Revolución de la riqueza IX: «El juego» (b)
Artículo de 3 páginas de extensión.
Que Europa y Estados
Unidos colaboren entre sí, para construir un superpaís que vigile a los
bárbaros del resto del mundo, es una
propuesta que
escandalizó el mundo unas décadas atrás. La propuesta planteaba un occidente
ampliado, con las ventajas de cultura, cooperación militar, ensanchamiento de
la base impositiva y con un presidente norteamericano. Su autor fue un polémico
intelectual francés, Regis Debray, que tuvo por finalidad mordaz poner en evidencia una tendencia de la
política internacional de este conjunto geopolítico nor-atlántico (Toffler,
2007: 466).
El filósofo Regis Debray fue, entre otras cosas, compañero de
aventuras de Ernesto Che Guevara de la Serna.
La realidad es que
Estados Unidos y Europa no están cada vez más juntas, sino cada vez más separadas.
A partir de 1985 cada una aumentaba su comercio con China y otros países
emergentes, mientras el flujo de importaciones y exportaciones entre ambos ha
ido declinando en su balanza comercial. La interdependencia económica
trasatlántica, por lo contrario, ha ido acompañada de contenciosos comerciales
cada vez mayores. La Unión Europea prohibió la importación de alimentos
transgénicos y elevó los aranceles de los productos estadounidenses desde
patines de ruedas hasta los reactores nucleares. La Unión Europea denegó una
propuesta de fusión entre Honeywell y General Electric en 2001 y multó a
Microsoft con una cifra significativa por delito contra la competencia y le
ordenó separase su reproductor de música del software de Windows. Por su parte
Estados Unidos impuso derechos de aduana o suspendió las importaciones de
acero, fiambres, rodamientos y pasta procedentes de Europa. En 2004 las
relaciones entre ambas se encuentra en su punto más bajo. La situación se tensó
en 2005 por el plan europeo de levantar su embargo de armas a China (íd. 467).
La erosión de esas relaciones alcanza una nueva cota con las
diferencias sobre la guerra de Irak. La data de esta fractura se remonta al
día en que los europeos dejaron de temer un ataque de la Unión Soviética, puesto
que ya no necesitaban a los Estados Unidos como aliado (íd. 468).
Con abundancia de científicos de talento y alto nivel,
ingenieros de tecnologías de información, futurólogos y pensadores, Europa, pareció dispuesta a adoptar los
nuevos potenciales tecnológicos. Pero estaba gobernada por líderes políticos y empresariales que miraban al pasado
de la era industrial. Principios clave como la estandarización, la
concentración, la maximización de escala y la centralización siguen dominando
el pensamiento de la Unión Europea (íd. 468,469).
Las economías del conocimiento avanzadas exigen empresas y
organizaciones gubernamentales cada vez más flexibles. Pero la Unión Europea impone
controles inflexibles a la industria, y sobre los presupuestos y las decisiones
económicas de sus estados miembros. En 2004, seis de los doce países miembros de la zona euro
están incumpliendo el pacto. En 2005, los votantes franceses y holandeses
rechazaron la propuesta de Constitución de la Unión Europea, obra maestra de la
burocracia asfixiante. (íd. 469).
Europa occidental y
Estados Unidos funcionan a distintas velocidades. Europa está muy por detrás en
convenios sobre trabajo en casa que permitan ajustes de horario. Europa le
falta el funcionamiento de 24 horas/7 días y otras novedades sobre la rutina
industrial. Tiene más largas vacaciones, menos horas semanales trabajadas, un
ritmo general de vida más lento, los franceses se vanaglorian de su actitud frente a la comida rápida con
un movimiento en pro de la «comida lenta», celebran con los italianos
el buen comer. El «cittaslow» para conservar la lentitud y tranquilidad se defiende como un valor de
la vida en las ciudades pequeñas. Se promocionan los productos locales y la
sostenibilidad (íd. 470,471).
Las transacciones comerciales en Europa deben hacer frente a una impenetrable maraña de
reglamentaciones. Se mueven más despacio,
en Estados Unidos solo hacen falta seis horas para crear una empresa, en Europa
mucho más tiempo. La forma en que las sociedades gestionan el tiempo tiene
importantes implicaciones. Una patente
en Europa tarda cuatro años y a veces hasta diez. Todo tarda más en Europa,
requieren muchos más pasos (íd. 471, 472).
De modo que, en todos estos ámbitos, desde el estilo de vida
y la cultura hasta los asuntos militares y, sobre todo, las empresas y la
economía, se está ensanchando la
diferencia de velocidades entre Europa y los Estados Unidos. Ambos
responden, con ritmos distintos al fundamento profundo del tiempo, lo que hace difícil una acción
conjunta (íd. 472).
La Unión Europea se amplía hacia el este, afirma que el
futuro es más prometedor que el de Estados Unidos, la Unión Europea se está
haciendo más grande, cuanto mayor, mejor. En
2000, los líderes europeos se reunieron en Lisboa, su audaz intención convertir
a Europa en «la
economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo para
2010». El Politburó comunista solía
anunciar objetivos algo parecido. En 2001 el nivel de vida de Europa, en
general, se estaba rezagando respecto a los Estados Unidos y en 2004
anunciaba uno de sus líderes que Europa no podría alcanzar la «poco realista» meta de 2010. Europa en 2003 estaba a punto de «perder del tren» de la revolución biotecnológica. En
el 2004 lo mismo se podía decir en cuanto a la nanotecnología. La innovación es
la clave del éxito económico, pero es un sector en el que Europa va muy
retrasada respecto a Estados Unidos (íd. 475).
Los intentos por alcanzar a Estados Unidos han sido «un gran fracaso»
reconocen sus dirigentes. En años venideros sus puestos de trabajo en la industria de baja
tecnología emigrarán a los países del este o a cualquier otra parte. Aumentará los niveles de desempleo, ya significativamente altos en los Estados Unidos
y Japón. Aumentará las tensiones respecto a los inmigrantes. La numerosa
clase baja musulmana de Europa se hará más combativa (íd. 476).
En Europa occidental
existe una hostilidad profundamente arraigada hacia la tecnología. Sus sindicatos temen la pérdida de
puestos de trabajo. Mientras que un Asia tecnófila se precipita a adoptar los
últimos adelantos. Para invertir ese proceso, haría falta en Europa una
nueva hoja de ruta, Si lo hace y lo logra, Europa se convertiría en un
contrapeso mundial a lo que muchos
consideran un excesivo poder de Estados Unidos (íd. 477).
La República Checa,
Eslovenia Hungría, ex miembros del bloque comunista, andan a la caza de nichos
de alta tecnología y valor añadido. En 2001 Hungría ya
competía en exportaciones de alta tecnología con Dinamarca o España. No
todo lo más grande es mejor, Singapur
que no llega a los setecientos kilómetros cuadrados es prospera. Finlandia, Suecia, Irlanda han avanzado
en dirección la riqueza revolucionaria y
son las más pequeñas naciones de
Europa (íd. 477, 474). En todos estos países la estructura social,
política, cultural y económica ofrece un modelo
no convencional. Los países
escandinavos, por ejemplo, están a la delantera a escala planetaria en el
reconfortante «Indice de Gini» (IG) y,
en el más importante aún, «Índice de Desarrollo Humano» (IDH).
¿Entrará Europa en «El juego»? ¿Será en cambio el Asia, una ficha más
importante en el tablero de ajedrez? ¿Los países ex comunistas participarán?
¿Entrarán de Europa occidental sólo «las pequeñas»? En fin, hay que mantener la
lupa sobre el tablero de ajedrez, para ver las piezas que salen y las que
entran. La certeza es que, del salto de
una sociedad a la economía del conocimiento es que depende el futuro de las
naciones y la transformación del curso de la historia.
0 corresponde a la perfecta igualdad y 1 a la perfecta
desigualdad.
Verde oscuro: menos de 0.25 (Cerca del ideal).
Verde claro: entre 0.25 y 0.29
Amarillo: entre 0.30 y 0.34
Anaranjado o Venezuela y Argentina: entre 0.35
y 0.39
Rosado Cuba y países ex unión soviética: entre
0.40 y 0.44 (Lejos del ideal).
Los demás colores están dentro del espectro de la
desigualdad (Rojo, marrón, negro).
La igualdad no está referida a un sistema
político-ideológico, sino a unos específicos indicadores.
La igualdad a la que se refiere remite al Índice de Gini que
se calcula con el Coeficiente de Gini.
Si se quiere consultar el Índice de Desarrollo Humano (IDH)
y disponer de sus mapamundis, se recomienda la entrada de Wikipedia en
internet. Igual para: Coeficiente de Gini Wikipedia.
Alvin y Heidi
Toffler. La Revolución de la riqueza.
Editorial Random/Mondadori DEBATE,
Caracas. Edición 2007. Páginas:
651.
Adquirido en el Mesón de Ofertas de la Librería Europa, Maracaibo,
Venezuela. Bs. 25.
Recomienda a tus amistades
Incomodísimo.com
El Blog de lectura breve de
libros extensos.
0 comentarios:
Publicar un comentario
INSTRUCCIONES:
1.- Escriba en el recuadro su comentario.
2.- En "Comentar Como" seleccione Anonimo si no tiene cuenta de correo electronico de las opciones allí ofrecidas.
3.- Siga las demás instrucciones.