Stiglitz V: «El Gran Fraude» (c)
EXTENSIÓN DEL PRESENTE ARTÍCULO: 3 páginas
Ricos, aún quebrando. Y «ocultaras por encima de todas las cosas»
Los banqueros no sólo sabían que el banco sería rescatado si se metían en problemas, sino que sabían que seguirían siendo ricos incluso si se permitía que el banco quebrara. Y estaban en lo cierto. (íd. 119). Ese comportamiento tiene su explicación en la nueva cultura bancaria que se vive en los EE.UU., en los viejos tiempos los bancos ganaban por la diferencia entre el tipo de interés que recibían de los prestatarios y el interés que tenían que pagar a los depositantes, este margen no era salvajemente lucrativo. Pero encontraron una nueva forma de obtener beneficios: comisiones. Las comisiones las obtienen con los nuevos productos o «innovaciones», porque estaban diseñados precisamente para generar tantas comisiones como fuera posible, de las cuales el prestatario no era nunca plenamente consciente. Además, los productos (una plétora de malos productos como las hipotecas trampa, y con abundancia de mentiras e irregularidades por doquier íd 121 a 126) se elaboraron para eludir las restricciones normativas y contables que pudieran limitar el préstamo, lo que les permitió explotar a los pobres y arruinar a los que vivían el sueño americano, podían pues con esta nueva cultura portarse mal y peor aún, ocultar lo que estaba ocurriendo (íd. 121).
La gran cadena de marañas y engañifas. La teoría del tonto aún mayor
Una gran cadena se fue formando desde la Casa Blanca hasta las casas productoras de comisiones, y los mercados financieros se encargaron de crear una estructura de incentivos para mantener esa cadena en buen funcionamiento. Estos incentivos garantizaban que cada uno de los eslabones de esta cadena desempeñara con entusiasmo su papel en el gran engaño (íd. 128) La titulización puso en práctica la teoría del tonto aún mayor, lo que fue intoxicando todo el entramado mercantil que se fue erigiendo, (íd. 127 a 131) los magos de las finanzas habían creado una maraña tan complicada que desenredarla no era un problema fácil (íd. 134) comenzando por una mala contabilidad que no registraba las pérdidas (íd. 135).
Goteo hacia abajo en vez de goteo hacia arriba
La responsabilidad de la Casa Blanca es destacada en este barullo ignominioso, porque el gobierno se ha convertido en un asegurador implícito de grandes pérdidas (lo que hace aún más reacios a los bancos a reestructurar sus malas hipotecas). Eso significa que los contribuyentes (que son los que crean los fondos económicos del Estado) se hacen cargo de las pérdidas, mientras que los banqueros cosechan todas las ganancias (íd. 139). Es así como Obama en vez de ayudar a los ciudadanos corrientes, se dedica a ayudar a los bancos, esto es, lo que se denomina como goteo hacia abajo, es decir inundar con dinero a los bancos con la esperanza que de allí gotee hacia los que están abajo, inútil esfuerzo, lo que se ha conseguido es dejar al país con una deuda nacional mucho mayor que si hubieran adoptado enfoques alternativos (íd. 147).
Lo irónico de este asunto es que los banqueros que metieron al país en este caos deberían haber pagado por sus errores. Por el contrario, se fueron de rositas con miles de millones de dólares, gracias a la generosidad de Washington. En este gran fraude se concedieron cientos de miles de millones de dólares en pagos encubiertos al sector financiero al asumir el gobierno garantías de baja calidad y al comprar hipotecas tóxicas, transacciones que resultarán muy costosas para los contribuyentes y que, además, los expondrá a un elevado riesgo. Es una donación enorme, pero ésta queda oculta a los contribuyentes. Fueron verdaderos regalos a los banqueros y sus accionistas, fue un suministro de dinero mediante modalidades no transparentes, que ha causado una gran indignación nacional (íd. 150 y 151). A estas alturas, está claro que hay pocas posibilidades de que los contribuyentes recuperen lo que se le ha dado a los bancos, y ninguna posibilidad de que se les compense (íd. 152). La doctrina dominante en estos momentos en los EE.UU. es que los bancos son demasiado grandes como para dejarlos quebrar, y esto significa que si el banco está al borde de la quiebra, sólo hay una fuente de dinero para salvarlo: el contribuyente. Lo que no menciona esta doctrina es que esos bancos son muy caros para salvarlos y que son demasiado grandes para ser gestionados (íd. 158 y 154). El enfoque del cheque en blanco para salvar a los bancos tiene, pues, que ser rechazado (íd. 160).
Yo deseo su dinero para salvar unas instituciones no sólo muy caras sino, además, muy grandes para ser gestionadas con eficacia.
Dinero por basura y votos por dinero El cheque en blanco llevaba la cifra de 700.000 millones de dólares, además, la estratagema para lograr su aprobación resultaba inconstitucional. Algo, pues, se estaba torciendo. Todo empezó con el intento de realizar los rescates de los bancos mediante formas «ocultas», es decir, a través de la Reserva federal, en vez de la aprobación del Congreso. Como el gobierno iba a comprar a los bancos los activos tóxicos sus críticos denominaron la operación con la expresión «dinero por basura», y el decreto fue rechazado por el Congreso, la operación oculta era tan infractora de la ley que si esto hubiese ocurrido en el Tercer Mundo el Banco Mundial habría suspendido toda ayuda al país que hubiese realizado tal tipo de operación. Sin embargo, el gobierno no cedió, tras la derrota, la administración Bush montó una subasta. Se le preguntó a cada uno de los congresistas cuánto dinero necesitaban en donaciones a sus distritos para que cambiaran sus votos. Treinta y dos demócratas y veintiséis republicanos que votaron «no» al decreto original cambiaron de bando y el decreto fue aprobado, la justificación: miedo a una catástrofe económica mundial si el cheque en blanco no se hacía efectivo (íd. 162/164). Cuando Obama asume la presidencia no corrige ese entuerto, sólo introdujo una ligera variación de la idea original de «dinero por basura», lo que hizo fue clasificar la basura, escoger la que tuviera algún valor y descargar toda la basura sobrante sobre el contribuyente. Las sociedades privadas pues, trasladaban al gobierno las pérdidas de las hipotecas malas y con las «buenas» ganaban mucho dinero (íd. 169). Como el gobierno absorbe las pérdidas, al mercado no le importa si los bancos lo están «engañando» al venderles sus activos de peor calidad. Esta es una relación «gana-gana-pierde»: los bancos ganan, los inversores ganan y los contribuyentes pierden. Es un acuerdo terrible para el contribuyente (íd 171).
El mercado en los Estados Unidos ha llegado hasta el Congreso. Allí se compran los votos de los representantes del pueblo.
El mundo ha cambiado y no volverá a ser el mismo, la democracia es un bien que no se puede extraviar.
Wall Street ha utilizado -en este Gran Fraude- su poder y su dinero para comprar la desregulación, seguida rápidamente del rescate más generoso en la historia de la humanidad (íd. 189). Lo que hizo pues el sector financiero favoreció a sus allegados -sus cómplices con un largo prontuario delictivo- , pero perjudicó la economía nacional, al país y al mundo, pero en especial defraudó a los contribuyentes estadounidenses y, con ello golpeó la democracia. Washington se ha inclinado por la gente de Wall Street y sus amiguetes para pilotar la recuperación, dándole a Wall Street unas cantidades de dinero que no se habrían atrevido a soñar ni los más corruptos dictadores de los países pobres. Tal nivel de corrupción hace de la democracia otra víctima de esta crisis que además de económica y social es también política, en los Estados Unidos hay un sistema de gobierno que ha permitido que Wall Street se haga las leyes a su medida, poniendo en peligro la economía mundial. El mundo ve hoy con más claridad que nunca como en Norteamérica hay continuas redistribuciones de riquezas a favor de la cúspide de la pirámide, claramente a expensas del ciudadano de a pie, ven además como a las instituciones que dejaron crecer la burbuja se les da más poder como recompensa por ese estruendoso fracaso. Como es obvio por esa vía piramidal se va hacia un régimen faraónico en vez de un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, porque la democracia no es inevitable, ésta se puede extraviar. Si bien la democracia es esencial para un mundo justo y próspero, los Estados Unidos con su mal comportamiento le están haciendo más daño a ese modo de convivencia que un régimen totalitario (íd. 271). El Gran Fraude desfalcó no sólo al capital económico, en especial, desfalco al capital político y social de los Estados Unidos. Con el Gran Fraude de los Estados Unidos la humanidad ha entrado con mal pie en el siglo XXI, si esa nación no corrige el rumbo tiempos difíciles esperan al planeta, porque ese país continuará siendo, a pesar de todo, la nación más rica y poderosa del globo. La crisis puede hacerse permanente si los Estados Unidos no enmiendan sus pasos hacia el precipicio.
Escultura del Presidente Abraham Lincoln, imponente personaje histórico quien definiese la democracia como el gobierno del pueblo, para el pueblo y del pueblo.
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