Fundación de Cabimas VIII: Empeño
Fundación de Cabimas VIII: Empeño
“La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Cabimas es de bahareque y teja, sin
sacristía. Dos altares de calicanto. Púlpito. Pila bautismal. Un confesionario,
una mesita de credencia, una silla ordinaria, una cruz y cirios, baúl, una mesa
de revestirse, cuatro gradillas pequeñas, seis blandones de madera, ocho
candeleros de hoja de lata, un jarrito para bautizar, un cajoncito para las
hostias, un retablo con su marco y dosel dorado y velo de gasa, de Nuestra
Señora del Rosario, otro pequeño de los Dolores, el bulto de Santa Rosa con
niño Jesús, y en el altar colateral un cajoncito con otro retablo de Nuestra
Señora del Rosario, y allí mismo en sus nichos los bultos pequeños de Nuestra
Señora de la Concepción y Santa Bárbara, una casulla blanca guarnecida de galón
de oro mosquetero, seis manteles, una sobrepelliz, media docena de
purificadores, igual número de corporales y cornualtares, un misal nuevo, una
estola de blanco y dorado y tres paños de cruces y un capillo” tal era el
escenario exacto de la entrevista de Rafael Lasso de la Vega con Juan Antonio
Ochoa, reunión realizada dentro de ese templo el 3 de febrero de 1820.
La imagen de Nuestra Señora del Rosario de Cabimas que se
venera en la Catedral de esta ciudad, es una versión artística muy próxima de
la que poseen las dominicas en España. Estas religiosas desde la lejana época medieval
tienen en su Convento de Santo Domingo del Real de Madrid una representación de
Nuestra Señora del Rosario, reliquia que aún hoy en día es el centro de su diaria
devoción (no han interrumpido el rezo del Rosario diario, en una determinada
hora del día, desde aquellos lejanos tiempos medievales).
Frente a estos dos personajes, esa memorable fecha, se alzaba majestuoso el retablo con marco de
dosel dorado de Nuestra Señora del Rosario, y sobre ésta pintura caía un velo
de gasa que lo hacía aún más llamativo y enigmático. Este retablo había sido
donado por Don Juan Antonio Ochoa “para perpetua memoria de su devoción”,
estaba colocado en el altar mayor y Ochoa le había asignado un “primicial de
doscientos pesos que carga sobre su hato llamado Santa Rita que tiene un valor
de más de mil pesos, obligándose a sus réditos y para que se inviertan en una
fiesta que anualmente se harán a la Santísima Virgen”. Don Ochoa tenía hatos en
La Rita y Cabimas, y cuando se recogió la limosna para construir la capilla
pública de Cabimas, este hombre de fortuna donó la cifra más alta en esa
célebre ocasión, cien pesos, cantidad considerable para la época.
El manuscrito histórico registra de un modo conciso el gran
hecho: “compareció Juan Antonio Ochoa vecino de este pueblo y a quien desde el
principio Su Señoría Ilustrísima empeñó más para la fundación de la iglesia y
pueblo y dijo: que había cumplido con ello”. Todo parece indicar que debía
rendir testimonio formal, mediante el cual quedase registro oficial de que se
había consumado el empeño, es decir, lo que se habían propuesto erigir tanto los
máximos representantes “de la costa de Cabimas” como el Obispo con su séquito, en
aquel día del 26 de junio de 1816 en Punta Gorda.
Gracias al empeño de Don Juan Antonio Ochoa la fundación de
iglesia y pueblo fue cumplida, pero en ese empeño también cabe reconocer la
admirable perseverancia de Rafael Lasso de la Vega, Ignacio Álvarez, Calixto
Nava y Juan Bautista Neri, así como la protagonización colectiva de todos los
580 habitantes que con bahareque y cal hicieron realidad aquel adelanto
histórico. Salto mediante el cual se apartó la manzana destinada a lo que sería
la primera plaza de Cabimas, que hacía de aquel lugar un pueblo, porque en
torno a ella surgía el «centro político» que iría a tener incidencia en la región. Fundar era un acto político y
la plaza era el factor que permitía concentrar el poder del poblamiento en las
cuatro cuadras de su entorno, logro que le otorgaba personalidad jurídica a la
población en la región como ente de carácter político.
Tal conocimiento histórico, como es obvio, nos orienta con
propiedad sobre cómo debemos proceder en el presente cuando intervenimos el
urbanismo de la ciudad. El empeño que se ponga hoy para hacer de Cabimas una
ciudad modelo, tiene que partir de aquellos significantes que colocaron a Cabimas en el espacio político regional, ese hecho simbólico-espacial pone a prueba a la sociedad local de nuestros días.
Con las observaciones que hasta aquí se han efectuado se ha
hecho registro del proceso histórico fundacional de Cabimas, ahora hay que
abordar en los siguientes cinco artículos de este Breviario el contexto histórico amplio y vasto
en el que se produce ese proceso fundacional.
Pero antes de proseguir, es necesario hacer constar que hoy
estamos incomodísimos, «Cabimas la indómita» no tiene plaza -el símbolo más poderoso de una fundación brilla por su
ausencia-, la “Batalla por la Dignidad” está en pie. Esta obra fue devastada en
una etapa de la historia venezolana signada por la política neoliberal, la cual
exigía reducir a escombros la identidad patria. La plaza del año 1950 fue
pisoteada por esa doctrina anti nacionalista, esa plaza se debe reconstruir
losa a losa para reivindicar la honra de este conglomerado que fue mancillada
por esa ideología. La plaza del año 1950 es un espacio visivo que debe ser
restituido a la simbólica urbana de Cabimas. El sitio de la plaza tuvo en tiempos
más lejanos -con motivo de la muerte de Juan Vicente Gómez- un bautismo de
sangre, como lo expresara con pundonor el poeta ambrosiero, de feliz memoria,
Javier Fernández uno de los valientes hijos de este colectivo zuliano. La plaza
es por ese sacrificio un «suelo sagrado», como le colocara de apostilla la poética de ese hombre de letras.
Fotografía de la Plaza Bolívar de Cabimas del año 1940.
Fotografía de la Plaza Bolívar de Cabimas del año 1950. Ésta
plaza fue destruida y sustituida por un Parque Bolívar, a pesar de que según lo
que señalan algunos estudiosos de esta población esa plaza había sido declarada
patrimonio histórico cultural del Estado Zulia, en consecuencia, si es así, las
actuales autoridades municipales están en la obligación de reconstruirla para
reivindicar la honra de los cabimenses y el patrimonio local. La Plaza no puede
ser incorporada a “Parques” o “Complejos”, la plaza debe ser una obra en
manzana propia, como lo es desde 1817, y algo hermoso puede ser edificado en
sus adyacencias como es lo que ha previsto uno de los mejores mentores de ese
proyecto el Arquitecto Enrique Colina “Henry”. Esto es un asunto de dignidad y
como tal comporta una actitud indeclinable y no claudicante. La Plaza se ha de
restaurar, esa es la tarea ineludible de quienes están al frente de ese proyecto,
y no pueden dejar de tomar en cuenta que en ese espacio la historia es densa y
desafiante. La situación es incomodísima y ética. El patrimonio de la plaza
debe ser restituido a esta ciudad. El bautismo de sangre con la cual fue
asperjada su tierra constituyó aquel suelo en espacio sagrado, «rito de pasaje» que preparó a esa obra para ser rebautizada
como Plaza Bolívar -puesto que estaba dedicada a “Juancho” Gómez hermano del
Dictador-. La refundación de Cabimas exige la revalorización de los símbolos
que el neoliberalismo pretendió sustituir con un “Parque” y que más adelante se
podría transformar con más facilidad en un “Mall” gracias a esa lógica
mercantilista. Un Complejo cultural no puede incluir en su seno a la Plaza
Bolívar, ésta es el «centro» de la Ciudad,
no puede ser «parte» de «una obra» ella tiene el derecho a poseer una manzana propia, la manzana «corazón de la población» -el proyecto neoliberal se la negó para quitarle primacía-. El Complejo cultural sólo puede ser
erigido para resaltarla como el «escenario de las representaciones públicas» por excelencia.
1 comentarios:
Lo que hizo Carlos Andrés Pérez con la Plaza Bolívar de esta ciudad es lo mismo que los "revolucionarios" van a hacer allí en el centro, la plaza va a ser uno de los anexos de lo que se va a hacer allí, ya los oiremos defender eso y veremos como callan sus seguidores, pero son igualitos a CAP
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