El Bolívar: Longanizo

19:52 Posted by Perro Senil.

De la mano del sobresaliente historiador Ángel Rafael Lombardi Boscán, quien se ha interesado en recuperar para la historia las miradas de los antibolivarianos y realistas, se tiene la oportunidad de oro y la primera fila, para escuchar sus voces empapadas del más sentido resquemor.
Una de las más impresionantes representaciones pictóricas de Simón Bolívar, la cual hemos juzgado apropiada para ilustrar al Bolívar Longanizo.
Esa búsqueda de testimonios que adversan a Bolívar, señala el historiador marabino Lombardi Boscán, tuvo su origen al releer una obra literaria del boom latinoamericano de las letras, donde se recoge la atmósfera de rechazo que afectó a Simón Bolívar en Bogotá en enero del año 1830. Acontecimiento que Incomodísimo.com, quiso corroborar consultando una biografía ya clásica sobre Bolívar como es la de Indalecio Liévano  Aguirre. En ese trabajo Liévano en efecto, indica como la prensa santafeña le infería ofensas al Libertador y, cómo estas persistieron, aún después de Bolívar haber declarado el fin de su carrera política y de haber formalizado su renuncia al mando ante el  Congreso. Lo que no tranquilizó a aquellos petimetres, sino que los exacerbó aún más, incrementándose aquel perturbador ruido en aquellos órganos de prensa controlados por los elementos más conservadores de la capital bogotana, quienes descargaron con más saña calumnias e  insultos, cada vez más subidos de tomo y de impostura, contra aquel hombre que cuando entró en aquella capital estaba -según la descripción de Liévano-:

Pálido, extenuado; sus ojos brillantes y expresivos en sus bellos días, ya apagados, su voz honda, apenas perceptible; los perfiles de su rostro, todo, en fin, anunciaba la próxima disolución del cuerpo (Liévano, 1988: 537).

Agravio que al proseguir en crescendo en aquel ámbito citadino controlado por los pudientes (íd. 539) habría de llevar a un insulto, no extraño en la boca de sus enemigos, pero lamentable entre quienes sucumbieron a la influencia de los poderosos medios de comunicación social creadores de estados psicóticos exacerbados. Ese insulto al que se refiere Liévano es el que el avezado historiador Lombardi Boscán recoge al inicio de su artículo, texto donde se indica qué es lo  que lo envejece y lo lleva a su muerte prematura.

El insulto al que alude Lombardi ocurrió en ese principio del fin del año 1830 cuando a Bolívar lo renominaron en aquella ciudad con el mote de Longanizo.

Hecho que registra Indalecio Liévano Aguirre del siguiente modo:

El 8 de mayo de 1830, después de despedirse de Manuela Sáenz, abandona a Bogotá camino de Cartagena, no sin que en una de las calles de la capital un grupo de exaltados se alineara a su paso para gritarle con acento desafiante y soez: ¡Longanizo!, aplicándole el epíteto con el cual se calificaba a un loco que por aquellos días vagaba por las calles disfrazado de militar (…) se veía obligado a abandonar la capital acompañado de un silencio hostil sólo interrumpido por aquellos gritos (íd. 542).

El Dr. Ángel Rafael Lombardi Boscán, no se conforma con esa prueba del maltrato que le inferían a este gran personaje ya a finales de su vida, como historiador rastrea en las fuentes las huellas de ese rechazo desde los años iniciales de la guerra, momentos atroces que generaron profundas inquinas, que dieron origen a la biografía de Bolívar escrita por sus adversarios. Porque éstos con sus órganos de prensa y con sus intensos y acres testimonios cuestionan lo que hace Bolívar en su  vida pública con la mayor inquina, llegando incluso a ingresar en su vida personal y familiar dando muestras de sus torcidas mentes -infaustos hechos que Lombardi Boscán recoge y ofrece al lector-.

El perfil que realizan los enemigos de Bolívar tiene la fuerza de una pasión furibunda, de la cual no se escapa ni el niño Simón, y el resultado de esa agresión contra Bolívar se convierte en un esbozo de este gran protagonista de la historia como un inescrupuloso, traidor, malvado y vicioso inclinado hacia la tiranía, lo  cual, como es de suponer, sea cierto o falso, le debía granjear al personaje en cuestión la animadversión acendrada de muchos de sus contemporáneos y, en consecuencia, debieron provocar o bien una actitud de silencio hostil o, en su defecto, un comportamiento desafiante y soez hacia su persona.

Sin titubeos el Dr. Ángel Rafael Lombardi Boscán asume esa tarea incómoda que la historiografía venezolana evadió de un modo pertinaz e inexplicable, labor que era necesario e indispensable asumir, pues había que recuperar las miradas multidiversas que este personaje provocó en  su tiempo. Lombardi recoge la mirada y la voz que es más difícil citar, la de sus más feroces enemigos, para hacer esto se requiere en primer lugar ser historiador y, en segundo lugar, tener valentía, porque existe un culto a Bolívar que se escandaliza con facilidad. Incomodísimo.com justifica esa búsqueda y, asume que las interpretaciones que surgen de esos hechos pondrán en evidencia la posición política de los biógrafos de esa gigantesca figura, en consecuencia, habrán los que arrimen más leña al fuego del odio y, también, los que  hurguen con amor esas cenizas, para liberar esa hermosa y portentosa ave Fénix en todo su esplendor. 

Con esta Introducción el Blog Incomodísimo presenta la BIOGRAFIA REALISTA DE BOLIVAR publicado por Ángel Rafael Lombardi Boscán en octubre 5 de 2010.

GLOSARIO

Ave Fénix: Es un ave de plumaje rojo, amarillo y anaranjado incandescente, de fuerte pico y garras, que se consumía por la acción del fuego cada quinientos años, para luego resurgir de sus cenizas. El ave Fénix muere para renacer con toda su gloria. Está presente en varias culturas: egipcia, griega, latina, árabe y china, donde es referida con distintos nombres.



“Biografía realista de Bolívar”

Artículo autorizado para ser publicado en Incomodísimo como una

COLABORACIÓN ESPECIAL.


Historiador Ángel Rafael Lombardi Boscán.

Premio Nacional de Historia.

Releyendo a “El general en su laberinto” (1989) de García Márquez, me llamó la atención que Bolívar, en su hora más baja, y encaminándose a la muerte, sufriera el desprecio y rechazo de sus propios conciudadanos. Se le acusó de déspota y de ir en contra de las propias leyes de la Republica. Ya antes, en el año 1828, hubo un complot palaciego para cometer magnicidio. A Sucre, su mano derecha, le asesinan en Berruecos para atajar todo posible intento continuista. Y en las calles, el murmuro de la gente no deja de referirse a quién fuera el vencedor de Boyacá en 1819, bajo el sobrenombre peyorativo de “longanizo”, es decir, el loco del pueblo.

No hay duda que para un hombre orgulloso como El Libertador, estos dardos tenían que minar su moral y autoestima. Aunque la inquina ya venía desde muy lejos. A su arribo a Caracas, en plan de triunfador en el año 1813, dio la orden de ejecutar a 1200 prisioneros, la mayoría canarios y blancos pobres. Esta tragedia humana le trajo sobre su piel: el olor de la matanza de la víctima. Y le estigmatizó como un soldado cruel e inescrupuloso a los ojos de sus naturales adversarios en el bando pro monárquico.

La prensa realista de ese entonces, bajo la batuta de José Domingo Díaz, desató una de las campañas publicitarias más recalcitrantes y feroz en contra del líder caraqueño. No se le escatimaron improperios y descalificaciones tales como los de criminal, intrépido, cruel, cobarde, bárbaro y malvado.

La biografía realista de Bolívar fue completada por un realista furibundo, de nombre, Tomás Surroca y de Montó, Capitán de Milicias, durante el asedio de Guayana en el año 1817. Según éste testimonio Bolívar fue un niño desaplicado y un marido perverso, ya que: “… en Madrid donde contrajo matrimonio con una virtuosa joven, que según voz pública a los pocos años fue víctima de los vicios y tiranía del marido, muriendo en Caracas sin dejar lujo alguno”.

Luego, en la viudez, se entregó a una vida disoluta y voluptuosa hasta servir a los republicanos al frente de la importante plaza de Puerto Cabello en el año 1812. Hecho prisionero, Monteverde le concede el exilio debido a su contribución en la entrega de Miranda en el puerto de La Guaira cuando éste se disponía a marcharse.

No hay duda que la calumnia se confunde con hechos contrastables donde la responsabilidad de Bolívar es más que evidente. Los historiadores tienen la ardua tarea de situar cada hecho dentro de una dimensión justa, y sin pretender asumir la condición del juez.

Así tenemos, que en vida, nuestro incólume Padre de la Patria, sufrió del desprecio y la animadversión de sus adversarios, tanto los del bando realista como de sus propios compañeros de causa. Su prematuro envejecimiento y muerte lo podemos encontrar dentro de estas circunstancias.

DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCÁN

DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ

El Bolívar: Taumaturgo

21:54 Posted by Perro Senil.

Taumaturgo es un personaje que para sus semejantes es capaz de realizar acciones prodigiosas, mágicas y milagrosas, Bolívar para sus contemporáneos entraba en esta categoría, y no es de extrañar, porque cómo explicar  las dimensiones que alcanzaba su palabra, las lejanías geográficas que recorría, las posiciones de liderazgo que ocupaba entre esa muchedumbre de héroes,  los costos enormes de la empresa que llevaba adelante, las expectativas y temores que generaban sus triunfos y sus derrotas, y el curso zigzagueante de su pensamiento muchas veces  en terribles tensiones consigo mismo, pero sobre todo, por el inmenso poder que acumuló con la cadena de mando que forjó a escala continental. Todo se podía esperar de él y esto produjo su percepción como el Bolívar taumaturgo, es decir, como un ser sobrenatural. Elías Pino Iturrieta en su libro “El divino Bolívar” propone este tema y aporta sus propias indagaciones que son un joyel.

Las diversas miradas sobre Bolívar
La explicación de la talla gigantesca de Bolívar por parte de «los de arriba», es que él era el fruto de la raza española, el resultado de su linaje, su estirpe y su abolengo, que su talla heroica provenía de sus ancestros fundadores de ciudades, gente de calidad, de nobleza, de ilustración, clase viajera y de magníficos tutores. En una palabra, su grandeza tiene origen en su clase social, la aristocracia.

Para «los de abajo», el personaje posee la tesitura adecuada para construir una religión popular, Esta versión será narrada en detalle por el historiador Elías Pino Iturrieta.
  
Los negros y los campesinos se apropian de Bolívar
Dice Elías Pino Iturrieta -autor del libro “El divino Bolívar”- que los desposeídos se apropian del personaje mediante la historia que le construyen (Pino, 2010: 177), y con esa historia sustraen a la aristocracia su Simón. Para ellos Simón no es un Bolívar“La mamá de él era negra, es un mestizo por eso” (íd. 179) “doña María Concepción Palacios, la madre del vástago que se convertiría en Libertador, era una negra” (íd. 178).

En esta versión los desposeídos se apoderan de Simón, ahora es hijo de una negra de apellido Palacios, a Simón “le regalaron el apellido” Bolívar- (íd. 179), lo cual lo convierte en el “heredero de la familia más opulenta de entonces” (íd. 178). Simón es el vástago que engendró un Bolívar que preñó a una negra, pero lo criaron  como uno más de los Bolívar.


En esta versión Bolívar es un mestizo, y por esa vía narrativa -historia oral de los desposeídos- entra a la tradición de la cultura campesina como un hijo del pueblo, del pueblo  sometido a las servidumbres y las esclavitudes. Simón es en ese relato un barloventeño, pertenece al espacio sufriente de «los de abajo».
La historia de los pobres, concluye, que esa sangre negra que Simón llevaba en sus venas explica porque “él nunca estuvo de acuerdo con los españoles por la forma en que ellos actuaban. Y él era un hombre honesto y humilde y no aceptaba como los españoles trataban a los esclavos” (íd. 179).
 Tal versión, la popular, es coherente, es hermosa y tiene principio y final, es concluyente y es explicativa, y sobre todo guarda una preciosa lógica, pero es tan errónea como las de los ricos y sus élites, porque escamotea al personaje histórico, lo secuestran para defender sus intereses de clase, y en vez de contar un relato  histórico lo que hacen es fabricar una ideología para los fines políticos de sus grupos sociales. Todas estas historias que intentan explicar el personaje desde una perspectiva a-histórica terminaron a la larga por transformarlo en el Bolívar taumaturgo.

La Negra Matea aya de Simón.
Las voces creadoras del Bolívar taumatúrgico
Elías Pino Iturrieta nos instruye sobre algunas de esas construcciones del Bolívar taumaturgo, todas son verdaderamente inverosímiles, increíbles e inesperadas, pero todas son sorprendentes e inmensamente interesantes, lo que hace de este libro –“El divino Bolívar”- una divina obra. Entre los casos que Elías Pino Iturrieta nos da a conocer de las diversas voces están los siguientes:

1. “se habla de una ascendencia indígena espiritual” de Bolívar (íd. 179). En esta versión hay una deidad fundadora, “Yankai fue el primero. El generador de todas las tribus, de donde nació Guaicapuro” (ídem). La versión inicia su narración señalando la aparición de las sociedades indígenas en el territorio venezolano, y en su descripción de esos hechos señala que esas sociedades aborígenes tuvieron por creador a Yankai. Luego el relato deja implícito que estas tribus pasaron por sucesivas generaciones, hasta que sobrevino un momento histórico en que se necesito que Yankai encarnase en un hombre, ese momento se indica fue el de la conquista española, y Yankai encarnó en el cacique Guaicaipuro, en consecuencia, el relato popular dice que por esa razón “fue el primero que combatió a los españoles” con tanto brío y grandeza (íd.  179).


El Cacique Guaicaipuro del artista plástico Pedro Centeno Vallenilla.

Quienes crearon esta historia mítica son “los oficiantes del culto de la reina María Lionza, deidad de las montañas con altares en todo el país” (íd. 179). Culto en el que las deidades indígenas, afroamericanas, católicas y taumatúrgicas como Bolívar quedan incorporadas al panteón de esta religión popular, donde participan, por ejemplo, la Santísima Trinidad y la Virgen del Carmen, o un San Juan Retornado, un Don Juan de las aguas y un profesor Lino del Valle, a quienes se suman las Siete Potencias Africanas, los santos del espíritu de la luz y con ellos al frente de todos el Gran Libertador Simón Bolívar (íd. 185, 186).
La admiración que causa Bolívar, en la gente humilde que se siente representada y protegida por este panteón de divinidades, dicen que Bolívar “combatió contra todos los españoles”, o sea, “lo que hizo Guaicaipuro lo terminó Bolívar” (íd. 179).

El culto a Maria Lionza está muy arraigado en las barriadas de Caracas y en otros centros urbanos del país y en ellos creen que “La segunda encarnación de Yankai es Bolívar” (íd. 179). Y sí Bolívar destacó por la sabiduría, es por Yankai,  aún cuando la verdadera fuente de Bolívar vino a ser la del Dios primordial, es decir, la todopoderosa divinidad conocida como Chimborazo (íd. 180). Además, agrega el relato, que esa inteligencia de Simón también se deriva de los «espíritus guía» como la Santísima Trinidad -entre otros- (íd. 180), razón por la cual “Él conocía lo que podría suceder. Él tenía una iluminación mental muy grande” (ídem).

El relato de esta religión popular es íntegro, todo ajusta, las premisas son desarrolladas y resueltas. El relato histórico del pueblo como se observa es diáfano, coherente, amplio y convincente. Es una construcción teologal sin fisuras, es sólida y redonda. Y recuerda los relatos bíblicos del Génesis, el Evangelio y el Misterio de la Santísima Trinidad.

Volcán del Chimborazo, lugar donde habita esta divinidad de los parahuaes, Chimborazo, quien es el Padre creador.
 


Esta historia oral de carácter providencial construye identidades compartidas entre los seguidores de la reina María Lionza en Venezuela y los cultores afrovenezolanos de la costa barloventeña, unidos en la elaboración del mito del Bolívar taumaturgo (íd. 181) generan una voz al unísono que dice “Era un predestinado de Dios. Jamás pudieron matarlo. Todo lo que decía le resultaba exacto.  Bolívar vino a esta tierra para proteger a la humanidad” (ídem). Nace pues de esta simbiosis una religión popular, donde Bolívar es el Mesías esperado por los desposeídos como un personaje salvífico. Y donde Bolívar con Yankai y Chimborazo constituye las tres divinas personas.
 
En esta historia Bolívar “comanda las Cortes Libertadoras” de todo el continente (íd. 183) y en su sabiduría “Su pensamiento fue que el pobre tuviera”. Agregando el evangelio que recoge su vida que “cuándo él baja pide por la igualdad (…) porque ve que su país se está muriendo de hambre (…) porque ve una esclavitud” (íd. 184). De allí que en esas conclaves de extracto popular en los cerros de Caracas el médium invoque con sus rezos que “El espíritu del Gran Libertador Simón Bolívar para que me preste todos sus ejércitos libertarios para vencer a todos mis enemigos (íd. 186)”

En la Corte Negra del Culto a María Lionza están: Negro Felipe, Negra Matea, Negra Francisca, Negro Pío, Negro Eloy, Macario Pantoja, Negro Lorenzo, Negra Petra y Felipa del Valle. Bolívar está ante esas Cortes como su adalid.



2. En otras voces, Pino Iturrieta nos entrega otra joya, dice: La percepción de los grandes personajes de la Independencia como figuras protectoras se incuban desde el mismo instante en que concluye el batallar independentista y que fallece el Libertador (íd. 176).  Elías Pino Iturrieta en su acuciosa búsqueda confirma este aserto, consigue en aquellos ya lejanos años de esta interesante liturgia que revela a Bolívar como “El Taumaturgo del Pueblo” (íd. 176). En este caso el pueblo son los representantes de una ciudad llanera.
Narra EPI que en abril del año 1832 en San Fernando de Apure ocurrieron unos estragos causados por las crecientes de las aguas, la gente del pueblo encabezada por las élites pueblerinas decidió pedir misericordia con una rogativa presidida por la iglesia, con la curiosa ocurrencia de que hubo quienes opinaron que, en vez de hacerla con el Señor Nazareno la procesión, mejor sería “hacer un paseo con un dibujo del 19 de abril, una niña de La Patria, una escolta con seis jinetes y con seis banderas  y después dos niños con el dibujo de la cara del General Francisco de Miranda y veinte compañeritos con banderas, y con los empleados llevando un cartel con un rótulo en el que se leía Si La Naturaleza Se Opone, el cual debía ser señalado con un dedo por el libertador Simón Bolívar quien debía ser  llevado en otro cartón” (íd. 32). Se inauguraba así, dice EPI, un templo  cívico (id. 33) y este se refrendaba con la participación del Señor Cura en aquella caminata por las calles de San Fernando de Apure (íd. 32). 
¿Insólito, no?, era de esperarse, porque para aquellos pobladores y sus autoridades los hechos realizados por aquel personaje a sus ojos lucían como extraordinarios y maravillosos, como prodigios pues, y como tal no se podían comprender como se entienden los sucesos cotidianos o los acontecimientos ordinarios, ellos como gente católica, devota y  creyente debían interpretarlos como propios del terreno de lo sobrenatural. Bolívar debió recibir ayuda divina, pues, para hacer todo lo que hizo, debió contar con intercesores del mundo del más allá, pasando él mismo a ser una potencia de lo  extraordinario. Y convocarlo, como lo hicieron los sanfernandinos, podía ayudar a salir de los aprietos en que se encontraban. Bolívar podía conceder milagros ayudado por un Miranda, se nos antoja, que lucía en aquella procesión como si fuese Jehová.


3. Este no es el único caso de erección del templo cívico en aquellos años inmediatos a la muerte de Bolívar, EPI consigue otro hecho similar en diciembre de 1836 en un acto de la fundación de un colegio de enseñanza en la población de Guanare, donde la imagen de Bolívar fue llevada en andas desde la casa de la Sociedad Progresista a la plaza, y una vez allí se le colocaron alegorías significativas a la agricultura y a la educación. Los comitentes de los campesinos llevaban azadones y paletas bajo el rótulo en el que se leía “trabajo e independencia” y los comitentes de la juventud portaban un cartel con las palabras “libertad y cultura”. Se entono, a continuación, un canto fúnebre y luego vino el saludo de las máximas autoridades quienes al retirarse lo hicieron en impresionante silencio, este acatamiento fue imitado por todos los presentes al saludar la efigie del Libertador, alcanzándose tal sensibilización en aquel acto que llegó un momento  en que las damas presentes fueron sacudidas por el llanto” (íd. 34). El otro evento que menciona el autor ocurre en Guayana en octubre de 1848 donde el retrato de Bolívar es acompañado en el salón destinado a la solemne reunión por los retratos de Sucre, Urdaneta y Heres, están en el acto todas las autoridades representativas de la estructura política, militar y civil de la ciudad, pero destaca la presencia de “algunos antiguos compañeros de Bolívar” (íd. 35). Comenta EPI que en estos episodios se advierte que las circunstancias no se aprecian aún como remotas, todo está aún demasiado próximo para convertirse en historia (íd. 36). Pero si empezaba a utilizarse a Bolívar como agua bendita, que lo que toca queda como protegido y predestinado a cosas grandes, esto como es de suponer convierte en los aspersores en sacerdotes de ese culto y por tanto adquieren  un estatus especial ante la comunidad. Es por esa vía que los personajes que acceden al poder en Venezuela se convierten en oficiantes de ese culto, pero para que Bolívar no los derroque con su sabiduría lo vacían de su interior, lo convierten en un bulto.

El Bolívar de las élites y de sus académicos es de bronce, hierático, distante, inalcanzable y ajeno.

Evaluación historiográfica de estas versiones



Hay una diferencia abismal entre el Bolívar de los de arriba y el Bolívar de los de abajo. El Bolívar de los pobres está cargado de sentimientos humanistas, pensamientos justicieros,  es extraordinariamente vivo y está dispuesto a luchar por los pobres y por la humanidad, es un Bolíovar dispuesto a escuchar y que está en medio de negros, campesinos y marginales; mientras que el Bolívar de «los de arriba» es como lo describe Germán Carrera Damas, un Bolívar hierático, distante, sin signos vitales, es de bronce, es decir, brilla pero es metálicamente frío y refractario (íd. 187). Por otro lado entre “el semidios de la República letrada” (íd. 186), es decir, la “de los señores que manejan la ortografía” (íd. 187) y, el que convocan, los que no tienen patria no hay diferencia en lo sustancial, porque ambas son liturgias que edifican altares para la sacralización de Simón Bolívar y Palacios. Pero como mirada hacia el pasado y construcción de una narrativa de perfil histórico, no queda duda que la versión de los pobres es muy superior como producto historiográfico a la de los ricos, por la tesitura del personaje y por la calidad literaria de su narrativa.
En conclusión “El divino Bolívar” es otro certero cañonazo de Elías Pino Iturrieta, obra mediante la cual de un modo estruendoso y épico, propone nuevos nudos historiográficos a los interesados en conocer a Venezuela, mediante la guía maestra de la historia como disciplina de las ciencias sociales.






El parto de los humildes es taumatúrgico, EN ESTE SENTIDO, su versión de Bolívar no sólo es sobrecogedora desde la perspectiva literaria, sino que es autora de un culto nacional a Bolívar, orientado a mantener viva la esperanza de los pueblos de vivir en una democracia donde no exista la pobreza.

Con razón que hay quienes desean destruir a Simón, pues éste alienta esos anhelos:
 "Su pensamiento fue que el pobre tuviera".
Hoy existe todo lo necesario para que ocurra un estallido pletórico de las fuerzas productivas y para que los recursos del conocimiento se expandan sobre todo el planeta y la humanidad como una revolución de la riqueza.
Pero  quienes desean destruir a Bolivar por su pensamiento trastrocador, insisten en su mezquindad que su sueño es irrealizable y juzgan que Simón lo único que puede es causar trastornos.

El Bolívar bulto: nada sino un hombre

9:38 Posted by Perro Senil.

(Versión del artículo "El Bolívar bulto" mejorada el sabado 27 de agosto de 2011)
(Nueva versión de hoy domingo 28 de agosto de 2011)

Narra Elías Pino Iturrieta en su libro "El divino Bolívar" que en

El año de 1916 el cónsul venezolano en París publicó en una Revista un adelanto de su libro Psicopatología de Bolívar, señalaba en su artículo algunas pistas que apuntaban a señalar, según algunos indicios, de que el Libertador padecía de epilepsia (Pino, 2010: 108). Era ésta su  primera incursión en el campo de la historia, ya era escritor desde 1911 y médico desde el año anterior. Tal pre diagnóstico, no era ni una ofensa al Libertador ni revestía un veredicto que declarara a Bolívar como un ser incapacitado y de graves limitaciones. Todos sabían que Julio Cesar padeció esa enfermedad -el gran mal- y, ésta no le impidió realizar su presencia abrumadora en la historia de Roma. Sin embargo, los historiadores venezolanos convirtieron aquel sondeo del galeno en un «escándalo resonante», lo cual se convirtió en una intervención patética.

Lo patético de esta situación consistía en que un historiador, nada más ni nada menos, que de la Academia de la Historia avaló la reacción desmedida contra el médico Carbonell -autor de aquel artículo-, que habían emprendido sus colegas encabezados, para el colmo, por un miembro destacado de la Academia de Medicina (íd. 113, 116). Tal suceso causa estupefacción, porque es una evidencia de la sacralización de Bolívar. Bolívar convertido en un Dios al cual se está obligado a percibirle como un ser perfecto. El historiador que se sumó a la cruzada contra el apóstata Carbonell fue Antonio Álamo, y en aquel contubernio  condenaron a Carbonell por ¡ateísmo patriótico! -actitud patética!!! del gremio científico caraqueño-. Álamo debía haber defendido el derecho de Carbonell a exponer aquella hipótesis y a desarrollarla para beneficio de la disciplina histórica, no lo hizo, Bolívar tenía que ser perfecto.

Sin embargo esos mismos detractores nunca cuestionaron ni rechazaron a quienes construyeron  altares a su figura con propósitos non sanctas, no se escandalizaron nunca porque esos corifeos paradójicamente con sus discursos ampulosos habían hecho de Bolívar un bulto (íd. 43, 257). Un bulto es uno de esos  objetos, que abundan en los templos, con los que se representan a los santos, figuras que sólo tienen exterior, porque si se voltea adentro son un hueco vacío. Pero su exterior está tan bien elaborado que inspiran devoción en los creyentes. Ese Bolívar bulto lo construyeron quienes en la vida de la nación forcejeaban por sus intereses personalistas, para llegar al poder en el Ejecutivo Nacional o en la Academia Nacional de la Historia o en la Academia Nacional de la Medicina. Utilizaban trozos de los discursos de Bolívar o elaboraban loas a su grandeza y perfección para legitimar sus aspiraciones y defender sus intereses. ¡El exterior del bulto¡

Ante tal realidad, sólo caben dos explicaciones, una, que los historiadores participaron de esas apoteosis avalando a conciencia ese Bolívar secuestrado por los diferentes gobernantes para su beneficio (íd. 146), o dos, que la ciencia histórica durante el siglo XIX no tuvo grandes avances generalizados sino sólo puntuales. En incomodísimo.com no se niega que la primera opción tuviese un peso, que es la que maneja Elías Pino Iturrieta para criticar a esos corifeos, pero nuestro parecer es que la segunda explicación es la más certera. La corriente dominante en la ciencia histórica del siglo XIX se caracterizabas por su tendencia a sacralizar y mitificar, a los personajes históricos, convirtiendo  a los grandes personajes de la historia en mitad leyenda y mitad Dios. Pero, nos interesa la primera opción, porque estamos seguros que sí los discursos no hubieran sido ampulosos, sino por lo contrario, hubieran mostrado su evolución política y filosófica, la reacción de esas élites caraqueñas entonces hubiese sido de rechazo a quienes hubiesen puesto en pie al incomodisimo Bolívar histórico.
Bolívar de Juan Rafael Chacón artista costarricense.
A todo lo largo  de la obra Elías Pino Iturrieta nos embelesa narrándonos la torcida administración del personaje por parte de los que este historiador denomina como sacerdotes de turno, es decir, de  Páez (id. 38), Guzmán Blanco (íd. 46, 48, 54 y 65), Juan Vicente Gómez (id. 126/130), López Contreras (íd. 119, 139/147), Luis Herrera Campíns (id.  171/175) y Hugo Chávez (íd. 189/247). EPI como historiador argumenta cada uno de estos casos y ofrece sus razonamientos, que cuestionables o no, ponen en el tapete un debate necesario y obligante sobre Bolívar, con el cual no sólo se busca desacralizar esta figura histórica, sino, además, arrebatársela a las liturgias oficiales o de otro cuño.

Pero a Incomodísimo.com llama la atención, es que lo que Pino Iturrieta propone no ayuda a recuperar el Bolívar histórico, sino sólo construir un bulto, pero por otra vía. EPI propone sustituir al Bolívar mítico, por el Bolívar que es “nada sino un hombre” (íd. 248/260).  Y llama la atención tan taimada salida, porque la hace un historiador de una agudeza muy lejana de la corriente, EPI es un analista excepcional y abre temáticas de gran envergadura, pero en este caso no se comparte su criterio, porque la historia no se trata de un esfuerzo por explicar a un personaje histórico como un hombre, sino lo que demanda es conocer las fuerzas históricas que lo convirtieron en «un hombre con conciencia histórica», porque como tal, es que se convierte en una amenaza para específicos y concretos intereses económicos, políticos, culturales y sociales de su época, y genera, en consecuencia, con su presencia activa en los acontecimientos un conflicto de grandes proporciones.

Germán Carrera Damas nos alerta del peligro de convertir a los personajes históricos en mitos, hoy nos debemos  alertar, contra los intentos de asumirlos como “nada sino un hombre, porque ambos tratamientos tienen por intención hacer del personaje histórico un bulto. Y en esta nueva vía lo destruye en sus cimientos, porque el hecho de que ese personaje haya hecho la guerra, por ejemplo, por esa vía sólo lo descalifica como un asesino. Es su conciencia nutrida por la filosofía y la ética lo que lo convierte en un independentista, patriota, republicano y Libertador, captarlo como “nada sino un hombre”, es una forma rapaz para sepultarlo definitivamente. Tarea a la cual se han aplicado con gran éxito una nueva generación de historiadores venezolanos.

Cuando un ser humano asume ideas que no encajan en el «universo simbólico» que impera en la sociedad donde vive, se convierte en un personaje histórico, es decir, ya no es un simple hombre, es un símbolo de lucha contra el orden dominante, y sus actuaciones como personaje histórico  provocan una invitación a sus contemporáneos  a la mudanza hacia un «universo simbólico» distinto que está en pleno desarrollo. El historiador no ve hechos, ve las fuerzas que subyacen a los hechos, las ideas que cambiaron el mundo, los símbolos en que estas se convirtieron para inspirar nuevas «conciencias históricas» y el  paradigma a que dio lugar esa nueva forma del pensamiento. Si Bolívar era o no un epiléptico, solo interesa a un biógrafo preocupado por presentar al hombre de carne y hueso, y no al símbolo. Lo que observa en él es, lo que observó el Dr. Carbonell,  sus condiciones somáticas, es decir, su cuerpo y su fisiología biológica, y decide un diagnóstico, porque está frente a dos opciones: o sufre una patología o está sano. A un historiador le interesan otros asuntos: Si se dice que Bolívar era un revolucionario, un socialista, un internacionalista, un racista, un tirano, un monárquico ....., el historiador debe dar respuestas a esos planteamientos, y para hacerlo debe interesarse en su “universo simbólico”, el que construyó con su vida como personaje histórico. Esa labor es importante, porque en esos intangibles están las resoluciones a esas interrogantes, además, que el historiador no estudia el pasado por ociosidad, en esos elementos subjetivos que pone en evidencia, están los componejntes que pueden servir en nuestros días para construir los fundamentos, por ejemplo, de un mundo en equilibrio. El Libertador fue el criminal de una época y el constructor de un universo simbólico tan gigantesco que sus fronteras abarcan las circunstancias donde se estremece nuestra época. Los estados delirantes de Bolívar afectaron el tiempo histórico.

El  Bolívar real, el que entraba en estados delirantes, llamó la atención al Dr. Carbonell, que como médico, vio en esos delirios ciertas evidencias de una patología, esa observación no la hace un historiador, la realiza un buen galeno. El Dr. Carbonell estudió a Bolivar dentro de ese criterio de “nada sino un hombre”, y no es ese el único estudio de ese tipo que pasará a la historia de la medicina venezolana, está también el que el  Dr. Raúl Ramos Calles realizó sobre Páez en quien este psiquiatra observó que “El Centauro” ante ciertos estímulos se sumergía en un estado crepuscular epiléptico clásico, donde perdía el conocimiento, sufría convulsiones generalizadas, botaba espuma por la boca y luego de la crisis sufría una pérdida total o parcial del uso de la palabra por tiempo indeterminado, en el que podía deambular sin rumbo y con pérdida de su tono muscular evidente. Lo importante de estos estudios para la historiografía, es que con ellos se demostraba que estos personajes no eran grandes porque estuviesen bajo la influencia de seres sobrenaturales, entidades que los convertía en seres semidivinos, sino que sus comportamientos obedecían a la presencia del gran mal. Y lo interesante del análisis del Dr. Carbonell para la historia de la medicina venezolana, es que diagnostica esa enfermedad en Bolívar presente de una forma soterrada, donde los síntomas clínicos no son tan evidentes, es decir, realizó una excelente clínica. Los delirios de Bolívar, sin embargo, también interesan a los historiadores, porque bajo los efectos de estos, se ponía de manifiesto las visiones que su intelecto venía desarrollando como descomunales proyectos para hacer del "Nuevo Mundo" un MUNDO NUEVO. Intentar destruir a Bolívar condenará a muchos historiadores a la muerte como científicos sociales prestigiosos, porque Bolívar es el más grande desafío que tenemos en nuestra disciplina.

No obstante, Incomodísimo.com recomienda el libro de EPI, porque en esta obra su autor propone otras cosas interesantes, por ejemplo, en las páginas finales el autor impulsa una Historia de Venezuela separada de la Historia de Bolívar, porque este gigantesco personaje sirve como valladar para ocultar todas las cosas que se suscitaron en el siglo XIX y buena parte del XX, tiempo que una tendencia dominante de la historiografía venezolana subestima, como si después de Bolívar no valiera la pena estudiar  a los personajes que las encabezaron (íd. 155/161). El divino Bolívar es un libro en el que Elías Pino Iturrieta pone a nuestra historiografía bajo terribles disyuntivas. Sin embargo llama de nuevo la atención que EPI no señala la posibilidad de que esos personajes decimonónicos no son estudiados del modo debido, porque asustan a los que siempre han ejercido el poder en Venezuela, porque aquellos sublevados son los que protagonizaron una revolución campesina de grandes proporciones, movimientos populares que las élites citadinas a duras penas pudieron manipular y desviar del camino que llevaba trazado.  Una revolución que se les pudiese haber escapado de las manos y que les pudiese haber infringido graves daños en el estatus de sus propiedades.

“El divino Bolívar” no sólo reseña la actuación de grandes historiadores venezolanos (íd 94/107) entre quienes hay figuras como Don Mario Briceño Iragorry (íd. 148/154), sino que cita autores de otras latitudes como Angeloni (íd. 74), Musine (íod. 77), Pradt (íd. 78), Roergas de Serviez (íd. 80) Byron (íd. 81), Carlyle (íd. 83), Gelpi y Ferro (íd. 83), en las letras españolas (íd. 86/93), Franzi (íd. 131), Volpe (íd. 133) quienes, según EPI, también participaron en esa labor de vestir el bulto. Es decir, de vestir el Santo para irse con él de fiesta o devestirlo para llevarlo a una misa de difuntos, lo que se traduce en la vida de los políticos en colocarle el traje lujoso y formal de protocolo para cuando ellos van a empezar a ejercer el gobierno o vestirlo con sus ropas populares para cuando ellos van a salir a la calle para derrocar al que está en el poder.
En una caja de tabacos fue convertido el legado paradigmático del Bolívar histórico por los chamanes de la política venezolana. Lo utilizaron y lo utilizan para convocar “potencias” que los ayuden en sus “marañas” y "vagamunderías". Pero también hay quienes le temen y en su horror hacen de este personaje histórico un "nada sino un hombre", esta es una nueva forma de vaciarlo, pero para llenarlo con porquerías.

GLOSARIO

Bulto: En el Museo Sacro de Caracas existen unos bultos de santos coloniales que tienen la cara y la parte superior del cuerpo sostenido por una armazón hueca. La armazón sirve para que los fieles los vistan de acuerdo a la ocasión con diversos atuendos según fuese la efeméride. Esa costumbre la asoció el historiador Cristóbal Conway con Bolívar, dijo “Es lo mismo que hacen aquí con Bolívar (… …) lo visten distinto para cada ceremonia y cada necesidad” (id. 43). El bulto es pues una linda metáfora mediante la cual Elías Pino Iturrieta denuesta contra los oficiantes del culto, dice EPI “las miradas ni siquiera reparan en la calidad de los sacerdotes. La sola referencia a los escritos del Padre es suficiente para transmitir al oficiante la santidad del objeto de culto”, de tal modo “No se censuran los discursos ampulosos de Guzmán, ni las súplicas infantiles de López Contreras, ni los textos lampiños de Chávez. Todavía peor: tampoco generan malestar las asociaciones que fragua Gómez o la de los plumarios de Mussolini y Franco. Se trata de vestir al santo. En consecuencia no importan ni los sastres ni los remiendos en la tela” (íd. 256).

SOBRE EL PÁEZ EPILÉPTICO

Hay una interesante conferencia intitulada “Los Ataques del General José Antonio Páez” del Dr. Raúl Ramos Calles, en esa exposición este médico expone el  cuadro epiléptico que padecía El Centauro. Se puede consultar en el Blog “Venezuela de Antaño” colóquese, para los efectos,  en el explorador una de estas opciones de búsqueda:

a) venelib-antao.blogspot.com

b) Venezuela de Antaño - Páez

El Bolívar del Cardenal: Mahoma

14:08 Posted by Perro Senil.

(El presente artículo es una versión corregida del artículo publicado el 23 de agosto de 2011)
(Revisión: 25 de agosto de 2011).
En el libro de Elías Pino Iturrieta(EPI) intitulado “El divino Bolívar” se dedica todo un capítulo al historiador purpurado José Humberto Quintero -querida figura del clero venezolano-,  debido a que este sagaz orador entre 1930 y 1980 pronunció memorables homilías en lugares disímiles pero solemnes, donde explicaba por qué “la historia que se desarrolla en Venezuela después de 1830 se transforma en el pago de una penitencia como castigo por haber desterrado el profeta” -con lo de profeta se refiere a Bolívar- (Pino, 2010: 169).  Señala EPI: “Con estos sermones que establecen una semejanza entre Bolívar y Mahoma” se explica lo que ocurre después de la Independencia, como un pasado vergonzoso.  Fallo fenomenal que ocurre, porque al endilgarle a Bolívar el carácter de una figura sobrehumana que todo lo permutaba en divino, entonces, todos los que le suceden son considerados como personajes intrascendentes, vanos, traidores, corruptos, personalistas, en una locución, protagonistas de una historia vergonzosa. Dice EPI que lo más lamentable es que ese parangón -otorgarle un carácter sobrehumano a Bolívar- no sólo lo establecen figuras clericales como la del Cardenal Quintero “A Bolívar los historiadores le han otorgado la categoría de profeta, Hércules (íd.  70, 108), semidios (íd. 72) y muchas otras loas de magnificencia que se pueden sintetizar en una: El divino Bolívar”.
El profeta Mahoma.
En “El divino Bolívar” Elías Pino Iturrieta funge como historiógrafo, es decir, comenta el trabajo que han realizado los historiadores, mediante el cual se les califica y critica. EPI en esta obra, asume esa tarea responsable y comprometedora, y entrega una pieza  que sólo tiene comparación con la colosal faena que ejecutó con maestría  el magnífico Germán Carrera Damas, cuando ese célebre académico empapó en sudor y sangre su capote, enfrentándose a esa bestia de vicios y virtudes como son nuestros furiosos y exquisitos relatos del pasado venezolano. EPI quiere poner la historiografía venezolana a derecho, al señalar en lance simultáneo que nuestra historia escerita, por una parte, falla al sobredimensionar a Bolívar y, por la otra, peca de inepta al subestimar  la historia que se pone en marcha en la postguerra, cuando otros hombres y mujeres ejercitan sus energías creadoras.
Esta llamada de atención comedida y condescendiente que hace el autor, EPI, no sólo es válida, también hay que recibirla  como lo que es: un anatema. Porque el resto del  siglo XIX y del siglo XX, por obra y gracia de una historiografía que sufrio el síndrome bolivariano, quedó reducido a un pasado ignominioso y, como tal, como una vergüenza, versión infame contra la cual reacciona Elías Pino Iturrieta con propiedad y con dignidad. Después de la muerte de Simón Bolívar se dan movimientos históricos muy relevantes que son subestimados. Los historiadores hablan del caudillismo, para denostar de ese nuevo trayecto histórico del acontecer nacional y continental, obviándose las grandes figuras y significativos movimientos sociales que se dan a luz en esa nueva época.

En segundo lugar, EPI, con su libro “El divino Bolívar”, también emula con éxito al gigantesco Germán Carrera Damas en esa obra con la cual, el maestro Carrera, sentó un precedente en nuestra historiografía venezolana, nos referimos a su libro “El Culto a Bolívar” (1969). Trabajo sobre la cual EPI dice “que se debe consultar con atención cuando los ojos quieren detenerse en las preces que el pueblo dirige a quien estiman como luz y salvación”, es decir, Bolívar "El Salvador" (id. 7). Conducta agradecida hacia el Libertador de parte de lops venezolanos, que EPI no cuestiona, pero si advierte con la sabiduría que da el trabajo sistemático y prolongado, “que hubo un hombre (Bolívar) antes de la canonización, con virtudes (…) pero con limitaciones que fatalmente confinan (…) independientemente de su estatura histórica y del rol desempeñado durante su paso” por este mundo (id. 253).

Todo ese cuestionamiento de Elías Pino Iturrieta a nuestra historia escrita la extiende EPI al Bolívar del Cardenal, donde el historiador Quintero lo asocia a Mahoma. Compáración que no puede  pasar por alto Incomodísimo.com.

Se impone averiguar qué fue lo que suscitó ese paralelismo entre el Libertador y el Profeta Mahoma que efectúa el historiador José Humberto Quintero. Incluiremos un esbozo de la vida de Mahoma donde el lector podrá verificar si existe o no un paralelo entre ambas figuras históricas. El propósito de este artículo es la de intentar reivindicar y desagraviar a ese querido historiador merideño el Príncipe de la Iglesia católica venezolana Don José Humberto Quintero. Porque la historia tiene muchas vías para permitir a sus lectores comprender mejor los personajes, Quintero sin duda alguna captó en Mahoma al personaje histórico capaz de imaginar la unión de pueblos, para crear con ellos grandes Estados, donde los hombres viviesen y luchasen bajo nuevos principios, es decir, tanto Mahoma como Bolívar soñaron con construir un nuevo mundo. Tal asociación entre Abu I-Qasim y  Simón es brillante y sorprendente, e Incomodísimo.com la juzga, en consecuencia, como un enorme acierto del merideño José Humberto quintero.  

José Humberto Quintero nació en Mucuchíes (1902/1984).

 Mahoma: el profeta guerrero creador del Gran Estado Árabe.

Abu I- Qasim Muhammad ibn Ábd Allah al Hashimi al Qurashi (Mahoma) es según la religión islámica un continuador de la tradición de los profetas que creó Dios para comunicarse con la humanidad. Tradición que se inició con Abraham y continuó con Moisés y Jesús, viniendo a continuación Muhammad (Mahoma) como mensajero del Único o Todopoderoso Allah. Abu I-Qasim era miembro de una de las tantas y numerosas tribus de lengua árabe, las cuales tenían por encrucijada de caminos la Meca donde levantaron su templo (Kaaba), recinto donde cada uno de los clanes colocaban a sus dioses, para visitarlos y orar cada vez que sus caravanas comerciales llegaban a esa ciudad cosmopolita. Mahoma comenzó su prédica del monoteísmo, trasgrediendo aquel consenso plural de credos, lo empezó a hacer después de su encuentro con el ángel Gabriel (año 610) y, esto como es de suponer le valió el rechazo de los jefes de las numerosas tribus e incluso entre los suyos propios -quienes poseían un gran prestigio entre todas las tribus, por ser los guardianes del templo, razón por la cual él acostumbraba retirarse de la ciudad de la Meca e ir a meditar a unas cuevas que estaban en las afueras, lugar donde tiene su encuentro con el enviado de Allah, el ángel Gabriel. A partir de entonces, sus seguidores y él empezaron a sufrir la persecución y, Mahoma con algunos de sus allegados decidieron por esos días peregrinar  hasta Jerusalén, donde Abu I-Qasim se comunicó con sus antecesores, es decir, con Jesús, Moisés y Abraham. Cuando retorna a la Meca su estadía se hizo insostenible y, en consecuencia, parte ahora hacia Medina -una ciudad en medio  de un gran oasis agrícola- donde ya contaba con numerosos adeptos. En esta metrópoli une a dos de las tribus que allí residen y establece que su lealtad la de él y la de ellos ya no es con su tribu -su país- sino con una nueva entidad que es el Islam -una gran nación unida por una creencia- y, tras esa idea, ejerce un liderazgo de intermediario para conciliar los conflictos entre tribus. En pro de esa labor mediadora, conciliadora y unificadora de todas aquellas tribus en una nueva patria, Mahoma procede a elaborar y presentar una Constitución  -que será conocida como la de Medina- a todos aquellos grupos (año 622). En esa Constitución de Medina se especifican los términos en que las tribus podrán vivir dentro del Estado del Islam (con un régimen de tolerancia para los practicantes de la religión de Abraham y de la religión de Jesús). Todos estos progresos que se daban en la ciudad de Medina trajo una ruidosa reacción de rechazo en la Meca contra los seguidores de Mahoma, pero ante ese estruendo las tribus empezaron a adherirse al bando de Mahoma y, la guerra fue inevitable, el año 624 los dos ejércitos chocaron en Badr, y a pesar de ser más reducido en número de soldados los que estaban con Muhammad -los musulmanes- ganaron la batalla, triunfo que sellarían después con otras campañas militares en tierras lejanas. Vinieron, entre tanto, alianzas familiares, mediante las cuales el Estado que creó Mahoma unió a aquellas tribus en una gran nación con aquellos lazos. Mahoma se instituyó como Regente y de los linajes que se fueron configurando producto de esas alianzas entre tribus, materializadas mediante matrimonios, salieron los Califas o líderes políticos del Estado en formación. Con la fortaleza de los musulmanes en todo aquel extenso territorio de la Arabia, en el año  628 Mahoma retorna como peregrino a la Meca que aún no había perdido su enorme poder. Será sólo hasta el año 630, que por fin se consolidó el Islam con una enorme victoria militar sobre aquella ciudad, y a partir de ese triunfo se produce el parte aguas, la Kaaba fue dedicada a Allah –el Único- expulsándose de ella las numerosas divinidades tribales. Había surgido el Islam -religión monoteista- y con él se produjeron grandes cambios, cambios que mostraban una nueva concepción de la sociabilidad, y que se evidencian en las medidas que se iban poniendo en ejecución, una de ellas es que una quinta parte de los bienes confiscados a los derrotados fue distribuido entre los más necesitados y los cuatro quintos restantes pasó a posesión de los combatientes, correspondiéndole a Muhammad sólo comer con frugalidad y vivir sólo con lo  necesario para cada día. Pero lo más extraordinario de este proceso de transformación, es que no se constituyó un gobierno, todo funcionaba con las relaciones personales establecida entre las diferentes tribus y los tratados sellados por todas las partes. El resultado de toda esa labor del profeta guerrero es que lo que antes era un territorio desmoronado entre muchas tribus, ahora era toda una vasta península integrada en un sólo Estado, lo cual ya se había alcanzado a materializar  para el año 632, es decir, a escasos ocho años de la Constitución de Medina. Décadas después esa nueva fuerza histórica que había emergido en Medina se había extendido a Persia, Egipto, Palestina, Siria, Armenia, Norte del África y, para el año 716 está instalada trayendo inmensos adelantos en la Península Ibérica, siendo sólo detenidos en su avance por la Europa Occidental a las puertas de Francia en la batalla de Poitiers el año 732. Ese hecho repartió la humanidad entre estas dos confesiones, es decir, musulmanes y cristianos. En el siglo X fue llevado el Islam a los Estados hindúes y con posterioridad el mensaje se extendió a gran parte de África y al sudeste de Asia. Hoy el Islam el credo de el Único es la fuerza político religiosa más dinámica del planeta y, provoca en todo el mundo desarrollado un estado de impotencia creciente y una perspectiva de gran incertidumbre en los Estados potencia de occidente. 



En la primer imagen el ángel San Gabriel se le aparece a Mohammed para convertirlo en el profeta de Allah.

En la imagen inferior una figura sobrehumana inspira en Bolívar su delirio sobre el Chimborazo.

En ambos casos se explica la grandeza de dos personajes históricos mediante la intermediación o intersección de figuras sobrenaturales que los escogen para realizar colosales misiones.

Bolívar y Mahoma, como personajes históricos, independientemente de esas perspectivas sobrenaturales, se propusieron realizar proyecto cíclopeos que entre sí guardan grandes semejanzas, al tener por finalidad unir a los pueblos para crear un gran Estado y crear en ellos sociedades bajo nuevos principios.

Esto llevó al sagaz historiador merideño Quintero a establecer un paralelismo entre estos dos grandes hombres de la historia universal.

De la lectura de la vida y obra de Mahoma el lector podrá sacar sus propias conclusiones sobre sí los proyectos que ambos hombres -Abu I-Qasim y Simón Bolívar- acariciaron, era el mismo sueño o no. 


Elías Pino Iturrieta. El divino Bolívar. Editorial ALFA, 2010. Caracas. Páginas: 269.


Marchena III: Superbísimos plumajes

7:58 Posted by Perro Senil.

Juan Marchena Fernández. Desde las tinieblas del olvido (Los Universos indígenas escondidos). Planeta, Venezuela. 2008. Páginas: 473.

“Arteros y nobles”

Dicen Alvin y Heide Toffler que la forma y la cantidad de riqueza que produce una sociedad tiene consecuencias ecológicas y culturales, y producen específicos estilos de vida. Si esto es cierto, tal aserto contrapone los estilos de vida de la Europa y la América en el siglo XVI, en uno el tipo de hombre que se perfiló era el “artero” en tiempo de paz, y en el otro  el tipo de humano era de carácter “noble” aún en las circunstancias más terribles. Marchena señala que esa era la síntesis que Castellanos testimonia como peregrino de este siglo XVI en este continente prodigioso, en su personal cotejamiento Don Juan de Castellanos, afirma que, ante una oprobiosa tiranía impuesta por las “malas acciones” de los “arteros” conquistadores, los indígenas contrapusieron la nobleza y el coraje, la belleza y la hidalguía de su rebelión. Posición para la cual aporta hechos, acontecimientos y eventos a todo lo largo de su profusa obra conocida como las Elegías, para que no quede duda de sus calificativos (Marchena, 2008: 194).

Castellanos como el primer etnólogo del mundo americano valora a aquellos bravos indígenas, pormenoriza de aquellos valientes guerreros, sus actitudes, sus armas, sus pinturas, sus “superbísimos plumajes”, y  refiere que estos atributos son elementos fundamentales de su cultura, en la que el honor y la valentía constituían elementos basales de sus conductas. Los cuales quedaron resaltados cuando sus universos se transformaron en rebelión (íd. 193 / 195).
Este etnólogo muestra que estas sociedades era un mundo que tenía sus lógicas, sus leyes, sus capacidades, sus normas, fueran guerreras, políticas, religiosas o sociales; en fin, insistió que ese universo contenía las normas de una civilidad incuestionable, contrapuesta en muchas ocasiones a la crueldad, el desatino, la falsedad y la traición de los españoles. Con lo cual, cuando narra los horrores de la guerra entre estos y los indígenas, no escatima la alabanza hacia los que lucharon por su libertad (íd. 194). Una “oprobiosa tiranía” provoco una lucha por la libertad, oponiéndose en esta horrorosa guerra dos conductas: una artera y otra noble. Pero la descripción de esa realidad va penetrando en otras intimidades donde las cualidades empiezan a asomar con gran fuerza y a apoderarse del escenario que antes dominaba un actor social disminuido y subestimado. Castellanos nos lleva a descubrir los universos indígenas escondidos.


“Virtudes y belleza corporal”
Al rescatar aquel universo valorando a sus hombres, mujeres, pueblos y sociedades Castellanos nos brinda un relato excepcional donde a las virtudes se sumaba la belleza corporal. Los indios cocinas del Cabo de la Vela eran de tan ligeras piernas y livianas / que son a las de ciervos muy vecinas; / Todos enjutos: altos y de color rojizo moreno, / tan diestros en la pesca y la caza / que no saben soltar tiro baldío. En la guajira los indios como cabras van saltando, / los arcos prestos y las flechas puestas, / con la grita que suelen cuando riendas / sueltan las rencillas y contiendas. De los indios Carora “Gente que nunca cubre tela / porque sus galas son, y gentileza / pintar las que le dio naturaleza”. O sobre los naturales del lago de Maracaibo: Ya digo no ponerles embarazo / las ropas sinuosas ni pendientes; / el viril miembro cubre calabazo. / A otros más de maure cubre partes impudentes, / y aunque desnudas todas las mujeres / vencen los más honestos pareceres, / porque debajo de la horcajadura / se ponen la que llaman pampanilla (íd. 195 / 200).

 Señala que la dignidad y el honor de estos pueblos indígenas merecen toda estimación. Resalta su ingenio y dignidad a los que relaciona con tesón “nación ingeniosa y bien vestida / honestísimas todas las mujeres. Sinceros y amorosos, como los naturales de las selvas del Orinoco “tan blanda cera / que della se hiciera cualquier cosa”. Dignos, gallardos, bien dispuestos. Y elegantes “De la costa del mar / las gentes que la tiene por asiento / son mucho que más que otras elegantes / son las mujeres por extremo bellas, / gentiles hombres todos los varones; / son ellos y ellas/ de nobles y apacibles condiciones / y su lenguaje es el caquetío”. Por la laguna de Maracaibo “Los naturales della son desnudos, / todas sus proporciones son muy bien hechas / alentados, fornidos y membrudos. / Hay gente limpia, de graciosa traza / y dados a la pesca y a la caza” (íd. 201 / 203).

“Se pueden mirar por maravilla”

Los adjetivos cobran en Castellanos un brillo especial cuando se refiere a la belleza de las mujeres indígenas. Son tan hermosas que no parecen terrenales, “de este suelo”, y al verlas los españoles quedaban “suspensos”, absortos, mudos / no sabré dibujaros su figura / por parecer más divina que humana; / no parecía cosa de este suelo; / y aquellas proporciones descubiertas / cadenas de potencias y sentidos / ablandaban los más duros corazones, /  teniéndola por cosa milagrosa. En las costas de Venezuela, “son mujeres de tanta hermosura / que se pueden mirar por maravilla; / trigueñas, altas, bien proporcionadas, / en habla y en meneos agraciadas (íd. 204, 205). Mujeres indígenas todas a las que Castellanos, aparte de la belleza, avecina lealtad heroica, lealtad de una madre o de esposa capaz del máximo sacrificio (íd. 208).
La inclinación de Castellanos hacia los indígenas queda de manifiesto reiteradas veces. Destaca su nobleza, valientes, fuertes y siempre listos a defender su tierra, “hombrazos”, poseedores de otras virtudes, consta ser sincera, / gente docible, noble y amorosa / hombrazos de valor y de prudencia / son ahidalgados / y guardan amistad si la prometen / prudentes en las cosas que acometen; / las mujeres gallardas / pulidas y en el traje más honestas (íd. 209, 210).


“Sabiduría y valentía”
Y junto con la nobleza y la sabiduría, su deseo de no rendirse, sino resistir. Castellanos explica y reitera que los indios no se dejaron dominar. Siempre combatieron, siempre lucharon por su libertad, pareciéndoles la gente más valiente del mundo “que pretenden hacernos sus esclavos / morir en miserables sujeciones. / Pues para refrenar la tiranía / de tan cudiciosísimos tiranos, es menester que os anden bien las manos / agora quiero yo la valentía / y muestren los valientes cuánto valen / anímense que va la razón de nuestra banda /… vengad vuestras injurias y denuestos (íd. 211, 212).     

Castellanos cuenta como los caribes en cierta ocasión amenazaban a los españoles, persiguiendo en sus rápidas canoas a los castellanos que huían remando lo más rápido que podían, y diciéndoles: “¡Ah barbudos! Seáis muy bien llegados / Días ha que tenemos deseados / encuentro desta caza deleitosa; / seréis en nuestra olla regalados, / veremos si tenéis carne sabrosa; / Ya vamos, suspendes remos un poco, / enmendaremos vuestro intento loco”. En la costa de Venezuela, cuando veían llegar a los españoles en los barcos, les gritaban para que desembarcasen: “Decían  y hacían muchos fieros / con gestos de cien mil bravosidades, / tiran por alto flechas los flecheros, / comienzan a gritar parcialidades, / a grande furia sus capitanes piden batalla / con bríos singulares / con sus acostumbradas valentías” “Son valientes desde el nacimiento, cualquier varón de aquesta tierra” (íd. 214, 215).
Valentía que no perdían ni aún en los peores trances. Melchor Velázquez amenaza con matar un indio que les ha ido llevando por los peores caminos, despoblados y sin comida. El indio les responde: “Tengo por acertados los engaños, / evitando los daños y los males / de nuestros naturales y parientes, / por no darlos a manos extranjeras. La muerte yo la pido, yo la quiero / contento, pues que muero sin ofensa Y por justa defensa de mi tierra” (íd. 222).

 “Superbísimos plumajes y, cuando no, untados de mara”

En el lago de Maracaibo atacaron a los españoles, porque sufrían en tiempo de paz reiteradas ásperas afrentas, eran tres mil indios gallardos y valientes a las espaldas puestos los carcajes y todos con superbísimos plumajes o con almetes.

Toda la tierra parecía que se les venía encima cuando los guerreros tocaban sus tambores y sonaban las caracolas, señal de que el ataque iba a comenzar. En el lago de Maracaibo: “Viendo los indios ya que sobre paces / usaban de tan ásperas afrentas / procuraban ordenar guerreras haces; / juntado de canoas muy capaces / un número de más de cuatrocientas, / y en ellas embarcaron estas gentes / tres mil indios gallardos y valientes. / Luego la gran caterva de salvajes / aprietan en las manos canaletes, / todos con superbísimos plumajes / joyas de oro, petos, brazaletes, / a las espaldas puestos los carcajes, / alguno asimismo con almetes [especie de casco], / daba la vista de este movimiento / temores con algún contentamiento” (íd. 225). Y cuando no eran “superbísimon plumajes”, joyas y otros atavíos, las pinturas de guerra daban a los indígenas un aspecto formidable: “Iba cualquiera de ellos muy untado / todo, hasta la parte más sujeta, / de bija, que es bitumen colorado, / también venían ellos / untados todos con resina/ o mara…” (íd. 284).


“Ilustrados versus Imponentes”
Para Incomodísimo.com no queda duda de que en las Elegías, Castellanos nos da a elegir entre estos varones de cabezas ilustradas que llegaron de Europa a imponer tiranías y estas sienes coronadas de superbísimos plumajes que en este continente se le resistieron como un universo en rebelión en defensa de su tierra y parientes. Marchena sabe hacia qué bando se inclina Castellanos, pues dice que él sabe que esta combinación de nobleza, valentía y belleza de los naturales de este continente prodigioso, los hace imponentes (íd. 224).

Castellanos, exponiendo una y otra vez estas razones en boca de los indígenas, insiste que su rebelión estaba amparada de toda justicia: “Servimos estas gentes extranjeras / a más andar nos vamos consumiendo / en minas y prolijas sementeras / y todos ellos andan repartiendo / nuestros campos, sabanas y riberas / aquello que aquí siempre poseímos / y donde nos criamos y nacimos /Por tanto, cada cual las manos haga prestas / échese dos carcaj a las cuestas, / aliste con furor el arco fuerte, / y mueran los enemigos mala muerte”.  (íd. 240).
Tocados de superbísimos plumajes, embijados, con adornos de oro, dotados de temibles armas, entre bocinas y tambores, aguerridos, nobles, dignos. Tal es la visión que Castellanos  arroja sobre estos indígenas en rebelión por la “justa defensa de mi tierra” como responde uno de ellos con dignidad a Melchor Velázquez (íd. 286). Por todas estas razones esgrimidas Marchena es enfático al afirmar que “no fueron pueblos vencidos ni derrotados; fueron pueblos aniquilados. Las Elegías así lo demuestran, verso a verso, palabra a palabra. Uno dominó, el otro resistió hasta el exterminio. Es historia de tumbas y de héroes, donde desaparece un mundo por la mano  de los ilustres varones de Occidente (ídem). Los imponentes no serán olvidados gracias a ese gran varón ilustre Don Juan de Castellanos, quien nos lego su testimonio en una de las obras literarias más interesantes del siglo XVI, pero para entregarnos esa fortuna debió encorvarse sobre su escritorio para rasgar el papel durante cuarenta años” (íd. 13, 20).

“Desde las tinieblas del olvido” es uno de los trabajos más arduos y más productivos realizados para estructurar la conciencia histórica de quienes, como aquel indio del relato de Castellanos, hemos de responder al conquistador de nuestros días: mi rebelión es por la justa defensa de mi tierra, y para evitar los daños y los males de los naturales y mis parientes.

CON ESTE ARTÍCULO/RESEÑA CULMINA LA PRESENTACIÓN DEL HERMOSO E INVALUABLE TRABAJO DEL CATEDRÁTICO JUAN MARCHENA FERNÁNDEZ.