Fundación hispana IV: “La Victoria”
Fundación hispana IV: “La Victoria”
La fundación hispana de Cabimas
se realizó en medio de un enfrentamiento de «universos simbólicos». La
Independencia implicaba la destrucción del mundo monárquico y la instauración
de la vida republicana. Los símbolos que sostenían estos universos eran
antagónicos. Cuando en Cabimas solicitan una Capilla pública, esa guerra conceptual
que se libraba en el territorio venezolano, jugó un papel en el evento
fundacional que se operaba en esta localidad. En el Manifiesto del 9 de
septiembre de 1818 el fraile encargado de fundar el establecimiento pone en evidencia
esa confrontación:
“El establecimiento en el
Partido de Cabimas que Vuestra Señoría se ha propuesto y me ha encargado,
ofrece no pocas ventajas a la Religión y al Estado. Aquella será amada, honrada
y venerada, porque existiendo al frente un Eclesiástico que enseñe y anime la
práctica de las virtudes, y contradiga los errores y los vicios, los hombres
serán más moderados, honestos, dóciles y timoratos. El Estado al mismo tiempo
tomará incremento en esta parte porque teniendo entre sus vecinos un Juez,
velará por su conducta, les hará observar las Leyes de la Monarquía, ser fieles
y obedientes a nuestro Soberano, castigará los errores políticos, destruirá los
Escándalos públicos, contendrá los sediciosos”.
Esta actitud del cura Fray
Ignacio Álvarez promoviendo un hombre timorato y rechazando a los sediciosos está
antecedida por la posición política de su Obispo:
En el año de 1817 Lasso de la
Vega expresó en la ciudad de Mérida “la insurrección contra nuestro Monarca es
un pecado mortal”. Y en su “Auto cabeza de proceso” proclamó “la insurrección
es un vicio”. Y en las Constituciones Sinodales escritas en Maracaibo, ese
mismo año, advierte al clero de que se eximan de insuflar entre los feligreses “la
desobediencia, infidelidad y rebelión al Rey Nuestro Señor” -habían muchos
curas insurrectos dentro de su diócesis-. Al llegar septiembre de 1818, la
situación se recrudecía, y Lasso ordena mediante edictos “misas a la Virgen del
Rosario por los triunfos de las armas de la Monarquía”. Tal es el contexto
histórico en el que ocurre la fundación de Cabimas, se daba en medio de esta
conflagración político-religiosa, de allí
los términos con los que está redactado el Manifiesto.
La Virgen de Nuestra Señora del
Rosario -bajo la cual se colocó a la nueva población de Cabimas- era conocida
en España como “La Victoria”, porque bajo su intersección Dios concedió en tiempos antiguos a los
monarcas españoles una gran victoria contra los musulmanes en la península, de
allí que desde aquel lejano tiempo se dirijan a esta advocación en la Península
ibérica con el apelativo de “La Victoria”. Lasso recurre a “La Victoria” para
enfrentar a los independentistas, pero en esta ocasión la victoria la
obtuvieron los republicanos y, en Cabimas estos estuvieron aglutinados y
dirigidos por Basilio Borjas. Quienes convencieron al Obispo, en el momento del
parte aguas, de que su feligresía
estaba con la República y de que una nueva iglesia debía de nacer de estos
acontecimientos.
Cuando el Obispo se mudó del «universo
simbólico monárquico» al nuevo universo patriota prestó un valioso servicio a
la causa independentista del continente, al crear la Iglesia Americana, para lo
cual debió independizarla de España, labor magna que realizó entre 1823 y 1828.
También Lasso de la Vega participó en la Asamblea Constituyente que elaboró la
Constitución de la Gran Colombia. Mantuvo contacto epistolar con el Santo Papa,
y el Pontífice depositó en él toda la responsabilidad del reacomodo de la
Iglesia católica ante ese cataclismo. En ese cambio de mentalidad, de este
eminente Prelado, jugaron un papel crucial los eventos que acontecieron en la
fundación de Cabimas.
Estatuilla o figurina de Nuestra
Señora del Rosario que está en el Convento de Santo Domingo El Real de Madrid,
donde funciona la Cofradía del Rosario, esa organización religiosa tiene su
origen en una fundación feminista de
dominicas que crearon uno de los movimientos espirituales de más trascendencia
del cristianismo medieval. Esa veneración madrileña está engarzada a su
culto como “La Victoria”. Obsérvese la
semejanza de esta imagen con la de la Tablita de Cabimas. En la otra fotografía
se observa, la capillita lateral donde está ubicada su imagen en la bella iglesia
de Santo Domingo El Real de Madrid.
La Iglesia como institución celebra
la advocación de Nuestra Señora del Rosario el 7 de octubre de cada año. Su
fiesta fue instituida por San Pío V (quien fue Pontífice desde 1566 hasta 1572)
en agradecimiento a la Virgen por su ayuda en la victoria sobre los turcos en
Lepanto -batalla que se libró el 7 de octubre del año 1571-. En 1716 Clemente
XI extendió esta fiesta a toda la Iglesia. León XIII acrecentó su importancia
litúrgica con la publicación de nueve encíclicas dedicadas al Rosario. Y Lasso
de la Vega también obtuvo para esta advocación mariana otros privilegios que
fueron concedidos por el papado.
Entender la existencia de estos
conglomerados como pueblos cristianos permite comprender el empleo de las
figuras que integran el mundo de lo extraordinario en las contiendas políticas
del mundo secular. Nuestra Señora del Rosario debido a esas condiciones
subjetivas es colocada por Fray Álvarez y el obispo Lasso a jugar un papel como
actor social en los acontecimientos, es decir, como defensora activa de un
universo simbólico que estructuraba ideológicamente a la sociedad colonial
venezolana. Las fracturas que produce el movimiento independentista agrietan el
universo simbólico de la monarquía y en esa ruptura participa Basilio Borjas y
su unidad combatiente a favor del universo patriota emergente.
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