Fundación hispana III: «Pueblos cristianos»
Fundación hispana III: «Pueblos cristianos»
Las Capillas públicas como lugar
donde se reúne toda la feligresía en ecclesia
-iglesia-, hacía de estos templos el símbolo preeminente de estas poblaciones,
de allí que las poblaciones son fundadas como «pueblos cristianos». Esta forma
de concebir a los «núcleos poblados» tiene su origen histórico en la
Reconquista de la Península Ibérica por parte de los Reyes Católicos, porque cuando
recuperaban el territorio que estaba bajo el dominio de los musulmanes las poblaciones
liberadas eran dotadas de inmediato con los símbolos de la cristiandad. En
América esta tradición se replica, porque en opinión de los conquistadores
estas tierras estaban en manos de idólatras, de allí que al fundar se libra una
guerra de imágenes, los pueblos que se fundaban debían ser sometidos a
ceremonias y rituales de la liturgia católica y los objetos sagrados del
cristianismo debían inundar el espacio para apoderarse de él. Su condición de «pueblo
cristiano» tenía que ser visible y enfatizada. El acto fundacional expresa todo
ese simbolismo.
El crucifijo coronaba los
templos, marcaba la plaza, estaba a la puerta de los cementerios, y se colocaba
a la entrada de las poblaciones, para que el viajante supiese que estaba en las
proximidades de un pueblo de impronta cristiana.
El Camino Real mediante el cual
se comunicaban los pueblos formaba parte de esa imaginería, antes de ingresar a
los pueblos o ciudades se colocaban cruces, en el caso de las ciudades eran
tres -un Calvario como en Maracaibo-, y en los pueblos era una como en Cabimas.
Entre esta cruz y el templo surgía un eje simbólico en el que subyacen las
creencias católicas. Los oratorios formaban parte de esa realidad visiva. Y esa
comunicación visual sacra era reforzada con los servicios que prestaba la
iglesia, por ejemplo, con la escuela del pueblo -la cual era sostenida con el fondo de dinero de la Capilla
pública-, y en las ciudades sostenían los hospitales. El Campo santo también
era un símbolo identitario, pues este era un sitio reservado para quienes
habían hecho vida bajo los preceptos de la religión católica. Y el templo era
el lugar por excelencia de la imaginería católica, con bultos (estatuillas) de
la Virgen y los Santos, con crucifijos y retablos, relicario y copón, y la
torre del campanario que hacía del tañido santo y seña de la población. La
nominación de lugares, sitios, esquinas y la toponimia de la población, por lo
general, era hagiográfica. En conclusión: La fisonomía y alma de estos pueblos
era la católica.
La campana de la iglesia establecía
códigos acústicos, señales que regían la vida cotidiana y trascendente de la
comunidad. Su tañido marcaba los límites del poblado.
Además, la vida cotidiana de
estas poblaciones estaba inmersa en los sacramentos, todos los momentos claves
de la existencia eran consagrados por la iglesia católica mediante su clérigo:
el nacimiento con el bautismo, la adolescencia con la confirmación, la
formación de pareja con el matrimonio, la agonía con la extremaunción y la
muerte con las exequias. Las misas y sus eucaristías, las confesiones, las
procesiones y el calendario religioso con sus festividades hagiográficas
creaban una rutina gobernada por el cura párroco auxiliado con sus monaguillos
y cofradías. El rezo del Santo Rosario en la escuela, en la Iglesia, en las
esquinas y en las casas era otra característica de estas vidas pueblerinas de
una sociedad marcada por su carácter cristiano que imprimía a los pueblos una
existencia confesional.
Y la principal fiesta anual era
la del Santo Patrón o Santa Patrona del pueblo. El «pueblo cristiano» es un constructo histórico de las fundaciones
hispanas. Las parroquias servían tanto para incorporar territorios al servicio
de la grandeza del Imperio, como para «ganar y conservar almas» para la todopoderosa
Iglesia católica. La fundación hispana convertía en el imaginario colectivo al
templo en un sendero hacia la Ciudad de Dios, donde las jerarquías y las
desigualdades de su población sobrenatural servían de modelo a las que existían
en las ciudades terrenales. Las
fundaciones hispanas deben ser comprendidas dentro del contexto teológico que
dominaba el modo de vida de aquella época, porque el referente actual es
distinto, la presencia cristiana en aquellos tiempos se apoderaba de la
cotidianidad. La Cabimas colonial es un polo distal de la subjetividad secular
que identifica la Cabimas de nuestros días. No obstante, la Cabimas tradicional
preserva vivo ese legado como patrimonio espiritual atemporal en sus
actividades devocionales. Por todo esto, la fundación hispana de Cabimas en
1817 es ante todo la erección de un «pueblo cristiano».
La imagen de Santa Bárbara
estaba presente en la Capilla pública que se fundó en Cabimas, formaba parte
del imaginario de los creyentes de aquella comunidad. En la Capilla pública de
Cabimas había un retablo
de Nuestra Señora del Rosario, otro pequeño de los Dolores, el bulto de Santa
Rosa con niño Jesús, y en el altar colateral un cajoncito con otro retablo de
Nuestra Señora del Rosario, y allí mismo en sus nichos los bultos pequeños de
Nuestra Señora de la Concepción y Santa Bárbara. La imagen de Santa Bárbara
insertada pertenece al patrimonio del Estado Lara. El mundo colonial venezolano
es profundamente católico.
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