Diamond: Cladística

8:04 Posted by Perro Senil.

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Se han descubierto huesos fosilizados de cientos de criaturas que representan diversos estadios  intermedios entre los simios y los humanos actuales. ¿En qué momento aparecieron los humanos? Lo que se sabe es que la especie humana ha experimentado pequeños cambios de trascendentes consecuencias con bastante rapidez y en etapas relativamente recientes de nuestra historia evolutiva. Tanto es así que hace solo cien mil años, un zoólogo nos habría tomado por una especie más entre los grandes mamíferos. Cierto es que, en ese entonces, ya los humanos tenían algunos rasgos conductuales particulares, en especial el dominio del fuego y la dependencia de las herramientas, pero tales comportamientos resultaban tan curiosos como las de un castor construyendo en el río una represa.

Sea como sea, en el transcurso de algunas decenas de miles de años -los cuales representan una mínima fracción de la historia de nuestra especie- hemos comenzado a demostrar las cualidades que nos convierten en seres únicos y la interrogante que surge es ¿Qué ingredientes nos convirtieron en seres humanos? La respuesta es que los escasos rasgos del bagaje genético surgidos durante la evolución que nos hacen una especie independiente es apenas de un 2 por ciento de genes, los cuales nos distinguen de los actuales chimpancés, dicho de otro modo, es ese escaso 2 por ciento lo que determina nuestras características aparentemente únicas (Diamond, 2007: 15). Pero es también ese mínimo 2 por ciento el que nos dice que debemos considerar la posibilidad de que, con todo y las significativas diferencias que nos separan de los actuales chimpances, sólo somos desde el punto de vista genético una nueva especie de chimpancé, esto es, el tercer chimpancé según Jared Diamond.
Construcción de represa/vivenda del castor.

Del estudio de ese 2 por ciento de genes dependen trascendentes conclusiones, porque las teorías hasta ahora aceptadas no son suficientes para explicar la siguiente interrogante ¿Qué ingredientes nos convirtieron en seres humanos o en el tercer chimpancé?

Hasta el día de hoy se tiene por sabido que el crecimiento del cerebro fue a todas luces un requisito previo al desarrollo del lenguaje y de la capacidad de innovación de los humanos. En consecuencia, cabría esperar que los estudios paleontológicos revelaran un paralelismo muy acusado entre el aumento del tamaño del cerebro y el grado de sofisticación de las herramientas. Sin embargo, ambos fenómenos apenas están interrelacionados.

Una vez que el cerebro humano se hubo expandido hasta alcanzar unas dimensiones muy próximas a las actuales, los utensilios de piedra continuaron siendo muy toscos durante cientos de miles de años. Hace tan solo  cuarenta mil años, el hombre de Neanderthal era simplemente una especie más entre los grandes mamíferos. Incluso después de que otras poblaciones humanas hubieran adquirido prácticamente la anatomía ósea de la humanidad actual, sus herramientas continuaron siendo tan poco imaginativas como las de los neandertales durante decenas de miles de años. Los atributos que nos hacen únicos aparecieron inesperadamente en el lapso de tiempo en que el hombre de Cromagnon reemplazo al de Neanderthal, época en la que el ser humano, al fin, dejó de ser una especie más entre los grandes mamíferos. ¿Por qué aparecieron esos atributos como la capacidad de innovación, el arte, la fabricación de herramientas complejas? Ya hemos visto que no fue por la expansión del cerebro, entonces nos queda lo  que nos muestra la biología molecular, es decir, ese 2 por ciento de genes que no es responsable de la modificación de nuestros huesos, pues estos ya habían sido modificados, sino del desarrollo de esos atributos característicos de las condición humana (íd. 29).
Hombre de Cromagnon
Pero se ha de volver al problema de nuestra separación/cercanía con los chimpancés, y lo que dice la ciencia es que el pariente más próximo del chimpancé no es el gorila, sino el ser humano. Los chimpancés que habitan en el centro de Zaire recibieron el nombre de «chimpancés pigmeos» (chimpancé bonobo), tienen un tamaño inferior con respecto a los «chimpancés comunes» que pueblan la franja de África situada al norte del ecuador, ahora bien la distancias genética entre ambos  es del 0,7 por ciento, mientras que la que separa a los humanos del uno y del otro es de 1,6 por ciento, lo que nos hace los más evolucionados entre los chimpancés pero no de un modo muy acusado, porque un verdadero distanciamiento genético es el que hay entre los humanos y los monos, pues con estos se llega al 7 por ciento.

Somos el «chimpancé humano» para la ciencia de la taxonomía, somos la tercera especie de los chimpancés, y todos los rasgos visibles que nos diferencian como postura erecta, gran tamaño cerebral, facultad del habla, escaso vello corporal y vidas sexuales peculiares están determinadas por ese escaso 1,6 por ciento de nuestro programa genético (íd. 38/42).
Ese 0,7 por ciento que diferencia a los «bonobos» de los «chimpancés comunes» provoca una conducta en la biología reproductiva muy peculiar en esta especie grácil de los bonobos, quienes como los humanos adoptan una amplia gama de posturas para la copulación, incluida la postura cara a cara, la iniciativa para la copulación la toman también las hembras; las hembras son sexualmente receptivas durante casi todo el mes; y, por último, existen fuertes vínculos entre las hembras y entre machos y hembras. (íd. 40). Se recomienda buscar en la Web: Pan paniscus Wiki para conocer con amplitud este interesantísimo y perturbador espécimen, el cual provoca un efecto «espejo» con el ser humano del todo inesperado.
La escuela taxonómica que nos clasifica según la distancia genética y los momentos de divergencia de las líneas evolutivas es la denominada cladística (íd. 44). Según esta escuela  los humanos y chimpancés se separaron de su ancestro común hace unos siete millones de años; los gorilas se separaron de los humanos y de los chimpancés hace unos diez millones de años del ancestro común que luego compartiríamos los humanos con las dos especies de chimpancés (íd. 39). En cuanto a las líneas evolutivas de los chimpancés pigmeos y los chimpancés comunes, éstas divergieron hace unos tres millones de años, los humanos pues han tenido una historia muy breve como especie independiente de los demás simios, mucho más breve de lo que solía suponer la paleontología (íd. 43). Los humanos y los simios tienen entre sí un parentesco más próximo que con los monos (íd. 38). El testimonio fósil indica que la divergencia entre los monos y los simios se produjo entre los últimos veinticinco y treinta millones de años (íd. 42).

Debemos concluir, por tanto, que en la actualidad coexisten en la Tierra tres especies del género Homo: El Homo troglodytes o chimpancé común; el Homo paníscus o chimpancé enano, y el tercer chimpancé, que es el Homo sapiens o chimpancé humano. Puesto que los gorilas no son muy distintos de las otras especies, casi podría considerárseles con igual fundamento la cuarta especie del género Homo (íd. 44). Cuando menos, el ser humano está incluido en la historia de los tres chimpancés (íd. 52). Pero para los antropocéntricos incluir a los humanos y a los chimpancés en un mismo género, sin duda supone para ellos un amargo trance o una verdad incomodísima (íd. 44).
Nuestra especie, la Homo sapiens, está incluida en el trayecto que va del Homo troglodytus al Homo gorila.

El chimpancé pigmeo se localiza en el continente africano, es clasificado como el Pan Paniscus, así como el hombre le corresponde ser el el Pan sapiens.

GLOSARIO
Pan: La biología para clasificar a los seres vivos del reino animal recurre a categorías jerárquicas, cada una incluye seres más afines que la anterior: subespecie, especie, género, familia, superfamilia, orden, clase y phylum. El género Pan es el de los chimpancés. El género Homo, el de los humanos, se definió antes que el de Pan, acuñado para los «otros» chimpancés, Homo tiene prioridad según las reglas de la nomenclatura zoológica, de allí que los bonabo y los chimpancés comunes se clasifiquen como Homo (íd. 43 y 44).

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