a desarrollar una alta cultura, porque podían vencer el fenómeno de la caída de las gotas del agua sin que estas constituyesen un constreñimiento a utilizar el medio como una fuente rica de recursos de sobrevivencia (íd. 400). La naturaleza como una determinante que impedía al hombre salir de su estado primitivo quedaba pues descartada.

El pejibaye es célebre por sus variados usos y subproductos. La madera, el fruto, las riqueza en aceite, proteínas, vitamina C y betacoroteno la hacen deseable para el entorno humano, la pulpa transformable en harina de la cual se hacen tortillas o ahumada se convierte en entremés, y ésta a su vez si se fermenta se transforma en una cerveza y si se le agrega la savia se vuelve vino, además el pejibaye da dos cosechas anuales, y comienza a ser aprovechable a los tres o cinco años de sembrada y de allí en adelante son productivas hasta los setenta, características que la hacen muy apreciable.

Los péjibayes son más productivos que el arroz, el frijól o el maíz, y es tanto su valor que esta palmera bactris gasipaes recibe más de doscientos nombres lo que indica que se incorporó a muchas culturas. Es probable que se haya empezado a cultivar en el Beni, y a todas luces parece que fue creada por el hombre hibridando palmeras de distintas zonas, es por tanto una especie domesticada y se extendió hasta Mesoamérica pasando por el Caribe. Fue el Beni –que es amazónico- una cultura genetista capaz de crear nuevas plantas, el pejibaye, es en ese orden de hechos el producto de una hazaña tecnológica. Lo que nos indica que la creación de huertos y el éxito de las aldeas agrícolas basados en ellos para reproducirse y ampliarse, permitieron al hombre una base intelectual para ir descubriendo los complicados mecanismos de reproducción y evolución de las plantas, conocimiento que les permitió a la larga crear una variedad que no existía en la naturaleza: el pejibaye. Y con ella su cultura dio un tremendo salto histórico (íd. 401).

Las hojas del pejibaye, pues, son una de las tantas que el hombre incorporó a sus parcelas agrícolas para contrarrestar la energía gravitatoria de la caída de las gotas de lluvia sobre sus suelos, no necesitó, entonces, de la tala y la quema, sino de la creación de un paisaje humanizado que preservó el vigor y la vitalidad de la Amazonía durante 12.000 años. Las columnas de humo que en el día de hoy se observan para nuestro infortunio en ese territorio de día o los incendios que captan los satélites de noche tienen su remoto origen en la colonización hispanolusitana la cual trajo un proceso retrógrado que en nuestros días se agudiza con los imperativos del capital.

Una de las cualidades del pejibaye es que no necesita de los cuidados del ser humano, en cambio la mandioca si requiere de la mano del hombre para garantizar su crecimiento. El pejibaye se convirtió pues en un referente de aquellos lugares donde el hombre estuvo instalado y su presencia crea oasis en aquellas inmensidades donde los indios acuden en sus largas travesías por la selva, porque allí conseguirán un huerto donde obtienen lo necesario para sobrevivir. Cuando los yanomami tuvieron que retirarse de la orinoquía –cuenca del río Orinoco- debido a la violencia de los colonos europeos desde el siglo XVI y XVII acicateados por el mercantilismo, tuvieron que internarse en las selvas y, pudieron sobrevivir gracias a los huertos sembrados por sus antecesores que están regados por esas inmensidades, con la característica de que los indios los distinguen con facilidad mientras que para los neófitos es selva virgen y perecen con facilidad en esos «desiertos húmedos» y «desiertos humanos» (íd. 402).

Esa cultura antigua y alfarera descubierta por Anna, fue bautizada como la paituna, y esta célebre cultura demostraba algo vital: La Amazonía no era un callejón sin salida para los ocupantes humanos, el entorno no estrangulaba ineludiblemente las culturas nacientes, y era posible utilizar los recursos existentes como fuente de innovación social y tecnológica n aquellas remotas épocas (ídem). De tal modo que hace unos cuatro mil años, los indios del bajo Amazonas no tenían ningún atraso, disponían un inventario de cultivos muy valioso: unos 138 distintos, y entre ellos, dos muy importantes, la mandioca o yuca y el pejibaye, la yuca se constituyó en el alimento básico, porque la mandioca crece en cualquier parte y bajo distintas condiciones, se hizo pues omnipresente en todas las aldeas y si se fuese a bautizar el hombre de estas selvas con un término agrícola seríac sin duda «los hombres de la mandioca». Ese inventario de recursos, en el que el pejibaye y la mandioca son notables, les permitirá organizar estos huertos que introdujeron a aquel medio feraz una solución ecológica, es decir, una agricultura inteligente, que convierten a aquellos sitios en un paisaje humanizado muy exitoso (íd. 393, 394).


Mandioca

Marajó bajo revisión

Anna Roosevelt con todo ese arsenal de descubrimientos asombrosos fue a Marajó y realizó excavaciones contando con novedosas técnicas y medios tecnológicos avanzados, y su visión del lugar fue diferente de la que había establecido su colega Betty Megger en su libro Paraiso ilusorio. Para Anna el desarrollo que los marajoanos alcanzaron explotando los recursos de su entorno no destruyó a sus promotores, en otras palabras, aquella experiencia histórica en la isla de Marajoa no había sido fallida como señalaba su colega Betty, sino era más bien un logro cultural extraordinario, porque aquel centro neurálgico no desapareció en unos siglos sino que persistió más de mil años y llegó a tener en su esplendor unos 100.000 habitantes que poblaban miles de kilómetros cuadrados (íd. 389). Se estaba al frente de una realidad histórica que en nada podía envidiar los grandes logros del ser humano en el planeta, más si se toma en cuenta que se habían enfrentado a los terribles desafíos de aquel gigante y uno a uno sus retos habían recibido una respuesta acertada y constituían una solución holística como complejos ecosistemas.


Isla de Marajó

Más que dañar la jungla, los marajoanos supusieron grandes mejoras para aquel medio, llevaron a cabo un importante sistema de obras públicas, y a pesar de esa intervención significativa lo que habían ocupado no mostraba un cuadro de deterioro y daños sobre el ecosistema (íd389, 390). La presencia colindante del río y la jungla les ofrecieron posibilidades que supieron aprovechar, la jungla proporciona todo tipo de frutas y animales, el río peces y plantas, y las sometieron a una explotación que no alteró el equilibrio por medios que no eran el del desbroce.

La clave de ese desarrollo eran estos huertos donde la mitad de las especies son comestibles, porque en las áreas la no administradas por el hombre la proporción puede llegar a un veinte por ciento como máximo, en Marajó pues, estos cambalaches ecológicos habían permitido el éxito de esa ocupación según lo observó Anna Roosevelt. Las áreas de la Amazonía que están bajo esta modalidad tipo marajoana fueron plantadas durante milenios y fueron transformando grandes franjas de la cuenca del río. Al menos un 11.8 por ciento de las tierras no inundada tiene ese origen antropogénico, es decir, fue creada por el ser humano (íd. 403) Es un medioambiente construido y de allí se desprende que una obra de tal magnitud es propio de una alta cultura y una civilización no convencional, la cual se caracteriza por ciudades donde la monumentalidad parece más importante que el hombre y la naturaleza, se estaba pues frente a una alta cultura que tomó otro camino que no era la ostentosidad (íd. 404). ¿Entonces qué fue lo que erigieron en aquella región?

Los marajoara nunca tuvieron majestuosos monumentos públicos, sus líderes se concentraron fue en erigir una sociedad ordenada, hermosa y compleja como sus piezas cerámicas, su historia no fue escrita por un determinismo medioambiental, porque ellos modificaron ese medio ambiente respetando las leyes del metabolismo que debe guardar todo ecosistema, habían pues realizado una obra holística donde el hombre era una pieza clave en la reorganización del medio natural, habían creado un nuevo mundo (ídem).


Alfarería Marajó

Terra preta.

Hubo un descubrimiento que siguió completando este cuadro de gratas sorpresas. Donde el río Negro desemboca en el Amazonas existe un huerto que fue visitado por quienes estudian estas nuevas realidades de la Amazonía, hechos mediante las cuales se cuenta otra historia del período aborigen. Allí en ese huerto donde Charles C. Mann fue llevado por los científicos que estudian esa América que no se llegó a descubrir sino a comienzos del siglo XXI, la tierra no tiene el color rojo o anaranjado típico de los suelos de la Amazonía, en el huerto la tierra es de un color marrón oscuro, y este suelo es gratamente húmedo y desmenuzable como le gusta a los jardineros. En esa área los arqueólogos encontraron más de treinta yacimientos que evidencian que fue ocupada esa región con anterioridad por los grupos humanos con una presencia notable, es la región de Solimöes o lugar del nacimiento del río Amazonas para los brasileños (íd. 397, 398).


Terra Preta y suelo de la amazonía (Oxisol).

Lo interesante de esto es lo que señalan los edafólogos, según estos especialistas esa tierra fue creada por el hombre, de allí que la denominasen como terra preta do Indio y hay otra que los lugareños denominan terra mulata, porque ésta no es como aquella marrón oscuro sino marrón más claro, pero ambas son tierra rica y fértil, se caracterizan por su alta productividad y porque conserva sus nutrientes durante largos períodos a pesar del uso, en un lugar que fue analizado este suelo, la investigación arrojó el resultado sorprendente de que esta tierra que ha conservado su fertilidad durante un milenio en el cual fue continuamente ocupada (íd. 404).

La terra preta do Indio al igual que la terra mulata no corresponde a la Amazonía, o como dicen los edafólogos “está donde no debe estar”. Y mediante las prospecciones a la cual ha sido sometida se ha establecido que bien podría representar el diez por ciento de la cuenca del río Amazonas, es decir, una superficie equivalente al tamaño de Francia. En los estudios agronómicos que se han realizado no corresponde al tipo de terreno donde ellas están, lo que dicho en otras palabras sería que es una tierra extraña al lugar, ni tampoco corresponde a una determinada condición ambiental que las pudiese haber creado, es decir, no tiene un origen en el clima ni en los procesos agronómicos naturales. Lo que se ha descubierto es pues, que no corresponde a procesos naturales, sino que es el resultado del trabajo creativo del hombre, es decir, los indios en vez de empobrecer los terrenos de la Amazonía –que de por sí ya son pobres- los mejoran, y esto es visible porque ese suelo en vez de ser rojo o anaranjado es de color marrón, es la terra preta do Indio (íd. 405). Entonces, el cuadro del jardín creado por los maraojanos ahora se completa, porque el suelo que se puede pintar allí no es el suelo pobre y vulnerable, sino que es con tierra de jardineros y atmósfera paradisíaca.

Esta tierra posee más fósforo, calcio, azufre y nitrógeno que el suelo corriente, así mismo, cuenta con mucha más materia orgánica, y retiene mejor la humedad y, en especial, tiene la deseable cualidad de retener los nutrientes, dado que no se agota rápidamente mediante el uso agrario cuando se emplea del modo adecuado. El procedimiento para fabricar esta tierra se ha empezado a descifrar, y por todas las características revela una relación metabólica ideal entre el hombre y la naturaleza. El metabolismo que el hombre debe establecer con la naturaleza puede ser perjudicial, y esto se debe rechazar, el hombre debe conseguir la forma no sólo de extrae del medio lo que requiere para vivir y en correspondencia, debe encontrar la forma de incorporar al medio lo que esta requiere para mejorar y, sobre todo, para mantenerse más sana, tal relación la alcanzaron en la región de Solimöes y, esto a todas luces es aleccionador y muestra una vía distinta a la que hoy en día transitamos que es hacia el abismo –Karl Marx alertó en su época sobre los peligros de establecer un metabolismo inadecuado entre las relaciones entre el hombre y la naturaleza, hay un libro que expone ese Marx ecológico, tal vez algún día lo incorporemos a los materiales que damos a conocer en el Blog Incomodísimo.com- (íd. 406).

En esa región de Solimöes hay montículos construidos por la mano del hombre, se levantaron alrededor del año 1000 a.C. y por los enterramientos que se han conseguido se sugiere que allí vivieron miles de personas, era pues un asentamiento muy grande (íd. 399). El otro elemento sorprendente de estos montículos es que esta erizado por el innumerable número de fragmentos de cerámica que tienen incorporados. Era una cultura con obras públicas de envergadura, como lo evidencian esos imponentes montículos (íd. 399). Pero la nota verdaderamente peculiar es el color del suelo que se consigue allí, porque es tierra de jardineros que no corresponde a aquello de un «desierto húmedo» que es la nota esencial de la Amazonía. En esa región empezó pues un proyecto que tendía a expandirse a toda la Amazonía y en ese sentido nacía allí un proceso civilizatorio de un signo muy promisor, el Solimöes pues, tiene un gran significado para la historia de América.

Se calcula que la terra preta se empezó a elaborar hace poco más de dos mil años en el centro y la región inferior de la cuenca del río Amazonas. Más o menos en la época de Cristo, ya habrían en esas áreas algunas aldeas de tamaño considerable a unos cincuenta kilómetros arriba del río Negro (donde Mann fue llevado a conocer un huerto), estas aldeas pudieron nacer por allá en el 360 a.C. y para el 1440 d.C. ya eran zonas populosas y avanzadas. Los estudios realizados en esos yacimientos arqueológicos indican que esas aldeas parece que llegaron a poseer una plaza central y diques defensivos. La plaza es de unos cuatrocientos metros de lado y los diques de unos dos metros de profundidad. Todo esto no muestra una aldea primitiva, sino todo lo contrario.

La terra preta se extendió al centro del Amazonas y varios cientos de años después llegó a la zona alta de Xingú un afluente importante del Amazonas que tiene su nacimiento hacia el sur. Para el año 1100 o 1200 d.C en esa zona existían diecinueve grandes aldeas unidas por una red de amplios caminos en un plan regional sumamente elaborado. Allí los xiguanos construyeron puentes, obstrucciones artificiales de los ríos, charcas, caminos elevados, canales y otras estructuras. Extendiéndose a partir de allí hacia los vecinos ese maravilloso invento que es la terra preta. Se está pues en presencia de vestigios más propios de una civilización que de un estado primitivo, allí donde la terra preta tiene su notable presencia. Una de las mayores franjas de terra preta se halla en los cerros altos de la desembocadura del Tapajós, cerca de Santarém, consta de cinco kilómetros de longitud y uno de ancho repleta de restos de cerámica, esa zona pudiese haber sido una de las más densamente pobladas del planeta (íd. 407/409). Aquellas tribus que allí habitaron poseían por tanto unos extraordinarios conocimientos sobre como dominar y mejorar su entorno (íd. 380). Antes de 1492 la ocupación humana era, entonces, densa, después de 1492 la Amazonía se convirtió en un desierto humano y con muchas aldeas hundidas en la miseria (íd. 381).

Entonces, recapitulando, estos paisajes cultivados con mandiocas, pejibayes y otras numerosas especies de la flora amazónica de decisiva importancia para las comunidades humanas, son verdaderos huertos propios de altas culturas, que apenas hoy se vienen descubriendo en el Amazonas. En esa región transformada de arriba a abajo la jungla ha perdido su natural agresividad y ha ampliado sus límites productivos, nueva realidad donde el suelo rojo ha sido suplantado por tierra de jardinero, se han creado pues por esta civilización no convencional zonas verdaderamente placenteras que sólo pueden recibir la denominación de Paraisos reales. Lo que hace pensar que después de todo no es la Amazonía un Paraíso ilusorio como supuso Betty Meggers, sino que es uno de los logros más extraordinarios del Nuevo Mundo como lo expresara Anna Roosevelt.

Se piensa que esa combinación de nutrientes, microfauna y carbón vegetal que se emplea para crear la terra preta pudiera ofrecer al mundo actual la transformación de la tierra tropical, siendo de especial utilidad para continentes en grave peligro como África, pero para que esto sea posible llevarlo a cabo se requiere de un Nuevo Mundo en nuestros días.

En conclusión: La cuenca del Amazonas es artificial. El Amazonas conserva la huella de sus habitantes primitivos. Lejos de ser la tierra virgen que se supone, es más bien un paisaje intervenido con un enorme éxito, la jungla actual es el resultado de una maravillosa interacción histórica metabólica entre el medioambiente y el ser humano que ha resultado en una co-creación positiva. El Amazonas en una buena parte «no» es salvaje, es un paisaje humanizado que estaba en franca expansión por ese territorio (íd. 379).

Tierra sin Mal

Pero más importante que esa relación hombre-Naturaleza, es lo que comentó William Balleé, antropólogo, dijo que la gente del Amazonas a diferencia de otros lugares del planeta era más libre, estaban más sanos y vivían una maravillosa civilización, su sociedad era ordenada, hermosa y compleja, y descubrieron que no era necesario un gran aparato de control ni majestuosos monumentos para disfrutar de todas estas cosas (íd. 379, 387, 389, 390, 402, 403, 429).

 Representación artística de la Amazonía.

De acuerdo a las circunstancias y características del lugar, según Balleé, aquella sociedad en lo político no podía ser coercitiva sino flexible, allí no podía haber tensiones sino un ambiente relajado, si el aparato de control para dirigir las obras públicas hubiese sido dominante, el lugar hubiese quedado despoblado, porque el río sirve para poner distancia de un modo expedito a los descontentos, entonces, allí la gente era libre y su civilización tenía una jerarquía no aplastante, porque la cabeza que dirigía aquella jerarquía pensaba como un jardinero (íd. 390), era pues en una memorable locación de los indios que allí habitaron y desarrollaron una historia muy interesante una Tierra sin Mal.

Epílogo.

La cultura que se estaba construyendo en este mundo con esas cuatro civilizaciones era muy prometedora, ellas estaban abriendo otro camino para el proceso histórico universal y constituían en ese sentido un verdadero Nuevo Mundo para la historia de toda la humanidad, “cuando llegó Colón –es decir cuando llegó el capitalismo de ese pequeño rincón del mundo que es Europa- lo hecho todo a perderdijo Charles C. Mann en este hermoso libro fundamental para la historia de nuestra continente Beni (íd. 410). Allá quienes lo quieran denominar Indias occidentales o América o Fusang, lo que es para Incomodísimo.com es el continente Beni, el cual nos depara aún otra sorpresa en Mesoamérica.

MILPA O MESOAMÉRICA

Con el término de Ahaw se alude en Mesoamérica al hombre encargado del Jardín, es pues un título que se concedía en Mesoamérica al hombre más importante de la comunidad, es decir, al encargado del huerto, esto es el jardinero. El Señor -el Ahaw- del huerto -la milpa- se asociaba con la planta que reinaba en ese paraíso de la agricultura más ecológicamente inteligente del mundo, el decir, el maíz, el jardinero era pues el Gran Maíz. El eje de la milpa era el zea mays, de tal modo que cuando la sociedad maya se organiza y en ella todo gira en torno a un «soberano» o «señor» el título que se le reserva a éste también es el de Ahaw (id. 260, 361). En la teología de esta sociedad erigida alrededor de la milpa donde reina el maíz o del Ahaw que preside la sociedad, el hombre que sirvió fue el que se hizo con maíz, el hombre de maíz, y los que se hicieron con otros materiales fueron fallidos y, en consecuencia, desechados por las divinidades por haber quedado defectuosos en el génesis de la humanidad (íd. 272).


Ahaw

La milpa tiene como elemento básico los maizes, de allí que la milpa sea un maizal, pero en realidad un maizal maya se refiere a algo bastante más complejo que es la milpa. Los expertos de la agronomía sostienen que la milpa es la agricultura más ecológicamente inteligente que se conoce, es un campo no necesariamente desbrozado en el que se plantan especies que se interrelacionan entre si de un modo amical. Por lo general incluye una docena de cultivos, entre ellos el aguacate, las calabazas, los frijoles, melones, tomates, chiles, camotes, jicamas, amarantos y algunas cucurbitáceas, la idea es crear con la siembra una situación natural donde las trepadoras utilizan plantas del terreno no desbrozado como soportes o donde la producción de nitrógeno en las raíces de unas le aporta ese elemento nutriente a las otras, al mismo tiempo que el agricultor obtiene de todas ellas una dieta donde hay cereales, legumbres, tubérculos, etc. que requiere su ingesta balanceada, es un sistema amical donde los unos se cuidan a los otros. La milpa es pues, desde el punto de vista metabólico, un cultivo complementario, porque la deficiencia de algunos nutrientes, por ejemplo, en el maíz, los ofrecen los frijoles, pero este a su vez carece de algunos aminoácidos que los contiene aquel grano. Del mismo modo para efectos de la nutrición las cucurbitáceas son ricas en vitaminas, el aguacate en grasas y por el mismo camino van todas los demás integrantes de esa familia de cultivos que es la milpa, cada uno tiene algo que es indispensable para una ingesta balanceada. La milpa es pues uno de los inventos humanos de mayor éxito jamás creados (íd. 268).


Maíz (el amarillo es el de norteamérica).

Por otra parte, este invento de la civilización maya, como cultivo es biodiverso, y en ese sentido replica a los ecosistemas naturales, lo que evita que los suelos bajo la actividad agrícola se agote con rapidez. En el mundo se evita el agotamiento de los suelos por medio de la rotación de cultivos y dejando cada tanto el terreno en barbecho, es decir, en descanso. La milpa no requiere del barbecho, se ha constatado en lugares de Mesoamérica sometidos a explotación de forma continua y sistemática a lo largo de cuatro mil años que estas tierras siguen siendo productivas bajo ese modelo. La milpa es el único sistema que permite esa clase de explotación a largo plazo, es pues el antídoto contra la Revolución Verde de nuestros días que requiere de inversiones de capital cada vez más costosas y que a largo plazo potencia cada vez daños más graves y tal vez irreversibles sobre los suelos y las aguas (íd. 268/270).

América no poseía maíz silvestre, no podía recolectar maíz silvestre y alimentarse de él, los habitantes de Mesoamérica jamás estuvieron en medio de un campo de cereales –como sí ocurrió en el Creciente Fértil en el Oriente Próximo-, es decir, nunca tuvieron frente a sus ojos un paisaje de un alimento básico donde se perdía la vista, como lo tuvieron los chinos con el arroz o los del Creciente Fértil con el trigo (íd. 270, 271).

En México hace 11.500 años había paleoindios que cazaban ciervos, caballos, antílopes, liebres y tortugas gigantes, vivían en cuevas situadas en lo que hoy es Puebla. Cuando se acabaron estos animales, las gentes de Puebla y Oaxaca se centraron entonces en la recolección de semillas y frutas durante dos estaciones del año y durante el invierno cazaban. Y para el verano se congregaban en grupos de veinticinco a treinta personas para explotar las pencas del nopal que es una de las delicias locales. Aprendieron a hacer comestibles otros vegetales usando para ello la técnica del asado o la de la molienda y remojo, interesándose por supuesto en sus semillas y su germinación, lo que les condujo a la agricultura y, es allí en ese conocimiento donde las calabazas, los pimientos, los jobos y el mijo fueron incorporándose a su saber. Y después llegó el maíz. (íd. 262).

El maíz es sorprendente, mientras el trigo, el arroz, el mijo, la cebada son capaces de propagarse a sí mismos, el maíz no lo puede hacer sin la concurrencia del ahaw (íd. 262, 263). Por otra parte, por regla general las plantas domesticadas por el hombre traen como desventaja que son menos diversificadas que las especies silvestres de la cual el hombre las domesticó, pues bien, con el maíz ocurre todo lo contrario, las especies domesticadas son de una extraordinaria diversidad (íd. 266, 267). Sólo en México se han identificado más de cincuenta cepas híbridas genéticamente diferenciables y, una cepa conforma una familia, de tal modo que cada una puede tener montones de «cultivares», es decir, variedades, en Mesoamérica se calcula que existan hasta cinco mil cultivares, es decir, un patrimonio cultural sorprendentemente rico (íd. 267). Esto es lo que amenaza el éxito del maíz transgénico que crea lo que los ecólogos llaman los «desiertos verdes», es decir, lo opuesto a los jardines, es decir, de las milpas o los pejibayos o los dominios del Rey Algodón o la solución del Beni. La historia del maíz es muy compleja.

El pariente más próximo del maíz es el teocinte, el cual como fuente de alimentación no es práctico por lo insignificante de sus granos, lo que produce una relación trabajo/ingesta negativo, además, una espiga completa de teocinte posee menos valor nutritivo que un solo grano de maíz (íd. 263). Los genetistas no creen que la teocinte haya sido la planta que dio origen al maíz, pues una de las teorías del origen del maíz señala a esa planta como su ascendiente directo. Los arqueólogos buscando responder esa interrogante hacen búsquedas de ejemplares de maíz cultivados por una agricultura primitiva y han encontrado unas mazorcas del tamaño de colillas, lo que lleva a suponer que antes de éste pudo existir un maíz que se extinguió, es decir, un maíz ancestro, y piensan que éste pudo haber sido cruzado con hierbas tripsacum. Otra teoría piensa en cruces que originaron un «choque genómico» que trajo por consecuencia un reordenamiento completo del ADN , lo que traería por resultado un maíz arcaico, del cual se fueron desarrollando todas las variedades que hoy se conocen (íd. 264, 265).

Los historiadores han podido establecer que al sur de México hace más de seis mil años se logró un osado acto de manipulación biológica, que es quizás la primera y quizá la más grande hazaña de ingeniería genética lograda por el ser humano, y esto lo afirman, porque a diferencia de los demás logros universales de la agricultura universal, el maíz no es el resultado de una domesticación, sino que es un acto de creación (íd. 266, 263).

Para que los cereales silvestres sirviesen para las prácticas del cultivo agrícola, hubo el hombre de domesticar a las especies silvestres y, lo que les “enseñó” a hacer fue a que no se desgranasen, para así poderlas recolectar cuando están en el tallo en la cosecha (íd. 263). Porque el problema de la planta silvestre es que cuando el grano está en condiciones para recogerlo, resulta que al más leve movimiento de la planta cae al suelo, es decir, se desgrana. En cuanto al maíz, que el hombre creó, su panocha –mazorca- está recubierta por una resistente farfolla, además, su tallo grueso no se descompone y aquella superespiga no se viene a tierra, de tal modo que la mazorca “espera” que la mano del hombre la arranque. Ese es un maíz bien domesticado una creación verdaderamente genial (íd.263). Pero para que el maíz llegase a ser un notable en el huerto hubo de alcanzar muchas notoriedad, es decir, ser un verdadero protagonista en el jardín.

Los indios de Oaxaca practicantes de una agricultura inteligente consideraban que no valía la pena una milpa a menos que pudiese producir unos noventa kilos de grano por acre (menos de media hectárea). Esta cifra se logró alcanzar con el incremento del tamaño de las mazorcas del maíz, a medida de que se iba incrementando su volumen se iban acercando a esos noventa kilos de grano por acre, cifra que se alcanzó entre el 2000 y 1500 a.C. y con ese logro apareció la civilización más antigua de Mesoamérica: los olmecas (íd. 271). En otras palabras, el éxito de la milpa dependió de la historia del maíz, de allí que el maíz se refleja en todos los aspectos de la vida de estas culturas y se propagó a continuación al resto del continente, a excepción de la Amazonía donde la mandioca era el personaje central.


Milpa

De la panoplia de civilizaciones que han aflorado en las Américas, todas grandes civilizaciones, se han seleccionado las que hemos agrupado bajo el título de Beni, porque éstas realizaron por antropogénesis unos paisajes que son una obra de arte, las cuales quedan identificadas como las que estaban erigiendo lo que en realidad si se puede denominar como un Nuevo Mundo –en el Beni, en Norte Chico, en el Amazonas y en la Mesoamérica de la milpa-, nuevo no sólo para aquellas época de impresionantes civilizaciones, sino incluso para nuestro hoy, por el significado optimista que encierra su obra agrícola y, en especial, su obra político-social frente al mundo contemporáneo, amenazado por un futuro precario y vulnerable que puede terminar en colapso global.

0 comentarios:

Publicar un comentario

INSTRUCCIONES:
1.- Escriba en el recuadro su comentario.
2.- En "Comentar Como" seleccione Anonimo si no tiene cuenta de correo electronico de las opciones allí ofrecidas.
3.- Siga las demás instrucciones.