Stiglitz VI: Explotando a los pobres (a)
PRÓXIMO MIERCOLES: Stiglitz VI: Explotando a los pobres (b)
Bancos versus hogares
Cuando en los EE.UU. estalló la burbuja inmobiliaria los propietarios de viviendas se encontraron «sumergidos», porque los precios de las casas cayeron desde niveles estratosféricos y los propietarios debían más por sus hipotecas de lo que se valoraban sus viviendas. Así que perdían sus hogares y también los ahorros de sus vidas y sus sueños de futuro, porque una educación universitaria para sus hijos o una cómoda jubilación ahora era sólo un sueño de ilusos (Stiglitz, 2010: 31 y 32). La quiebra del sistema financiero afectó a todo el mundo: millones de propietarios de viviendas han perdido sus hogares, y algunos millones han visto desaparecer el valor de lo pagado por esas propiedades; comunidades enteras se han visto devastadas; los contribuyentes han tenido que hacerse cargo de la factura de las pérdidas de los bancos; y los trabajadores han perdido sus empleos. Los costos han sido soportados no sólo en Estados Unidos sino también en todo el mundo, por millones de personas que no obtenían ningún beneficio de la conducta de los bancos (íd. 46) Al final, a los bancos su propio artefacto les estallo en las manos: los instrumentos financieros que habían utilizado para explotar a los pobres se volvieron contra los mercados financieros y los echaron abajo (íd. 47).
La administración Bush se negó a ayudar a los propietarios de viviendas, se negó a ayudar a los desempleados y se negó a estimular la economía, Bush ignoró a los millones de hogares cuyas hipotecas iban a ejecutarse, si hubiese hecho esto y otras medidas la salud del sistema se hubiera restablecido, pero no, por lo contrario se centró en inyectar dinero a los bancos, quienes no restablecieron el crédito, fue algo parecido a hacer una transfusión masiva de sangre a un paciente que se está muriendo por una hemorragia interna (íd. 62). Es pues la historia del absurdo mayúsculo en una sociedad que para muchos era digna de emular.
Una de las ilusiones de los estadounidenses es la de poder enviar a sus hijos a la universidad, este derecho quedó cercenado por la brutalidad del Gran Fraude. En la fotografía la fachada de la prestigiosa Universidad de Harvard.
Ignorando a los necesitados y ayudando a los que ya tienen
Cuando Obama asume la presidencia se estaban ejecutando las hipotecas contra millones de hogares, y en muchas partes del país los precios inmobiliarios seguían bajando: Eso significaba que varios millones de hipotecas de viviendas estaban «sumergidas», es decir que las hipotecas tenían más valor que la vivienda (y que serían, en consecuencia, con alta probabilidad futuras ejecuciones). El desempleo iba en aumento, y cientos de miles de personas habían llegado al final de las prestaciones por desempleo, recientemente prorrogadas. Los estados se veían obligados a despedir trabajadores a medida que caían en picado los ingresos por impuestos (íd. 65).
Obama debería haber sabido que no se puede contentar a todo el mundo en medio de una importante guerra económica entre Wall Street y la gente de la calle. Los recursos son escasos, y el papel del gobierno consiste en hacer que la economía sea más eficiente, y en ayudar a los pobres y a aquellos que no pueden abrirse el camino por sí mismos. Nosotros recordábamos como en forma de subvenciones y privilegios fiscales en gobiernos pasados se efectuaban megapagos a las compañías estadounidenses haciendo asistencialismo corporativo, esos pagos ilógicos a las empresas hacían menos eficiente a la economía. Las redistribuciones iban en dirección equivocada, significaba que un dinero que tenía que ir a los estadounidenses pobres y a las inversiones de alta rentabilidad en infraestructuras y tecnología iba a parar en cambio a unas sociedades anónimas que ya eran ricas (íd. 70 y 71). Se ayudaba a los que ya tienen y se olvidaban a lo que requería verdaderamente de ayuda o de apoyo.
Los banqueros olvidaron que deberían ser ciudadanos responsables. No deberían depredar a los más pobres y a los más vulnerables. En medio de la codicia que se apoderó de la nación, no había nada que estuviera prohibido, ni siquiera explotar a los más débiles de nuestra sociedad (íd. 155).
La pobreza tiene un peculiar rostro en los Estados Unidos, es la de los propietarios que perdieron sus bienes inmuebles y muebles, su empleo y sus ilusiones, porque en su sociedad se ha impuesto un feroz individualismo, el fundamentalismo del mercado y un materialismo pragmático.
Corriendo el riesgo de encolerizar a unos y enfurecer a otros
En la era de Bush el asistencialismo corporativo alcanzó nuevos máximos, las cantidades de lo que se gasto iba más allá de la imaginación de cualquier administración anterior. Bush extendió la red de seguridad corporativa desde los bancos comerciales a los bancos de inversión, y después a una compañía de seguros, empresas que también habían hecho todo lo posible para evitar pagar impuestos. Obama decidió mantener el rumbo fijado por el presidente Bush, corriendo el riesgo de encolerizar a la gente de la calle, porque lo que atenta contra la equidad amenaza en la misma medida a largo plazo la indispensable y necesaria cohesión social. Jugaba una estrategia, de que si lograba recuperar la economía rápido la gente podría perdonar la generosidad mostrada con Wall Street, pero corría el peligro de enfurecer incluso a muchos agentes de los mercados financieros, ya que verían que las políticas estaban guiadas por los grandes bancos elevados a la condición de privilegiados. El campo de juego pues, ya estaba inclinado a favor de esas megainstituciones, y parecía que estaba inclinado aún más, hacia las partes que, para empezar, habían causado los problemas (!!!) (íd. 71 y 72).
Gastar dinero en los bancos -el cual es escaso y puede que no sea suficiente-, sería a expensas de las otras prioridades que Obama tenía al frente (ídem). Pero en su equipo económico Obama nombró gente comprometida con el pasado y el asunto era que alguien tenía que cargar con las pérdidas ¿Iba a ser el contribuyente estadounidense o Wall Street? ¿Creerían los estadounidenses que el equipo estaba trabajando para ellos, o para Wall Street? Obama se puso del lado de los bancos, y se podría aducir que no tenía alternativas si quería salvar la economía. Pero los estadounidenses saben que había alternativas, alternativas que habrían dejado al país con un crédito restablecido, con una deuda menor y con una mayor sensación de juego limpio. Pero esas alternativas habrían dejado más empobrecidos a los accionistas y obligacionistas de los bancos y, el equipo de Obama no seleccionó esa opción, porque Obama estaba estrechamente vinculado a Wall Street (íd. 80/83).
De haber sido seleccionada las alternativas válidas, la opción habría sido, por ejemplo, compensar el déficit de los ingresos de los estados, pues estos habían caído a niveles no deseables por la crisis, pues ahora percibían menos ayuda federal y cobraban menos impuestos, lo que los obligaba a recortar los gastos y a despedir a docentes y enfermeras. Los recortes de los programas de los gobiernos estatales y locales golpearon a los pobres con especial dureza -víctimas inocentes de esta crisis-, mientras la administración de gobierno anunciaba con bombos y platillos su estímulo a la banca (íd. 102). Ese dinero habría tenido unos multiplicadores elevados si se hubiese destinado a la gente que más necesitaba ayuda, y también a inversiones productivas, avances tecnológicos e infraestructuras. Solo en septiembre de 2009, el empleo gubernamental disminuyó en 40.000 personas (íd. 103). La situación esta pues mala para los pobres y buena para las megaempresas, el balance entre encolerizados y contentos era de total asimetría.
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