Carson X: Mundo invisible

5:47 Posted by Perro Senil.

La Era industrial ha crecido para inundar nuestro medio ambiente de serios problemas sanitarios. Otras clases de  peligros aparecieron con el moderno sistema de vida, la radioactividad, las sustancias químicas y los plaguicidas. Su presencia lanza una sombra siniestra y amenazadora. Contaminan el mantillo, el agua y los alimentos, tienen el poder de dejar yerma la tierra. Es algo trágico cómo se absorben en los organismos vivos pequeñas cantidades de veneno de un modo invisible, es el anuncio de futuros desastres. (Carson,2001: 151, 152).

Los peores enemigos de la salud, los químicos perjudiciales, penetran los cuerpos sin que estos puedan percibirlos. Ya no se trata de cómo contaminan los suelos, los ríos o el aire, ahora el asunto no es el mundo que nos rodea, sino se trata del mundo invisible que está dentro de nosotros, es decir, nuestros tejidos, nuestros órganos, el interior de nuestras células. Se trata de la ecología del universo que conforma nuestra totalidad como ser vivo atacada del mismo modo que lo hace sobre el mantillo (íd. 152).

Las grasas del cuerpo, el tejido adiposo, se constituye en el lugar donde se acumulan los insecticidas, cuando se adelgaza por alguna enfermedad, la misma se complica, porque esos venenos pasan al torrente sanguíneo. Lo primero que se afecta es el hígado, órgano que preside distintas actividades vitales, entre otras proporciona la bilis para la digestión de las grasas y, está profundamente implicado en el metabolismo de los principales elementos alimenticios, como el azúcar, las proteínas, el plasma sanguíneo. El hígado nivela el colesterol, las hormonas masculinas y femeninas, ayuda a almacenar las vitaminas. Sin un hígado funcionando bien el cuerpo queda indefenso ante los venenos, porque con sus funciones los convierte en inocuos. Pero al hígado dañado lo pueden dañar los plaguicidas -venenos muy peligrosos- y enferma de hepatitis o de cirrosis. Estos mismos químicos afectan también el sistema nervioso, atacando el cerebelo y el cortex, lo cual traerá cansancio, pesadez, dolor de los miembros, estado mental angustioso, extrema irritabilidad, temblores, aversión al trabajo y sensación de incapacidad intelectual (íd. 153/155).

La guerra contra los insectos se vuelca contra nosotros mismos cuando el control de las plagas reposa sobre los insecticidas químicos, uno de ellos es el dieldrín, éste puede traer pérdida de la memoria, insomnio, pesadillas y hasta la locura. Otro son los fosfatos orgánicos que tienen la capacidad de producir efectos perniciosos en el tejido nervioso y desordenes mentales. Y esto sin describir los síntomas terríficos de un envenenamiento por entrar en contacto las manos o los ojos o el aparato digestivo con estos productos tóxicos que rodean nuestras vidas en el lugar de trabajo o en los hogares. La destrucción temporal de los insectos mediante los plaguicidas trae un precio muy alto para nuestro íntimo y vulnerable mundo invisible -el interior de nuestro cuerpo- (íd. 157, 158).   
El control de plagas mediante insecticidas crea un entorno limpio de plagas, pero desgraciadamente un mundo invisible contaminado y envenenandose micrón a micrón durante toda la vida. El desarrollo de la ciencia del control de la naturaleza debe recibir un apoyo irrestricto, para conseguir con urgencia medios y métodos alternos ecológicamente sanos para limitar los bichos A ese plan se oponen los intereses de los fabricantes de plaguicidas que con sus aerosoles, espirales, plaquitas y líquidos obtienen fortunas considerables. Los movimientos medioambientalistas, en consecuencia, deben constituirse en una fuerza combativa que contrarreste con eficacia a quienes están creando las pandemias modernas. 
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